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viernes, 11 de noviembre de 2011

EL OSO HAMBRIENTO








Creía que esta fábula de Esopo nos aportaba alguna anécdota relacionada con varios personajes competidores con la  fiereza o resistencia de un oso hambriento. Pero cual ha sido mi sorpresa que Fedro no cayó en aspectos puramente estéticos como “el oso cuanto más feo, más hermoso”, sino que se adentró en un aspecto fundamental del ser humano: el hambre convertida en personaje de este pequeño relato.  Pero, en sentido general,  el hambre simboliza más que la carencia de alimentación imprescindible para subsistencia humana, la necesidad perentoria de muchas cosas y el consiguiente impulso que nos conduce a imaginar, buscar  y crear  innumerables mecanismos de autodefensa hasta conseguir saciar ese vacío físico y moral que sufre el ser humano.

En las circunstancias actuales  ya no es un oso, como el de Fedro, al  que le faltó una gran abundancia de cosas en su hábitat natural- los bosques-, `porque la pobreza se ha apoderado de muchos osos humanos que se extienden a lo largo del Tercer Mundo, incluso, en muchos rincones el Cuarto (los grupos excluidos de nuestro bosque del bienestar). Pues podemos encontrar numerosos osos  en Somalia en medio  de la hambruna; pero te lo puedes topar, en la calle, con uno cualquiera de aquellos ansiosos de saciar los mínimos requisitos de paliar sus necesidades básicas: el alimento,  un hogar digno, y no digamos un trabajo para poder mantener  su entorno.  Incluso, podemos dar un paso más alto y encontrar el oso ansioso del saber y de la profesionalidad, que busca y rebusca  un puesto de trabajo  y no lo encuentra en lugar alguno tras haber recorrido de ceca a  la meca.

En verdad que Fedro forzó la imaginación e hizo bajar al oso de una manera precipitada  hacia un río imaginario. Se bañó en medio de sus aguas y se le engancharon miles de cangrejos de vado de sus aguas entre sus pilosas piernas. Ya no tuvo que buscar la alimentación perdida, sino que, al fin de su aventura, gozó de la profusa alimentación de su derredor. 

Hoy necesitamos muchos personajes como Fedro que supieran aportar a muchos seres humanos la manera de salir del bache más profundo de los últimos decenios, porque se han quedado sin casa, hipotecados y sin perspectivas de futuro; incluso, se sienten como si no pudieran salir del bosque en medio de un oscuro pesimismo  que no les permite vislumbrar una luz entre las frondosas copas de los árboles del poder financiero. Parece como si solo  se hubiera salvado un  único oso, el del listillo especulador, que ha  bajado al  rico río de los cangrejos de la sociedad del bienestar  para apropiarse de todos los recursos  humanos, suprahumanos y planetarios. Como decía el fabulista latino, al oso normal y corriente no le han quedado más consuelo y acicate de sus triste situación  que aquella máxima moral “ergo etiam stutltis acuit fames”, o lo es lo mismo: el hambre aguza el ingenio incluso a los torpes”. Y, yo me digo, lo aguza y lo salva de situaciones míseras  rozando el límite de la  indignidad. Pero, ¿no hay muchos osos que podíamos agudizar el ingenio para que los cangrejos fueran para todos?     


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