Eran las ocho de la mañana y toda la gente de la compañía de Pedro Ortegón se encontraba a las puertas de la Casa de Comedias dispuesta a emprender el camino hacia a Jaén, donde iban a representar sus obras en los próximos días. Pedro alentaba a los más perezosos al caminar y se ponía al frente de la comitiva dando los primeros pasos por el Llanillo, mientras recogía de los mesones de Izquierdo, Ginés Martínez de Aranda y la Alcalaína a los otros comediantes. Al Llegar a la Puerta Villena, dudaron de subir hasta el Barrero, pero tomaron el camino del Castillo en dirección a la Nava. El arriero y jurado Diego Gómez había preparado caballerías, varias carretas y una veintena de asnos y se comprometió a llegar a Jaén al anochecer de este día de final de verano ( lo había pacto con la condición que el exceso de tiempo en el traslado lo debía pagar el autor. Intercambiaba con Obregón conversaciones a lo largo del trayecto. Al llegar a Charilla le comentó que los veía más perezosos que en el anterior traslado desde Granada. Pedro de Ortegón, estaba casado con Micaela López, que hacía aplaudir como primera dama de sus obras, le tuvo un trato especial montándola en la carreta. Y, comenzó Obregón a contarle historias.

-Te voy a referir los malos ratos que me
han hecho pasar en mi vida.
-Ha estado en muchos lugares, muchos corrales
de comedias, palacios y teatros.
-Muchos. Por ejemplo, en Sevilla hace tres años.
-Allí, debía cotizarse mucho su compañía.
-Fíjate. Recuerdo que fue por un asunto
extraordinario. Había llegado a Sevilla Francis Cottington, el primer barón
Cottington,y fue alojado cinco días en los Reales Alcázares de Sevilla
por mandato del conde duque de Olivares. Era muy recordado porque había
residido previamente en Sevilla, entre 1612 y 1613, encargado del consulado
inglés en esta ciudad. Esta vez te puedo ser exacto, llegó a Sevilla el 20 de
febrero de 1631, tras la firma del tratado de Madrid, y estuvo hasta el día 24,
cuando partió para Sanlúcar de Barrameda. Le hicieron muchos agasajos. Entre
los gastos ocasionados, al frente de un grupo de ministriles
se encargaron de tocar a las horas de la comida y salidas de este
embajador. Los caballeros hidalgos celebraron también “fiestas de torneos” y representaciones
teatrales que tuvieron lugar en uno de los salones del Alcázar, en las cuales
también participó un grupo de ministriles. Como s autores de las comedias
fuimos José de Salazar y yo.
Al pasar el puente del
río San Juan, las aguas le recordaron otra ciudad andaluza regada por el
Guadalquivir,
-En este mismo año,
actuamos en la corrala de Córdoba
-Sería insoportable los calores en el
caminar durante el verano- le comentó el arriero.
-Dependía de la distancia, no es igual ir
a Valencia como el año pasado, por el mes de mayo, tras varias jornadas,
postas y estancias en posadas a lo largo del camino que desplazarse en los
pueblos sevillanos.
-¿Siempre mantenía el mismo modelo de representaciones?
-Muy parecido, algunos ejercicios
de música entremeses y la comedia que tanto atraía al publico
-Me han dicho que
en algunas ocasiones introdujeron novedades.
- Ah, sí, en 1632,
estuvimos en otra Alcalá, la de Henares, y gustó mucho nuestra
jácara, una especie de entremés cantado (normalmente
por una actriz) o con alternancia de trozos cantados y representados (y a
menudo bailables), con protagonistas rufianescos, que por lo general terminaba
recibiendo su castigo. Pero la interpretamos de varios modos, a lo largo de las
representaciones, la jácara, ya dialogada, ya entremeseada (representada), que describía el mundo marginal del hampa, dando entrada a s la germanía
literaria. Pero había algunas jácaras de tema cortesano, muy pocas, y
también otras a lo divino.
-Me cuentan que una gustaba muchísimo.
-Sí la Jácara de doña Isabel, la ladrona,
que azotaron y cortaron las orejas en Madrid.,
Dejaron atrás a Alcaudete
y comentaron la azarosa vida de los comediantes y las dificultades que se encontraban a
la hora de cumplir todos los contratos entre la propia compañía y sus
componentes y con los contratantes, los patronos de los corrales de comedias.
Desde hospitales a duques pasando por cofradías y ayuntamientos
municipales.
En Martos se
detuvieron a la hora de la comida Y, tuvieron varios momentos de
descanso.
Llegaron a Jaén y en la Alhóndiga, pesó toda la ropa de las carretas y
comprobaron que prácticamente las pesas guardaban equilibrio. Se dieron la
mano, tras el pago de lo comprometido por peso de la carga y cada una de las caballerías.
Era el cuatro de septiembre.
En
1635, el duque de Arcos, le pagó por una representación en Marchena. Con Alonso
de Olmedo de vuelta en Sevilla desde Granada otra vez volvió a
Sevilla á representar los autos. Estuvo en Antequera y en tierras portuguesas, en Lisboa. Ortegón llegó en este año a tanta
pobreza, que un día rompió el arca de los fondos de la Cofradía de Nuestra
Señora de la Novena y se apoderó de las existencias. Era cómico muy mediano.
Murió en Madrid en una casa de la calle de Cantarranas en 1636. Los autos que
Olmedo y Ortegón representaron fueron debidos á la pluma de uno de los más
ilustres poetas andaluces, á la de don Alvaro Cubillo de Aragón (Nació en
Granada, y él mismo se retrató magistralmente en un romance inserto en el libro
El enano de las Musas).
Un año después,
la compañía de Obregón representó en Sevilla y Madrid con la obra
Porfiando vence amor de Lope de Vega. Murió en medio de la más grande pobreza en
1636.
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