Ha
caído recientemente en mis manos un librito con el título “Por una economía
altruista”, cuyo autor es el valenciano Enrique Lluch Frechina. Parece como un
oasis en medio de este desierto azotado por la crisis económica que nos acosa y
por los vientos huracanados que la
zahieren sin dirección ni rumbo. Como manifiesta en sus primeras líneas el
propio escritor, se siente desconcertado
a la hora de enfocar el asunto al intentar formar un sintagma un poco
contraproducente: por un lado el término de “economía”, con lo que tiene de
sentido egoísta a la hora de poseer y administrar los bienes , y, por otro lado, al añadirle el
adjetivo “altruista”, este obrar humano
se aparta del tener y se vehicula hacia el dar. Formamos un imposible entre el
yo y los otros. O lo
que es lo mismo: en el nombre, nos
encontramos el sujeto egoísta que trata de sacar el mayor rendimiento de la administración
de los bienes de la naturaleza y los servicios que se establecen en sus relaciones humanas; y por otro lado, con el
adjetivo el centro de la acción
económica se nos desplaza hacia el otro,
se incide en el disfrute solidario
de la naturaleza y en el establecimiento de una sociedad copartícipe de objetivos y resultados.
Comienza
uno a leer su primer capítulo y se lo engulle como si se tratara de una novela.
No es un recetario, aunque, a veces, cualquier persona puede formar una antología de frases para grabarlas como un lema diario
a aplicar en la economía particular y
huir del consumismo que nos invade y nos ha arrastrado, como un
tsunamis, en una economía, cuyo adjetivo más certero es el de “egoísta”, dejando al margen los calificativos tradicionales liberal,
neoliberal, capitalista o simplemente usurera.
Simplemente
he recogido esta parrafada a modo de de
resumen “En contra de lo que hace la economía egoísta. Podemos
hacer nuestro compromiso económico en
considerar que las necesidades (tanto las básicas como las sociales o de la
primera condición) son limitadas y que,
aunque los deseos no tienen por qué
serlo, la opción más liberadora y ética es aquella que los considera así. Por
ello, lo deseable no van a ser personas y una economía que quiere siempre más y
más porque tienen más deseos, sino unas personas y una economía que puede
frenar su nivel de producción de deseos,
cuando llega a un determinado nivel de vida, sin que esto suponga perjuicio
alguno para su bienestar material y sí una gran ventaja para desarrollar otros
aspectos no económicos de la vida”. Si necesidades básicas son el vestido,
la comida y la vivienda; y el bienestar de todos se fundamenta en el cuidado
del medioambiente y el luchar por un
buen clima de relaciones laborales sin esclavizar, póngales nombre a las
acciones de esta economía: consumo responsable, desarrollo sostenible, defensa
del comercio justo, lucha por el
ecosistema… ¿Podemos los humanos realizar otra economía? Mejor cuenta nos
traería y daríamos en herencia a nuestros descendientes.
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