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sábado, 22 de junio de 2013

Una economía altruista


 
 

            Ha caído recientemente en mis manos un librito con el título “Por una economía altruista”, cuyo autor es el valenciano Enrique Lluch Frechina. Parece como un oasis en medio de este desierto azotado por la crisis económica que nos acosa y por  los vientos huracanados que la zahieren sin dirección  ni rumbo.  Como manifiesta en sus primeras líneas el propio escritor,  se siente desconcertado a la hora de enfocar el asunto al intentar formar un sintagma un poco contraproducente: por un lado el término de “economía”, con lo que tiene de sentido egoísta a la hora de poseer y administrar los  bienes , y, por otro lado, al añadirle el adjetivo “altruista”,  este obrar humano se aparta del tener y se vehicula hacia el dar. Formamos un imposible entre el yo y  los otros.   O lo que es lo mismo: en el nombre,  nos encontramos el sujeto egoísta que trata de sacar el mayor rendimiento de la administración de los bienes de la naturaleza  y  los servicios que se establecen  en sus  relaciones humanas; y por otro lado, con el adjetivo  el centro de la acción económica se nos desplaza hacia el otro,  se incide en el  disfrute solidario de  la naturaleza y  en el establecimiento de una sociedad  copartícipe de objetivos y resultados.

            Comienza uno a leer su primer capítulo y se lo engulle como si se tratara de una novela. No es un recetario, aunque, a veces, cualquier persona puede  formar una antología de frases para  grabarlas  como un  lema diario  a aplicar en la economía particular y  huir del consumismo que nos invade y nos ha  arrastrado,  como  un tsunamis, en una economía, cuyo adjetivo más certero  es el de “egoísta”, dejando al margen  los calificativos tradicionales liberal, neoliberal, capitalista o simplemente usurera.

            Simplemente he recogido esta parrafada a modo de  de resumen “En contra  de lo que hace la economía egoísta. Podemos hacer nuestro compromiso económico  en considerar que las necesidades (tanto las básicas como las sociales o de la primera condición) son limitadas  y que, aunque los deseos  no tienen por qué serlo, la opción más liberadora y ética es aquella que los considera así. Por ello, lo deseable no van a ser personas y una economía que quiere siempre más y más porque tienen más deseos, sino unas personas y una economía que puede frenar su nivel  de producción de deseos, cuando llega a un determinado nivel de vida, sin que esto suponga perjuicio alguno para su bienestar material y sí una gran ventaja para desarrollar otros aspectos no económicos de la vida”. Si necesidades básicas son el vestido, la comida y la vivienda; y el bienestar de todos se fundamenta en el cuidado del medioambiente  y el luchar por un buen clima de relaciones laborales sin esclavizar, póngales nombre a las acciones de esta economía: consumo responsable, desarrollo sostenible, defensa del comercio justo,  lucha por el ecosistema… ¿Podemos los humanos realizar otra economía? Mejor cuenta nos traería y daríamos en herencia a nuestros descendientes.
 

           

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