ULA
UNA LEYENDA ALCALAÍNA Y DESCONOCIDA SOBRE LA PRESENCIA ROMANA
FRANCISCO MARTÍN ROSALES
DIBUJOS: JUAN MANUEL MORENO SÁNCHEZ




En la Mota, restos de grandes sillares de argamasón sugieren tiempos anteriores a la época de frontera. Algunos investigadores proponen para esta fortaleza cierta cimentación romana por sus dimensiones y los remontan a un pequeño castro de la República Romana. Se afirma que el origen ibero-romano de la fortaleza se entronca con leyendas renacentistas, muy propias de los humanistas, para justificar el linaje de sus antepasados y su conexión con la tradición grecol atina. Por eso, un erudito renacentista e, incluso, algún que otro historiador actual proyectaron el origen de Alcalá la Real a esa época romana justificándola con la presencia de algunos elementos y objetos recientemente descubiertos y, lo que los arqueólogos actuales consideran aljibes de estructura romana por sus revestimientos rojizos y por la media caña del suelo interior. Los antepasados daban por hecho este origen y, para justificar sus privilegios y mercedes concedidos por los servicios hechos a la Corona, remontaban su lealtad, incluso, hasta este periodo romano de la historia de España. Esta lealtad se entroncaba en un testimonio legendario. En el cabildo del catorce de noviembre de 1597, los regidores de Alcalá relataron su relación leal en tiempos de la guerra civil entre Julio César y Pompeyo.
Hablaba en el ayuntamiento el conocido y erudito alcaide, don Antonio de Gamboa y Eraso, alcaide y granadino afincado en Alcalá. Porfiaba contra algunos regidores para que no se abandonara la Mota y volvieran los oficios y las tiendas a su recinto. Lo argumentaba en que no hubiera otra plaza mejor en la ciudad, porque allí se encontraban la Iglesia Mayor, el Palacio del Abad, las Casas de Justicia y de Cabildo Municipal y la Cárcel Pública. Para que no se ofreciera ningún género de dudas, refería que la lucha de ciento cincuenta años en la frontera del reino de Granada, le había hecho valer una gran cantidad de mercedes y privilegios reales. En la misma línea de argumentaciones, le siguieron miembros de las familias de los Clavijo, Pineda, Aranda, hasta que llegó el turno del capitán Juan de Aranda Góngora, que zanjó de un modo rotundo el debate:
-No lo dudéis, ni tengamos compasión alguna con los que quieren destruir nuestra fortaleza. Nuestros antepasados se forjaron en este recinto al servicio de los Reyes. Es más, nuestra lealtad no sólo se remonta a los primeros años de la cristiandad. Le viene desde muy antiguo, como de mano en mano, se inició en tiempos de los iberos, y, porque nuestro comportamiento era muy valeroso, la amó y favoreció particularmente el mismísimo Julio César.
- ¿Que dice, vuestra señoría? Nunca había llegado a nuestros oídos tan remoto origen de nuestro valor.
-Pues os lo voy a detallar pormenorizadamente. Me baso en los datos de famosos eruditos y escritores del siglo XVI, que me refirieron que se conocía esta ciudad por el nombre de Ula
-No puede serlo, esto hoy día está muy cuestionado, le respondía el erudito local Gamboa. Tan sólo, en uno de los recientes “Comentarios de Julio César”, aparece en su tabla de lugares, provincias y ríos, justamente en su último folio. “Ula, Alcalá la Real, en el Andalucía”.
-¡Qué interesante!-interrumpieron varios regidores.
-Dejadme seguir, insisto, a esta ciudad la mimó el mismísimo César, porque Ula siempre había demostrado el valor y lealtad de sus vecinos y se había alineado con los partidarios del dictador romano en contra de Pompeyo. Lo dicen las fuentes escritas, César daba fe de esta experiencia, porque los alcalaínos, más bien, los de Ula, acudían siempre en ayuda del pueblo romano, representado en la guerra entre estos dos personajes por Cesar.
Gamboa venía preparado para aquel día. En un gran talego, había traído un manuscrito de los primeros pobladores alcalaínos, que le hacían llamar por vecinos de Ipocobulco. Pero, no olvidó dos ejemplares de las dos célebres hazañas de César.: la Guerra de las Galias y la Guerra Civil. De momento, hojeó la primera y no encontró referencia alguna de lo que decía el regidor Góngora acerca de estos pagos. Recibió del poder una parte del Pueblo Romano durante el primer triunvirato, cuando a Pompeyo le dieron Oriente, a Craso Italia y al propio César la Galia. Allí se gestó su fama.
Como triunviro, expulsó a los Germanos, se adentró en territorio de los britanos, llegó de nuevo a la Galia y se enfrentó con Vercingetórix en Gergovia y alcanzó la victoria final de Alesia por parte de César. Se acabó la guerra. Se le cumplió su mandato senatorial(...) No quería dejar el poder.
Entonces el sabio regidor hace el comentario siguiente: "En Roma, en el 49 antes de Cristo, el Senado está muy alterado y no ve con buenos ojos que el poder se concentre en César, ha colmado de regalos y tierras a todos sus legionarios. El Senado defiende la República y no quiere caer en manos de un dictador perpetuo. Incluso, ha provocado a Roma construyendo el foro de su nombre. Entonces le dan un ultimátum, que deje las legiones romanas en poder del Senado y no pase el río Rubicón al mando de ellas. Por su parte, a Pompeyo se le renueva en el poder, porque sintonizaba mejor con el Senado. César, ambicioso y testarudo, desobedece y estalla la guerra civil entre los dos personajes".
-Nos hemos apartado de nuestras leyendas, de Ula. No decíamos que había sido leal a César. –Comenta el regidor Clavijo.
-Sí, pero conviene que nos hagamos una idea de este personaje, que llegó a ser casi el primer emperador de Roma.-Responde Gamboa.
-Es verdad, fue una guerra sin cuartel, hubo dos bandos, los partidarios de César y los de Pompeyo. Los había en cualquier rincón del Imperio, en Roma, en la Galia o en Grecia. Comentaba que en Roma los esclavos lavaban sus ropas en el Tíber con el agua ensangrentada de la lucha fratricida. Y la hubo también en Hispania. Más concretamente, en la Hispania Citerior, y la Ulterior, la Bética y en muchas ciudades se repartieron los partidarios de uno y otro bando. Hubo batallas en Lérida, en Munda, en Castulo, ILiturgi, y en favor del propio César, Ula fue un escenario esencial de la lucha fratricida entre pompeyanos y cesarianos. En este caso, los defensores de esta hipótesis. Ula se consideraba como ciudad aliada del bando romano que luego fue vencedor, el de Cesar.
-Pues no podía ser de otro modo, - interrumpió Juan de Aranda-, este triunviro romano la amaba y favorecía, porque le ayudaba con las tropas auxiliares de su fortaleza en las escaramuzas que provocaban los soldados de Pompeyo.
-No sería esta ciudad fortificada, compréndelo, sino, más bien, que sería un castro que se levantaba sobre un majestuoso cerro que controlaba el camino de paso de la Costa malagueña hasta las ciudades del Bajo Guadalquivir.
-De seguro que las actuales atalayas ya existían.
-Claro que sí, Ula estaba bien comunicada por las torres púnicas que jalonaban el recorrido de los viajeros a través de las ciudades de Íllora, Loja, Vélez y frenaba todos los movimientos de invasores de la península desde las costas granadinas y malagueñas. Estaba protegida en su interior con unos pequeños muros levantados sobre el perfil de la roca, más elevado y escarpado, Debió ser inexpugnable, refugio de los indígenas iberos en momentos de guerras, que compartían para su alojamiento las cuevas, horadadas en la roca sustentante, con las casas de mampostería edificadas en su recinto fortificado. Debieron tener relaciones con los romanos antes de la llegada de César, pues les permitieron mantener sus costumbres y leyes, a cambio de que ofrecieran su reconocida lealtad con Roma. Incluso cuentan que por ella pasó Viriato.
-Cuando la Bética, bueno en aquel tiempo, la Hispania Ulterior, comenzaba pacíficamente a organizarse, Ula, la Alcalá Romana tomó partido en la guerra civil entre César y Pompeyo, se hizo cesariana. Esto dio lugar a una reacción de su adversario. Previendo la gran estratagema de César los futuros acontecimientos, envió a Quinto Casio Longino
-de familia muy relacionada con el ejército y la política romana. Era un soldado ejemplar, cesariano convencido y con Marco Antonio, formaba el círculo o la camarilla de los defensores de la política de César. César lo trajo a Hispania Ulterior, en contra de Varrón, lugarteniente de Pompeyo. Hasta tierras béticas, llegó en su persecución. Le hizo una gran labor entre las poblaciones, como Ula, atrayéndoselas al bando cesariano mediante concesiones de derechos a indígenas.
En este momento el alcaide mayor sacó el sexto libro atribuido a César, titulado “Bellum Hispanum”, la Guerra de España. Y leyó a los presentes los primeros capítulos, que acercaban a los presentes el desarrollo de los acontecimientos más importantes de la guerra civil. Conquista de Roma y toda la península itálica. Pompeyo huye a Oriente , hacia Grecia, y César entra en España para derrotar a los partidarios de César. Después se traslada a Epiro, sufre un revés en Durazo y logra la victoria definitiva sobre Pompeyo en Farsalia, donde se le rindieron dos mil pompeyanos. Pompeyo huye a Egipto, donde fue asesinado.
César en su persecución, llegó a Egipto, se puso a favor de Cleopatra para quitarle el trono a su padre. Logró sobrevivir a varios asedios y consiguió la victoria sobre Farnaces en Zela, en África vence a los pompeyanos en Tapso y pasó, de nuevo a Hispania, donde se habían refugiado los hijos de Pompeyo. Estos se habían apoderado de la España Ulterior y cuenta el comentario de Hispania “que Cneo Pompeyo, el mozo, empezó a encomendarse a la fidelidad algunas ciudades para adquirir más fácilmente tropas con que hacer resistencia las tropas de César. Habiendo pues juntado un mediano ejército, parte por ruegos y parte por fuerza, se dio a destruir a la provincia. En este estado, unas ciudades le enviaban socorros voluntariamente, otras, por el contrario, le cerraban las puertas”. Este es el caso de Ula, y de Longino. No hacían sino enviar continuos correos a Italia para que César acudiese en su socorro.
- Longino, temeroso de que el ejército que gobernaba Córdoba a cuyo frente estaba un tal Marcelo, se vino a recoger a esta ciudad, confiado en el valor de que había de hallar en ella. Cual fue la sorpresa que encontró a Ula cercada y asediada por el propio Pompeyo. César entró a España y quería concluir la guerra de España. Fue avisado del asunto por unos legados de Córdoba que habían desertado de Pompeyo en Córdoba y se había anticipado a los espías de Pompeyo, que trataban de anunciar a Pompeyo la venida de César. Este se enteró pronto de la difícil situación en la que se encontraba Ula. Y dicen los Comentarios “sabiendo César que aquella ciudad había servido con mucha lealtad en todos los tiempos al Pueblo Romano, mandó cosa de las nueve de la noche partiesen seis cohortes con igual número de gente a caballo, a los cuales dio por cabo un oficial conocido y muy inteligente".
-Ah, si- dijo Juan Aranda-, le, envió al capitán Almucio Junio Pacheco, que responde a J. Junio Pacieco, que vino para hacer frente a las tropas de Pompeyo que asediaban al destacamento alcalaíno, defendido valerosamente por el capitán alcalaíno Longino, según las leyendas. Y llegó éste con las tropas al campo de Pompeyo, en el momento en que se levantó una gran tempestad. Con tan furioso viento que impedía el verse unos a otros, aún el conocer uno al que iba a su lado.
-Pues, tienes razón. Cuando tomaron contacto con el ejército enemigo, Pacieco ordenó que los caballeros llegaran de dos en dos, enderezándose a Alcalá, bueno Ula, por medio del campo enemigo. Y, como algunos del cuerpo de guardia de las puertas del campamento les preguntaran quiénes eran, uno de los partidarios de César les respondió que callasen, que importaba acercarse a la muralla para sorprender la ciudad. Así, los centinelas –unos impedidos por la tempestad-, no podían observar estos movimientos con atención, otros, sin embargo, se inquietaban con la respuesta. En llegando a la puerta última del castro, fueron introducidos por los de Ula en el recinto del campamento pompeyano. Entonces levantando el grito de infantería y caballería, y dejando parte de los suyos en los puestos adecuados, hicieron una salida a los reales de los pompeyanos, que los cogieron de sobresalto y se creyeron todos perdidos. Pero Cneo Pompeyo, el menor, mantenía el cerco de Ula, y estaba con su guarnición. Entonces César hizo una nueva operación de engaño táctico. Se dirigió a Córdoba. Destacó sobre la marcha con la caballería una partida de gente esforzada de las legiones, las cuales, cuando estuvieron a la vista de la ciudad, se pusieron a las ancas de los caballos. Estos no lo advirtieron los cordobeses que fueron derrotados en el enfrentamiento y volvieron muy pocos a Córdoba. Conmovido el hijo de Pompeyo, Sexto, de esta desgracia escribió a su hermano que viniese pronto, temiendo que César tomara Córdoba. Este, a punto de tomar Ula, levantó el cerco e hizo regresar las tropas a Córdoba. Dejando libre la ciudad de Ula, tan valerosamente defendida por sus moradores.
Tras esta batalla, Longino fue elevado por César a la categoría de gobernador de la España Ulterior. Sin embargo, fue demasiado codicioso, acaparó riqueza y odiado por los hispanorromanos hasta tal punto que intentaron asesinarle en Itálica. Sustituido por Trebonio, se marchó de Hispania, y murió en un naufragio en la desembocadura del Ebro. P Pompeyo fue derrotado en Munda. Y los alcalaínos, con su lealtad, lograron que aquella ciudad ibera se convirtiera en municipio.Municipium, Polconense, dijo Gamboa.
……….
Hasta principios del siglo XX, este hito se refería entre los regidores que corría de boca en boca, curiosamente, empleaba el término de mano en mano, denotando la lealtad de la que los alcalaínos siempre mantuvieron con los reyes y de la que hace orgullo su escudo “La muy Noble y Leal Ciudad de Alcalá la Real”. Por lo tanto, la de Ula, es una leyenda más de Alcalá. La arqueología la identifica como Montemayor.