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miércoles, 24 de julio de 2013

JULIO TRIGUERO, SEPTIEMBRE UVERO.


 
 

 

No siempre el mes de julio se denominó con este calificativo del dictador romano. Los romanos le nombraron como el mensis Quintilis, es decir el mes quinto en el calendario lunar. Pues, ellos, muy guerreros, iniciaban este año con el mes dedicado a Marte,  mas Julio era, por su orden, el quinto mes, y, tan solo, se les descuadró el calendario al readaptarlo al sistema solar preguntándose cómo el mes séptimo era el quinto del año. Paradojas  de la historia. Por eso, con ese interés de divinizar y convertir en sagrado hasta los personajes  de su historia le dieron el nombre de Julio en honor de Cayo Julio César, tras su óbito. Menos mal que, durante este año,  el mes de Julio se presenta como siempre, como dicen los antiguos “Julio, caliente, quema al más valiente”, y, por ende, la lluvia brilla por su ausencia, pues  hubo  truenos y tormenta el primer martes de julio  y, por ahora nos libramos de su siniestralidad. Pues, a pesar de que “aunque son raras, muy violentas/ son de julio las tormentas”.

Entre julio triguero y septiembre uvero, siempre la comarca alcalaína desarrollaba la parte más agradable de su calendario anual. El centro del año recaía en las fiestas de agosto en honor a la Virgen de las Mercedes, la Toma de la Ciudad y la festividad de la Asunción de Nuestra Señora. El campesino  rendía su mayor esfuerzo en los campos de mieses que se extendían en los  cortijos  de su término y en los ruedos  de la ciudad; en las eras  recogía el fruto de una economía agraria que dependía, en su mayor parte, de las diversas variantes cerealísticas. Pero, ya las máquinas segadoras han olvidado aquel dicho “Dice el  labrador al trigo:/ para julio te espero, amigo”.

 Por estos pagos, el comerciante  ajustaba los pagos  de sus contratos de compraventa desde la fiesta de san Juan hasta la Virgen de Agosto; y aquí el sector de servicios era muy importante. Abundaban los tenderos, mercaderes, regatones, corredores, comisionistas, arrendadores, labradores, rentistas, propietarios forasteros, fieles  de medidas y bebidas, tesoreros, mayordomos, tratantes,  cambistas, fiadores, pegujareros….Todo un campo léxico mercantil  y apartado especial del diccionario dedicado al dios Mercurio.

Llegaron nuevos tiempos y las fábricas textiles ocuparon el sitio de trabajo de los numerosos telares que se encontraba dentro de muchas casas de la fortaleza de la Mota y, posteriormente, entre el cerro de la Mota y las Cruces y en algunas aldeas. Ya no se enviaban sus productos hasta las tierras del Nuevo Mundo; pero los derivados del plástico alcanzaron los mercados europeos. Y, el encinar también se retrajo a las crestas y las cumbres de la Solana de Montefrío, la Acamuña, Rompezapatos, el Camello y en otros cuatros sitios más; por el contrario el olivar ocupó los campos roturados de muchas tierras, porfiando con las vertientes de muchas montañas e, incluso,  se atrevió a convertirse en la planta de los sitios más insospechados.

            Julio se hizo el mes festivo por excelencia y supremacía  porfiando su primer puesto en el ranking anual de actividades no laborales;  no es de extrañar que  el refrían que más le cuadre sea “el más corto, Julio, / cuando hay peculio. /”. Pues, este mes invita al ditirambo intergeneracional con refranes  como “Por San Fermín, mocicas a la fiesta /abuelos a la siesta. /”Pues enumeremos:  fiesta del espárrago en la Rivera Baja para el primer domingo, fiesta del Campero ( muchos años por las primeras fechas de este mes), fiesta de Huerta de Capuchinos por el día del Salvador, Etnosur, Virgen del Carmen en la Rábita, Santa Ana, San Joaquín al final del  mes de julio. Y de seguro que me he pasado por alto  algún que encuentro poético, una ruta de ciudad o de montaña,  un guiso sonado y  los encuentros familiares que han pasado de las riveras del río San Juan a las casas del Cascante, Fuente del Rey o Prados de la Gitana. Si a este programa se le añade los fines de semanas playeros, con el rito majestuoso de madrugón dominical, nevera hasta los topes para toda la familia,  llena de embutidos caseros, sombrillas de quita sol y el  ensardinamiento   interno y externo (por eso de  la gastronomía que más se frecuenta en este tiempo   y la exposición al sol tan frecuente e intensa ), que más podemos pedir.  

            En la tradición judeocristiana de este mes, como vemos, se ha olvidado por completo su carácter bélico de origen cesariano, y han quedado atrás las iniciativas por una sociedad mejor, la banca ética, la limpieza democrática de nuestras instituciones, el compromiso por unas leyes más igualitarias, el voluntariado por los excluidos y dejar la era limpia en todos los sentidos. Parece como si “En julio es gran tabarra, el tiempo de la cigarra” y solo se nos invite al ocio placentero y no a aquel tiempo que los romanos consideraban esencial para la actividad intelectual: autoevaluarse, cargar las pilas y prepararnos por un octubre que se nos avecina complicado.  

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