No siempre el
mes de julio se denominó con este calificativo del dictador romano. Los romanos le
nombraron como el mensis Quintilis, es decir el mes quinto en el calendario lunar.
Pues, ellos, muy guerreros, iniciaban este año con el mes dedicado a Marte, mas Julio era, por su orden, el quinto mes, y, tan
solo, se les descuadró el calendario al readaptarlo al sistema solar
preguntándose cómo el mes séptimo era el quinto del año. Paradojas de la historia. Por eso, con ese interés de
divinizar y convertir en sagrado hasta los personajes de su historia le dieron el nombre de Julio
en honor de Cayo Julio César, tras su óbito. Menos mal que, durante este año, el mes de Julio se presenta como siempre, como
dicen los antiguos “Julio, caliente, quema al más valiente”, y, por ende, la
lluvia brilla por su ausencia, pues hubo truenos y tormenta el primer martes de
julio y, por ahora nos libramos de su
siniestralidad. Pues, a pesar de que “aunque son raras, muy violentas/ son de
julio las tormentas”.
Entre julio
triguero y septiembre uvero, siempre la comarca alcalaína desarrollaba la parte
más agradable de su calendario anual. El centro del año recaía en las fiestas
de agosto en honor a la Virgen de las Mercedes, la Toma de la Ciudad y la
festividad de la Asunción de Nuestra Señora. El campesino rendía su mayor esfuerzo en los campos de
mieses que se extendían en los
cortijos de su término y en los
ruedos de la ciudad; en las eras recogía el fruto de una economía agraria que
dependía, en su mayor parte, de las diversas variantes cerealísticas. Pero, ya
las máquinas segadoras han olvidado aquel dicho “Dice el labrador al trigo:/ para julio te espero,
amigo”.
Por estos pagos, el comerciante ajustaba los pagos de sus contratos de compraventa desde la
fiesta de san Juan hasta la Virgen de Agosto; y aquí el sector de servicios era
muy importante. Abundaban los tenderos, mercaderes, regatones, corredores,
comisionistas, arrendadores, labradores, rentistas, propietarios forasteros,
fieles de medidas y bebidas, tesoreros,
mayordomos, tratantes, cambistas,
fiadores, pegujareros….Todo un campo léxico mercantil y apartado especial del diccionario dedicado
al dios Mercurio.
Llegaron
nuevos tiempos y las fábricas textiles ocuparon el sitio de trabajo de los
numerosos telares que se encontraba dentro de muchas casas de la fortaleza de
la Mota y, posteriormente, entre el cerro de la Mota y las Cruces y en algunas aldeas.
Ya no se enviaban sus productos hasta las tierras del Nuevo Mundo; pero los
derivados del plástico alcanzaron los mercados europeos. Y, el encinar también
se retrajo a las crestas y las cumbres de la Solana de Montefrío, la Acamuña,
Rompezapatos, el Camello y en otros cuatros sitios más; por el contrario el
olivar ocupó los campos roturados de muchas tierras, porfiando con las
vertientes de muchas montañas e, incluso, se atrevió a convertirse en la planta de los sitios
más insospechados.
Julio
se hizo el mes festivo por excelencia y supremacía porfiando su primer puesto en el ranking
anual de actividades no laborales; no es
de extrañar que el refrían que más le
cuadre sea “el más corto, Julio, / cuando hay peculio. /”. Pues, este mes
invita al ditirambo intergeneracional con refranes como “Por San Fermín, mocicas a la fiesta
/abuelos a la siesta. /”Pues enumeremos:
fiesta del espárrago en la Rivera Baja para el primer domingo, fiesta
del Campero ( muchos años por las primeras fechas de este mes), fiesta de
Huerta de Capuchinos por el día del Salvador, Etnosur, Virgen del Carmen en la
Rábita, Santa Ana, San Joaquín al final del
mes de julio. Y de seguro que me he pasado por alto algún que encuentro poético, una ruta de ciudad
o de montaña, un guiso sonado y los encuentros familiares que han pasado de
las riveras del río San Juan a las casas del Cascante, Fuente del Rey o Prados
de la Gitana. Si a este programa se le añade los fines de semanas playeros, con
el rito majestuoso de madrugón dominical, nevera hasta los topes para toda la
familia, llena de embutidos caseros,
sombrillas de quita sol y el ensardinamiento interno
y externo (por eso de la gastronomía que
más se frecuenta en este tiempo y la
exposición al sol tan frecuente e intensa ), que más podemos pedir.
En
la tradición judeocristiana de este mes, como vemos, se ha olvidado por
completo su carácter bélico de origen cesariano, y han quedado atrás las
iniciativas por una sociedad mejor, la banca ética, la limpieza democrática de
nuestras instituciones, el compromiso por unas leyes más igualitarias, el
voluntariado por los excluidos y dejar la era limpia en todos los sentidos.
Parece como si “En julio es gran tabarra, el tiempo de la cigarra” y solo se
nos invite al ocio placentero y no a aquel tiempo que los romanos consideraban
esencial para la actividad intelectual: autoevaluarse, cargar las pilas y
prepararnos por un octubre que se nos avecina complicado.
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