EN LA SIERRA SUR, EL AYER DEL MAR DE UVAS, HOY DE OLIVOS
Son muchos los autores que consideran la evolución de la economía basada en la agricultura mayoritariamente, de modo que piensan que la Sierra Sur ha sido un lugar de producción cereal y olivar. Sin embargo, hay que remontarse a periodos anteriores, en los que otro tipo de formas de subsistencia, en las que productos que hoy son residuales como el vino y la ganadería, ocupaban el primer lugar de la producción agrícola. Desde la época romana a la Edad Moderna se asiste a la presencia del vino y estaba sumamente enraizado en esta comarca. No hay aldea o cortijo antiguo que no tenga un vestigio de este tipo de cerámica vitivinícola, pues era habitual el cultivo de los cereales, la vid, los olivos, los frutales y las hortalizas. Es verdad que no hay restos de grandes actividades artesanales de transformación agropecuaria, pero todos los presupuestos básicos se encuentran en lagares ideados para construir estas villas; muchas denominaciones de villares romanos en la comarca, y vías cercanas de fácil acceso a los terrenos comarcales. Eran cauces o caminos secundarios a la Vía de Hércules y la de Plata que conectaban con el Levante, a través de Iznalloz, Guadiana el Menor y otras a Córdoba, por Alcaudete En el medievo, se han descubierto varios pleitos en los que se hacía referencia al vino con los árabes; y en el mismo momento de la conquista, en el que aparecen alguna que otra referencia al sarmiento en alambradas y elementos del asedio. Muchas leyendas, forjadas de la época medieval se remontan a la aparición de grandes vasijas árabes que se han encontrado en las antiguas alquerías musulmanas. En ellas siempre estaba ligado el descubrimiento de un tesoro, con collares, sortijas, diademas de oro, monedas de plata, los dirhan y otros enseres de cerámica. Su funcionalidad no era otra sino para el almacenamiento y transporte del vino.
El cultivo del vino tuvo que existir en estas tierras, pues en la cercana Priego se manifiesta que uno de sus cultivos más importantes fue el viñedo. Los testimonios y yacimientos más frecuentes se encuentran en la zona de la Rábita, antiguo Ribat, cenobio de monjes y guerreros en la frontera entre el reino musulmán y castellano o el de la Ciudad Quemada en el límite entre las provincias de Jaén, Granada y Córdoba, abundaba la venta de vino para muchas alquerías, la Cueva de Rubio en la Hoya de Charilla, la Encina Leona de la Pedriza y el cerro del Águila en el puente de Suarez.
Con la conquista cristiana, desaparecida la inestabilidad de la frontera y la posible tala de campos y vides, la expansión del viñedo fue un hecho innegable. Además, de elemento esencial para la vida y de productor de riqueza, el vino impregnaba todas las actividades de la vida. Así lo recoge la poetisa alcalaína María Pilar Contreras: A las márgenes de los arroyuelos que brotaban al pie de las gigantescas rocas, levantábanse las humildes casas de campo, hoy aldeas, hiciéronse plantaciones de extensos viñedos, espesos bosques de álamos y frutales, dando rápido impulso a la agricultura y a la ganadería”.
Las fincas tenían una extensión de una a cinco aranzadas, que se agrupaban para su custodia con un chozón de támaras, piedras, y retamas para protegerse de los furtivos y disponían de un lagar común: muestra el gran número de nombres como el Cortijo del Lagar o del Lagarillo. Los lagares proliferaban en aquel paisaje de modo que los había en medio del campo: de cobertizo y una pequeña habitación para recinto de almacenaje; de cortijo rural- lagar y vivienda; y de ciudad, sobre todo, en las casas de bodega. Fiel reflejo el que se encuentra en la Mota. Se prohibía el trato del apareador con los limosneros o demandantes, criados o familiares mientras se pisaban las uvas. El viñedo estaba muy protegido en medio de una sociedad eminentemente pecuaria por medio de algunas ordenanzas que impedía la entrada del ganado a los viñedos y el correspondiente aviso por medio de los garabato - hierro y campanos de los perros- para que los viñaderos, viñadores y guardianes de viña se protegiesen ante la llegada del ganado.
La venta de vino en estos años llegó a alcanzar la cifra de 80 taberneros, mesoneros o particulares. La razón no era otra, sino que la mayoría de la población tenía propiedades de vino y gran parte se exportaba. En los primeros meses del año, la venta del vino se centraba por igual a pueblos granadinos y jiennenses. Decaía en primavera, y en mayo volvía a renacer con la venta de vino a la ciudad de la Alhambra. Poco a poco, la plantación de viñedos en pueblos cercanos a la capital del Santo Reino hizo que su venta decayera a mediados del siglo XVII y se centrara en los pueblos granadinos. Los tipos de vino más frecuentes de las fiestas: vidueño o dulce, realizado con garnacha o moscatel, el torrontés o de color amarillo, variedad española de uva blanca y muy transparente y que tiene grano, pequeño y de mollejo muy delicado. Se obtenían viñas blancas y muy dulces. No faltaba el baladí, una variedad de cepa vinífera de Andalucía oriental, cuyo nombre procede de los árabes. También, a granel se encontraba el añejo, trasañejo, de yema que se sacaba de la mitad del tonel, de estrujón con sabor avinagrado, (pues era un vino aguapié que se conseguía con la vuelta dada en la bisagra o soga o d esparto al pie de uva y apretando lo suficiente), y mosto.
Solían ser almacenados en tinajas, de ahí que abunden con frecuencia las bodegas en todas las excavaciones del cerro de la Mota, e, incluso en los cortijos de alguna que otra aldea. Frente a las costumbres de otros pueblos y ciudades que se almacenaba en cubas y toneles, al principio en Alcalá este almacenaje que daba una gran calidad, también provocaba grandes inconvenientes, pues se necesitaban de expertos para azarconearlo (condimentarlo con diversos productos químicos) y para medirlo a la hora de venderlo en grandes cantidades. Tan sólo, los medidores de vino estaban facultados para ello. Y no era poco lo que se sacaba de vino en estos siglos, pues se vendía de mil a dos mil arrobas diarias en fechas importantes del mes de noviembre, diciembre, mayo y junio, más de 20.000 litros diarios. Hubo años que la comarca llegó a sobrepasar los 600. 000 litros de vino de exportación y casi la mitad de gasto de tabernas, mesones y particulares. Cifra muy significativa para una sociedad de 2.000 vecinos y unos ocho mil habitantes. Dio lugar a nombres que hoy día se han perdido. Buenos Vinos en el Castillo, Olivo Tuerto, Fuente de la Higuera, Alamedilla, Moraleda, Tal de Arroba, Pasada Baena, Fuente Nueva, Fuente Granada y Aceitunillo.
Con los siglos, se pasó del binomio cereal- viñedo- (olivar) al viñedo- cereal en el XVI; cereal- viñedo- olivar; XIX; cereal- olivar XX y actualmente olivar- cereal y residual el viñedo. Los lugares y paisaje del viñedo se trasladaron del Ruedo, Rosalejo, Boca Charilla, Mata y Camuña a la Dehesilla, Torbiscal, Llanos y Camello en el XVIII y en 1998, a Frailes, Charilla, Mures (16 viñas) Ermita Nueva (45), Charilla (14), Ribera Baja (1), Santa Ana (8). Siempre dentro de una mayor actividad pecuaria. E, incluso, actualmente, prácticamente han quedado a muy pocas zonas de viñedo. Sin embargo, el vino forma parte de la cultura de la Sierra Sur, en su modo de vida, en sus costumbres y, en lo que algunos escritores, llaman el espíritu de los pueblos.
E, incluso, se ha dado un gran paso con algunas bodegas que lograron hacer presentes en el enoturismo, comercio y en los vinos de nuestra tierra. Las bodegas de Marcelino Serrano, desgraciadamente fallecido hace pocos meses, son un testimonio de una persona que creyó y expandió este producto de nuestra tierra, con sus vinos tintos de su mismo nombre, Mis Raíces, Glosa o Privilegio de los Reyes Católicos, los blancos y rosados de Blanca María. Los caldos de Campomeno constituyen este importante tronco de un producto que nos identifica y endulza los paladares de muchos vecinos y personas alejadas de nuestra tierra. E, incluso, todavía, se sienten audaces y emprendedores a renovar sus viñedos, mejorar sus caldos, e, incluso ampliar su mercado. Es el caso de Bodegas Campoameno que ha crecido con 40 nuevas ofertas de vinos. Entre sus vinos los diversos tipos de IGP Vino de la Tierra de la Sierra Sur de Jaén, y ha añadido su tienda con IGP Vinos de la Tierra de Castilla, D.O. La Rioja, D.O. Rueda, y D.O. Ribera del Duero. El abanico de los tradicionales vinos del Terreno, Friz, espumosos Matahermosa, Campoameno, Marqués y Alto Campoamenos, se ha ampliado con los vinos riojanos Cinco Oros, los manchegos Pulpo, Mar y Luna, El Gallito, La Mona, The Man Eater y Cal y Canto, los Ribera del Duero y Rueda la Melendra, y, el varietal Sal de Fiesta. Parece que volvemos a aquellos tiempos que se cantaba. En el aguilando navideño se encuentra una de las fiestas de esa sociedad de demandantes que abundaban en la comarca:
El aguilando real/son tres Kilos de tocino, /cuatro de bacalao/ y arroba y media de vino.
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