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martes, 31 de diciembre de 2024

LA POBRE VIEJECITA

 



 

 

Había una viejecita, muy pobre, muy pobre, pero muy buena. Vivía en una casa  con todos sus muebles  muy antiguos, desgastados  y destartalados. Sólo le quedaba una gallina muy delgada. Pero decidió cocinarla para invitar al Señor por Navidad. Primero  arregló toda la casa muy esmeradamente, mató a la gallina y la  troceó y la puso en la olla. A continuación, se  puso en marcha  y bajó a la Iglesia para  invitar a  comer al Señor.

Desde los barrios altos de su aldea bajó a la iglesia, tras entrar en ella, le dijo al Señor:

-Mira, Señor, me gustaría mucho que subieras a comer conmigo.

El le respondió:

-Vete  tú primero, que yo, a continuación subo.

Así, como se lo  había mandado el Señor, lo  cumplió. Entró en su casa y se quedó esperando al Señor. Al cabo de un buen rato, un viejecito  llamó  a la puerta, al instante le abrió la puerta  y aquel pobre hombre   se le acercó diciendo

-Por favor, señora, tiene  algo con que darme.

Elle le respondió:

-Toma este pedazico de gallina, la verdad es que estoy esperando al Señor para comer con él, pero, no importa, tómelo.

Pasó mucho rato, y, al darse cuenta de que el Señor no se presentaba, volvió a la iglesia y le dijo:

-Señor, suba, ya que se va a enfriar la comida.

El le contestó:

-Súbete, que pronto estoy allí.

De nuevo, se demoró la visita de su Señor, entretanto pasó un niño andrajoso y mal vestido, que llamó a la puerta, y, el muchacho le pidió algo de comer. Aunque estaba inquieta la viejecita  por la tardanza de su Señor a quien le tenía preparada la cena y porque ya sólo le quedaba media gallina, ello no fue óbice para que diera otro trozo de la gallina al chiquillo.

Como no subía el Señor, de nuevo bajó por tercera vez a la iglesia. De nuevo, el Señor le ordenó que se subiera y  le esperara dentro de su casa. Le obedeció la muchacha. Ahora se encontró con una nueva visita, la de un mendigo pidiéndole algo de comer. La viejecita le dijo:

-He invitado al Señor a comer, pero…bueno, te daré un  trocito.

El mendigo, loco de contento, se la agradeció en gran manera. Por su parte, la viejecita se decía a sí misma: “Voy a volver a bajar por tercera vez, porque la comida se ha enfriado y yo no sé lo que pasa al señor”. Así hizo, bajó  de nuevo a la iglesia y entabló conversación  con el  Señor que le dijo:

-Tres veces que he subido a comer, las tres veces que me has dado. Ahora, inmediatamente súbete a tu casa y acaba de comerte la gallina,  

La viejecita se quedó asombrada y se subió a su casa en un santiamén. Al llegar, todo había cambiado. Su casa se convirtió en un palacio, en la despensa había grandes manjares, le servían varios mayordomos, relucían lámparas maravillosas, grandes y esplendorosos sillones amueblaban el salón, el huerto se había transformado en un versallesco jardín..

Sin embargo, una vecina de la viejecita, por cierto muy orgullosa y altanera, egoísta y envidiosa, y, para colmo altanera, se enteró de lo ocurrido y no pudo soportar este cambio en la forma de vida de la  viejecita. Entonces le dijo:

-Voy a preparar una gran comilona, e invitaré también  al Señor, para que me pase todo lo que le ha acontecido a mi vecina.

            A continuación, ordenó matar a su mejor cordero, compró las frutas más ricas del mercado de la plaza y acudió al horno por dulces exquisitos y el pan más tierno. Con estos preparativos, bajó a la iglesia a invitar al Señor, que le dijo:

-           - Súbete ya tu , que pronto voy a visitarte yo.

            Tras  llegar a su casa, tuvo la visita de un mendigo y le pidió algo de comer. Ella lo echó a patadas y no le hizo caso alguno. Más tarde, un pobre niño le tocó la puerta pidiéndole un trozo de pan y ella ni lo miró. Al ver que el  Señor no subía, volvió a llamarlo y éste le dijo:

            -Ya subiré, no te impacientes.

            De nuevo, un viejecito tocó a la puerta pidiéndole algo de comer. La misma respuesta de rechazo y de negaciones tuvo con el desafortunado viejo.

Al volver a ver en la iglesia al señor, este le contestó:

            -Tres veces, que te he pedido de comer, las tres veces me has echado.

            Ella quedó sorprendida por las respuestas.  Subió a su casa y no pudo aguantarse, porque se había transformado totalmente. Desde el cuadro  más pequeño hasta el arcón más grande se había convertido en lo más feo y  anticuado que uno se podía imaginar, su casa ya no era una mansión, de un palacio era una cuadra de animales, los mayordomos pordioseros mendigos…y colorín, colorado este cuento se ha acabado.                   

 

CUENTOS RURALES POÉTICOS La pastora con sus cabras

 

 CUENTOS RURALES POÉTICOS

 

 


La pastora con sus cabras

 

A la sombra de una piedra,

había una niña sentada

con un rosario en la mano

rezando la vida sagrada

y vio venir tres personas,

dos blancas y una morada.

Y le pregunta la morada:

-Niña, ¿de quien son las cabras?

-Tuyas, Virgen Maria,

la pastora con sus cabras.

Le reppondióo Jesús:

-Niña, tan bien nos conoces

que tan dulcemente hablas.

Y se la llevaron al cielo

de Serafina Cercana.

Su madre viendo que no venía

la pastora con sus cabras,

se arrodilla delante de Cristo

y le dice: Señor, ¿dónde tienes

Mi pastora  a que tantos días tarda.

Le respondió una voz:

-Toma tus ovejas y tus cabras

que tu hija está en el cielio´

con mi familia sagrada.

 

 

lunes, 30 de diciembre de 2024

CUENTOS, FÁBULAS Y RELATOS RURALES LOS HUESOS Y LOS ROSCOS DEL NIÑO

 CUENTOS, FÁBULAS Y RELATOS RURALES

 

LOS HUESOS Y LOS ROSCOS DEL NIÑO






Había, una  vez, dos hermanos, una niña y un niño, que vivían con sus padres en una pequeña casita de campo. Cierto día, su padre se marchó muy de temprano a trabajar. Cuando los niños se levantaron, la madre les dijo a los niños:

-Tú, niño, ve a darle de comer a la burra a las cuadras del cortijo; y tú, niña, ve a la fuente por un cántaro de agua. Al que regrese primero, le daré un caramelo.

Al instante, los dos pequeños salieron corriendo. Pero, como el niño montaba en la burra, regresó primero a la casa, ansioso de recibir el caramelo. Sin embargo, la madre lo mató y lo echó muerto en una tinaja. Tras llegar la niña y no ver a su hermana, le preguntó a su madre:

-Madre, ¿dónde está el niño?

-Todavía no ha vuelto, chiquilla-contestó la madre.

-Madre, dime por lo que más quieras, ¿dónde está mi hermano? –insistió la niña a la madre.

-Niña, no me molestes más, aún no ha venido. -Respondió la madre-. Y, anda y llévale esta merienda a tu padre. Con una condición: no se te ocurra a abrirla.

La madre, entre otros objetos de portar la comida, le dio la tinaja, donde se encontraba el niño. Partió en dirección al su padre. Por el camino, la niña, ansiosa y nerviosa por curiosidad que le imbuía aquella tinaja, la abrió. Al instante, contempló el dedo de su hermano, lo que le provocó un inmenso sentimiento de pena. Lloró durante un buen rato. No obstante, no le flaquearon las fuerzas del todo y se sobrepuso emprendiendo de inmediato el camino.

Horas más tarde, llegó campo de su padre. Al verla, su padre le dijo:

-Hija, ¿quieres comer conmigo?

-No, no tengo hambre, gracias padre-Contestó la niña.

El padre insistió, pero, al ver que no podía conseguir que la niña le acompañara en la comida, se puso a merendar sólo. Conforme el padre iba tirando al suelo los huesos, la niña empezó a recogerlo y los colocaba en el cesto de mimbre. Extrañado el padre por esta conducta, el padre le espetó diciendo:

- ¿Niña, para qué quieres los husesitos?

-Para el perrito nuestro.

-Niña, estos no le gustan.

                                   -Padre, para el gatito nuestro

 -Niña, no le gustan.

-Para el perrito de la comadre

-. Niña no le gustan….

                        Esta no le hizo caso alguno al padre, y se los llevó a su casa. Allí, los sembró en el jardín. Cada día, iba a regarlos con mucho esmero y procuraba que no le crecieran malas hierbas en su derredor.

            Una tarde, volvió al jardín topándose con su hermano subido en un árbol con un canasto lleno de roscos. Le dio mucha alegría al contemplar esto abrazándose y dándose muchos besos. Los dos regresaron a su casa, donde fueron recibidos por la madre.

La madre quedó extrañada de que el niño se presentara con la canasta de roscos, y le dijo:

-Anda. Dame, hijo, un rosco.

-No, no que molesta. –respondió el niño.

-Anda, por lo que tu más quieras, dame un rosco- intervino posteriormente el padre.

-No, no, que me comiste- respondió el niño.

-Anda hermano, dame un rosco- dijo su hermana.

Al hermano le cambió el rostro adusto por una cara llena de alegría. Complaciente y agradecido, le respondió:

-Toma, niña, todos los roscos, porque me recogiste, me sembraste y me has regado. 

 

Este cuento procede de nuestro ámbito rural y fue recogido en 1991 por Rocío Díaz  Aguilera.

 

OTRO CUENTO RURAL DE NAVIDAD EN POESÍA

 

 


 

 

           


Sagrada Virgen del  Carmen,

            madre de to el universo

            enciéndeme la torcía,

para que sus diga un cuento:

“De un golpe fenomenal

Que le dieron a un mozuelo,

Que trató de echarse novia

En un pueblo forastero”.

La muchacha era muy lista,

y cuando hablaba con ella

Siempre le estaba pidiendo:

Le pidió el compromiso,

¡Las cosas de los mozuelos!

 Le dijo que a las nueve

le espera  en su aposento.

Yo como soy tan sencillo

le estuve creyendo el cuento,

Me dijo no echara la luz

que su padre estaba dentro

Si me llegara a sentir

me daría muchos tormentos.

Y le dijo a sus hermanos:

-Vamos a cenar ligero

que esta noche, si Dios quiere,

se casa nuestra abuelita

con mi amante que es  flamenco

Preparemos los candiles,

preparemos los cencerros,

dan en el reloj las nueve.

Manolito entró ligero

por el balcón de la sala.

Entró  con todo silencio.

pronto se quitó las botas

para hacer doble silencio.

Ya tentaba las paredes,

los cuadros y los espejos,

Se paraba a escuchar,

y sentía gente durmiendo.

Era la pícara vieja

que roncaba como un cerdo.

Y tentó las almohadas,

la cabeza y los pelos,

¡Que Dios me perdone,

parece que es Remedios!

Le levantaré la ropa,

y le tentaré el pellejo.

Entonces, dice, sabré

Si está duro o está tierno.

Cuando despertó la vieja,

dando voces y lamentos:

-Venid, sobrinos, venid,

Que yo no sé lo que tengo,

que se me ha metido aquí

algún diablo del infierno.

Al ruido que formó

acudieron tos los nietos,

La  novia con el candil,

los hermanos con cencerros.

se tiró por el balcón

ain botas y sin sombrero,

Al porrazo que pegó

se escompuso  cuatro remos.

acudieron los vecinos,

acudieron los serenos,

El escribano y el juez,

Con el alcalde primero.

-Diga usted Manuel Gutiérrez

que esto son actos muy serios.

Y diga usted quien lo hirió

que pronto lo buscaremos.

-Yo me puse en relaciones

con una niña,  Remedios

y me dijo que a las nueve

me esperaba en su aposento,

me encargó no echara luz

yu padre estaba dentro.

Cuando despertó una vieja

dando voces y lamentos,

que apenas le conocí

,           me quedé temblando y muerto.

Me tiré por el balcón

sin botas y sin sombrero,

Le encargó a todos los mozos,

que tengan conocimiento,

que no se metan a oscuras

a por flores a ningún huerto

            que esto me ha pasado

            por meterme a golichero

que fui por un gorrión

y me dieron un mochuelo.

 

 

 

 

 

 

 

Este cuento procede de nuestro ámbito rural y fue recogido en 1991 por Rocío Díaz  Aguilera.

domingo, 29 de diciembre de 2024

UNA VERSIÓN DE DON BUESO Y LA CAUTIVA

 

UNA VERSIÓN DE DON BUESO Y LA CAUTIVA

 

 


Y, este curioso texto  que recoge el famoso romance popular de Don Bueso, con contenido del mundo de los cautivos cristianos en tierras moras  con un final feliz, en donde se repite el asunto típico del cautiverio, rescate, vuelta y reconcomiendo.  Las diferentes versiones sobre este tema han sido estudiadas por don Ramón Menéndez Pidal y hace años que recogimos dos variantes en nuestro libro compartido don Domingo Murcia Rosales “Alcalá la Real. Cancionero, relatos y leyendas” dentro de la  faceta reduccionista en la que se enmarcan los romances de Andalucía, dando lugar a una simplificación en asuntos como los celos de la reina mora y la honra de la mujer. Los dos testimonios de este romance fueron la de Dolores Montañés cuando contaba más de cien años y  Enriqueta López de la Viñuela, cortijo de la Fuente del Soto a la edad de ochenta años.  La fuente  temática de este romance proviene de las “Supervivencias del poema Kudrún”, que es una balada juglaresca, extendida por el norte de África y Oriente. Sabemos que hay dos tipos que se corresponden con la  estructura formal: uno en hexasílabo romancístico que se remonta a la época más antigua, disperso por el Norte y Centro de España; y otro, de ritmo octosílabo, extendido por Cataluña y Andalucía. Aquí la presencia de la Virgen de las Mercedes le da un carácter pintoresco especial y sustituye a la versión de Enriqueta con la advocación a la Virgen del Carmen.  No es de extrañar que pervivieran estos romances en el alma popular debido a que nuestra tierra estuvo ligada a la frontera hasta siglo XV. No se relata un importante hecho bélico sino dulces historias de amor del mundo de paz fronterizo, que estaban imbuidos de un lirismo que alcanzaba a las gentes que los escuchaban:

 

.La reina se paseaba

 por una orillita arriba

y la pillaron los moros,

se la llevaron cautiva.

Su padre se ha vuelto loco,

Su madre llora y suspira,

Las campanas de la Iglesia

Todas tocan a rogativa.

Y su hermano la buscaba

Por toda la morería

Y se la encontró lavando

En un arroyo que había.

-Quítate de ahí, mora bella,

Quítate de ahí, mora linda,

Que va a beber mi caballo

De estas aguas cristalinas.

-Yo no soy mora bella,

Ni tampoco mora linda,

Que soy cristiana española,

Del reino de Andalucía.

-¿Quieres venirte conmigo

En esta caballería?

-¿Y los trapos que yo lavo,

dónde los dejaría?

Los finos y los  dolientes

Los que no sirven para nada

Por las corrientes se irían.

Y Llegando por ciertos sitios,

La reina llora y suspira

-¿Por qué lloras, mora bella?

¿Por qué lloras , mora linda?

-Lloro porque en estos sitios

Mi padre a cazar salía

Y mi hermano don Antonio

Y toda su compañía.

-OH Virgen de las Mercedes,

Y también Virgen María,

Que pensé traerme una esposa

y me traje una hermana mía”.

 

Hemos señalado en letra cursiva las adaptaciones del  romance por Leocadia Torres, alcalaína ya mayor de ochenta los que se los transmitió por los años noventa a Sofía Castilla González. Estos responde a “Me cautivaron los moros/ el día de Pascua Florida”,  “y mi hermano don Alejo” “Ábranse puertas y ventanas/balcones y celosías” .

Cuadro de texto:

 

V CUENTOS Y LEYENDAS RURALES

 









S

 

ASOCIACIÓN HUERTA DE CAPUCHINOS

ALCALÁ LA REAL JAÉN

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         Como  es frecuente en todos los años anteriores, recogemos con el título de cuentos rurales variadas  muestras de nuestro folklore alcalaíno entendido como la comarca de Alcalá la Real, dentro del apartado de  los cuentos para no dejar que el tiempo se lo engulla y no quede como un reflejo de una soledad rural que se mantuvo, siglos y siglos,  en nuestro entorno. Para ello, este año volvemos con los documentos que nos transmitió Milagros García Blanco, a través de los  textos de los  alumnos del IES Alfonso XI,  que le recopilaron gran número de tradiciones, leyendas, dichos y refranes de nuestra comarca. También,  dentro de este apartado, hemos recogido algunas muestras del folklore de Guardia Castellano, seleccionado de algunos de sus libros, adaptándolas a la prosa para hacerlos más sencillos y menos ramplones por el tipo de poesía que les imprime de corte echegariesco.

 

         Por haber pertenecido a una entidad eclesiástica común como era la Abadía de Alcalá la Real, algunos de los informantes proceden del Castillo de Locubín y nos reflejan un mundo parecido a las aldeas de nuestro entorno.  

 

 

 

 

                            

                            EL ROSAL DE CUATRO ROSAS

 

         Había un precioso rosal cercano a la casa de un escritor. Destacaba entre todas las plantas de todos los huertos vecinos por su belleza y colorido. El escritor, siempre que pasaba por el rosal, se quedaba atraído por su aroma fragante y el aspecto colorista de sus hojas. Las consideraba como si tuvieran alma humana, porque, al mirarlas, se llenaba de gozo o de esperanza y se las figuraba como si se trataran de mujeres en la flor de la vida o en la plenitud de la  juventud en medio de su nostalgia.  Cierto día, entre el bardal de espinos de una parte del huerto, encontró un rosal que mantenía cuatro rosas, fruto de la buena simiente del antiguo rosal y de la pureza  de la gama de colores  que fueron asimilando a lo largo de su crecimiento.

         Eran frecuentes, por mayo y junio, las tormentas alcalaínas,  y un fuerte aquilón se llevó a una de ellas en una noche de mayo repleta de relámpagos y rayos.  Quedó tronchada y marchita en el suelo, junto a un hoyo que le servía de fosa abierta de tal modo que fue como si siguiera perfumando aquel huerto con su aspecto marchito.

         Después,  vino el viento céfiro y con suave viento y se llevó a otra rosa, que guardaron por su belleza en un convento de la ciudad; y allí llenó de su fragancia todas las estancias  monjiles hasta que se marchitó  también muy joven.   

         Un día, el escritor salió de paseo, vio a un automóvil parado junto al huerto, rodeado de mucha gente. Le pregunto a la vecina:

 

-¿Qué pasa?

-Nada, que se llevan a la tercera flor, que tu tanto amas.

-¿Quién se la lleva?-preguntó el escritor.

-El amor-responden varias vecinas.

         Y el amor y la rosa se marcharon sonando la trompeta, mientras el escritor se repetía interiormente: “ es que amar en automóvil debes ser cosa muy rica ”

        

         Quedó el jardín mustio y triste con la única flor que regaban los dueños del jardín  durante todos los días; pero el escritor no hacía más que cantarle poesías como esta:

 

         La de mirada ideal,

La de risa de cristal,

Y fresco y garrido talle;

 La última flor del rosal

Y ornamento de la calle.

 

         Y siempre se preguntaba interiormente si vendría a aquel huerto  un nuevo jardinero que se llevara la flor para acabar aquel cuento.

 

 

(Este cuento está tomado de Guardia Castellano “En serio y broma”)

 

 

                                     

 

 

 

EL NIÑO MUERTO

 

         También recogido del libro de Guardia Castellano “De mi pueblo y de mi hogar” es el argumento de una película que se echaba en el cinematógrafo de principios de siglo XX en la Plaza del Ayuntamiento, por cierto muy frecuentado por la población.        Otros temas de cine  eran sobre vidas de santos, reyes, generales, detectives, bandoleros, celestinas, damiselas, diablos, barcos, raptos en una aeroplano, robos en cementerios, erupciones del Vesubio y bodas en el infierno.

 

         Empezaba el  autor viendo dicha película e iba contando:

 

         Érase un matrimonio que se había unido más por intereses que por afecto y cariño de tal modo que se habrían divorciado ya desde hace tiempo sino fuera por el hijo de esta unión en la que tenían puestos sueños contrapuestos.

         El padre era un conde arruinado, jugador, mujeriego; la madre era una honrada mujer del pueblo, hija de un afortunado naviero. Este último legó en su testamento toda su fortuna al nieto ante la conducta impropia de su yerno con respecto a su hija. A pesar de que no le correspondía aquella fortuna, el padre malgastaba sus rentas con el juego. Para colmo de males, no sólo era un derrochador y disoluto sino también un insidioso y un criminal. Pues maquinó la muerte de su  propio hijo para quedarse con la fortuna.

         Una noche, mientras dormía su hijo, tomó un fresco de veneno y  se lo puso junto a la mesita del  hijo que se encontraba enfermo como si se tratara de una medicina para curarlo. Inmediatamente, intentó marcharse  de la habitación para esquivar cualquier tipo de sospechas. Sin embargo, la madre estaba presenciando todas las maniobras   y escondida tras un tapiz del dormitorio que ocultaba las  rendijas de la  puerta del dormitorio del niño.  lo estaba viendo.

         La madre se inquietaba por los alaridos del niño que no pegaba ojo y no sabía como lo podía adormecer. Cayó en la cuenta de que en el armario tenía un beleño que era una pócima antiansiolítica diagnosticada por el médico en los momentos de sus crisis de nervios. Se lo dio al niño y quedó dormido. A continuación, envió al niño a una amiga suya modista.

         Le prepara una cajita cerrada donde en su interior encierra al niño y su ropita. Llama a un mandadero para que se lo entregue a la costurera.  Cruza calles y caminos hasta entregarlo.

 

Se interrumpió el cinematógrafo y no se supo cual era el final o desenlace de este Niño Muerto.

 

SAN PEDRO

 

 

         Cuentan que, cierto día, en el cielo se encontraba en una chicha calma hasta tal punto que tan sólo se oía roncar a San Pedro tras la portería, desde donde daba la bienvenida a los que entraban al cielo. Paseaba de un sitio para otro un ángel inquieto como un diablillo en medio de un aire impregnado con el humo del incienso. Al ver dormido a san Pedro, de improviso le quitó la llave de la puerta celestial. Raudo, se marchó dando un portazo que ocasionó que se despertara el santo de una forma malhumorada preguntando:

         -¿Quién anda por ahí?

         -Yo, señor, gente de paz, -le contestó el ángel.

         -Pues no se pasa.

         -Hombre, san Pedro, soy de la casa.

         Pedro insistía en no dejarlo entrar ni reconocerlo, además que lo creía que se confundía con unas mujeres que se hacían pasar por serafines. El ángel se autoafirmaba como verdadero y le contaba que le había despertado con los estentóreos ronquidos, cosa que negaba el apóstol.

        

 

 

         Cabreado san Pedro, le dio, de nuevo, un portazo que retumbó en todo el vestíbulo del cielo y lo despidió de inmediato quedando el ángel flotando en las nubes hasta que posó en una de las casas de Alcalá la Real tomando forma de niña.  

viernes, 27 de diciembre de 2024

EL CORREGIDOR GREGORIO DE CHAVES

 EL CORREGIDOR GREGORIO DE CHAVES







(1608-1654)
Nació en Trujillo, diócesis de Plasencia, el julio de 1608 en el seno de una distinguida familia hidalga. Era hijo de Cristóbal de Chaves y Mendoza, señor de Villavieja y Rongil, de Juana de Orellana y Aragón. Sus hermanos Cristóbal de Chaves y Mendoza y Gabriel de Chaves y Sotomayor fueron respectivamente colegiales de Cuenca y de Oviedo.

Su hermano Gabriel( 1612-1671) nacoió en septiembre de 1612 en Trujillo, diócesis de Plasencia, en el seno de una familia de larga raigambre hidalga. Era hijo de Cristóbal de Chaves y Mendoza, señor de Villavieja y Rongil, y de Juana de Orellana y Aragón. Sus hermanos Gregorio Antonio de Chaves y Mendoza y Cristóbal de Chaves y Sotomayor fueron colegiales de Cuenca también. El 21 de septiembre de 1651 contrajo matrimonio con María Josefa Novia de Salcedo y Avendaño. Era en 1659. Caballero de la Orden de Santiago. El 30 de abril de 1671 fallece en Madrid.Licenciado, posiblemente en Cánones.24 de junio de 1633. Es admitido en el Colegio.Concluidos los ocho años de beca en el colegio, pasa a la Hospedería, desde la que finalmente accede a cátedras. Quedó noticia de él de “huésped, opositor a leyes, tiene pocas letras y la capacidad es corta” (BUSA, Ms. 1925). Tuvo, no obstante, una distinguida carrera.5 de diciembre de 1645-1646. Catedrático de Instituta.1646-1648. Regenta una cátedra cursatoria de Código.26 de abril de 1648. Catedrático de Vísperas de Leyes.´



 Caballero de justicia de la Orden de San Juan. Caballero de la Orden de Calatrava.

El 21 de marzo de 1642 contrajo matrimonio en Granada con Francisca María de Molina y Villarroel.
Fue 1º señor de las villas de San José y Chaves, y alcaide perpetuo del castillo y fortaleza de Adra.
El 21 de marzo de 1654 fallecióen Madrid.


Su yerno Francisco Gudiel, Francisco. Priego (Cuenca), c. 1545 – Valladolid, 19.VII.1605. Consejero de Indias. 
Hijo de Francisco de Gudiel y de Catalina de Vera, naturales de Priego en la diócesis de Cuenca.

Desde su Priego natal pasó a Salamanca, donde, una vez graduado de bachiller, ingresó en el colegio mayor del Arzobispo (1567) y poco tiempo después se graduó de licenciado en Leyes.

Inició su carrera letrada como alcalde mayor de la Real Audiencia de Galicia (23 de noviembre de 1578) y al cabo de nueve años fue promovido a una alcaldía de Casa y Corte (9 de septiembre de 1587) desde la que, finalmente, fue ascendido a una plaza togada en el Consejo de Indias (24 de enero de 1604) en la que se mantendría hasta su muerte.

Contrajo matrimonio con Mariana de Peralta, natural de Madrid, hija que era de Luis de Peralta, natural de Madrid, y de Juana Calderón, natural de Valladolid, y hermana de Gaspar de Peralta, colegial en el Mayor del Arzobispo e inquisidor de Toledo. De esta unión nacieron: Andrés de Gudiel y Peralta, que pasaría a la Nueva España (12 de marzo de 1612); y Luis Gudiel y Peralta, nacido en Valladolid (1583) y muerto en Zaragoza (agosto de 1644), Caballero de la Orden de Calatrava (1636), colegial en el mayor del Arzobispo (1606), fiscal en la Audiencia y Chancillería Real de Granada (1616), oidor allí mismo (1617) y en Valladolid (1624), fiscal del Consejo de Hacienda (1628), fiscal del Consejo de Castilla (1629) y consejero de Castilla (1633) y de su Cámara (1642), casado con Antonia de Chaves, hija de Gregorio Chaves y Mendoza, provisto alcalde mayor de Galicia, alcalde hijosdalgo en Granada (1638), oidor allí mismo (1646), alcalde de Casa y Corte (1648), corregidor de Córdoba (1648) y del Consejo de Órdenes (1651).

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias, Contratación, 5.324, n.º 32; Indiferente General, 751, 868; Archivo General de Simancas, Consejo Real de Castilla, 561, exp. 2; secc. Escribanía Mayor de Rentas, Quitaciones de Corte, leg. 17; Archivo Histórico Nacional, Consejos, leg. 13529, n.º 7; Consejos, leg. 32320, exp. 5; Consejos, lib. 707, fols. 168v., 299v.-301r.; lib. 724, fols. 221r.-222v., 265v.; lib. 725, fols. 122r., 241r.-242v., 351v.-352r.; Órdenes Militares, Expedientillos, 10.120; Biblioteca Histórica de Santa Cruz de Valladolid, ms. 320, fol. 145v.

E. Schäfer, El Consejo Real y Supremo de las Indias. Su historia, organización y labor administrativa hasta la terminación de la Casa de Austria, vol. I, Sevilla, Universidad, 1935, págs. 245 y 357; L. Ferrer Ezquerra y H. Misol García, Catálogo de Colegiales del Colegio Mayor de Santiago el Cebedeo, del Arzobispo de Salamanca, vol. I, Salamanca, Acta Salmanticensia iussu Universitatis edita, 1956, pág. 41.

 Family Tree Preview

  sosa Fdo. Portocarrero de Orellana  sosa María Osorio de Silva     
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sosa Luis Antonio de Chaves y Sotomayor  sosa María Portocarrero y Silva   
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sosa Juan de Chaves y Sotomayor ca 1583- sosa Catalina de Orellana y Mendoza ca 1583-
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sosa Gregorio Antonio Chaves y Mendoza ca 1600-

 

Juan Antonio López Cordero

(Publicado en Sumuntán: anuario de estudios de Sierra Mágina, núm. 3. Colectivo de Investigadores de Sierra Mágina (CISMA). Carchelejo (Jaén), 1993, págs. 87-103.

 

 

            Pocos lugares tienen para los pegalajeños una significación tan profunda e íntima como el monte de Bercho, por muchas razones. Entre ellas, la de comprender su extensión una zona amplia de sierra, que tradicionalmente ha servido de pasto para una importante cabaña ganadera, fuente de leña y carbón y lugar de caza.

            Es la zona más alejada del núcleo urbano dentro del término municipal. Históricamente ha estado delimitado por el Norte, Este y Sur por las alturas de Sierra Mágina, que forman los picos del Morrón, Mojón Blanco, Almadén, Púlpito y Atalaya, formando un profundo valle de inclinada pendiente con precipitados barrancos, como los del Buhoncillo, Toril, Borbotón, Goro, Álamo, etc., que drenan las aguas pluviales en el arroyo de Bercho; mientras que por el Oeste se encontraba la, hoy desaparecida, dehesa Boyal, finca ésta perteneciente a los propios de Pegalajar. En total eran unas 2.000 has., que suponían alrededor del 25 % del término municipal.

            Por su orografía, en el pasado secularmente ha sido una tierra destinada a ganadería y caza. Un lugar tradicionalmente deshabitado, si exceptuamos el período romano desde el último tercio del siglo I a los siglos IV o V; época de paz y de colonización que dio lugar al surgimiento de diferentes núcleos de población dispersos por toda la zona, como lo atestiguan las pequeñas necrópolis de Los Charcones, Batacazos, La Canteruela, Fuente del Albercón, Nogueruela, Llano de la Peñuela,..., correspondientes a una sociedad que tendría una base económica basada principalmente en la ganadería. Esta población de núcleos dispersos en la zona de Bercho se puede considerar una anécdota en el tiempo, pues pasada la época de "pax romana", desaparecieron estos núcleos, volviendo a recuperar el monte la soledad que anteriormente tuvo. La inseguridad reinante hizo que la población se refugiase en núcleos urbanos, quedando las zonas de montaña para el periódico pastoreo y como lugar de refugio de proscritos, por lo que la naturaleza volvió a recuperar el espacio que las villas romanas abrieron en Bercho.

            De época romana puede también proceder su toponimia, en relación con la población de Cambil, ya que a través de Bercho pasaba el antiguo camino hacia esta población, que cruzaba el puerto de la Atalaya o de Villanueva. En aquella época, en el término de Cambil se ubicaba la ciudad romana de Vergilia. También se conserva en otros lugares del término de esta Cambil el topónimo "Bercho", como el cortijo y el puerto de Bercho (Vergio), lugar este último donde nace el arroyo Arbuniel[1], idéntico al del paraje montañoso del término de Pegalajar. Otra posible identificación podría ser con el nombre de Belcho, correspondiente a una planta de las familias de las efedráceas, de 0,50 a 1 metro de altura, que vive principalmente en los arenales, y de la que se obtiene la efedrina, de efectos parecidos a los de la adrenalina.

            La situación de frontera que correspondió a Sierra Mágina entre los siglos XIII y XV conservó esta situación de lugar virgen, despoblado. Por aquél entonces, las sierras de Jaén tenían una fauna rica y algunas de ellas una importante vegetación. La Crónica de Condestable nos habla de jabalíes, lobos, ciervos y osos, de cacerías, de vegetación cerrada en algunos lugares[2],... Desde la conquista de Pegalajar en 1244, el monte de Bercho fue tierra realenga. A pesar de pertenecer al rey y no a ser tierra de propios, los vecinos de Pegalajar solían obtener leña y carbón de esta zona para su uso; también posiblemente los vecinos utilizasen sus pastos bajo alquiler.

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            De la eminente función ganadera aún quedan referencias en la toponimia de la zona y en lugares hoy destinados a agricultura, tales como las majadas Ampona, Yeguas, Barrios, del Sol, etc. Esta situación permaneció inalterable hasta 1646, fecha en que el pueblo de Pegalajar decidió comprar la finca al rey e incluirla dentro de sus propios.

            El porqué de esta venta real está directamente relacionado con la bancarrota de la Hacienda española en el transcurso del reinado de Felipe IV. Las rentas recaudadas por Hacienda se dedicaban exclusivamente a satisfacer los gastos de la casa real, la alta burocracia, la deuda pública y, sobre todo, los gastos militares. Para atender estos últimos gastos, provocados por la política guerrera del Conde‑Duque de Olivares, se crearon nuevos impuestos, como el papel sellado, la emisión de juros con adquisición obligatoria para todas las personas con medios económicos, y se buscaron otros recursos adicionales, como las ventas de pueblos y tierras de realengo, cargos y oficios públicos, petición de donativos, alteraciones de la moneda, etc. Medidas que no consiguieron los fines apetecidos. El Conde‑Duque de Olivares fue destituido por su fracasada política en la guerra de Separación de Cataluña, el conflicto en Portugal y la conspiración de los nobles andaluces, encabezados por el duque de Medina Sidonia.

            El estado del ejército de Cataluña, donde en 1646 continuaba la "guerra de dels Segadors", necesitaba subvenciones para la campaña de este año, por lo que la mayor parte de las ciudades con voto en Cortes prestó su consentimiento para que, aparte de los impuestos, se pudiesen recaudar ciento y cincuenta mil ducados en los obispados de Toledo, Sevilla, Granada, Córdoba, Jaén y Cartagena —correspondiéndole al obispado de Jaén veinte y cinco mil ducados— a cambio de la compra de tierras baldías realengas para pasto o labor.

            El encargado de la misión del rey en la provincia de Jaén era Gregorio Antonio de Chaves y Mendoza, miembro del Consejo Real y oidor de la Real Chancillería de Valladolid, que se encontraba en Úbeda cuando el 22 de enero de 1646 se realizó la escritura de venta de las tierras realengas del monte de Bercho, Carretón y Puerto Seslín al Concejo, Justicia y Regimiento de la villa de Pegalajar, en cuyo nombre compareció Marcos Ruiz de las Vacas, regidor de esta villa.

            El Concejo de Pegalajar que concedió poder de representación, fechado el 14 de enero de 1646, a Marcos Ruiz de las Vacas estaba compuesto por Juan de Cabanillas Maldonado y Francisco López Vacas, alcaldes ordinarios; Miguel de Valenzuela, alcalde provisional de la Santa Hermandad; Pedro García Zamorano, Alonso de Morales, Juan de Liébana y Pedro Aranda Contreras, regidores perpetuos. La razón principal de esta compra estaba en que ciertos vecinos de la villa de Cambil y Alhabar habían comprado en el término de Pegalajar algunas tierras y monte en el sitio de Seslín y otras partes, encargándole:

 

            "... conferir esta materia y las demás que convengan cerca de la dicha venta y composición de tierras valdías y monte y componerse con su Majestad y dicho señor juez en su nombre y pujar todas las tierras y montes que ovieren comprado los dichos vecinos vecinos de Cambil y Alhavar y otras qualesquier personas en la cantidad o cantidades de maravedíes que más bien vuestro le fuere y ansi mismo comprar todo el monte de pinos y encinas y demás árboles del sitio de Bercho y demás tierras realengas...".

 

            Se le otorgó facultad de "hacer y disponer a su voluntad con las calidades y condiciones siguientes:

 

            "‑ Que puedan vender toda la leña del dicho monte de Bercho a qualesquier personas y en propiedad.

            ‑ Ansí mismo vender todo el dicho sitio en propiedad a vecinos desta villa que lo hayan sido de diez años a esta parte y los tales vecinos lo que ansí compraren lo puedan vender a otros tales vecinos del mismo tipo y no a forastero alguno.

            ‑ Que si algunas personas o concejos pujaren en todo o en parte an de ser obligados antes que se les admita la tal puja a pagar por este concejo y sus vecinos todos lod maravedíes que debe a su majestad. Ansí de reales servicios, donativos...

            ‑ Con condición que su Majestad se a servido de darle a este concejo título de venta real con inyvición y prohibición del pasto común atento los demás concejos... para que más bien se pueda pagar a su Majestad los maravedís en que así asentare y comprare las dichas dehesas y monte, pueda repartir este concejo entre sus vecinos todos los maravedís a que el dicho Marco Ruiz de las Vacas nos obligase y satisfacerlos a los dichos vecinos por suertes y partes de las dichas dehesas y montes vendiéndoselo a los dichos vecinos para satisfacerlos de lo que así pagaren y se les repartiere..."

 

            Finalmente se acordó la compra de:

 

            ‑ 124 fanegas y media (78 has.) de "tierras y monte" en el término de Pegalajar, "en el pago de la hoya del Carretón y Puerto Seslín", que lindaban con tierras baldías de realengo. Se midieron y amojonaron por orden de Pedro de Bustamante, vecino de Cambil, por encargo de Gregorio Antonio de Chaves, comisionado real para venta de estas tierras en el obispado de Jaén. Tierras que se tasaron con el monte alto y bajo en 3.046 reales.

            ‑ "un pedazo de tierra y monte por romper que llaman el pago de Bercho", también dentro del término, que se extendía "desde la dehesa Boyal del dicho concejo alindando con el término de las villas de Cambil, villa de Torres y villa de La Mancha"[3].

            El precio de todos los baldíos comprados ascendía a 800 ducados de vellón o 300.000 maravedíes, que fueron dados "por juro de heredad para agora y para siempre jamás a la dicha villa de Pegalajar para sus propios y caudal dellos... Y como dueño della la pueda romper, labrar, panificar o arrendar a pastos y yerba, cortar el monte alto, vender la hoja, podarlo para leña o carbón u otro ministerio... a voluntad del dicho concejo como administrador de los derechos propios".

            Los 800 ducados se dividieron en varios plazos de cobranza: el primero, de 150 ducados, debía de hacerse efectivo el último día de febrero de 1646; el segundo, también de 150 ducados, el último día de marzo del mismo año, "puestos y pagados en la ciudad de Úbeda, en poder del depositario general della"; el tercero, de 250 ducados, el último día de agosto del mismo año; y el cuarto, de otros 250 ducados, el último día de agosto de 1647, "puestos y pagados en la ciudad de Jaén en poder del depositario general della". Todo ello más 600 maravedís de salario que debía recibir el ejecutor que fuese a la cobranza por cada día que "se ocupare en la ida, estada y vuelta hasta la real paga"; además del ocho por ciento por el tiempo que se dilatasen las pagas tras cumplidos los plazos.

            Para conseguir el dinero el concejo tenía la facultad de poder vender a cualquier persona y por el precio que se concertase la cantidad que le pareciere de dichas tierras y monte, así como poder repartir entre los vecinos el total de dinero que suponían los plazos, vendiéndoles de dichas tierras la cantidad a que equivaliere el repartimiento o satisfaciéndoles con los productos de estos baldíos[4].

            El concejo trató de buscar fiadores para las tierras, el monte y la leña de Bercho, sin encontrarlos, por lo que el primer plazo se cumplió y se mandaron ejecutores a su cobranza. Entonces el concejo, utilizando la facultad que tenía, mandó repartir el 27 de marzo de 1646 los 800 ducados a los vecinos de la villa para que los pagasen en tres pagas iguales, "con atención a los aprovechamientos que cada vecino tiene del dicho monte"[5]. Pero no se pudieron cobrar "por las necesidades generales", seguramente un eufemismo referente a la pésima situación socioeconómica de la población.

            Mientras tanto, tras haberse cumplido los dos primeros plazos, las costas y salarios de atrasos iban acumulando la deuda. Más aún cuando, con un salario de 600 maravedís por cada día, se estaba ocupando de la cobranza Juan de la Peña, vecino de Baza, lugar éste en el que el comisionado real, Gregorio A. de Chaves, había librado los 300 ducados de plazo ya cumplidos a cuenta del pago de ciertos caballos que le fueron vendidos para los reales ejércitos. El concejo, para que de la dilación en el pago no se siguieran mayores daños y en vista de las necesidades comunes, pidió a los vecinos "de imposibles posibles" para pagar los plazos cumplidos "y quedar en su quieta y pacífica posesión con dichas tierra y montes que ser despojados de sus aprovechamientos perpetuos".

            Para la cobranza de estos 300 ducados estaban encargados por orden del concejo Juan de Mora en el barrio de la Plaza y Miguel Ruiz Zamorano en el de Santa María. Y para los 500 ducados restantes que se habían de cobrar nombraron a Jacinto de Valenzuela. Las cantidades a pagar por cada vecino variaban de 15 a 132 reales, siendo la moda 33 y la media 43. Al 73 % de los vecinos le correspondía pagar menos de 50 reales, el 24 % de 50 a 100 y sólo el 3 % entre 100 y 150 reales[6].

            A partir de entonces, el monte Bercho pasó a pertenecer a los propios municipales, pasando a denominarse dehesa de Bercho, continuando su aprovechamiento como fuente de leña y carbón para los vecinos y arrendándose sus pastos y frutos. Poco a poco, comenzaron a roturarse algunas tierras, las más fértiles; de tal forma que un siglo después, en 1752, ya aparecen roturadas 100 fanegas de tierra (62,62 has.), las cuales se consideraban de tercera calidad. La dehesa del Carretón continuaba toda ella dedicada a pasto, que junto la limítrofe del Cuchillejo, sumaban 300 fanegas (187.86 has.)[7].