Mari Carmen de las aguas agotadas por los sondeos y su potabilidad frente a la fuente del pueblo. Seguimos por el camino de Alcalá a Velez saltando el arroyo y cruzando otro camino procedente de Ermita Nueva. Entre esparragales que formaban un mar amarillento teñido del caluroso otoño antinatural, Nos diriginos rondando el arroyo el Palancares en dirección hacia la Venta de los Agramaderos, pasando por Las Casillas y oteando otros cortijos hasta llegar a la carretera de Montefrío, donde contemplamos el cortijo alto de Agramaderos. Tratamos sobre el origen de Bramaderos y Agramaderos con su proipietaria.
Y contamos este cuento de los PELLEJOS DE MIEL
"Había un pueblo en un paso muy frecuentado por transeúntes y caminantes, el cual brindaba mucho ambiente y negocio a las personas que transitaban por aquellos lugares. Junto a su camino principal, se encontraba una posada, a la vez, parada de postas, donde muchos arrieros y viajeros solían acercarse para repostar y alojarse tras las largas caminatas.
Cierto día, con la caída del sol, se acercaron varias caballerías que pusieron el cartel de completo a su alojamiento. Pero, al anochecer, el posadero recibió una visita imprevista. Llegaron a su posada unas recuas de cuatro asnos con dos arrieros de preocupante aspecto.
Estos le dijeron al posadero.
-¿Tiene usted, posadero, sitio para pernoctar hoy?
-No lo tengo, ni para vosotros ni para los animales.
Los arrieros se quedaron aturdidos, pues portaban en sus asnos unas cargas de pellejos con miel de caña, que traían de las costas del Mediterráneo hacia el interior de Andalucía. No podían correr peligro alguno por lo delicado de la mercancía.
-¿Qué haremos con nuestros pellejos de miel? Se nos derretirá la miel si los dejamos a la intemperie. No los robarán, ¿dónde podremos dormir y guardarlos?-le espetaron los caballeros.
Entonces les contestó muy amablemente el posadero
-No me queda más remedio que aconsejarles que pidan un favor.
-¿A quienes?
-A los señores de enfrente de su posada, para que les permitan guardar los pellejos.
Inmediatamente, los dos arrieros cruzaron el camino carretero y tocaron con sus puños la puerta.
-¡Pon!,.¡pon!... ¡pon!..
-¿Quién es?
-Paz., unos arrieros de la posada
Salió el señor de la casa a la puerta e, inmediatamente, le saludaron muy efusivamente los arrieros.
-Señor, perdone, que le molestemos. Pero tenemos un gran problema. La posada esta repleta de gente, y no podemos dejar en la calle parte de nuestra carga, al menos lo más valioso, par protegerla y guardarla al resguardo de bandoleros, ladrones y bandidos.
¿Qué son, señores?
-Cuatro pellejos de miel de caña.
El señor, un poco desconfiado, y acordándose de los reparos de su señora ante la presencia de cualquier cosa o la visita de una persona extraña, les dijo:
-Me es imposible. No tengo dónde colocarlas.
Apenados, se despidieron los dos arrieros. El señor de la casa se lo comunicó a su señora, y ambos quedaron sumidos dentro de un gran remordimiento. Pero, la señora arrepentida los llamó desde el la ventana en el momento en el que cruzaban el camino.
- Vengan. Vengan. Tráiganlos lo más pronto posible, y colóquenlos bajo la despensa de la escalera.
Los dos señores se pusieron a comer y, en medio de la cena, comenzaron a preguntarse por aquellos objetos extraños, y de tan grandes dimensiones. No se hacían sino preguntas, cavilaciones, suposiciones y repreguntas, envueltas en una nube de temores encubiertos por si encerraran algunos monstruos espantosos o reptiles que se despertaran en medio de la oscuridad de la noche. Además, nos le gustó en modo alguno el aspecto de aquellos arrieros y, menos aún, que no concordaban su recua de asnos con la de los pellejos y arrieros. Dos pellejos, dos arrieros y cuatro asnos. Por eso, ordenaron a sus criadas a que se mantuvieran despiertas durante toda aquella noche y estuvieran alertas ante cualquier incidencia que pudieran escuchar o percibir proveniente de aquellos sacos o del exterior de la casa.
-No os marchéis, debéis quedaros vigilantes en las mecedoras del portal, con un ojo puesto en la chimenea y otro en la despensa.
-¿Porqué?
-Debéis vigilar, sobre todo, esos pellejos, que están llenos de miel, y son muy valiosos, según me han contado sus amos.
Las criadas no sabían cómo pasar las horas. Ya se levantaban, ya avivaban la lumbre con el soplador. Y lo malo que las horas no pasaban. A eso de las una de la noche, les entraron unas ganas enormes de comer. Y, se dispusieron a preparar unas gachas.
-Nos falta el azúcar que lo tiene guardado la señora en el arca de las tres llaves.
-¿Para qué? ¡Con lo ricas que están con miel!
-Ni, aposta, hubiéramos tenido un mejor regalo.
Colocaron los habituales trébedes en el fogón, y una mediana sartén encima de ellas. Le echaron al recipiente de metal agua, aceite y harina, y con un enorme cucharón comenzaron a darles vueltas. Estaban ya a punto de sacar un plato, cuando una le dice a la otra.
-Muy cerrados están los pellejos para poder sacar la miel, ¿Cómo los podremos desatar? Tienen miles de nudos y de las formas más extrañas. Además, la miel podría derramarse, si consiguiéramos desatarlos.
-Y si inventamos otro modo de sacarla.
-¿Cual?
-Toma una aguja de coser sacos, lo más gorda posible. Pincha uno de ellos, y coloca un jarro debajo del agujero, desde donde recojas el rico líquido.
Así lo hicieron. Una sujetó la piel del saco mediante un pellizco en la parte alta del pellejo. La otra criada, con gran fuerza, la pinchó
Desde dentro, inmediatamente salió un sonido agudo que se mezcló con el rasguillo de la aguja en el pellejo.
-¡Ay! Cuidado, que me habéis pinchado en la frente.
Mientras se retorcía el furtivo ladrón, encerrado dentro el pellejo aguijoneado, las dos criadas sacaron la aguja, y, de nuevo, volvieron a pinchar el otro pellejo. El hundimiento de la aguja fue más suave y no tan duro como en el anterior pellejo.
-¡Ay, Ten más cuidado que me has pinchado en un ojo.
Cierran la despensa. Espantadas, pero, ufanas por su aventura, subieron a los cuartos del primer piso de la casona. Y golpearon la puerta del dormitorio de los señores.
-Ama. Amo, bajad a la despensa, los pellejos no son de miel, son dos ladrones, que nos querían robar.
Ya no pudieron dormir más. La ama abrió el arca y dio varias cucharadas de azúcar para las gachas. Y, el amo se colocó con una escopeta apuntando hacia la despensa.
Al amanecer, la señora se dirigió hacia las dependencias de la Justicia del municipio cercano. Esta le envió unos ministros acompañados del alguacil mayor, para que detuvieran a los ladrones.
-¿Estos son los ladrones?
-Sí, dos están dentro del pellejo. Pero aquellos dos que están dormidos fuera esperan la llamada para atracarnos. Pues, también son dos ladrones.
Los detuvieron a todos, de improviso: a los dos de la calle y a los del pellejo en su caldo.
Las criadas comentaban que, aquella noche, las gachas tuvieron sabor agridulce. Pero, aún así, se las comieron. FIN
Llegamos a la Venta de los Agramaderos y describimos la aldea. Su nombre viene relacionado con Valdegranda, por ser una zona – cuenca de un arroyuelo del término alcalaíno que limitaba entre los montes de Granada Situada a 16 kilómetros de Alcalá la Real, en la parte sur occidental del término municipal, es limítrofe con las provincia de Granada y Córdoba, en un sitio de cruce de caminos que proceden de Montefrío, Íllora, Tocón, Priego, Almedinilla, donde se colocó una antigua venta para vender ganados que se ataban en los Bramaderos. De ahí el nombre Venta de los Bramaderos, hasta llegar al actual de los Agramaderos
Su hábitat es muy disperso, pero la carretera agrupó a muchos vecinos a partir de la posguerra. En esta aldea nace el río Palancares, un arroyuelo que desembocaba en el río de Frailes. Es una tierra de gran calidad y muy estimada por su producción de cereales, en tiempos de Madoz se estimaban mucho sus garbanzos. El encinar era típico de mediados del siglo XIX, pero, poco a poco, se fue imponiendo el olivar y cerezo.
Era un lugar de descanso en la venta para los antiguos comerciantes que venía de Málaga por el camino de los Playeros de Málaga y se adentraban en la Campiña cordobesa, o tomaban el camino de Úbeda.
El Centro Social, la ermita y algunas viviendas rurales destacan entre ellas el camino de la Matanza, la Peñuela, Cañada Ámbar
Sus viviendas rurales más importantes procedían de cortijos de propios o de la ciudad que pasaron a manos privadas en el siglo XIX:
-Zapillo.
-La Cruz.
-Fuente de la Piedra.
Y cortijos particulares o de entidades religiosas:
-el de las Monjas
-La Loma.
-Blancares
-Alamoso Alto y Bajo
Hacemos la foto de rigor. En el Lavadero, e insistimos entre Bramaderos y Agramaderos.
O el segundo término de Agramaderos, relacionado con esa refiere a esa función agrícola de la grama del cáñamo, aunque en las tierras inútiles abundaban la escaña, centeno, el yero o el lino que también se consumía por estos lares.
Por un documento de Bernabé Rodríguez de 8 de agosto de 1538, todavía este paraje entre monte y tierra de nueva labor de sembradura, se llamaba BRAMADEROS POR ESTAR CERCANO A LA FUENTE DE DE LOS BRAMADEROS. En este dcocumento se comprometían con Jorge Martínez los campesinos Miguel Sánchez de Péramo u Francisco Camacho , nada menos que a sacar de monte, desbrozar, y hacerlas cultivables trece fanegas de monte a pala de azada en dos peonías de monte ( que le había correspondido del repartimiento de Carlos I en tiempos del corregidor Francisco de Alarcón, 1526-1529), que teneis en la Fuente de los Bramaderos, término de esta ciudad de Alcalá la Real, lindera con tierras de Pedro Fernández de Mazuela para el uno de agosto de 1539, Recibían de pago 1.500 maravedíes para iniciar la tarea y acabarían con otros 5.625 maravedíes al finalizar el resto. Y como debía ser duro este trabajo se le daba también una tinaja de vino añejo.
POR ESO, QUE CON PAN Y VINO SE HACE EL CAMINO, EN ESTE CASO DURO Y ARDUO DE SACAR MATAS, ARBUSTOS, HIERBAS SALVAJES,, TOJARES Y ENCINARES EN LA VENTA DE LOS BRAMADEROS.
S
SSS
ubimos por el camino que dirige a la Cruz de Matute y nos desviamos en dirección a Las Peñuelas. Y pasamos por diversas casas y eras. En zona de Valdegranada, comentamos que Ibn Jatib destaca aquel episodio del emir almorávide Tasfin ben Alí, que, al pasar por las Peñas de Majalcorón, el Prado de los Cuernos, se burló de su acemilero, manifestándole que todo aquel prado de cuernos, en este caso, de ovejas, era suyo, a lo que le respondió el vasallo, que más bien eran del emir y de su padre. Pero no podemos pasar de alto las leyendas de cuevas y tesoros escondidos por aquel entorno con arabismos como las de la Cañada Ámbar y su pasadiozo desde la Loma del Rey. Pasadizos kilométricos imaginaban desde estas aldeas entre zonas de frontera, simulando a los terrenos palestinos actuales.Y, se ratifica con la lápida precalifal, encontrada cerca del cortijo del Toril y se exhibe en la Sala de la baja de la Campana de la Mota. No responde este elemento funerario a un simple objeto de unos coleccionistas que dejara abandonado en unos de los cortijos de los hombres de conquista, los que proliferan por estos lares con motivo de los diversos repartimientos de Alfonso XI y Carlos. Es una pieza valiosa de un caballero musulmán, datada en torno al año 872 y descubierta en la curva de la carretera de Montefrío hace unos cuarenta años. Además, cercano se encuentra el cortijo del Toril y el camino hacia Bajacar, un cortijo legendario. En este último se forjó la leyenda de La Encina Leona, y, en su entorno el cerro del Castellón, lo consideran los lugareños como un recinto fortificado desaparecido. Su etimología denota hasta un fundamento romano.LLegamos al cortijo de las Peñuelas, y subimos al Peñón. Constatamos la presencia de una pequeña necrópolis mozárabe, parecida a las tumbras antropórficas de la Mota y la Tózar. Y no estaba muerto, Domingo comprobó si cabíoa un cuerpo humano.
LLwegamos a la Fuente con inscripación de 1902, por obra de la familia Ureña.
Y de all´í, orilla del Palancares hasta llegar al Moliono del Sol, no queda nada explicación de industia molinera y el episodio de la guerra civil. Subida empinada hasta Bajacar, pasando por camino real, y entre olivos y cruce de la carretera de Montefrío llegamos a una cantera áraeb, con piedras de molino abandonads y restos de ella. De all´í nos fuemos a la fábrica y no olvidamos el cuento de aquel chaparro majestuoso, el de mayor frondosidad y sombra del entorno, anuncia y presagia un tesoro escondido. En días de luna, cuentan que su luz penetra entre las ramas fijando el lugar exacto del tesoro de la corona de la reina. Además, se reviste con el episodio de enriquecimiento de unos vecinos de Bajácar.
Muy lejanos debieron ser los tiempos de aquel descubrimiento de una mujer viuda que acudió a la cita nocturna para encontrar el tesoro en esta famosa encina. Por su grandiosidad, le apodaban leona. Los mismos ingredientes del relato del cortijo del Sotillo charillero, en este caso, no fue un pozo, sino que se abrió el enorme tronco de aquel chaparro centenario. No disponía de manos aquella mujer acompañada de una niña pequeña para introducir las joyas de oro en su saco y canasto. Y mira por donde que, como todos los cuentos, no cumplió el condicionante desvelado, que debía acudir sola, sin acompañante. Por eso, se le esfumaron todo aquel caudal de joyas encontradas, porque ardió como la paja en un solo instante transformando los vasos, platos, bandejas, colgantes, pulseras y adornos en pavesas que volaban en el aire. El terreno está sembrado de indicios para poner a la luz todo este tipo de tesoros. Incluso algunos objetos y monedas musulmanas se exhiben en el museo local. No es de extrañar que se hable de los tesoros numismáticos de La Pedriza. Es simple conjetura, habladuría de los pueblos, o se hizo realidad la leyenda de la viuda de Bajácar. Doscientos cincuenta años de frontera dieron para un patrimonio perdido y, a veces, irrecuperable. Un día apareció un astrolabio en un museo europeo, otro día en el museo jiennense el tesoro charillero, una copia de un manuscrito de un escrito de los Banu Said apareció en centros de estudios árabes. Oro día, el pasadizo condujo a un recinto olvidado como la Ciudad Oculta de la Mota en medio de la Leyenda de Caba.