CARLOS III
(1759-1788)
La ciudad debió
recibir un fuerte impulso económico a mediados de siglo con la roturación de
sus campos hasta tal punto que no se vieron las carencias en los años de sequía
tan dramáticos del siglo anterior. Acontecimientos nacionales como el motín de
Esquilache que tuvo cierta repercusión en la ciudad cercana de Granada y en
otras ciudades de España con grandes alteraciones de orden público y el levantamiento del pueblo
llano, así como la expulsión de los jesuitas, no afectó a la comarca de Alcalá
la Real ni repercutió en la vida local. Cuando se tiene noticia de sus
consecuencias, la ciudad ha previsto todos los temas de abastecimiento de la
ciudad y tan sólo le afectaron medidas como la renovación del cabildo por los
cuatro diputados síndico del común que se repartieron en las distintas parroquias
y el nuevo renacimiento y síndico personero.
Una gran
renovación urbanística se produce a lo largo del reinado desde el reinado de
Felipe V hasta la muerte de Carlos III. El actual diseño simétrico de nuestra
ciudad con los dos ejes del Llanillo y la calle Real, se corrige con nuevos
edificios que encuadran la ciudad: las Casas de Cabildo y las Casas de
Enfrente. Al mismo tiempo, los nuevos edificios del Pósito, del Palacio
Abacial, de las iglesias de san Antón, las Angustias y la cárcel nueva le dan a
las calles y a la ciudad una nueva perspectiva más abierta y acorde con los
nuevos tiempos. Se renueva el servicio de alcantarillado. Por eso no es extraño
que un servicio vital como el agua sufra una gran transformación en 1777 con
los maestros de cantería y de aguas Antonio Martín Espinosa de los Monteros y
de Francisco Machuca, maestro mayor de aguas de Granada. Un nuevo recorrido
desde el nacimiento de san Marcos dará machos funcionalidad a una de las
principales fuentes de abastecimientos en el Paseíllo de la Mora, todo ello
supervisado por los maestros de arquitectura de Bellas Artes de san Fernando.
Manuel Godoy fue uno de los que más intervino en las obras municipales y en los
caminos. Sin embargo, uno de los más
importantes arquitectos fue el alcalaíno Antonio Martín Espinosa de los
Monteros. A el se le deben una gran cantidad de edificios públicos y religiosos
y algunas obras de ingeniería. El puente de la Hondonera en el año 1759 se
construirá con un puente de piedra que permitirá un acceso importante en la
Hondonera con dirección a Montefrío, Loja, Vélez y Málaga[1].
Medidas de
reformismo
En el reinado
de Carlos III, hubo algunos corregidores, que estuvieron imbuidos del espíritu
racional de la época y llevaron a cabo
un saneamiento de la hacienda pública y del Pósito de la ciudad. Don
Pedro Moreno de Villena y Manuel de
Lastres consiguieron que se saneara el pósito de la ciudad por medio de una
serie de medidas que beneficiaron a los labradores y campesinos.
El rigor
aplicado en la revisión de las cuentas del Pósito por los distintos organismos
desde el propio cabildo, la comunidad de jurados, las residencias de los
corregidores y la Contaduría General, dieron lugar a que, a pesar que el
quinquenio desde 1762-1766 que había sido muy riguroso en toda España por la
sequía, no afectara al abastecimiento del pan entre la población ni al
repartimiento de trigo para los pelantrines y pujareros. Aún más, la nueva
política, aunque tímida, de participación popular a través de los procuradores
diputados y el síndico personero general, coadyuvaron a que el control en las
cuentas y las medidas en favor de una mayor gestión y beneficio del Pósito
redundara en la vecindad.
Estas medidas
emanadas desde la Corte a todas las ciudades tuvieron lugar en nuestra comarca;
por una parte, las dos parroquias de Santa María la Mayor y Santo Domingo de
Silos eligieron respectivamente dos
representantes diputados, que junto con el síndico personero general, asistían a todos los
asuntos relacionados con el abasto
de la ciudad, e, incluso, hubo intentos
de que participaran en la Junta de Propios- cosa que tan sólo se permitió al
síndico sin derecho a voto, y en reinados posteriores a los dos diputados del
común.
No obstante, son años que se percibe un deseo de
abrir el consejo a los vecinos, a pesar
de las reticencias que suponía para la ciudad que estos nuevos cargos
asumidos dentro de la comunidad de jurados, sobre todo, la del síndico como una
regalía. Los vecinos asisten, por su experiencia y honradez, en asuntos referidos
en la limpia y tala de los montes y la defensa de la ganadería en algunos
plenos y lo mismo lo hacen los diputados del común y personero.
Este nuevo
aspecto de la vida municipal ofreció algunas dudas sobre la participación entre
los nuevos miembros y los antiguos regidores y jurados, que son resueltos
mediante reales órdenes.
La misión de los nuevos
cargos sólo limitada a la cuestión relacionada con el abastecimiento, tan sólo,
el personero puede entrar en la nueva Junta de Abastos ( formada por los dos
comisarios regidores, los dos diputados,
el mayordomo y el contador).
Castillo de
Locubín
Distinto es el
caso de la villa del Castillo de Locubín, que, a través de la iglesia local, en
este caso su notario apostólico, vuelve a repetir el deseo independiente de
años anteriores. El cabildo alcalaíno no veía oportuna cualquier dejación de poderes en este contexto de
participación popular, aún más trata de retardar todas las medidas relacionadas
con la creación de la Junta de Abastos, que suponía crear un concejo abierto,
en el que todos los vecinos se convertían en electores para elegir sus dos
diputados y un personero que junto con el escribano la constituyeran para
debatir todos los asuntos relacionados con el abastecimiento de la ciudad. Aún
más, ya no les interesaba a los regidores alcalaínos que la villa se nombrara como tradicionalmente lo había sido, sino que
incluso en un intento de centralismo chovinista desorbitado y en defensa de
privilegios la equipararon al resto de sus aldeas.
Sus alcaldes
ordinarios los transformaron en simples ministros de la justicia del
corregimiento, meros transmisores de los pleitos, pendencias, y conflictos ciudadanos ante el corregidor y
alcalde mayor sin ninguna función ejecutiva. De ahí que al final y por el imperativo
de muchas órdenes superiores de la intendencia general y del Consejo de
Castilla, tuvieron que asumir la nueva situación y se nombró la nueva Junta de
Abastos, no sin un nuevo formulario en el que, junto al juramento del cargo y
beneplácito por la ciudad, se le imponía
una serie de reparos, todos tendentes a mantenerse en las circunstancias de
acatamiento ante la jurisdicción del cabildo alcalaíno.
El conflicto con el Castillo no hace sino
iniciarse porque se acumulan los pleitos con las competencias del escribano y
las relaciones con la intendencia de Jaén por parte de la villa del Castillo, a
lo que da lugar una fuerte propuesta por la ciudad que obliga a todo su aparato
administrativo a defenderse de esta situación.
Pósito
y nuevo repartimiento de tierras
Debido a la
buena situación de la hacienda municipal, en 1767 se eximieron a éstos del
medio de celemín por fanega que pagaban por el préstamo de trigo del Pósito,
librándolos de pagar más de cinco mil fanegas de trigo y cuarenta mil reales
por una orden del 19 de junio de dicho año y todo tipo de escritura y
medidores.
Se
hicieron préstamos al tres por ciento de
cuatrocientos mil reales y con el dinero recogido pagar los dos censos que
tenía la ciudad con el conde de Humanes y Juan Pérez de Herrasti, vecinos de
Granada., Además obligaron a almacenar
cada año 14.000 fanegas de trigo con
destino al abasto de pan a los vecinos, dando lugar a que las crisis alcistas
del pan en el resto de la nación no repercutieran en la ciudad, como fue el año
1773, en el que ante la carestía y subida del pan en el resto del país a 70
reales la fanega la comarca alcalaína no se vio afectada aún más se compró el trigo para la cosecha a 37
reales.
En la misma
línea del país se reparten tierras de propios entre los vecinos de la ciudad y
el campo, tendiendo a otorgarlos a los más cercanos a su vecindad y entre los
labradores, yunteros, pujareros y jornaleros, dejando reservados pocos terrenos
para el resto de los oficios. Entre los nuevos terrenos repartidos a partir de
1768, se encontraban las Noveruelas, el Romeral, los Llanos, Fuente Álamo,
Encina Hermosa, que van a dar lugar al asentamiento definitivo de muchos
labradores en las aldeas , que comienzan a progresar y aumentar de población,
como las Ribera, Charilla, Santa Ana, la Pedriza, Valdegranada, Hortichuela, y
Fuente Álamo.[2]
Supusieron una cantidad de once mil ciento catorce fanegas y siete celemines, que fueron aprobadas
anteriormente en el año 1662. Aunque las distintas disposiciones reales de los
años siguientes pretendían que se favoreciera a las clases más necesitadas y a
la vez laboriosos. La política real, emprendida por Campomanes, fue
reglamentada a partir de febrero del dicho año, y nos muestra claramente el
nuevo espíritu que animaba a los nuevos dirigentes.
Unas líneas de
progreso, basadas en el desarrollo de la riqueza, por encima de todo lo que
significaba el retraso de las tierras
improductivas. Todo ello se disponía en favor de las clases más desfavorecidas.
Pero siempre excluyendo a los morosos. Ese fue el intento y el deseo. Lejos
quedaron los resultados. Para llevarlo
a cabo, el cabildo del ayuntamiento con
el asesoramiento de los diputados y síndico del común, convocan a los doce
electores de cada una de las parroquias que se encargan de nombrar tres peritos
de tasar, evaluar, censualizar y medir las más de mil fanegas de tierra, a las
que se aplicaron las nuevas políticas agrarias. Eran personas de reconocido
prestigio social y de conocimiento agrícola en la agrimensura, labradores o
regidores.
Muchas parcelas de ellas provenían de antiguas
roturaciones anteriores que mantenían arrendatarios y colonos año tras año, que
serían los primeros que causaron los primeros trastornos. Dividieron los
terrenos en los veinte partidos a los que se les asignarían tierras y nuevos
propietarios. Para ello, se valieron de los párrocos de cada uno de los sitios
y de los alcaldes de ordinarios como en Frailes y el Castillo de Locubín.
Tasaron el valor de cada fanega de tierra y los trances y parcelas más
adecuadas. Realizaron una perfecta delimitación entre los terrenos, parcelas y
trances en cada uno de los cuadernos con la valoración antecedente, antiguo
propietario y dejaron en limpio los nuevos. Los distintos repartimientos correspondían
a los señalados en el cuadro adjunto:
CUADRO DE
REPRTIMIENTTOS Y COLONOS 1768.
Encina Hermosa |
nueve hojas: registros de nuevos colonos desde 1216 hasta 1564,
incluyendo Navalperal, y Navastrillo . Se asignó en su totalidad a vecinos del
Castillo y de la Venta del Carrizal
|
Fuente Tetar
Navaltrillo
Charilla
Frailes
Chaparralejo
Palancares
Camello
Cantera Blanca
Hondonera
Dehesa entre las Torres
Los Llanos
Dehesa de los Caballos
Cañada del Membrillo.
Majalcorón
Cañada del Dornillo
La Rábita
Cuaderno 18: Fuente Álamo
Cuaderno 19: La Rábita
Cuaderno 20: Sierra san Pedro
|
Se asignó a colonos del Castillo, registrados de 1605-1607
Se asignó a colonos del Castillo desde el 1565 hasta 1603
Comprendiendo el Robledo, Fuente el Gato, Guadalcotón Majadillas,
cerro Martín Cano, la dehesa de Charilla, cañada del Infierno, la Torre,
Gamonales, Amoladeras, Jaralejos, Mirador, alberquilla, portillo de Alcalá,
Celada, Peña el Fraile y Hoya Redrada, se repartió entre colonos de Charilla
y Alcalá. Tenía las parcelas 198-318.
Comprendiendo el Cerro, Loma Pelada, Loberuelas, Cuesta de Frailes,
Hoyos, Carboneras, Almoguer, Hoyuelos, Retamales Zarzalejos, Sotorredondo,
Solana del Endrino, Majada de Romero, Ejidos de Verdugo, se reparten entre
vecinos de Frailes salvo el Romeral
con vecinos de Alcalá (parcelas de 320-422) Comprendía también Alcaiceruela y Llano de los Mazuelos con las
parcelas de la 423-547, repartidas entre vecinos de Alcalá, Mures, Ribera y
Santa Ana.
Con el Espinar de la Peña el Yeso y Cañada el Carril para vecinos de
Alcalá 593-609 y 693-710
547-553 Algunos vecinos de Acequia
Comprendiendo Yerbatunal, Caleruela y Chaparral de Nubes de 774-884
algunos vecinos de Cantera Blanca, en su mayoría colonos alcalaínos. De la 610-692 eran colonos alcalaínos. Comprendiendo Portichuelo y Navazo las parcelas 765 hasta 774, eran
colonos alcalaínos. Comprendiendo Cañadas de san Marcos, Canteras Viejas, Portillo Cerrado,
Boca de Charilla, Cruz del Rayo, Fuensomera hasta chaparral de Biedma con 157
colonos, en su mayoría vecinos de Alcalá.
Comprendiendo las parcelas
desde 774-838 se repartieron vecinos de Alcalá. Las parcelas 916-952 entre vecinos de Alcalá.
Las parcelas 885-915
Las parcelas 953-963
Comprendiendo desde la dehesa hasta los Reamales:1017 hasta 1212 sin
especificar vecinos, aunque algunos corresponden a la zona |
Fuente Álamo |
y Cañada Honda desde 961
hasta 1017 |
Entre el período de
composición de las parcelas y el
repartimiento de las tierras, surgen diversas aclaraciones, que ya habían
solucionado algunos pueblos de la Vega Granada y la campiña cordobesa. Entre
estas, se dispuso la preferencia en la adjudicación de los vecinos
contribuyentes antes que cualquier forastero y a los carentes de tierra frente
a los propietarios u , la prohibición del derecho del tanteo y el subarriendo para evitar la especulación.
Todos los
vecinos se inscribieron a lo largo del mes de septiembre y octubre en las casas
capitulares con el fin de que posteriormente pudieran ser agraciados con las
distintas suertes de tierra.
Aunque hubo problemas en la zona de Encina
Hermosa, por fin tuvieron lugar el acto del repartimiento desde el día trece de
octubre hasta el día veintinueve del mismo mes, que consistió en el sorteo
prefijado por la Corona mediante un sistema de dos cántaras, en las que
respectivamente se introdujeron las distintas suertes y los nombres de los
solicitantes, atendiendo en los distintos sorteos a las clases de jornaleros
sin tierra con una o dos yuntas, labradores, y otras clases.
Realizado el
sorteo, se comprobó que el proceso tuvo ciertas deficiencias que iban en contra
de lo pretendido por la política agraria. Su retardo impedía el cultivo de los
terrenos, que estaba en los momentos de la sementera, hubo desajustes en zonas
en los que los solicitantes excedían a las suertes ofertadas como en Frailes,
que hubo que ampliar con nuevas suertes, la ausencia de muchos vecinos que no
acudieron al momento del sorteo y provocó que las tierras fueran de nuevo
sorteadas, al mismo tiempo que surgieron desavenencias con las zonas montuosas
que provocaban conflictos entre lo ganaderos que intentaban mantener sus pastos
y los nuevos agricultores. Se obviaron los terrenos de monte y tierra por
cultivar prolongando la extensión de las suertes de tierras en la zona de
Encina Hermosa.
La clase de jornaleros y braceros renunció en
su inmensa mayoría por no pagar los barbechos anteriores o falta de medios para
costearlos. La segunda, tercera y demás clases, lo mismo por no interesarles el
lugar, por distancia o por no representarles ganancia en el fruto que tendrían
en ellas. Para evitar la caída de los fondos de los propios y la subida de la
subasta por nuevos rematadores colindantes, se les destinó a los labradores
industriosos sin que se impugnara por
los de anterior clase , con el fin de llegar a la culminación del
repartimiento, porque creían los miembros de la Junta que ellos podían contribuir
a los fondos, el pago de los préstamos del pósito y el mantenimiento de la
tierra que hasta ahora los labradores y pujareros venían trabajando. También se prorrogaron las
tierras anteriormente barbechadas por un año.
Tuvo un
prejuicio muy importante que el repartimiento se llevó a cabo por clases
acomodadas que consideraban a los jornaleros y braceros, negligentes,
descuidados y desobedientes, hasta tal punto que juzgaban que las buenas
intenciones del monarca no se acomodaban a Alcalá la Real, por las razones
antedichas y las dificultades que entrañaría recoger de los anteriormente
citados la renta y el trigo para la sementera. Incluso,
los munícipes se alegraron de que fueran pocos los que recogieron las suertes, porque, en dicho
caso, la ciudad hubiera caído en la mayor quiebra. Al no componerse la ciudad
de hacendados pocos poderosos que se aprovecharan del remate ventajoso de
tierras y luego las subarrendaran, se inclinaron por los labradores y pujareros y el informe
de la Junta de Propios es claro con estas palabras:
Se hace constar
no ser adaptable en esta ciudad dicho repartimiento, sin particular decadencia
de los caudales de los propios, y aún del mediano cuerpo de labradores de esta
ciudad, donde los de esta clase, como resultará de los recudimientos, no tiene
arrendada porción de tierra de la mayor consideración, pues los que más son
pocos, sólo disfrutado por arriendo en pública subasta sesenta fanegas de
tierra a corta diferencia para extender su comercio por ser las
tierras de su Cortijo de corta entidad y dotación, y otros sólo han tenido
diez, quince o veinte fanegas de forma
que las tierras de los propios se han arrendado a labradores y pujareros
industriosos y no a braceros desidiosos
No obstante,
los vecinos de la primera clase y el resto de las clases pudieron acrecentar la
suerte inicial de sus tierras concedidas, ya que la mayoría de ellos pudo elegir nuevas parcelas de tierra, acomodadas
a su interés. Aun más, por providencia del propio corregidor se atendió a un
grupo de personas que sin recursos vivían en los campos, delegando en los
caballeros capitulares, diputados síndicos, personero y peritos las gestiones
para llevarlo a cabo:
hay algunos
vecinos pobres, y viudas con dilatada familia que su infelicidad los tiene y a
muchos padres y abuelos en desiertos albergues que han fabricado con licencia
de la Muy Noble. Ciudad en tierra de sus propios y que de
estos, y , que de estos despojarlos y no tener otro amparo, se echarían a la
limosna y se perderían, parece conforme a equidad que por ahora se les mantenga
y, más cuando se les reparten las Reales
Contribuciones según su esfera, lo que se perdería y recaería en otras y que
las suertes de los referidos son de corta monta, que mantienen por el albergue
criar algunas aves y estar prontos a el jornal, para el cultivo del partido(
labran el corto terreno que tienen) cuando lo logran que no es frecuente, y
prontos para el sorteo de milicias, quintas y dar, el que tiene, bestias para
bagajes y a todo el que lo manda con ciega obediencia.
El destino que
pretendía la orden real no se cumplió, ya que la renuncia de muchas suertes
obligó en el mes de noviembre a la Junta
de Propios a un nuevo sorteo en el que pudieron acudir todos aquellos
hacendados y laboriosos labradores, que fueran capaces de trabajar más tierra a
pesar de que se le hubieran concedido una suerte de tierra, con lo que se
beneficiaron otros labradores distintos de los de la primera clase a donde iba
dirigida la política agraria.
Años más tarde,
se advierten las consecuencias de que aquel repartimiento tuvo grandes
deficiencias: Jornaleros y labradores con yuntas, que no recibieron suerte
alguna por los informes de los pedáneos de cada partido o por el agotamiento de
las suertes; beneficiarios de otras
clases , como los propietarios, que se aprovecharon de las ausencias de los
campesinos para otorgarse las suertes en los sorteos siguientes o en la simple
caja sin ningún sorteo;, renuncia de los campesinos a las suertes por estar
retiradas de sus casas o no poder trabajarlas ya que no le eran productivas por
su pequeña cantidad y falta de ingresos en la hacienda municipal al no
concederse las suertes . Estas son algunas conclusiones de la junta de Propios
de abril de 1769:
1. a causa de
las repetidas renuncias y cambios hechos por los mismos vecinos que ha
originado mucha confusión en los cuadernos de los primeros sorteos,
correspondientes a los jornaleros de primera , segunda y demás clases del
casco, campo y Castillo Locubín.
2. habiéndose
inspeccionado citados borradores y los formados para las piezas de tierra por
varias personas se han denunciado por sobrantes de las mismas suertes se ha
hecho con su conocimiento , al tiempo de corregirse con citados cuadernos de
sorteo en que se acreditó estar conforme con las partidas de fanegas y productos,
unas con otras, como el de haberse colocado en cada una de las dichas partidas
a los colonos que últimamente han
recaído haciéndoles cargo de sus
productos y que sin esta operación estaba la obra muy confusa.
3. Se ponga un
cuaderno de denuncias de los muchos sobrantes denunciados y que algunos están
sin medir y proceder a los que no han llegado a las ocho fanegas
4. También se
llevó a cabo el amojonamiento de todas las calles de campo y señalando las
partes reservadas de los ganados con la
anchura que se indica en el libro de veredas, anotando las fincas que han
incorporado los particulares y deben dejar como sobrantes de las veredas.
5. Se hagan
listas de los sobrantes lo más pronto posible.
En el partido de
Charilla quedaron algunas zonas reservadas a los ganaderos de cerda en la Hoya
Redrada por no haber nadie que quisiera vivir
en dichos parajes y proteger el monte de los leñadores y desaprensivos
que destruían aquellos parajes. Estaba compuesta de dos partes de tierra,
una de monte, que se apreciaba en unos nueve reales al año y la otra de labor a
veinte reales.
En Frailes y el Castillo, surgieron muchos
conatos de violación de tierras
concejiles limítrofes, así como las protestas por los amaños e intereses de
personas ajenas a la política agraria. Hubo casos significantes como el regidor
y alférez mayor don Fausto Fernández de Moya que intentaba cambiar las nuevas suertes de Fuente Tetar por las antiguas suertes del
Palancares, por el simple hecho de limitar con sus tierras y cortijos particulares.
Eran muestras de la influencia de los cargos municipales en la vida económica
por encima de cualquier medida superior, amparándose el prestigio de su
hidalguía.
Tanto Frailes
como el Castillo de Locubín tenían
muchas esperanzas en el repartimiento de tierras. La primera con una población
de cerca de doscientos vecinos (171) y la segunda con más de ochocientos,
consideraba que el reparto de tierras aliviaría la situación de su población,
dedicada a esta única fuente de riqueza que era la agricultura, además había
sido desalojada de otras zonas como la sierra de San Pedro. A pesar de que las
medidas contribuyeron en el nacimiento de un gran número de minifundistas de
estas dos poblaciones, esto no impedía que algunas medidas fueron adversas al espíritu
de aquellas iniciativas agrarias. Además, esto supuso que surgieran nuevos
cultivos, sobre todo, el olivar en estas zonas y a ello se amparaban los nuevos
propietarios que obviaban la ley para cometer los atropellos y en el mantenimiento
del ganado en las zonas montuosas. El resultado del parcelario, que hemos
reflejado en el cuadro adjunto, en el año 1670 ascendió a 9.771 fanegas,
repartidas en 1657 suertes y concentradas entre los colonos, que aportaban a las arcas municipales unos ingresos de 62.713
reales. Se repartieron en su mayoría a colonos alcalaínos, aunque la zona de Charilla,
sobre todo, Cantera Blanca, Riberas, Mures, Acequia las Caserías, y la Rábita
hubo colonos de dichos lugares. En su mayoría, eran labradores, arrendatarios y
algunos que otros oficios que ocuparon las parcelas más extensas como en el
Robledo.
En Frailes se
recrudeció la situación en el año 1777 ante un nuevo repartimiento ocasionado
por la dehesa de las Noveruelas que
despertó muchas esperanzas en los vecinos de aquella zona. Sin embargo, la
situación no podía ser muy halagüeñas porque ante 331 suertes de tierra había
más de dos mil peticionarios. Como es
lógico, el reparto desencadenó una situación de protestas y quejas , basadas
en el favoritismo de otorgar las suertes
de tres fanegas e incumplimiento de las normativas reales, otorgando suertes a
artesanos, escribientes, y labradores de cuatro yuntas que tenían suertes de
antiguos repartimientos- cosa que se oponía a la Orden Real del año 1770.
Las aldeas
Para los laboriosos
campesinos, significó un reconocimiento de su labor que mejoraron sus campos
con eras, drenaje de las aguas, abonado de sus campos, nuevos cultivo, aperos
de labranza y plantaciones más sistemáticas, dando lugar a un gran grupo de
pequeños campesinos que poco a poco van a ir engrandeciendo los campos y
aumentado la población y las nuevas aldeas con la instalación de iglesias y en
los siglos siguientes la incorporación de maestros de escuelas para la
formación de sus vecinos. En las nuevas zonas, trataron de crearse nuevos
servicios que hasta ahora se autoabastecían o recorrían grandes distancias para
el transporte de alimentos básicos como el pan, el vino y el aceite.
El primero, dio
lugar a nuevos molinos en la zona del Palancares, donde se ubicó en 1782 en
tierras del Mollejón para una gran franja de población, que se extendía desde
Majalcorón hasta el cortijo del Verdugo en los alrededores de las riberas.
Al mismo, era
frecuente el intercambio y las continuas solicitudes de nuevas tierras, que
quedan abandonadas. Se asiste también a una decadencia de la ganadería que
queda encerrada en las cuatro dehesas y en las tierras de Cofrida, Hundidos,
dehesa de Frailes, Mata Hermosa, Barra las Infantes, Solana de la parra,
Majanilla, Hoya redrada, Marroquí, Garditocino y Lomas las Verdes, donde
calculaban unas cuarenta mil fanegas de pasto. No obstante, estos lugares
abastecían poco a poco a otros lugares y eran muchas las críticas que
manifestaban que el ganado se vende en la feria de Noalejo, cambiando la floreciente
feria alcalaína.
Años de crisis
Dos conflictos
se recrudecen desde los años setenta de este siglo, el conflicto de la villa
del Castillo de Locubín y la separación de Loja y Alhama del corregimiento
alcalaíno. A esto había que añadir la crisis jornalera, provocada por las
intensas lluvias y nieves y propagación de la langosta en muchos campos
andaluces que en el año 1772 obligan a
una gran parte de la población a mendigar y a provocar situaciones cercanas a la violencia para poder mantener la vida de sus
hijos y familia. Para ello, se tomarán
todas las medidas extraordinarias de abastecimiento de la ciudad y de
los servicios del abad cardenal de la Cerda en la Corte para poder emplear los
trigos del Pósito en favor de los pobres
necesitados. Hubo momentos en los que hasta de tres días de desabastecimiento
de pan. De nuevo, se distribuye el pan en tiendas prefijadas en los 10
cuarteles, se nombran panaderos que se turnan el abastecimiento, se nombran
comisarios, y se persigue cualquier tipo
de fraude en la calidad y peso del pan. Las cargas de trigo se redujeron a los
panaderos de tres de pan blanco y diecisiete de pan bazo a los panaderos.
El año 1773
continua la escasez de trigo y el aumento del precio del pan, a pesar de las
medidas proteccionistas que imponía el cabildo alcalaíno con el control de
precios, abastecimiento por medio del Pósito y distribución y organización del reparto del pan. Todas estas medidas se
llevaban a cabo en favor de las clases más desfavorecidas que se veían obligadas
como en otros tiempos a comprar el pan fiado por falta de recursos y en contra
del fraude de los panaderos que se aprovechaban del bajo precio del trigo para
revenderlo a forasteros a mayor precio.
No obstante, la
situación debió ser muy violenta, porque, a pesar de tener que adoptar medidas
de una racional y restrictiva distribución del pan por medio de la limitación
de tiendas, panaderos, abastecedores y 10 cuarteles ( ocho en el caso, uno para
forasteros, y otro para el campo), al final se hubo de unificar en uno sólo en
las Casas Capitulares por la violencia de los que hacían cola que daba lugar al
lanzamiento de pedradas a los repartidores del pan. Incluso en los primeros
días de mayo los vecinos tomaron el hornal de la Plaza y obligaron
a que la ciudad requiriera los servicios del corregidor para poner el
orden.
Una situación
especial se produjo al disminuir en gran cantidad las provisiones del trigo del
Pósito que hubo que acudir a la compra de 1.000 fanegas a particulares del caso y al gobierno eclesiástico y el Castillo ( 784 fanegas en el casco y 75
en el Castillo a un precio que excedía los 60 y 68 reales por fanega). A esto se añadieron
grandes tormentas por el mes de junio que lo hicieron muy escaso. Como gota que
colma el vaso de agua, aquel año diversos destacamentos de regimientos
nacionales debieron alojarse en las Casas de Cabildo, provocando un auténtico
caos en las casas de ayuntamiento. No obstante, por el mes de mayo, se controla
la situación , se fijan dos puntos de venta cercanos al ayuntamiento uno para
los labradores y forasteros y otro para el resto del pueblo.
Este clima
continuo los dos años siguientes contra
el corregidor Juan Pablo Salvador y el alcalde mayor Nicolás de Mella y los miembros del cabildo, que llevaron, sobre todo, este último el tema a los tribunales e, incluso, se ejercieron
situaciones de gran violencia entre ellos ante el autoritarismo del alcalde.
Las nuevas listas de reclutamiento, donde se quiere expurgar a muchos que se consideraban favorecidos por
privilegios es fruto de solicitar a la Chancillería una revisión del padrón de
hidalgos. Aunque el corregidor logra salvar la situación, sin embargo, la
ciudad había deteriorado mucho sus relaciones, debido a que no le pudo ofrecer
una casa digna, ya que la anteriormente alquilada tuvo que abandonarse al morir el anterior
corregidor por la enfermedad tísica
y tuvo que alojarse en las casas del
cabildo que suponía una incomodidad para el ejercicio de la vida municipal. Además,
a ello, se añadió un enfrentamiento con el personero por adoptar medidas sin
consulta del cabildo en el nuevo planeamiento del Paseo Público que fue aceptado posteriormente
por la ciudad atendiendo a razones de
ornato y de previsión racional de ampliación de la ciudad en las vías de
comunicación de entrada por Granada
desde los Arcos hasta la Magdalena. Era un momento de resentimientos
personales, que manifiesta una sociedad en la que los que ocupaban cargos
públicos,. Incluso de elección, se aprovechaban de los cargos para ocupar
tierras comunales como el personero Antonio de Moya en la invasión de
abrevadero de animales en las Peñuelas.
La nueva ciudad
La ciudad, por
estos años, recupera muchos lugares arruinados y adecenta algunas zonas como el
Paseo de Capuchinos que se traza a cartabón desde los Arcos hasta la Magdalena,
una nueva torre se coloca en
Consolación, obra de Martín Espinosa, se
amplían las zonas linderas con la fuente de Marí Ramos y álamos y cuartel de
los Arcos. La iglesia de las Angustias
se construye en su mayor parte. Las medidas de embellecimiento se
aplicaron a la vida de la ciudad con el derrumbe de las casas abandonadas, la
reconstrucción de edificios y adorno de fachadas , siempre que contaran con la
licencia municipal, Por eso, no es de extrañar que en el año 1784 el propio
regidor Pedro de Lastres pidiera permiso
para la instalación de un testero o lienzo con la imagen de la Santísima
Trinidad en sus casas cercanas a las casas de Cabildo. Este motivo iconográfico
tuvo una escultura en la propia calle Real con motivo de la misión espiritual
del Padre Diego de Cádiz.
También se
inició un plan forestal que obligaba a la plantación de cinco pies por vecinos.
En Alcalá, éste tuvo su experiencia en la alameda de los Capuchinos, prolongándose
hasta la ermita de la Magdalena- cosa que tuvo
muchas vicisitudes y finalizó en el 1785. Otro punto, en donde hubo una
gran reforestación fue en el coto y en la Dehesa de los Caballos, la actual
Dehesilla, en este caso de otra variante cual es la moreda. Este plan chocaba
con la ganadería, que defiende la ciudad impidiendo la reforestación en los
abrevaderos, caminos y descansaderos. Lo mismo sucedía con la nueva roturación
que se produjo por estos años en Mures, la ribera y Sierra san Pedro.
Una obra importante
en la ciudad se lleva a cabo con la reforma de todo el sistema de
abastecimiento con una cañería que surtía a las fuentes de la Mora, Álamos,
Utrilla, Pilar de las Tórtolas, Plaza y Utrilla. A esto hay que añadir que los
caminos y calles de la ciudad experimentaron una reforma importante, para lo
que hubo que emprender nuevas fuentes de financiación, que demuestran un intento de racionalización y
saneamiento de las arcas municipales. La gran preocupación municipal de estos
años fue su adecentamiento y el de los cortijos de propios. Son continuas
las órdenes del conde de Floridablanca, sobre todo, en la carretera de Madrid a Granada. Por
estos tiempos, intervino en el diseño el propio Ventura Rodríguez, al que la
ciudad le pagó algunas cantidades en distintos proyectos con motivo de una
visita.
También
el año 1781, los caminos del Levante,
Granada, Málaga y Madrid se repararon y se cubrieron sus gastos con arbitrios de subastas de servicios
básicos como la carnicería, nuevas roturaciones de tierras en Mures o las
ilegítimamente usurpadas, nuevas elevaciones de los impuestos del aguardiente,
e , incluso con fiestas públicas de toros . También se inauguró el pago en
licencia de casas, solares y huertos en las aldeas y el casco. A nivel nacional,
la política de amortizaciones de deudas tuvo en 1785 su reflejo con la
participación de seis acciones en valor de 12.180 reales en el Banco Nacional
de San Carlos.
Fin del reinado
Finalizando su
reinado ordenó un padrón general de habitantes, en el se distinguían se
distinguieron varios estados entre ellos el religioso y sus diversas clases.
Comenzó a realizarse el 28 de agosto de 1786 y acabó el uno de julio de 1787.
La población del corregimiento de Alcalá la Real tenía 11.280 habitantes, que
se repartían de la siguiente manera :
5.559 mujeres y 5721
hombres.
Una fuerte
epidemia de fiebres tercianas se produjo en la comarca, incidiendo de una
manera más profunda en la cortijada de Santa Ana, donde hubo hasta siete
muertes y afectó a un tercio de la población.
También se
procedió con anteriores colonos de unas
quinientas nueve parcelas de tierra, destinadas al ganado y al mismo tiempo roturadas, que produjeron 4.264 reales entre las que se encontraban de
barbecho y sembradas en las veredas.
1759 |
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1760 |
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1761 |
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1762 |
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1763 |
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1764 |
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1765 |
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x |
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1766 |
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1767 |
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1768 |
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1769 |
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1770 |
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1771 |
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1772 |
x Nieves y lluvias |
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Langosta |
Escasez de trigo |
1773 |
x tormentas |
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Escasez de trigo |
1774 |
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Amotinamiento |
1775 |
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Fiebres tísicas |
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1776 |
Lluvias torrenciales mayo |
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1777 |
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x |
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1778 |
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x |
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1779 |
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x |
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1780 |
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1781 |
Tormentas en mes de mayo |
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1782 |
Tormentas y pedrisco en
julio |
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1783 |
Tormentas en junio |
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1784 |
Temporales |
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x Fiebres tercianas en
Santa Ana, Alcalá, Castillo y Frailes |
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1785 |
x Temporales |
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1786 |
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x |
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1787 |
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1788 |
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Estos últimos
años de su reinado(1784-1786), sobre todo, en el año 1785, hubo grandes
temporales que afectaron a las clases populares y a los jornaleros dando lugar a que los campos
no se pudieran labrar y aquellos no pudieran trabajar. El recurso siempre
era el mismo: el ayuntamiento contribuía
con el repartimiento de pan entre las clases más desfavorecidas y las rogativas
a la Virgen de las Mercedes para implorar el cese de las lluvias. Para ello se
contribuía con limosnas que compartían en la misma cantidad los dos cabildos-
el municipal y el eclesiástico- que en este año superaron lo cuatro mil
cuatrocientos reales.
El año 1784 se
define perfectamente característico de los ciclos torrenciales: lluvias
torrenciales, fríos y lluvias en los primeros meses del año, primavera
lluviosa, tormentas, incluso en agosto, y nieve, hielos y lluvias en diciembre.
A la masa de jornaleros que eran abundantes en el casco urbano cogía
desasistidos de frutos y sin posibilidad de
ganar el jornal diario, provocando la miseria y pobreza de sus casas, la
formación de cuadrillas que acudían a las casas de las personas pudientes, y la
amenaza de la alteración del orden público. Aunque el cabildo palió con medidas
de abastecimiento del pan del Pósito y la ayuda del abad, no eran suficientes
las medidas, sino que hubo que arbitrar medidas
de racionamiento y racionalización por cuarteles como en otras
ocasiones. Estos eran repartidos por dos comisarios regidores de la ciudad y
otros del cabildo eclesiástico.
El panorama no
era más desolador en las calles y caminos de la comarca que los dejaba
intransitables y faltos de higiene y limpieza, a lo que había que administrar
recursos extraordinarios de los propios y del Pósito para adecentar las
entradas y salidas de la ciudad, la restauración de los puentes hundidos, sobre
todo, el de Palancares y el del barranco de los Postigos en el camino hacia la
Corte, las calles céntricas y del tráfico comercial que se nucleaban en torno a
la plaza de las Casas Capitulares y desde la calle Llana hasta el Llanillo. A
ello, se hacía un esfuerzo por parte del vecindario que colaboraban labores de
saneamiento construyendo atarjeas, y creando pequeños desniveles que
permitieran la conducción hacia la atarjea central de las calles.
A
esto hubo que añadir las medidas que se tomaron con motivo de una epidemia de
tercianas, que supuso un gasto de 48.473 reales en asistencia, curación, y
alimentos y en el Hospital establecido. A ello hubo que pagar los boticarios y
medicinas y eso que los curas párrocos y muchas familias de Alcalá, Castillo,
Santa Ana y Frailes y Charilla ofrecieron donativos por ser los núcleos más
afectados.
Aunque en los
años anteriores el olivar se plantaba por la zona del Castillo de Locubín, el
verdadero nacimiento de la transformación de este cultivo se inicia por estos
años, promovido por los mayores hacendados que comienzan a roturar las zonas de
monte de sus cortijos en detrimento de
la ganadería de la comarca y con el
acotamiento de la zona. La ciudad se ve muchas veces desbordada por los
acontecimientos ya que los propios regidores, imbuidos de este espíritu del
fomento de la agricultura con el nuevo
planteamiento de promocionar la riqueza son los primeros que llevan a cabo esta
nueva política agraria. Terrenos que
hasta ahora se habían concedidos para roturarlos en sementeras son sustituidos por pagos de
olivares como los Llanos, el cortijo de la Merced, propiedad de alcaide Vicente
Estrada planta los primeros olivos, se intercambia terrenos baldíos de la zona
de la Pedriza por Fausto Fernández de Moya por otros aptos para el olivar en la
zona de la Acamuña.
El nuevo Pósito
del Castillo comienza a plasmarse y levantarse en el año
1787, en contra de los intereses y la oposición de los regidores alcalaínos que veían un flanco de pérdida de poder y de sus antiguos
privilegios.
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