PREGÓN DE LA FERIA DE ALCALÁ LA REAL
Francisco Martín Rosales
II. ALCALÁ, CIUDAD DE FERIA, DE COMERCIO.
Alcalá
es una ciudad de feria, porque, a lo largo de su historia, Alcalá ha sido, es y
siempre será cruce de caminos, un lugar de encuentro de hombres y pueblos, y,
sobre todo, el principal paso de Andalucía hacia muchos lugares para feriantes
y hombres de comercio. Como diría mi amigo, colega y profesor de la universidad
sevillana Pedro Cano Ávila, de que me
hago presentes sus palabras acerca de la importancia que siempre ha
tenido este puerto terrestre de entrada de Castilla al reino de Granada:
“Si nos atenemos ahora al valor económico del
comercio entre los reinos de Castilla y Granada, y sobre todo a través del
puerto de Alcalá la Real, llegaremos a la conclusión de que fue realmente
importante”
Con
esta premisa, siento un regusto especial en pregonar por primera vez las
Ferias de Alcalá la Real. En verdad que
mi atrevimiento y mi oferta han sido
desmesurados, y no lo digo por una cortés justicación para ponerme el barro
antes que me pique el tabarro, sino que la premura de tiempo, y el hecho de que
otros famosos hubieran convertido este acto más popular, más atrayente y más
provocativo para la convocatoria de este gran acontecimiento festivo.
Por eso, echo mucho de menos
que, aquí, no haya estado presente, con su verbo fluido, Antonio Banderas hiciera la proclama de las
ferias como también la ha pregonado en Málaga, o que el balompédico Raúl
hubiera cantado las excelencias de tods nuestros eventos de la Feria deportiva
como lo hizo en Madrid. Aún más, le sugiero a la concejala delegada que para
próximos años la feria tenga su inicio con la
una cantante de orgen alcalaíno Amaparonoia, pues el éxito lo tendrá
asegurado.
Lejos
de otras solemnes ocasiones, que nos ambientaron con el perfume del incienso y
la escenografía religiosa adecuada a sustituir lo que era imposible,permitidme
que haga honor, en este acto, a nuestra historia e invoque a las musas para que
pueda al menos inspirarme a cantar y reivindicar el auténtico origen del
pregón. Pues, el pregón nació de la sociedad civil, anunciando todo aquello que
quería transmitirse a muchas personas de una población en las que analfabetismo
podía ser paliado más que por lo más grande y distintivo del ser humano, el verbo. Pues los pregones sirvieron
para organizar la vida de la comunidad dictando leyes y órdenes, sea municipales sea reales o de otros estamentos, o previniendo
en guerra a la población ante los embates de los enemigos mediante los
alardes, o recabando la solidaridad de los vecinos en las desgracias; en lo
económíco, por otro lado, fomentando el comercio entre los pueblos de todo tipo
de mercancias, como aquella copla a modo de pregon de Carnaval por parte de una
comparsa alcalaína recogía el impacto de la invención de la máquina de coser y
su exposición con motivo de la feria a principios de siglo
Máquinas para coser
Máquinas para barrer,
pelar y afeitar.
Máquinas para coser..
A máquina todo
con el tiempo
se ha de hacer.
Hasta para arrancarse habrá
máquinas también.
Y ahora, `preparaos,
máquinas de novedad,
para comer sin cuchara
y brevas sin masticar.
y, cómo no, los pregones anunciaron todo tipo
de fiestas. Es decir, el otium y el negotium tuvieron en el pregón el
instrumento más adecuado para que el individuo se integrara en la sociedad.
Pues , el pregón no es un
lucimiento del que lo dice, sino algo útil para quien va dirigido lo que se
pronuncia. Y, en esa línea, espero que sirvan mis palabras, para crear más
comunidad, integrarnos cada vez más en nuestra Alcalá, y, como estamos en la
feria de Alcalá, para convocar, en nombre del cabildo municipal, a todos Los
actos organizados durante estos días festivos.
PRECEDENTES DE LA FERIA OFICIAL
Para analizar el origen, el desarrollo y las
características formales de la actual feria de septiembre de Alcalá la Real,
hay que remontarse a los siglos pasados que nos pueden aclarar muchos aspectos.
Pues no somos sino un eslabón má de aquellos que
nos precedieron. De los hispanos rromanos, que desde sus villas esparcidas en
la comarca alcalaína acudíríaan a las
opiida para intercambiarse en el día de feria, en el que se impedía trabajar,
productos el trigo por el aceite, la vid por el buey, al mismo tiempo que se
fomentaban os sacrificios y los juegos en honor a Hércules.
Y, porqué no, en estos años oscuros de
nuestra historia podía ser uno de aquellos sitios de feria y comercio, que cita
el Concilio de Elvira, a donde no podían acudir los clérigos por prohibición
expresa de uno de sus cánones. Restos paleocristianos los tenemos.
De nuestro importante pasado
medieval, en el que ya hemos comentado algo,
me vienen a la memoria aquellos versos del romance de la Toma de
Antequera y la Escaramuza de Alcalá:
La mañana de San Juan
al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros
por la Vega de Granada.
el primer verso, que confunde la fiesta
cristiana de San Juan con la pascua de Asir, se corresponde casualmente con las
fechas de nuestra feria de Septiembre y nos remonta a su origen que no sería
otro sino la de la mencionada fiesta musulmana que tenía lugar en el mes
de septiembre, en la que la gente de las
ciudades acudían al campo a regocijarse con su familia, como dice Ibn Jatib. Y
en ella se celebraban juegos de caballos y cañas y los enamorados se
engalanaban e iniciaban sus cuitas amorosas
en las fiestas preparadas para dicho día.
Don Iñigo López de Mendoza, el
marqués de Santillana, con motivo de la tregua del año 1349 entre el rey
castellano Juan II y Muhamad IX, también nos recoge los precedentes comerciales
de Alcalá. Pues el primero se obligaba a dejar tres puertos abiertos al
comercio en Andalucía: el de Huelma, el de Antequera y el de Alcalá, para que
“en tales puertos los
musulmanes, cristianos y judíos pudieran
reunirse a comerciar, con toda seguridad personal y de comercio, salvo en Los casos de llevar
a tierra musulmana animales o artículos prohibidos. como caballos, armas, pan y
plata”.
Alcalá la Real fue siempre
un lugar de paso y de intercambio
comercial, social y cultural entre los pueblos de los antiguos reinos de
Granada, Jaén y Córdoba. Era, en efecto, un cruce de caminos obligado a los
diversos tipos de viajeros que cruzaban y recorrían las tierras de Andalucía o bajaban de Castilla hacia el reino de Granada. Desde que se
instituyó la Corte en Madrid, a partir
del siglo XVII, el camino real era frecuentado por todos aquellos que se dirigían a Granada o
volvían de la capital de España, a través de una importante vía que
pasaba por el Llanillo alcalaíno. Secretarios, miembros del Consejo de
Estado, escribanos de la Corte, abogados, religiosos de las nuevas órdenes y
mercaderes pasaban por la ciudad
alcalaína para pernoctar o, simplemente,
de paso hacia sus destinos en donde
debían resolver los pleitos judiciales
en la Chancillería de Granada o los complicados asuntos relacionados con la
Corona. Por el camino de Córdoba, los viajeros y los comerciantes de la campiña cordobesa y de las antiguas tierras de la orden de Calatrava se
adentraban en una extensa red comercial,
en la que grandes grupos de arrieros
traficaban el vino, el aceite, el trigo y otros alimentos con destino a la
capital granadina y malagueña. Por otro
lado, desde Murcia procedía otra ruta comercial que, además de comercializar el trigo desde Totana y los puertos del Mediterráneo a
través de Iznalloz, tuvo gran importancia en el abastecimiento de las libras de
seda para este tipo de artesanía que fue muy pujante en Granada, y, también, en el siglo XVI y XVII en la comarca alcalaína. Desde Málaga,
los playeros, hasta principios de siglo XX, acercaban a los pueblos de Córdoba
y Jaén por un camino que desde Vélez –Málaga atravesaba la comarca alcalaína
y se bifurcaba hacia Priego y el Castillo de Locubín. A todo ello hay que
añadir las redes intercomarcales de los mercados de ganado y de productos
básicos, cuyo centro más importante se
asentaba por el mes de septiembre en la feria de Noalejo sin olvidar otros
caminos de menor trasiego comercial que enlazaban con Montefrío, Castillo de
Locubín, Baena, Priego o Moclín. Y, aunque un poco más lejanos, también
comunicaban con los pueblos del corregimiento: Loja y Alhama de Granada.
Una red básica de ventas y mesones jalonaban estas rutas en La
Venta de los Agramaderos, del Carrizal, de Acequia, de Fuente Granada, de la
Rábita, y, sobre todo, todas aquellas ubicadas en la calle de los Mesones,
cerca de la Mota, y, a partir del siglo XVI en una calle que se convirtió en
radial de la ciudad tal cual fue el Llanillo. Curiosamente, una de aquellas aceras recibía también el
nombre de los Mesones, porque era lugar
de posada obligatoria para viajeros y caballerizas en el paso por la ciudad.
No es, pues, extraño que los propios alcalaínos trataran de
institucionalizar y fijar en el calendario anual este comercio espontáneo,
atendiendo al repertorio ferial de los pueblos del entorno. El primer intento
se hizo en tiempos de Felipe IV, en el año 1655, cuando el cabildo municipal
solicitó una feria, que comenzara el día de San Agustín a finales del mes de
agosto hasta el cuatro de setiembre, aludiendo que era ya una costumbre este
tipo de transacciones comerciales, sobre todo, entre los ganaderos de la
comarca, y en la que se vendíera, además de las cabezas de ganado, enseres del
campo y otras menudencias.
Así en el cabildo del diecinueve
de abril del 1655, los miembros del ayuntamiento solicitan al rey que les
dé permiso para que se le conceda feria desde el día de san Agustín
hasta el cuatro de septiembre y se pueda cobrar
al mismo tiempo recuerdan que
era una costumbre de la ciudad dicha actividad comercial, donde vendía,
compraba y traficaba animales, enseres del campo y otras menudencias entre los
alcalaínos y otros habitantes de pueblos de la comarca por estas fechas.
LA FERIA DE CARLOS II
Es verdad que la feria fue
instituida y concedida a la ciudad por Carlos II por cédula concedida el treinta de julio del año 1588, sin embargo
anteriormente está claro que la actividad ferial entendida como comercio se
celebraba en nuestra ciudad para servir de sitio de transacción de ganado y
productos agrícolas y otras mercancías a
finales del mes de agosto a partir del día de san Agustín.
Cuando Carlos II la reconoció atendió el interés social y
económico, pues la comarca se encontraba abatida por la epidemia que por los
años 168-1682 había asolado una parte de la comarca, sobre todo, en el Castillo
de Locubín, perteneciente a la ciudad de Alcalá la Real. Con la instauración de
la feria se pretendía reavivar la decadencia de la economía local afectada por
los años de sequía y la falta de
recursos provocados por la decadencia de la industria local, principalmente, la
seda que había sufrido el cierre de un gran número de talleres transformadores
de la seda. Además, en este año ya era notoria la primacía de la agricultura
sobre la ganadería, ya que se habían roturado un gran número de campos para
poder afrontar todos los gastos de las empresas locales, derivadas por la
política nacional comentada. A todo esto había que añadir que el pujante comercio del vino ya no tenía
una salida en el mercado regional, afectado por los nuevos vinos cordobeses y
la competencia de los vinos locales del reino de Granada. Sirva de ejemplo, que
el mantenimiento de la dependencia del Castillo de Locubín, entre otras deudas, provocó una carga financiera enorme
en la depauperada hacienda local.
Años, más tarde, en el 1688, el
cabildo del veintiséis de agosto ilustra de los preparativos de la feria que se
mantuvieron hasta el año 1984. El sitio quedó fia¡jado de la siguiente manera.
Se establecía una aduana, en donde se registraban todos los ganados que venían
a la feria, en la puerta del mesón de María Abaastro o en un pasaje que estuviera
cercano, lo que durante muchos años fue la posada o cuartel de los Álamos y hoy
esquina con calle del abad Palomino. Allí era el sitio donde concurría más
gente y estaban preparados dos regidores y jurados, los concejales de hoy, para
recibir cualquier denuncia de fraude. Además, disponían cuatro guardas de
campo, montados a caballo, hoy sustituidos por la policía municipal y el cuerpo
de la guardia civil, que se encargaban de controlar todos los ganados que
entraban y salían de la feria. Los forasteros solían poner tiendas que eran
controladas por el señor corregidor, el alcalde actual, y los anteriormente
nombrados comisarios de ferias para imponerles el impuesto del cuatro por
ciento. Este impuesto y toda transacción corrían a cargo de un corredor que no
sufría alteración de sus ingresos durante la feria.
Historia de la fiesta
A partir del 1688, la feria ea,
pues, una importante actividad comercial, y, por lo tanto, no es extraño que
cualquier imposición económica recaiga sobre ella. Por eso, el ayuntamiento
nombra guardas y hace registros para que se cobre el impuesto denominado cabezón.
Aunque todas estas imposiciones
repercutían en los comerciantes y ganaderos, a los habitantes alcalaínos se les
libraba de cualquier gasto. Por ello, el señor de Noalejo se quejaba de que
debía pagar cuatrocientos ducados a la Corona y además sufría las consecuencias
de la coincidencia de fechas con la feria alcalaína, privada por privilegio de
todo tipo de alcabalas. De ahí que la feria de Noalejo provocara el primer
cambio de fecha retrasando la feria alcalaína hasta el doce de septiembre y
respetando la del ocho de septiembre para la del Señorío afectado. No obstante,
en el año 1688, todavía hay reminiscencias de la costumbre de celebrar la feria
en el mes de agosto y su sugería que se volvieran a la fecha del veintiséis de
agosto hasta el doce de septiembre.
Debió ser desde el principio muy
populosa la presencia de comarcanos a nuestra feria, porque los corregidores solían prevenir todo tipo de
abastecimiento y seguridad, como el del año 1688 don Manuel Hurtado de Mendoza,
que instaba a la ciudad para que la nueva carnicería y la cárcel estuviera
preparada para cualquier incidencia. La seguridad la delegaba en el síndico
procurador que junto con diez vecinos vigilaban los caminos con armas para
prevenir los riesgos de disputas en los tratos. El ramo del viento o, lo que es
lo mismo, la actividad comercial sufría la imposición real , que por aquellos
tiempos ascendía a mil reales. El abastecimiento de la ciudad así lo ordenaba:
así acordó que, para que la ciudad esté con el abasto de que necesita,
el caballero diputado avise a todos los panaderos para que cada día amase todo
lo que se repartiere para cada día haciendo para ello las prevenciones de
harina que sean necesarias y a los hornos se les prevenga tengan provisión de
leña y a los demás abastecedores de la carnicería el ganado en paraje cercano
de calidad, que cualquiera que ahora necesite de hacer matanza se pueda hacer y
que los contadores y fieles de la romana asistan desde el amanecer hasta las
once de la noche.
Tampoco se le olvidaba a los
corregidores la actividad de los cazadores, como dicta esta orden suya
todos los cazadores que son de profesión en el lugar que se les
prevengan pongan
toda la caza que hubiere en los sitios, señalando desde el Llanillo hasta la casa de María de
Ortiz, y en la tienda de la calle del
Rosario, no permitiéndoseles que ganen más que un cuartillo por pieza.
Se regulaba también el vino que
se vendía atendiendo a la calidad y a las medidas que debían estar
anteriormente controladas por el almotacén para pagar la sisa de los cientos.
Aunque, hasta el año 1688 Carlos II, no concedió el reconocimiento
oficial de la feria, ésta se celebró de forma ininterrumpida porque era una fuente de crear riqueza e ingresos para la Corona por
su voraz afán recaudatorio en tiempos de los Austrias Menores con motivo de la
deuda del Estado comprometida en las
guerras contra Portugal, Cataluña y Francia. Su ubicación continuó siendo junto
a la posada de los Álamos y el dispositivo de control corría a cargo de las
autoridades municipales y del corregidor. El tráfico de mercancías consistía en
la tradicional compraventa de ganado, y
alimentos, al mismo tiempo que servía de
foco de atracción de diversos tipos de artesanos que acudían a vender los
utensilios de labranza y los objetos domésticos. Famosos eran por aquellos
tiempos todos los objetos derivados de la calderería y del cobre de Lucena, así como los buenos vinos
de las tierras cordobesas.
Cuando el corregidor
Alfonso Montoya, los miembros del cabildo y el grupo de expertos, que
elaboraron el Catastro de la Ensenada, respondieron a la rentabilidad de la
feria alcalaína a mediados del siglo XVIII, no debía ofrecer grandes ingresos,
o, la menos lo disimularon,a las arcas
municipales, pues la respuesta era de la siguiente manera: .” Hay una feria que se celebra el día 14 de
septiembre y sigue los ocho días siguientes y la utilidad, que contempla y resulta de ella, es para el ramo del viento, la que ascenderá a 1.000
reales que percibe el arrendatario de est ramo, que lo s Pedro Mellado, a quien
no pueden considerar alguna por el respecto a tener que pagar rentas
provinciales 8.100 reales, en que está arrendado y que no hay otra cosa”.
No obstante, la feria ya se encontraba plenamente
institucionalizada, y ya se había trasladado la fecha de comienzo, para no
hacer competencia a la de Noalejo que se celebraba en los primeros días de
septiembre, y había apelado a la Corona
por el impedimento que daba lugar a los ganaderos que acudían a
ella.
Nuevas vicisitudes provocaron que, en el siglo XIX,la ubicación
del recinto ferial se ampliara hasta la calle Real, se alquilaran las
dependencias del Palacio Abacial para fines comerciales en los días de feria, y
que el Llanillo, la zona anexa a la
iglesia de San Antón y el Paseo de los Álamos
se convirtieran en el lugar de la feria. El auge de ésta fue cada vez
mayor en una comarca dependiente de la agricultura y de la ganadería en un porcentaje de más del 80 % de
población. A su reclamo acudieron atracciones y divertimentos de la época, sobre todo, el teatro, y,
posteriormente, en estas fechas se
realizaban las sesiones de cine a partir
de principios del siglo XX.
La historia de la feria es
variopinta, pues junto a las transacciones comerciales, surgieron algunos
conatos de enfrentamientos entre los cobradores de impuestos y los
forasteros, que obligaban a intervenir a
las autoridades públicas. Es un cúmulo de momentos de suspensiones por motivos
de salud, sobre todo, en el siglo XIX, en el que afectaron las epidemias a
muchas comarcas de Andalucía.
Pero no todo era alegría, sino que la gran masa de jornaleros a
veces se veía sumida en la más extrema pobreza, de ahí que un acto obligatorio
del programa lo constituyera el reparto de pan entre los pobres por medio de
los regidores y comisarios acompañados de los párrocos de la localidad.
Comprensible es aquella copla de la murga Terremoto:
Somos cuatro pelagatos
y con más hambre que un
mirlo,
como siga España así
no hay quien coja
trompitos.
El pobre del director,
más seco que un bacalao,
ya no se acuerda siquiera
el tiempo que no ha
tragao.
Y el estómago no sirve
las tripas se le han
secao.
Como primera alcaladesa,
autoridad superior,
en el Cauchil o el
sacamoños
se celebrará la sesión
y serán provistas todas
de tres Kilos de jabón.
Esto se mantuvo hasta los
años treinta del presente siglo, momento
que fue transformando
paulatinamente nuestra feria, que
era una de las de mayor arraigo
comercial en una feria festiva en detrimento de la actividad comercial que se
generaba a su amparo
II. ELEMENTOS FORMALES DE LA FERIA
Su origen ganadero y comercial
Durante el siglo XVI y XVII,
incluso en siglos posteriores, la actividad agropecuaria centraba la mayoría de
las actividades económicas de nuestra localidad. En su mayor extensión, los
terrenos baldíos y comunales eran pasto
para el gran número de ganados que recorrían todos los inmensos terrenos
que abundaban en las sierras del Castillo de Locubín, de san Pedro en la
Rábita, la Martina, Frailes y el Camello. A ello había que añadir las dehesas
que itinerariamente se acotaban en las Nogueruelas, Charilla, Fuente Álamo, la
dehesilla, la Hondonera, Fuente Tétar, Mazuelos, Entretorres y Mures. Allí se repartían gran número de
cabezas de ganado vacuno, mular, yeguar, potros y caballos. No hay datos
fidedignos hasta el catastro de la Ensenada sobre la cantidad de reses de los
distintos ganaderos, amén de los pequeños rebaños, numerosos por cierto, de
ganado ovino, caprino y cerdal en los cortijos particulares. Tal vez, el
estudio de los diezmos nos podía aclarar la importancia económica de este
ganado en la vida de la ciudad. Pero abundan los conflictos con ganaderos
procedentes de los pueblos limítrofes a través de los distintos pleitos entre
particulares a la hora de la utilización de los pastos comunales. En los libros
de penas de ordenanzas son frecuentes las sanciones y multas de personas, en la
mayor parte, porqueros y vaquerizos, que introducían sus ganados en terrenos
comunales y particulares antes de que se barbechara. También hay referencias de
ganaderos de Martos, Torredonjimeno, Valdepeñas y, sobre todo, de Alcaudete que
acudían a nuestros montes en busca del alimento de sus ganados.
En el referido catastro se
menciona que en el 1750 existían una manada de yeguas de ciento ochenta
cabezas, doscientas de ganado vacuno cerril, nueve mil ovejas, mil quinientos
corderos, seis mil quinientas cabras, y tres mil machos, cuatro mil cerdos,
trescientas veinticinco vacas domadas, treinta y cinco yuntas de mulas y mulos,
y caballos y mil quinientos asnos. Son ya datos tardíos de una época en la que
decayó la ganadería en favor de la agricultura, porque se han producido gran
cantidad de roturaciones en los Llanos, terrenos de Frailes, Encina Hermosa,
Charilla, el Palancares, el Camello, Mures, y otros lugares. Una tercera parte
de los terrenos era usada por los vecinos de la ciudad. De todos ellos, la
carnicería de la ciudad abastecía a los ciudadanos con trescientos cincuenta
carneros anuales, cuarenta vacas, seiscientas ovejas y quince machos. Todo esto
daba un excedente que obligaba al comercio entre los ganaderos de la zona que
se regulaba en la feria.
Con el paso del tiempo, aun más
disminuyó la actividad ganadera, ampliándose la actividad agrícola, debido a la
mayor superficie de campos cultivados, que fueron ocupando totalmente las
antiguas zonas de dehesas, baldías, muertas y comunales. Esto ocasionó un
cambio en la cabaña ganadera en detrimento del ganado vacuno y el aumento de
las mulas y los asnos, más aptos para los juegos de yuntas. La revolución industrial introdujo el uso de la maquinaria
en las labores del campo y prácticamente quedaron los antiguos animales como
una reliquia dentro de la agricultura y además pocos fueron los ganados y
manadas particulares, que por otro tiempo tanto predominaron en la comarca.
Todo ello fue afectando a la feria comercial, convirtiéndola desde mediados del
siglo XX en una fiesta, testimonialmente comercial, y esencialmente de
diversión. Sin embargo su tradición ganadera siempre pervivió obligando,
incluso, hasta principios de siglo, a reglamentar la entrada de ganado, como en
el año 1911, que se fijó la entrada por la calle Real, Rosario y san Blas para
establecerse en los ruedos de la ciudad desde la Cruz de los Muladares, donde
se mantuvo hasta los años sesenta, impidiendo la entrada por la calle Utrilla,
que era uno de los itinerarios más
frecuentes de acceso del ganado.
Las fechas de la feria
A pesar de que sufrió algún
cambio de fecha por las actas de principios del siglo XVIII, la feria se
celebraba desde el seis de septiembre hasta el catorce de septiembre. El
control de la justicia era bastante más riguroso y algunos años como en el 1708
debió verificarse un registro especial entre los labradores. Curiosamente, la
roturación de nuevas tierras en detrimento de la actividad pecuaria va a dar
lugar a que, a partir de ahora, se controlen las transacciones agrarias de
cereales que se llevaba con gran intensidad en la feria. Al mismo tiempo, van a
ser tiempos en los que la Corona continuamente reclame los derechos y
privilegios concedidos de esta actividad, unidos a los del dosel y el
tratamiento de señoría, como síntoma de una época en la que se intentaba
recaudar de las ciudades todo tipo de recursos.
En tiempos de Fernando VI, ya se
iniciaba la feria a partir del día
catorce de septiembre, según pone de manifiesto el catastro de la Ensenada.
En el siglo XIX, va a sufrir
varias transformaciones atendiendo a las fechas de otros pueblos como
Torredonjimeno, hasta fijarse a finales
de siglo el día veintiuno de septiembre, ya que ésta se celebraba por los días
comprendidos entre el ocho y diez. También , hasta el año 1834, respetó la feria
de Noalejo, que acontecía por los días del diez al doce. Y ALCALA iniciaba SU FERIA, a principios de siglo
desde el día quince hasta el veintidós. A FINALES DE SIGLO, quedó
arbitrariamente fijado el día de San Mateo como inicio de la feria en consonancia
con otras ferias provinciales.
Los actos festivos
Si lo económico es lo esencial
de la feria en la sociedad del Antiguo Régimen, lo que llamaban menudencias
conforme avanzamos a la sociedades capitalistas y moderanas comienzan a
predominar; las actividades del ocio y de los servicios van suplantando poco a
poco a la feria ganadera y agrícola.
El concurso de gente daba lugar
al desarrollo y cambio para estas fechas de otras actividades que venían
celebrándose en otras fiestas del año, como son los toros, las veladas
musicales y los espectáculos públicos.
Y aunque en fechas cercanas y
posteriores a la feria solían celebrarse corridas
de toros y fiestas de moros y cristianos, -la mayoría de ellas organizadas
por cofradías o conventos, como las que se hicieron para el dorado del retablo
de la iglesia de Consolación-, en el siglo XIX, una vez que se restableció la
tradición taurina, prohibida por Carlos III, se van a correr toros durante los
días de la feria. Así en el año 182O, llegaron a celebrarse cuatro corridas de
toros, según manifiesta el acta municipal del dos de septiembre. El cartel
taurino, sin embargo, más norma, consistía en dos novilladas durante los días
más importantes de feria.
A lo largo del siglo diecinueve, las bandas militares y grupos musicales van
introducirse en la mayoría de las fiestas con actuaciones. Junto con estas
actuaciones, grupos de cámara, precedentes de las orquestas y conjuntos
musicales, acompañaban los bailes populares en la Plaza del Ayuntamiento y en
la glorieta de la música del Paseo de los Álamos. Poco a poco, estas
actuaciones y bailes, que se iniciaron y celebraron con motivo de algún que
acontecimiento o una celebración nacional, van a extenderse en cualquier día
festivo, y, predominantemente, en la feria. Era el lugar de encuentro público,
donde Los jóvenes trasladaban el
escenario para su la cuita amorosa, el sitio donde el novio se acercaba por
primera vez a a su pretendienta o como me cantaba Dolores López, la novia
cantaba:
Como soy gitanilla
nadie me entiende.
Compraré unas sonajas
que me camelen
ay salero,
a la bin, a la bin, a la bon,
de esta manera lo camelo yo.
Otro elemento de estas fiestas
son los tradicionales paseillos de los gremios y conciertos de las doce en el
Paseo. Sin embargo, se prohibieron los concursos de comparsas o gremios que
representaban mojigangas, tanto procedentes de las aldeas como de los gremios
de la ciudad, por cierto muy frecuentes en la fiesta del Corpus y en la
instauración de los Reyes. Recuerdos de estos son los gigantes y cabezudos, al
mismo tiempo que el reparto de pan a los pobres jornaleros se distribuía por
los comisarios de fiestas en un día señalado de la feria.
También la elevación de globos y fantoches son reminiscencias de los
artilugios y obras que los gremios presentaban para distraer a la gente en
otros períodos. Desde la edad media, este recurso de las invenciones se mantuvo
en nuestra ciudad.
Conforme avanza el siglo, se
observa que el cartel festivo se repite, normaliza y suele estar compuesto por
tres o cuatro veladas musicales, por las
obras de teatro que se representaban en el claustro de Consolación y en el
Teatro Martínez Montañés y por los fuegos artificiales, hoy desaparecidos.
Y, sobre todo, por el Circo en el presente siglo, pues fue
tan impactante la presencia del circo Khrone y sus fieras en nuestras tierras
durante muchos años en la feria de septiembre que todavía recuerdo Los años de
su presencia en la localidad buscando papeletas de descuento o algún enchufe
para entrar gratis. En el año 1928,
hasta el comparsista del gremio de los zapateros, Raimundo le sacó una
copla de su estancia en Granada:
Un matriomnio llegó
a Granada a ver las fieras
y Krone le pidió a él
que si le vendía la suegra.
Es la fiera que me falta
para completar el parque,
metiéndola en esta jaula
es fácil que no se escape.
Alcalá se desplomó
en busca de camiones
y otros se fueron andando
para el ver el circo Krone.
Dicen que es digno de ver
el león y la pantera.
Para qué ir a Granada
habiendo aquí tantas fieras.
Solían acudir bandas de pueblos cercanos como en el 1912, aconteció con la de los
Villares o, maás tarde, la de Martos por
los años veinte. También, todo tipo de trileros, vendedores, riferos,
tomboleros, acemileros, alabarderos, herreros, caldereros, y hasta los
rapasodas y juglares, que convocaban corrillos de persona para
venderle Los pliegos de cordel, mientras iban punteando las viñetas del romance
y pregonaban:
Al alcalde de este pueblo
y también a la autoridad
le pedimos que nos dejen
este
papel explicar.
y al público le rogamos
que escuche con atención
para que vean el milagro
que ha ocurrido en Aragón.
A principios del presente siglo,
la luz, el telégrafo y el cinematógrafo
hace su presencia en nuestra ciudad. Como actividad festiva fue un
acontecimiento público en la feria del año 1912. A partir de aquel momento, las
películas de estreno y los films de mayor aceptación se proyectarán en los
desaparecidoa Teatro Martínez Montañés y
Parque Cinema, aunque en los primeros tiempos fue gratuito y al aire
público.
Los puestos de las casetas fueron una preocupación municipal que
encargó su fabricación al gremio o sociedad de carpinteros para que los
contrataran con motivo de la feria. Finalmente, la iluminación o luz
eléctrica va a ser un elemento esencial de la feria festiva,
contratándose a una compañía granadina
de electricidad. Como dato curioso, en el año 1918 solían contratarse
doscientas treinta y dos bombillas. Con el transcurso del tiempo, el
alumbrado oficial se fijará como una
actividad que inidque el principio de la feria.
El sitio de la feria
Desde tiempo inmemorial ocupaba
el recinto de la venta de ganado el espacio comprendido desde la Puerta de los Álamos hasta la ermita
de la Magdalena, ya que era un lugar adecuado para todo tipo de transacción
económica que se desarrollaba en medio de los caminos de Madrid, de Baena, de
Montefrío y Frailes. Poco a poco, la llegada de comerciantes de mercadurías,
aperos de labranza y de calderería daba lugar a que se ocupara el Llanillo, la
calle Real, el Juego Pelota y parte del camino de Madrid por los Álamos. El
paso y el aumento del número de coches de caballos originaron algún que otro
incidente por la intensidad de tráfico cada vez más numerosa. Y así, el año
1879 se trasladó por primera vez el Paseo de los Álamos, aunque se mantuvieran
tiendas de comercio de forasteros a lo largo del Llanillo, incluso solían alquilarse las dependencias del Palacio
Abacial por aquellos días. Definitivamente, se establece en el Paseo de los Álamos
en el año 1899, para evitar el peligro de peatones que corrían en la carretera
entre Alcaudete y Granada, como manifiesta el acta del trece de septiembre.
Esta ubicación se mantuvo hasta
el año 1983, que se trasladó provisionalmente al recinto ferial de la
Magdalena, y en el año 1988, se inauguraron las excelentes instalaciones que
hoy día disfrutamos los alcalaínos, siendo alcalde Felipe López García. No
obstante la feria genuina del ganado tuvo que adaptarse a los lugares cercanos,
que ofrecían un lugar para el reducido comercio ganadero que todavía se
mantiene entre los pueblos.
Las suspensiones de las ferias
Por su carácter de intercambio comercial y el trasiego de personas, solían transmitirse muchas enfermedades tanto en los ganado como en las personas. De ahí que en cualquier momento de peste, cólera, y enfermedad contagiosa se prohibía cualquier actividad de esta índole para evitar la propagación de una ciudad a otra. Las primeras medidas emanaban de la Corte y, a lo largo de los siglos anteriores al actual, fueron muchos los años que se cerraba la ciudad, no permitiéndose su entrada por las distintas puertas, principalmente la de los Arcos y la Tejuela. Se establecían aduanas a media legua de Alcalá para controlar cualquier llegada de forasteros, al mismo tiempo que se impedía el comercio con otras ciudades. Guardas montados a caballo detenían al que intentara desobedecer las órdenes. En concreto, hay noticias claras y precisas de la prohibición de la feria en el siglo pasado con motivo de la peste del cólera 1884 y por la expansión del cólera del morbo asiático en el año siguiente. Suponía un duro golpe a la economía local por el gran interés económico que representaba en las arcas municipales y en las economías particulares. Con frecuencia el cabildo municipal trataba por todos los motivos de que no se suspendiera si la peste no había afectado en la ciudad, como sucedió en el año 1890 permitiendo las veladas, los teatros y los fuegos artificiales. Muchas veces la autoridad municipal permitía la feria exceptuando la entrada de ganado siempre con la vigilancia de la Guardia Civil. A veces, los munícipes arriesgaban y, a pesar de que los pueblos limítrofes se veían afectados, la mantenían por el bien de la industria, el comercio y la población con la inspección sanitaria del ganado, como sucedió en 1890.
Acontecimientos nacionales
motivaron que en el año 1928, con motivo de la Guerra de África, en Melilla, se
suspendiera la feria empleándose su presupuesto en favor de las familias de los
soldados muertos y de los heridos.
No obstante, en momentos en los
que otras actividades festivas se prohibieron como en la República, la feria de
Septiembre nunca desapareció y seguía considerándose como una actividad
comercial de importancia.
A veces, circunstancias
luctuosas como en el 1956, dio lugar a la interrupción de las actividades
festivas con motivo de la caída de la plaza de toros, donde actuaba nuestro
paisano Morenito de Alcalá entre otros. Incluso hubo años que por tormentas
debió ampliarse el calendario festivo para resarcir a los comerciantes de las
pérdidas ocasionadas. Sin embargo, desde entonces se ha venido celebrando la
feria con una brillante exhibición de colorido y, en los recientes años, con un
nuevo aspecto festivo y alegre, sin que hasta ahora se haya perdido, aunque
solo queden vestigios de lo que fue una de las mayores ferias
de ganado y comercial de Andalucía.
LA
FERIA HOY
Las antiguas barracas, que a principio del siglo XX compró el ayuntamiento para actividades comerciales, se convirtieron en tabernas temporales, en casetas de baile, hasta que recientemente, con el traslado del recinto ferial en el paraje de la Magdalena, se ha culminado el proceso de cambio de una feria comercial, eminentemente, ganadera, en otro tipo de feria de influencia sevillana, quedando como un residuo nostálgico la celebración de la feria de ganado. No voy a aludir a Los cambios de una sociedad, en la que se regulan las relaciones de ocio entre casetas particulares y con la oferta municipal de una caseta abiertapa para todos. Ni tampoco, la presencia de artilugios que han superado a las voladeras o caballicos, de movimiento manual con la mas sofisticada técnica de Los actuales carruseles. Tampoco, la ampliación de la gama de juegos con tómbolas suculentas. Todos vosotros Los podéis contemplar, mi objetivo es otro, hacer ver que la feria es de todos, y yo he sido vuestro portavoz, vuestro pregonero, porque comparto ser uno más entre vosotros en expandir en voz pública, en proclamar, esta Alcalá nueva, hospitalaria y emprendedora, sobre todo, en estos días de feria.Por ello, son dignos de aplaudir todos los intentos que han tratado de mantener la actividad comercial en los diversos momentos de la historia ferial con las exposiciones ganaderas, ferias artesanas, y, recientemente, con la feria de maquinaria agrícola y ganadera y el Salón del desarrollo local recuperando el local del Servicio Nacional del Trigo para desarrollar y proyectar nuestra comarca en el ámbito comercial y económico
Esperando que todos difrutemos
en estos días de descanso, sería interesante que no olvidasemos el gran
componente que tenía la feria de intercambio comercial, entre vecinos y entre
pueblos comarcanos. )No sería interesante que la iniciativa privada recogiera la antorcha
de nuestros antepasados, aunque imaginativamente debiera emprender nuevas
actividades comerciales, dejando al municipio lo que siempre ha ejercido la
seguridad, la organización festiva y la infraestructura, incluso superando con
creces las condiciones tercermundistas de los aaños setenta?.
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