sábado, 21 de septiembre de 2024

P PREGÓN DE LA FERIA DE ALCALÁ LA REAL( 2004)

 

 

PREGÓN DE LA FERIA DE ALCALÁ LA REAL

 

Francisco Martín Rosales

 

     II. ALCALÁ, CIUDAD DE FERIA, DE COMERCIO.

 






























          Alcalá es una ciudad de feria, porque, a lo largo de su historia, Alcalá ha sido, es y siempre será cruce de caminos, un lugar de encuentro de hombres y pueblos, y, sobre todo, el principal paso de Andalucía hacia muchos lugares para feriantes y hombres de comercio. Como diría mi amigo, colega y profesor de la universidad sevillana Pedro Cano Ávila, de que me  hago presentes sus palabras acerca de la importancia que siempre ha tenido este puerto terrestre de entrada de Castilla al reino de Granada:

     Si nos atenemos ahora al valor económico del comercio entre los reinos de Castilla y Granada, y sobre todo a través del puerto de Alcalá la Real, llegaremos a la conclusión de que fue realmente importante”

 

 

     Con esta premisa, siento un regusto especial en pregonar por primera vez las Ferias  de Alcalá la Real. En verdad que mi atrevimiento y mi oferta  han sido desmesurados, y no lo digo por una cortés justicación para ponerme el barro antes que me pique el tabarro, sino que la premura de tiempo, y el hecho de que otros famosos hubieran convertido este acto más popular, más atrayente y más provocativo para la convocatoria de este gran acontecimiento festivo.

Por eso, echo mucho de menos que, aquí, no haya estado presente, con su verbo fluido,  Antonio Banderas hiciera la proclama de las ferias como también la ha pregonado en Málaga, o que el balompédico Raúl hubiera cantado las excelencias de tods nuestros eventos de la Feria deportiva como lo hizo en Madrid. Aún más, le sugiero a la concejala delegada que para próximos años la feria tenga su inicio con la  una cantante de orgen alcalaíno Amaparonoia, pues el éxito lo tendrá asegurado.

     Lejos de otras solemnes ocasiones, que nos ambientaron con el perfume del incienso y la escenografía religiosa adecuada a sustituir lo que era imposible,permitidme que haga honor, en este acto, a nuestra historia e invoque a las musas para que pueda al menos inspirarme a cantar y reivindicar el auténtico origen del pregón. Pues, el pregón nació de la sociedad civil, anunciando todo aquello que quería transmitirse a muchas personas de una población en las que analfabetismo podía ser paliado más que por lo más grande y distintivo del ser  humano, el verbo. Pues los pregones sirvieron para organizar la vida de la comunidad dictando leyes y  órdenes, sea municipales sea  reales o de otros estamentos, o previniendo en guerra a la población ante los embates de los enemigos mediante los alardes, o recabando la solidaridad de los vecinos en las desgracias; en lo económíco, por otro lado, fomentando el comercio entre los pueblos de todo tipo de mercancias, como aquella copla a modo de pregon de Carnaval por parte de una comparsa alcalaína recogía el impacto de la invención de la máquina de coser y su exposición con motivo de la feria a principios de siglo

 

 

Máquinas para coser

ha inventado el inglés,

Máquinas para barrer,

pelar y afeitar.

Máquinas para coser..

A máquina todo

con el tiempo

se ha de hacer.

Hasta para arrancarse habrá

máquinas también.

Y ahora, `preparaos,

máquinas de novedad,

para comer sin cuchara

y brevas sin masticar.

 

 

 

y, cómo no, los pregones anunciaron todo tipo de fiestas. Es decir, el otium y el negotium tuvieron en el pregón el instrumento más adecuado para que el individuo se integrara en la sociedad.

Pues , el pregón no es un lucimiento del que lo dice, sino algo útil para quien va dirigido lo que se pronuncia. Y, en esa línea, espero que sirvan mis palabras, para crear más comunidad, integrarnos cada vez más en nuestra Alcalá, y, como estamos en la feria de Alcalá, para convocar, en nombre del cabildo municipal, a todos Los actos organizados durante estos días festivos.         

 

     PRECEDENTES DE LA FERIA OFICIAL

 

 

     Para analizar el origen, el desarrollo y las características formales de la actual feria de septiembre de Alcalá la Real, hay que remontarse a los siglos pasados que nos pueden aclarar muchos aspectos.

 

Pues  no somos sino un eslabón má de aquellos que nos precedieron. De los hispanos rromanos, que desde sus villas esparcidas en la comarca alcalaína acudíríaan a  las opiida para intercambiarse en el día de feria, en el que se impedía trabajar, productos el trigo por el aceite, la vid por el buey, al mismo tiempo que se fomentaban os sacrificios y los juegos en honor a Hércules.

Y, porqué no, en estos años oscuros de nuestra historia podía ser uno de aquellos sitios de feria y comercio, que cita el Concilio de Elvira, a donde no podían acudir los clérigos por prohibición expresa de uno de sus cánones. Restos paleocristianos los tenemos. 

De nuestro importante pasado medieval, en el que ya hemos comentado algo,  me vienen a la memoria aquellos versos del romance de la Toma de Antequera y la Escaramuza de Alcalá:

    

               La mañana de San Juan

               al tiempo que alboreaba,

               gran fiesta hacen los moros

               por la Vega de Granada.

 

 el primer verso, que confunde la fiesta cristiana de San Juan con la pascua de Asir, se corresponde casualmente con las fechas de nuestra feria de Septiembre y nos remonta a su origen que no sería otro sino la de la mencionada fiesta musulmana que tenía lugar en el mes de  septiembre, en la que la gente de las ciudades acudían al campo a regocijarse con su familia, como dice Ibn Jatib. Y en ella se celebraban juegos de caballos y cañas y los enamorados se engalanaban e iniciaban sus cuitas amorosas  en las fiestas preparadas para dicho día.

Don Iñigo López de Mendoza, el marqués de Santillana, con motivo de la tregua del año 1349 entre el rey castellano Juan II y Muhamad IX, también nos recoge los precedentes comerciales de Alcalá. Pues el primero se obligaba a dejar tres puertos abiertos al comercio en Andalucía: el de Huelma, el de Antequera y el de Alcalá, para que

“en tales puertos los musulmanes, cristianos y  judíos pudieran reunirse a comerciar, con toda seguridad personal   y de comercio, salvo en Los casos de llevar a tierra musulmana animales o artículos prohibidos. como caballos, armas, pan y plata”.

   

Alcalá la   Real fue siempre un lugar de paso  y de intercambio comercial, social y cultural entre los pueblos de los antiguos reinos de Granada, Jaén y Córdoba. Era, en efecto, un cruce de caminos obligado a los diversos tipos de viajeros que cruzaban y recorrían las tierras de  Andalucía o bajaban de Castilla  hacia el reino de Granada. Desde que se instituyó la Corte en Madrid,  a partir del siglo XVII, el camino real era frecuentado por  todos aquellos que se dirigían a Granada o volvían de la capital de España, a través de una importante vía  que  pasaba por el Llanillo alcalaíno. Secretarios, miembros del Consejo de Estado, escribanos de la Corte, abogados, religiosos de las nuevas órdenes y mercaderes   pasaban por la ciudad alcalaína para  pernoctar o, simplemente, de paso  hacia sus destinos en donde debían resolver  los pleitos judiciales en la Chancillería de Granada o los complicados asuntos relacionados con la Corona. Por el camino  de Córdoba,  los viajeros y los comerciantes  de la campiña cordobesa y de las  antiguas tierras de la orden de Calatrava se adentraban  en una extensa red comercial, en la que  grandes grupos de arrieros traficaban el vino, el aceite, el trigo y otros alimentos con destino a la capital granadina y malagueña.  Por otro lado, desde Murcia procedía otra ruta comercial que, además  de comercializar el trigo desde  Totana y los puertos del Mediterráneo a través de Iznalloz, tuvo gran importancia en el abastecimiento de las libras de seda para este tipo de artesanía que fue muy pujante en  Granada, y, también,  en el siglo XVI  y XVII en la comarca alcalaína. Desde Málaga, los playeros, hasta principios de siglo XX, acercaban a los pueblos de Córdoba y Jaén  por un camino que desde  Vélez –Málaga atravesaba la comarca alcalaína y se bifurcaba hacia Priego y el Castillo de Locubín. A todo ello hay que añadir las redes intercomarcales de los mercados de ganado y de productos básicos, cuyo centro más importante  se asentaba por el mes de septiembre en la feria de Noalejo sin olvidar otros caminos de menor trasiego comercial que enlazaban con Montefrío, Castillo de Locubín, Baena, Priego o Moclín. Y, aunque un poco más lejanos, también comunicaban con  los pueblos  del corregimiento: Loja y Alhama de Granada.

Una red básica de ventas y mesones jalonaban estas rutas en La Venta de los Agramaderos, del Carrizal, de Acequia, de Fuente Granada, de la Rábita, y, sobre todo, todas aquellas ubicadas en la calle de los Mesones, cerca de la Mota, y, a partir del siglo XVI en una calle que se convirtió en radial de la ciudad tal cual fue el Llanillo. Curiosamente,  una de aquellas aceras recibía también el nombre  de los Mesones, porque era lugar de posada obligatoria para viajeros y caballerizas en el paso por la ciudad.

No es, pues, extraño que los propios alcalaínos trataran de institucionalizar y fijar en el calendario anual este comercio espontáneo, atendiendo al repertorio ferial de los pueblos del entorno. El primer intento se hizo en tiempos de Felipe IV, en el año 1655, cuando el cabildo municipal solicitó una feria, que comenzara el día de San Agustín a finales del mes de agosto hasta el cuatro de setiembre, aludiendo que era ya una costumbre este tipo de transacciones comerciales, sobre todo, entre los ganaderos de la comarca, y en la que se vendíera, además de las cabezas de ganado, enseres del campo y otras menudencias.

 

Así en el cabildo del diecinueve de abril del 1655, los miembros del ayuntamiento solicitan al rey  que les

dé permiso para que se le conceda feria desde el día de san Agustín hasta el cuatro de septiembre y se pueda cobrar

 

al mismo tiempo recuerdan que era una costumbre de la ciudad dicha actividad comercial, donde vendía, compraba y traficaba animales, enseres del campo y otras menudencias entre los alcalaínos y otros habitantes de pueblos de la comarca por estas fechas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA FERIA DE CARLOS II

 

Es verdad que la feria fue instituida y concedida a la ciudad por Carlos II por cédula concedida  el treinta de julio del año 1588, sin embargo anteriormente está claro que la actividad ferial entendida como comercio se celebraba en nuestra ciudad para servir de sitio de transacción de ganado y productos agrícolas  y otras mercancías a finales del mes de agosto a partir del día de san Agustín.

Cuando Carlos II la reconoció atendió el interés social y económico, pues la comarca se encontraba abatida por la epidemia que por los años 168-1682 había asolado una parte de la comarca, sobre todo, en el Castillo de Locubín, perteneciente a la ciudad de Alcalá la Real. Con la instauración de la feria se pretendía reavivar la decadencia de la economía local afectada por los años  de sequía y la falta de recursos provocados por la decadencia de la industria local, principalmente, la seda que había sufrido el cierre de un gran número de talleres transformadores de la seda. Además, en este año ya era notoria la primacía de la agricultura sobre la ganadería, ya que se habían roturado un gran número de campos para poder afrontar todos los gastos de las empresas locales, derivadas por la política nacional comentada. A todo esto había que añadir  que el pujante comercio del vino ya no tenía una salida en el mercado regional, afectado por los nuevos vinos cordobeses y la competencia de los vinos locales del reino de Granada. Sirva de ejemplo, que el mantenimiento de la dependencia del Castillo de Locubín, entre otras  deudas, provocó una carga financiera enorme en la depauperada hacienda local.

 

 

Años, más tarde, en el 1688, el cabildo del veintiséis de agosto ilustra de los preparativos de la feria que se mantuvieron hasta el año 1984. El sitio quedó fia¡jado de la siguiente manera. Se establecía una aduana, en donde se registraban todos los ganados que venían a la feria, en la puerta del mesón de María Abaastro o en un pasaje que estuviera cercano, lo que durante muchos años fue la posada o cuartel de los Álamos y hoy esquina con calle del abad Palomino. Allí era el sitio donde concurría más gente y estaban preparados dos regidores y jurados, los concejales de hoy, para recibir cualquier denuncia de fraude. Además, disponían cuatro guardas de campo, montados a caballo, hoy sustituidos por la policía municipal y el cuerpo de la guardia civil, que se encargaban de controlar todos los ganados que entraban y salían de la feria. Los forasteros solían poner tiendas que eran controladas por el señor corregidor, el alcalde actual, y los anteriormente nombrados comisarios de ferias para imponerles el impuesto del cuatro por ciento. Este impuesto y toda transacción corrían a cargo de un corredor que no sufría alteración de sus ingresos durante la feria.

 


 

 

Historia de la fiesta

 

A partir del 1688, la feria ea, pues, una importante actividad comercial, y, por lo tanto, no es extraño que cualquier imposición económica recaiga sobre ella. Por eso, el ayuntamiento nombra guardas y hace registros para que se cobre el impuesto denominado cabezón.

Aunque todas estas imposiciones repercutían en los comerciantes y ganaderos, a los habitantes alcalaínos se les libraba de cualquier gasto. Por ello, el señor de Noalejo se quejaba de que debía pagar cuatrocientos ducados a la Corona y además sufría las consecuencias de la coincidencia de fechas con la feria alcalaína, privada por privilegio de todo tipo de alcabalas. De ahí que la feria de Noalejo provocara el primer cambio de fecha retrasando la feria alcalaína hasta el doce de septiembre y respetando la del ocho de septiembre para la del Señorío afectado. No obstante, en el año 1688, todavía hay reminiscencias de la costumbre de celebrar la feria en el mes de agosto y su sugería que se volvieran a la fecha del veintiséis de agosto hasta el doce de septiembre.

Debió ser desde el principio muy populosa la presencia de comarcanos a nuestra feria, porque los  corregidores solían prevenir todo tipo de abastecimiento y seguridad, como el del año 1688 don Manuel Hurtado de Mendoza, que instaba a la ciudad para que la nueva carnicería y la cárcel estuviera preparada para cualquier incidencia. La seguridad la delegaba en el síndico procurador que junto con diez vecinos vigilaban los caminos con armas para prevenir los riesgos de disputas en los tratos. El ramo del viento o, lo que es lo mismo, la actividad comercial sufría la imposición real , que por aquellos tiempos ascendía a mil reales. El abastecimiento de la  ciudad así lo ordenaba:

así acordó que, para que la ciudad esté con el abasto de que necesita, el caballero diputado avise a todos los panaderos para que cada día amase todo lo que se repartiere para cada día haciendo para ello las prevenciones de harina que sean necesarias y a los hornos se les prevenga tengan provisión de leña y a los demás abastecedores de la carnicería el ganado en paraje cercano de calidad, que cualquiera que ahora necesite de hacer matanza se pueda hacer y que los contadores y fieles de la romana asistan desde el amanecer hasta las once de la noche.

 

Tampoco se le olvidaba a los corregidores la actividad de los cazadores, como dicta esta orden suya

todos los cazadores que son de profesión en el lugar que se les prevengan  pongan toda la caza que hubiere en los sitios, señalando  desde el Llanillo hasta la casa de María de Ortiz, y  en la tienda de la calle del Rosario, no permitiéndoseles que ganen más que un cuartillo por pieza.

Se regulaba también el vino que se vendía atendiendo a la calidad y a las medidas que debían estar anteriormente controladas por el almotacén para pagar la sisa de los cientos.

 

 

 

 Aunque,  hasta el año 1688  Carlos II, no concedió el reconocimiento oficial  de la feria, ésta  se celebró de forma ininterrumpida  porque era una fuente de  crear riqueza e ingresos para la Corona por su voraz afán recaudatorio en tiempos de los Austrias Menores con motivo de la deuda del Estado comprometida en  las guerras contra Portugal, Cataluña y Francia. Su ubicación continuó siendo junto a la posada de los Álamos y el dispositivo de control corría a cargo de las autoridades municipales y del corregidor. El tráfico de mercancías consistía en la tradicional  compraventa de ganado, y alimentos,  al mismo tiempo que servía de foco de atracción de diversos tipos de artesanos que acudían a vender los utensilios de labranza y los objetos domésticos. Famosos eran por aquellos tiempos todos los objetos derivados de la calderería y del   cobre de Lucena, así como los buenos vinos de las tierras cordobesas.

Cuando el  corregidor Alfonso Montoya, los miembros del cabildo y el grupo de expertos, que elaboraron el Catastro de la Ensenada, respondieron a la rentabilidad de la feria alcalaína a mediados del siglo XVIII, no debía ofrecer grandes ingresos, o, la menos lo disimularon,a las  arcas municipales, pues la respuesta era de la siguiente manera: .” Hay una feria que se celebra el día 14 de septiembre y sigue los ocho días siguientes y la utilidad, que contempla y  resulta de ella, es para el ramo del viento, la que ascenderá a 1.000 reales que percibe el arrendatario de est ramo, que lo s Pedro Mellado, a quien no pueden considerar alguna por el respecto a tener que pagar rentas provinciales 8.100 reales, en que está arrendado y que no hay otra cosa”.

 

No obstante, la feria ya se encontraba plenamente institucionalizada, y ya se había trasladado la fecha de comienzo, para no hacer competencia a la de Noalejo que se celebraba en los primeros días de septiembre, y había apelado a la Corona  por el impedimento que daba lugar a los ganaderos que acudían a ella. 

Nuevas vicisitudes provocaron que, en el siglo XIX,la ubicación del recinto ferial se ampliara hasta la calle Real, se alquilaran las dependencias del Palacio Abacial para fines comerciales en los días de feria, y que  el Llanillo, la zona anexa a la iglesia de San Antón y el Paseo de los Álamos  se convirtieran en el lugar de la feria. El auge de ésta fue cada vez mayor en una comarca dependiente de la agricultura y de la ganadería  en un porcentaje de más del 80 % de población. A su reclamo acudieron atracciones y divertimentos de  la época, sobre todo, el teatro, y, posteriormente, en estas fechas   se realizaban las sesiones de  cine a partir de principios del siglo XX.

La historia de la feria  es variopinta, pues junto a las transacciones comerciales, surgieron algunos conatos de enfrentamientos entre los cobradores de impuestos y los forasteros,  que obligaban a intervenir a las autoridades públicas. Es un cúmulo de momentos de suspensiones por motivos de salud, sobre todo, en el siglo XIX, en el que afectaron las epidemias a muchas comarcas de Andalucía.

Pero no todo era alegría, sino que la gran masa de jornaleros a veces se veía sumida en la más extrema pobreza, de ahí que un acto obligatorio del programa lo constituyera el reparto de pan entre los pobres por medio de los regidores y comisarios acompañados de los párrocos de la localidad. Comprensible es aquella copla de la murga Terremoto:

 

     Somos cuatro pelagatos

y con más hambre que un mirlo,

como siga España así

no hay quien coja trompitos.

El pobre del director,

más seco que un bacalao,

ya no se acuerda siquiera

el tiempo que no ha tragao.

Y el estómago no sirve

las tripas se le han secao.

Como primera alcaladesa,

autoridad superior,

en el Cauchil o el sacamoños

se celebrará la sesión

y serán provistas todas

de tres Kilos de jabón.

 

 

 Esto se mantuvo hasta los años treinta del presente siglo,  momento que fue transformando  paulatinamente  nuestra feria, que era  una de las de mayor arraigo comercial en una feria festiva en detrimento de la actividad comercial que se generaba a su amparo

 

 

 

 

 

     II. ELEMENTOS FORMALES  DE LA FERIA

 

 

Su origen ganadero y comercial

 

Durante el siglo XVI y XVII, incluso en siglos posteriores, la actividad agropecuaria centraba la mayoría de las actividades económicas de nuestra localidad. En su mayor extensión, los terrenos baldíos y comunales eran pasto  para el gran número de ganados que recorrían todos los inmensos terrenos que abundaban en las sierras del Castillo de Locubín, de san Pedro en la Rábita, la Martina, Frailes y el Camello. A ello había que añadir las dehesas que itinerariamente se acotaban en las Nogueruelas, Charilla, Fuente Álamo, la dehesilla, la Hondonera, Fuente Tétar, Mazuelos, Entretorres y  Mures. Allí se repartían gran número de cabezas de ganado vacuno, mular, yeguar, potros y caballos. No hay datos fidedignos hasta el catastro de la Ensenada sobre la cantidad de reses de los distintos ganaderos, amén de los pequeños rebaños, numerosos por cierto, de ganado ovino, caprino y cerdal en los cortijos particulares. Tal vez, el estudio de los diezmos nos podía aclarar la importancia económica de este ganado en la vida de la ciudad. Pero abundan los conflictos con ganaderos procedentes de los pueblos limítrofes a través de los distintos pleitos entre particulares a la hora de la utilización de los pastos comunales. En los libros de penas de ordenanzas son frecuentes las sanciones y multas de personas, en la mayor parte, porqueros y vaquerizos, que introducían sus ganados en terrenos comunales y particulares antes de que se barbechara. También hay referencias de ganaderos de Martos, Torredonjimeno, Valdepeñas y, sobre todo, de Alcaudete que acudían a nuestros montes en busca del alimento de sus ganados.

En el referido catastro se menciona que en el 1750 existían una manada de yeguas de ciento ochenta cabezas, doscientas de ganado vacuno cerril, nueve mil ovejas, mil quinientos corderos, seis mil quinientas cabras, y tres mil machos, cuatro mil cerdos, trescientas veinticinco vacas domadas, treinta y cinco yuntas de mulas y mulos, y caballos y mil quinientos asnos. Son ya datos tardíos de una época en la que decayó la ganadería en favor de la agricultura, porque se han producido gran cantidad de roturaciones en los Llanos, terrenos de Frailes, Encina Hermosa, Charilla, el Palancares, el Camello, Mures, y otros lugares. Una tercera parte de los terrenos era usada por los vecinos de la ciudad. De todos ellos, la carnicería de la ciudad abastecía a los ciudadanos con trescientos cincuenta carneros anuales, cuarenta vacas, seiscientas ovejas y quince machos. Todo esto daba un excedente que obligaba al comercio entre los ganaderos de la zona que se regulaba en la feria.


Con el paso del tiempo, aun más disminuyó la actividad ganadera, ampliándose la actividad agrícola, debido a la mayor superficie de campos cultivados, que fueron ocupando totalmente las antiguas zonas de dehesas, baldías, muertas y comunales. Esto ocasionó un cambio en la cabaña ganadera en detrimento del ganado vacuno y el aumento de las mulas y los asnos, más aptos para los juegos de yuntas. La revolución  industrial introdujo el uso de la maquinaria en las labores del campo y prácticamente quedaron los antiguos animales como una reliquia dentro de la agricultura y además pocos fueron los ganados y manadas particulares, que por otro tiempo tanto predominaron en la comarca. Todo ello fue afectando a la feria comercial, convirtiéndola desde mediados del siglo XX en una fiesta, testimonialmente comercial, y esencialmente de diversión. Sin embargo su tradición ganadera siempre pervivió obligando, incluso, hasta principios de siglo, a reglamentar la entrada de ganado, como en el año 1911, que se fijó la entrada por la calle Real, Rosario y san Blas para establecerse en los ruedos de la ciudad desde la Cruz de los Muladares, donde se mantuvo hasta los años sesenta, impidiendo la entrada por la calle Utrilla, que era uno  de los itinerarios más frecuentes de acceso del ganado.

 

 

 

Las fechas de la feria

 


A pesar de que sufrió algún cambio de fecha por las actas de principios del siglo XVIII, la feria se celebraba desde el seis de septiembre hasta el catorce de septiembre. El control de la justicia era bastante más riguroso y algunos años como en el 1708 debió verificarse un registro especial entre los labradores. Curiosamente, la roturación de nuevas tierras en detrimento de la actividad pecuaria va a dar lugar a que, a partir de ahora, se controlen las transacciones agrarias de cereales que se llevaba con gran intensidad en la feria. Al mismo tiempo, van a ser tiempos en los que la Corona continuamente reclame los derechos y privilegios concedidos de esta actividad, unidos a los del dosel y el tratamiento de señoría, como síntoma de una época en la que se intentaba recaudar de las ciudades todo tipo de recursos.

  

En tiempos de Fernando VI, ya se iniciaba  la feria a partir del día catorce de septiembre, según pone de manifiesto el catastro de la Ensenada.

En el siglo XIX, va a sufrir varias transformaciones atendiendo a las fechas de otros pueblos como Torredonjimeno,  hasta fijarse a finales de siglo el día veintiuno de septiembre, ya que ésta se celebraba por los días comprendidos entre el ocho y diez. También , hasta el año 1834, respetó la feria de Noalejo, que acontecía por los días del diez al doce. Y ALCALA  iniciaba SU FERIA, a principios de siglo desde el día quince hasta el veintidós. A FINALES DE SIGLO, quedó arbitrariamente fijado el día de San Mateo como inicio de la feria en consonancia con otras ferias provinciales.

 

 

Los actos festivos

 

Si lo económico es lo esencial de la feria en la sociedad del Antiguo Régimen, lo que llamaban menudencias conforme avanzamos a la sociedades capitalistas y moderanas comienzan a predominar; las actividades del ocio y de los servicios van suplantando poco a poco a la feria ganadera y agrícola.

El concurso de gente daba lugar al desarrollo y cambio para estas fechas de otras actividades que venían celebrándose en otras fiestas del año, como son los toros, las veladas musicales y los espectáculos públicos.

Y aunque en fechas cercanas y posteriores a la feria solían celebrarse corridas de toros y fiestas de moros y cristianos, -la mayoría de ellas organizadas por cofradías o conventos, como las que se hicieron para el dorado del retablo de la iglesia de Consolación-, en el siglo XIX, una vez que se restableció la tradición taurina, prohibida por Carlos III, se van a correr toros durante los días de la feria. Así en el año 182O, llegaron a celebrarse cuatro corridas de toros, según manifiesta el acta municipal del dos de septiembre. El cartel taurino, sin embargo, más norma, consistía en dos novilladas durante los días más importantes de feria.

     A lo largo del siglo diecinueve, las bandas militares y grupos musicales van introducirse en la mayoría de las fiestas con actuaciones. Junto con estas actuaciones, grupos de cámara, precedentes de las orquestas y conjuntos musicales, acompañaban los bailes populares en la Plaza del Ayuntamiento y en la glorieta de la música del Paseo de los Álamos. Poco a poco, estas actuaciones y bailes, que se iniciaron y celebraron con motivo de algún que acontecimiento o una celebración nacional, van a extenderse en cualquier día festivo, y, predominantemente, en la feria. Era el lugar de encuentro público, donde Los jóvenes  trasladaban el escenario para su la cuita amorosa, el sitio donde el novio se acercaba por primera vez a a su pretendienta o como me cantaba Dolores López, la novia cantaba:

 

Como soy gitanilla

nadie me entiende.

Compraré unas sonajas

que me camelen

ay salero,

     a la bin, a la bin, a la bon,

     de esta manera lo camelo yo. 

 

Otro elemento de estas fiestas son los tradicionales paseillos  de los gremios y conciertos de las doce en el Paseo. Sin embargo, se prohibieron los concursos de comparsas o gremios que representaban mojigangas, tanto procedentes de las aldeas como de los gremios de la ciudad, por cierto muy frecuentes en la fiesta del Corpus y en la instauración de los Reyes. Recuerdos de estos son los gigantes y cabezudos, al mismo tiempo que el reparto de pan a los pobres jornaleros se distribuía por los comisarios de fiestas en un día señalado de la feria.


También la elevación de globos y fantoches son reminiscencias de los artilugios y obras que los gremios presentaban para distraer a la gente en otros períodos. Desde la edad media, este recurso de las invenciones se mantuvo en nuestra ciudad.

Conforme avanza el siglo, se observa que el cartel festivo se repite, normaliza y suele estar compuesto por tres o cuatro  veladas musicales, por las obras de teatro que se representaban en el claustro de Consolación y en el Teatro Martínez Montañés y por los fuegos artificiales, hoy desaparecidos.

Y, sobre todo, por el Circo en el presente siglo, pues fue tan impactante la presencia del circo Khrone y sus fieras en nuestras tierras durante muchos años en la feria de septiembre que todavía recuerdo Los años de su presencia en la localidad buscando papeletas de descuento o algún enchufe para entrar gratis. En el año 1928,  hasta el comparsista del gremio de los zapateros, Raimundo le sacó una copla de su estancia en Granada:

 

Un matriomnio llegó

a Granada a ver las fieras

y Krone le pidió a él

que si le vendía la suegra.

Es la fiera que me falta

para completar el parque,

metiéndola en esta jaula

 es fácil que no se escape.

Alcalá se desplomó

 en busca de camiones

y otros se fueron andando

para el ver el circo Krone.

Dicen que es digno de ver

el león y la pantera.

Para qué ir a Granada

habiendo aquí tantas fieras.

 

 

 

 Solían acudir bandas de pueblos cercanos como en el 1912, aconteció con la de los Villares o, maás tarde,  la de Martos por los años veinte. También, todo tipo de trileros, vendedores, riferos, tomboleros, acemileros, alabarderos, herreros, caldereros, y hasta los rapasodas y juglares,  que convocaban corrillos de persona para venderle Los pliegos de cordel, mientras iban punteando las viñetas del romance y pregonaban:

 

     Al alcalde de  este pueblo

     y también a la autoridad

     le pedimos que nos dejen

 este papel explicar.

     y al público le rogamos

     que escuche con atención

     para que vean el milagro

     que ha ocurrido en Aragón.

 

A principios del presente siglo, la luz, el telégrafo y el cinematógrafo hace su presencia en nuestra ciudad. Como actividad festiva fue un acontecimiento público en la feria del año 1912. A partir de aquel momento, las películas de estreno y los films de mayor aceptación se proyectarán en los desaparecidoa Teatro Martínez Montañés y  Parque Cinema, aunque en los primeros tiempos fue gratuito y al aire público.

Los puestos de las casetas fueron una preocupación municipal que encargó su fabricación al gremio o sociedad de carpinteros para que los contrataran con motivo de la feria. Finalmente, la iluminación o luz eléctrica va a ser un elemento esencial de la feria festiva, contratándose a una compañía  granadina de electricidad. Como dato curioso, en el año 1918 solían contratarse doscientas treinta y dos bombillas. Con el transcurso del tiempo, el alumbrado  oficial se fijará como una actividad que inidque el principio de la feria. 

              

El sitio de la feria

 

Desde tiempo inmemorial ocupaba el recinto de la venta de ganado el espacio comprendido  desde la Puerta de los Álamos hasta la ermita de la Magdalena, ya que era un lugar adecuado para todo tipo de transacción económica que se desarrollaba en medio de los caminos de Madrid, de Baena, de Montefrío y Frailes. Poco a poco, la llegada de comerciantes de mercadurías, aperos de labranza y de calderería daba lugar a que se ocupara el Llanillo, la calle Real, el Juego Pelota y parte del camino de Madrid por los Álamos. El paso y el aumento del número de coches de caballos originaron algún que otro incidente por la intensidad de tráfico cada vez más numerosa. Y así, el año 1879 se trasladó por primera vez el Paseo de los Álamos, aunque se mantuvieran tiendas de comercio de forasteros a lo largo del Llanillo, incluso solían  alquilarse las dependencias del Palacio Abacial por aquellos días. Definitivamente, se establece en el Paseo de los Álamos en el año 1899, para evitar el peligro de peatones que corrían en la carretera entre Alcaudete y Granada, como manifiesta el acta del trece de septiembre.

Esta ubicación se mantuvo hasta el año 1983, que se trasladó provisionalmente al recinto ferial de la Magdalena, y en el año 1988, se inauguraron las excelentes instalaciones que hoy día disfrutamos los alcalaínos, siendo alcalde Felipe López García. No obstante la feria genuina del ganado tuvo que adaptarse a los lugares cercanos, que ofrecían un lugar para el reducido comercio ganadero que todavía se mantiene entre los pueblos.

 

 

 


Las suspensiones de las ferias

 

 

Por su carácter de intercambio comercial y el trasiego de personas, solían transmitirse muchas enfermedades tanto en los ganado como en las personas. De ahí que en cualquier momento de peste, cólera, y enfermedad contagiosa se prohibía cualquier actividad de esta índole para evitar la propagación de una ciudad a otra. Las primeras medidas emanaban de la Corte y, a lo largo de los siglos anteriores al actual, fueron muchos los años que se cerraba la ciudad, no permitiéndose su entrada por las distintas puertas, principalmente la de los Arcos y la Tejuela. Se establecían aduanas a media legua de Alcalá para controlar cualquier llegada de forasteros, al mismo tiempo que se impedía el comercio con otras ciudades. Guardas montados a caballo detenían al que intentara desobedecer las órdenes. En concreto, hay noticias claras y precisas de la prohibición de la feria en el siglo pasado con motivo de la peste del cólera 1884 y por la expansión del cólera del morbo asiático en el año siguiente. Suponía un duro golpe a la economía local por el gran interés económico que representaba en las arcas municipales y en las economías particulares. Con frecuencia el cabildo municipal trataba por todos los motivos de que no se suspendiera si la peste no había afectado en la ciudad, como sucedió en el año 1890 permitiendo las veladas, los teatros y los fuegos artificiales. Muchas veces la autoridad municipal permitía la feria exceptuando la entrada de ganado siempre con la vigilancia de la Guardia Civil.  A veces, los munícipes arriesgaban y, a pesar de que los pueblos limítrofes se veían afectados, la mantenían por el bien de la industria, el comercio y la población con la inspección sanitaria del ganado, como sucedió en 1890.










Acontecimientos nacionales motivaron que en el año 1928, con motivo de la Guerra de África, en Melilla, se suspendiera la feria empleándose su presupuesto en favor de las familias de los soldados muertos y de los heridos.

No obstante, en momentos en los que otras actividades festivas se prohibieron como en la República, la feria de Septiembre nunca desapareció y seguía considerándose como una actividad comercial de importancia.

A veces, circunstancias luctuosas como en el 1956, dio lugar a la interrupción de las actividades festivas con motivo de la caída de la plaza de toros, donde actuaba nuestro paisano Morenito de Alcalá entre otros. Incluso hubo años que por tormentas debió ampliarse el calendario festivo para resarcir a los comerciantes de las pérdidas ocasionadas. Sin embargo, desde entonces se ha venido celebrando la feria con una brillante exhibición de colorido y, en los recientes años, con un nuevo aspecto festivo y alegre, sin que hasta ahora se haya perdido, aunque solo queden vestigios de lo que fue una de las mayores ferias de ganado y comercial de Andalucía.

 

     LA FERIA HOY

 

Las antiguas barracas, que a principio del siglo XX compró el ayuntamiento para actividades comerciales, se convirtieron en tabernas temporales,  en casetas de baile,  hasta que recientemente, con el traslado del recinto ferial en el paraje de la Magdalena,  se ha culminado el proceso de cambio de una feria comercial, eminentemente, ganadera, en otro tipo de feria de influencia sevillana, quedando como un residuo nostálgico  la celebración de la feria de ganado. No voy a aludir a Los cambios de una sociedad, en la que se regulan las relaciones de ocio entre casetas particulares y con la oferta municipal de una caseta abiertapa para todos. Ni tampoco, la presencia de artilugios que han superado a las voladeras o caballicos, de movimiento manual con la mas sofisticada técnica de Los actuales  carruseles. Tampoco, la ampliación de la gama de juegos con tómbolas suculentas. Todos vosotros Los podéis contemplar, mi objetivo es otro, hacer ver que la feria es de todos, y yo he sido vuestro portavoz, vuestro pregonero, porque comparto ser uno más entre vosotros en expandir en voz pública, en proclamar, esta Alcalá nueva, hospitalaria y emprendedora, sobre todo, en estos días de feria.Por ello, son dignos de aplaudir todos los intentos que han tratado de mantener la actividad comercial en los diversos momentos de la historia ferial con las exposiciones ganaderas, ferias artesanas,  y, recientemente, con la feria de maquinaria agrícola y ganadera y el Salón del desarrollo local  recuperando el local del Servicio Nacional del Trigo para desarrollar y proyectar nuestra comarca en el ámbito comercial y económico

 

Esperando que todos difrutemos en estos días de descanso, sería interesante que no olvidasemos el gran componente que tenía la feria de intercambio comercial, entre vecinos y entre pueblos comarcanos. )No sería interesante que la iniciativa privada recogiera la antorcha de nuestros antepasados, aunque imaginativamente debiera emprender nuevas actividades comerciales, dejando al municipio lo que siempre ha ejercido la seguridad, la organización festiva y la infraestructura, incluso superando con creces las condiciones tercermundistas de los aaños setenta?.

    

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