LAS CORRIDAS DE
TOROS EN EL LLANILLO . PRIMER AÑO 1621
Las corridas de toros no eran una
actividad festiva exclusiva de la feria de septiembre (celébrese por San
Agustín, la Natividad de la Virgen o San Mateo), sino que en Alcalá la Real
desde tiempo inmemorial se celebraron corridas desde principios del siglo XVI en varios momentos del año.
Solía acontecer este acontecimiento taurino como una de las actividades de
los hidalgos cuadrilleros (alcalaínos y forasteros) que
subían a la Plaza de la Mota para montar espectáculos de toros y
cañas, alcancía, y otros divertimientos. Las festividades de Santiago, San Juan
,y la Virgen de Agosto (la Asunción
de la Virgen y, posteriormente, la Virgen de las Mercedes a partir del siglo
XVII) son las fechas más ordinarias de celebración. Pero esto no impide que,
con motivo de las festividades extraordinarias, también tengan lugar
estos actos festivos. Se hace por la proclamación de los reyes, la visita de un
personaje, la llegada del abad o del corregidor, las celebraciones de tratados,
paces, o victorias nacionales. También, las cofradías consiguieron fondos con
los toros. Así los ganaderos, muy legados con la Virgen
de Guadalupe, celebraron esta fiesta en 1645.
Alcalá la Real contó con estos lugares
de desarrollar la lidia de toros: en la
plaza Alta de la fortaleza de la Mota, en los aledaños de la fuente de la
Mora Nueva y en la Plaza del Ayuntamiento.
EN LA PLAZA ALTA DE LA FORTALEZA DE LA MOTA
Ante el escribano Felipe Pérez (Legajo 4817. folio 58. Año 1618), se
levantó un documento sobre una tragedia taurina de aquellos tiempos. En 28 de
agosto del mismo año, Francisco Serrano, administrador de su menor
Francisco Serrano, se querelló con el carpintero Sebastián de Robles de
una famosa familia de este oficio artesano en un auto judicial. Y así lo
explica el maestro cardador Serrano:" en razón de que había
poco más de dos meses estando con otras gentes en la fiesta de unos toros
que se hicieron en la plaza pública de la ciudad, en un andamio que Sebastián
de Robles había fecho, se hundió y se
cayó toda la gente que estaban con él , y con la madera se
lastimó e hirió el dicho Francisco en la pierna derecha, que ha
estado curándose de la dicha herida y el más dello curándole Juan del Olmo
cirujano ".
Nos describe la gradería de tablas como los cosos portátiles, donde se subía el pueblo y las ventanas de los edificios públicos ( cabildo, escribanías, hospital, iglesia...) y de las casas nobiliarias se reservaban a los cargos y miembros privilegiados. El coso se montaba en la Plaza alta de la Mota, con los palos de la barrera que salvaban del peligro, hasta tal punto que se gastaban unas 30 vigas, 31 palo de tijera, 40 vigas rollizas y aserradizas
Las ventanas de las Casas de Cabildo y de los corredores de las tiendas de escribanía y de la ciudad, la casa del corregidor y otras casas de la plaza se empleaban para ver los toros ateniéndose a un protocolo que iba del corregidor hasta el alguacil pasando por abad, alcalde mayor, regidores, jurados y notarias y familia. El anís y los dulces corrían durante la fiesta.
A partir del juego de cañas, que iniciaban la fiesta con sus desfiles de cuadrillas de caballeros y de soldados de la ciudad, en los toros predominaba la “lanzada a caballo” lo que es el rejoneo, este reservado a hidalgos y caballeros y a pie “capeo” para las personas no privilegiadas con la que se daban seis capeos sin que se produjera accidente alguno a l toro.
Existían ganaderías en la ciudad, como
la del cura Francisco Jiménez. En esta corrida el toro se llamaba “El labrador”.
Solían hasta burlarse ochos toro, cuatro pagaban los menuderos o carniceros de
la ciudad por vender carne en las carnicerías de la Mota, tasa en especie por
comercio.
Ante la tragedia, respondía de las responsabilidades, y se manifiesta en
el documento. "Visto y considerado que el negocio fue casual, y no hubo
dolo ni malicia por el dicho Sebastián de Robles". Ante un afectado
como Francsico Serrano respondía o podía responder con la cárcel del encargado
de los tendidos, o, como acontece en muchos pleitos:"por servicio de
Dios Nuestro Señor le quiere perdonar". Solo, pretendía una
indemnización:" con que las dietas y melecinas que ha gastado hasta hoy ,
le dé el dicho Sebastián de Robles ocho ducados". Y las consecuencias
graves se afrontaban " Y si el dicho Francisco Serrano de la dicha
herida y causa quedare cojo o torpe, le pagará los intereses y menoscabos que
su persona tuviere con la declaración de dos cirujanos, uno nombrado por
cada parte". Con estas condiciones el padre declaraba que perdonaba
y desiste y se aparta de la querella contra Sebastián de Robles. Y pedía que no
se le aplicara ningún derecho civil y no se procediera civil ni
criminalmente contra el carpintero, y así lo aceptó con todos los requisitos
obteniendo el perdón.
Es curioso que siempre solía destacarse un
toro para el evento, aunque hay datos de otras corridas en las que llegaron a
torearse seis. Un documento del 13 de junio de 1620 ( legajo 2660 Luis Méndez
de Castilla) nos describe el entorno de este acontecimiento. Por un lado,
el pastor Pedro Pérez de Castilla se comprometía ante el corregidor para
presentar un toro en la fiesta de San Pedro, El pastor nos ilustra de la
ganadería. la vacada de Salvador Jiménez, que tenía a su cargo el vaquero, el
mayoral. Blas
de Escamilla, y pastoreaba por tierras
alcalaínas. El corregidor Gonzalo de Hoces, o un representante o delegado
era el organizador de la fiesta de toros y otros actos. Por tanto el pastor
debía presentarle el toro, por cierto, berreando y no hubiera menoscabo. La
plaza de toros se encontraba em la plaza alta de la Mota, donde se levantaban
tendidos, barreras, toril; se utilizaban las ventanas y tejados de los
corredores de las tiendas, casas de cabildo y del corregidor e hidalgos se
utilizaban como graderío reservando los más oficiales para cargos públicos
LAS FIESTAS DE TOROS EN EL LLANILLO
Las fiestas de toros se trasladaron en 1621 al Llanillo ( a la Plaza actual de la Mora) . Es la primera vez que bajaron al llano. Por un documento del escribano Gerónimo Ramírez (legajo 4969 , folio 261), el regidor Cristóbal Méndez Zamorano se obligaba ante Cristóbal Ruiz 25 ducados por un toro cuatreño para las fiestas (el contrato es de 21 de junio) . Y este es el dato de la localización de la plaza” puesto en el Llanillo , en el toril, con ochos capeos” queales y los demás que para las fiestas entraren si les vinieren algún daño o perjuicio, se obligaban a pagarlo.
Los años posteriores reflejan la permanencia de la fiesta de toros en este lugar, y , en 1625, se comprometían los ganaderos a ofrecer un toro para matarlo y darle capeos por el día de Nuestra Señora de Guadalupe en el mes de septiembre (LEGAJO 4998, folio 617, septiembre 1616). Lo mismo a aconteció en 1627. En 1627, Juan Pérez de Valenzuela, concertó con Juan de Peñalver un toro y cuatro capeos con motivo de las fiestas de Nuestra Señora de las Mercedes.
Tenemos datos de otra corrida de toros, que
ya se celebraba en 1707, se programa la
celebración de una corrida con motivo del parto de la Reina, aunque luego la
fiesta no llegó a celebrarse SÓLO espiritualmente..[1]En el año 1725 , el día uno y dos se celebraron dos corridas
de toros con motivo del Tratado de Viena, en la que se mataron y corrieron doce
toros cada día y asistió la ciudad en público y quebrándose con ellos lanzillas
burlescas.
No sólo el ayuntamiento organizaba corridas de
toros sino que las cofradías y hermandades trataban de recaudar fondos con este
espectáculo.
LAS FIESTAS DE LOS TOROS EN LA PLAZA DEL AYUNTAMIENTO
En el siglo XVIII se celebraron las fiestas de toros en la plaza del
Ayuntamiento actual hasta el siglo XIX en el claustro de San
Francisco para acabar en el XX en la Magdalena.
A
lo largo del siglo XVIII, decayeron mucho en este siglo. El once de agosto de
1737, la cofradía de la Humildad organizó una corrida para el buen culto de la
imagen. Un requisito que se mantuvo y hasta dio lugar a una ordenanza aprobada
por el Rey fue la designación de los sitios en las Casas de Cabildo y de la
Pescadería para los miembros del cabildo y de su familias.
A finales del siglo hubo muchas restricciones, que
no se recuperaron hasta despues de los franceses en elaño 1813.
No obstante, el año 1836, hubo ocho corridas de
novillos en beneficio de la Guardia Nacional de Infantería y dos corridas para
la fábrica de la Iglesia. Todo se realizaó con el apercibimiento del control
del orden público por la autoridad, y bajo el servicio de la Guardia Nacional.[2]
Las fiestas de toros se trasladaron a
mediados del siglo XVII al Llanillo ( a la Plaza actual de la
Mora) en el siglo XVIII en la plaza del Ayuntamiento actual hasta el
siglo XIX en el claustro de San Francisco para acabar en el XX en la
Magdalena. Y, tras las dos tragedias renacieron las corridas de toros, y hubo
hasta dos toreros de la tierra y algunos novilleros. La Sierra Sur siempre se
manifestó muy taurina, a pesar de la tragedia de estos dos acontecimientos que
conozcamos.
IV EN SAN FRANCISCO
Con
motivo de la desamortización de Mendizabal, el monasterio de San Francisco de
la Observancia pasó a manos privadas. Quedaron en pie algunos edificios de
vivienda: celdas, refectorio, corredores; templo, sacristía y otras
dependencias. Se les adjudicaron a varios vecinos de la ciudad en nueve partes,
tres para Vicente García Ibáñez, tres para José Montañés, una para Vicente
García Taheño, y dos para Antonio Arjona. En concreto, el 18 de marzo de
1856 se firmó un contrato de venta de estas dos partes que pasaron al hacendado
liberal Juan de la Cruz Sánchez Cañete, persona que había adquirido más
posesiones en este proceso desamortizado. Las cláusulas del documento son muy
interesantes. Reflejan claramente que la plaza de toros se hallaba inclusa en
el exconvento de San Francisco, en concreto por la zona del claustro, cuyos
corredores se transformaron en el graderío, y la parte central en el coso.
Como es lógico, se
celebraban corridas de toros a la manera de principios de siglo. Y prosiguieron
hasta los años treinta, Acontecimientos nacionales motivaron que, en el año 1928, con motivo de la Guerra de
África, en Melilla, se suspendiera la feria empleándose su presupuesto en favor
de las familias de los soldados muertos y de los heridos.
No obstante, en momentos en los que otras actividades festivas se prohibieron
como en la República, la feria de septiembre nunca desapareció y seguía
considerándose como una actividad comercial de importancia.
A veces, circunstancias luctuosas como en el 1956, dio lugar a la
interrupción de las actividades festivas con motivo de la caída de la plaza de
toros.
Por otro lado, el edificio quedó en ruinas, y no se salvó hasta hace un año
una parte de una habitación adosada a la cabecera de la iglesia. Hoy, la plaza
de toros es un huerto urbano y el resto son casas adosadas, unas en pie y
otras en ruina.
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