LA FERIA DE ALCALÁ LA REAL
Francisco Martín Rosales
Para analizar el origen, el
desarrollo y las características formales de la actual feria de septiembre de
Alcalá la Real, hay que remontarse a los siglos pasados que nos pueden aclarar
muchos aspectos.
Su origen ganadero y comercial
Durante el siglo XVI y XVII,
incluso en siglos posteriores, la actividad agropecuaria centraba la mayoría de
las actividades económicas de nuestra localidad. En su mayor extensión, los
terrenos baldíos y comunales eran pasto
para el gran número de ganados que recorrían todos los inmensos terrenos
que abundaban en las sierras del Castillo de Locubín, de san Pedro en la
Rábita, la Martina, Frailes y el Camello. A ello había que añadir las dehesas
que itinerariamente se acotaban en las Nogueruelas, Charilla, Fuente Álamo, la
dehesilla, la Hondonera, Fuente Tétar, Mazuelos, Entretorres y Mures. Allí se repartían gran número de
cabezas de ganado vacuno, mular, yeguar, potros y caballos. No hay datos
fidedignos hasta el catastro de la Ensenada sobre la cantidad de reses de los
distintos ganaderos, amén de los pequeños rebaños, numerosos por cierto, de
ganado ovino, caprino y cerdal en los cortijos particulares. Tal vez, el
estudio de los diezmos nos podía aclarar la importancia económica de este
ganado en la vida de la ciudad. Pero abundan los conflictos con ganaderos
procedentes de los pueblos limítrofes a través de los distintos pleitos entre
particulares a la hora de la utilización de los pastos comunales. En los libros
de penas de ordenanzas son frecuentes las sanciones y multas de personas, en la
mayor parte, porqueros y vaquerizos, que introducían sus ganados en terrenos
comunales y particulares antes de que se barbechara. También hay referencias de
ganaderos de Martos, Torredonjimeno, Valdepeñas y, sobre todo, de Alcaudete que
acudían a nuestros montes en busca del alimento de sus ganados.
En el referido catastro se
menciona que en el 1750 existían una manada de yeguas de ciento ochenta
cabezas, doscientas de ganado vacuno cerril, nueve mil ovejas, mil quinientos
corderos, seis mil quinientas cabras, y tres mil machos, cuatro mil cerdos,
trescientas veinticinco vacas domadas, treinta y cinco yuntas de mulas y mulos,
y caballos y mil quinientos asnos. Son ya datos tardíos de una época en la que
decayó la ganadería en favor de la agricultura, porque se han producido gran
cantidad de roturaciones en los Llanos, terrenos de Frailes, Encina Hermosa,
Charilla, el Palancares, el Camello, Mures, y otros lugares. Una tercera parte de
los terrenos era usada por los vecinos de la ciudad. De todos ellos, la
carnicería de la ciudad abastecía a los ciudadanos con trescientos cincuenta
carneros anuales, cuarenta vacas, seiscientas ovejas y quince machos. Todo esto
daba un excedente que obligaba al comercio entre los ganaderos de la zona que
se regulaba en la feria.

FOTO DE PACOMURES
Con el paso del tiempo, aun más
disminuyó la actividad ganadera, ampliándose la actividad agrícola, debido a la
mayor superficie de campos cultivados, que fueron ocupando totalmente las
antiguas zonas de dehesas, baldías, muertas y comunales. Esto ocasionó un
cambio en la cabaña ganadera en detrimento del ganado vacuno y el aumento de
las mulas y los asnos, más aptos para los juegos de yuntas. La revolución industrial introdujo el uso de la maquinaria
en las labores del campo y prácticamente quedaron los antiguos animales como
una reliquia dentro de la agricultura y además pocos fueron los ganados y
manadas particulares, que por otro tiempo tanto predominaron en la comarca.
Todo ello fue afectando a la feria comercial, convirtiéndola desde mediados del
siglo XX en una fiesta, testimonialmente comercial, y esencialmente de
diversión. Sin embargo su tradición ganadera siempre pervivió obligando,
incluso, hasta principios de siglo, a reglamentar la entrada de ganado, como en
el año 1911, que se fijó la entrada por la calle Real, Rosario y san Blas para
establecerse en los ruedos de la ciudad desde la Cruz de los Muladares, donde
se mantuvo hasta los años sesenta, impidiendo la entrada por la calle Utrilla,
que era uno de los itinerarios más
frecuentes de acceso del ganado.
Precedentes de la feria
Es verdad que la feria fue
instituida y concedida a la ciudad por Carlos II por cédula concedida el treinta de julio del año 1588, sin embargo
anteriormente se celebraba en nuestra ciudad para servir de sitio de
transacción de ganado y productos agrícolas
y otras mercancías a finales del mes de agosto y a partir del día de san
Agustín. Así en el cabildo del diecinueve de abril del 1655, los miembros del
ayuntamiento solicitan al rey que les
“dé permiso para que se le conceda feria
desde el día de san Agustín hasta el cuatro de septiembre y se pueda cobrar”
al mismo tiempo recuerdan que
era una costumbre de la ciudad dicha actividad comercial, donde vendía,
compraba y traficaba animales, enseres del campo y otras menudencias entre los
alcalaínos y otros habitantes de pueblos de la comarca por estas fechas.
Años, más tarde, en el 1688, el
cabildo del veintiséis de agosto, una vez declarada ya como una concesión
oficial, ilustra de los preparativos de la feria que se mantuvieron hasta el
año 1984. Se establecía una aduana, en donde se registraran todos los ganados
que vinieran a la feria, en la puerta del mesón de María Abaastro o en un pasaje
que estuviera cercano, lo que durante muchos años fue la posada o cuartel de
los Álamos y hoy esquina con calle del abad Palomino. Allí era el sitio donde
concurría más gente y estaban preparados dos regidores y jurados, los
concejales de hoy, para recibir cualquier denuncia de fraude. Además, disponían
cuatro guardas de campo, montados a caballo, hoy sustituidos por la policía
municipal y el cuerpo de la guardia civil, que se encargaban de controlar todos
los ganados que entraban y salían de la feria. Los forasteros solían poner
tiendas que eran controladas por el señor corregidor, el alcalde actual, y los
anteriormente nombrados comisarios de ferias para imponerles el impuesto del
cuatro por ciento. Este impuesto y toda transacción corrían a cargo de un corredor
que no sufría alteración de sus ingresos durante la feria.

Historia de la fiesta
A partir del 1688, la feria es
una importante actividad comercial, y, por lo tanto, no es extraño que
cualquier imposición económica recaiga sobre ella. Por eso, el ayuntamiento
nombra guardas y hace registros para que se cobre el impuesto denominado cabezón.
Aunque todas estas imposiciones
repercuten en los comerciantes y ganaderos, a los habitantes alcalaínos se les
libraba de cualquier gasto. Por ello, el señor de Noalejo se queja de que debe
pagar cuatrocientos ducados a la Corona y además sufre las consecuencias de la
coincidencia de fechas con la feria alcalaína, privada por privilegio de todo
tipo de alcabalas. De ahí que la feria de Noalejo provoque el primer cambio de
fecha retrasando la feria alcalaína hasta el doce de septiembre y respetando la
del ocho de septiembre para la del Señorío afectado. No obstante, en el año
1698, todavía hay reminiscencias de la costumbre de celebrar la feria en el mes
de agosto y su sugiere que se vuelvan a las fechas del veintiséis de agosto
hasta el doce de septiembre. Debió ser desde el principio muy populosa la
presencia de comarcanos a nuestra feria, porque los corregidores solían prevenir todo tipo de
abastecimiento y seguridad, como el del año 1688 don Manuel Hurtado de Mendoza,
que insta a la ciudad para que la nueva carnicería y la cárcel esté preparada
para cualquier incidencia. La seguridad la delegaba en el síndico procurador
que junto con diez vecinos vigilaban los caminos con armas para prevenir los
riesgos de disputas en los tratos. El ramo del viento o, lo que es lo mismo, la
actividad comercial sufría la imposición real , que por aquellos tiempos
ascendía a mil reales. El abastecimiento de la
ciudad así lo ordenaba:
así acordó que, para que la ciudad esté con
el abasto de que necesita, el caballero diputado avise a todos los panaderos
para que cada día amase todo lo que se repartiere para cada día haciendo para
ello las prevenciones de harina que sean necesarias y a los hornos se les
prevenga tengan provisión de leña y a los demás abastecedores de la carnicería
el ganado en paraje cercano de calidad, que cualquiera que ahora necesite de
hacer matanza se pueda hacer y que los contadores y fieles de la romana asistan
desde el amanecer hasta las once de la noche.
Tampoco se le olvidaba a los
corregidores la actividad de los cazadores, como dice esta orden suya
todos los cazadores que son de profesión en
el lugar que se les prevengan pongan toda la caza que hubiere en los sitios, señalando
desde el Llanillo hasta la casa de María de
Ortiz, y en la tienda de la calle del
Rosario, no permitiéndoseles que ganen más que un cuartillo por pieza.
Se regulaba el vino que se
vendía atendiendo a la calidad y a las medidas que debían estar anteriormente
controladas por el almotacén para pagar la sisa de los cientos.
Las fechas dela feria
A pesar de que sufrió algún
cambio de fecha por las actas de principios del siglo XVIII, la feria se
celebraba desde el seis de septiembre hasta el catorce de septiembre. El
control de la justicia era bastante más riguroso y algunos años como en el 1708
debió verificarse un registro especial entre los labradores. Curiosamente, la
roturación de nuevas tierras en detrimento de la actividad pecuaria va a dar
lugar a que, a partir de ahora, se controlen las transacciones agrarias de
cereales que se llevaba con gran intensidad en la feria. Al mismo tiempo, van a
ser tiempos en los que la Corona continuamente reclame los derechos y privilegios
concedidos de esta actividad, unidos a los del dosel y el tratamiento de
señoría, como síntoma de una época en la que se intentaba recaudar de las
ciudades todo tipo de recursos.
En tiempos de Fernando VI, ya se
iniciaba la feria a partir del día
catorce de septiembre, según pone de manifiesto el catastro de la Ensenada.
En el siglo XIX, va a sufrir
varias transformaciones atendiendo a las fechas de otros pueblos como
Torredonjimeno hasta fijarse a finales
de siglo el día veintiuno de septiembre, ya que ésta se celebraba por los días
comprendidos entre el ocho y diez. También , hasta el año 1834, respetó la
feria de Noalejo, que acontecía por los días del diez al doce. Y se iniciaba, a
principios de siglo desde el día quince hasta el veintidós.
Los actos festivos
El concurso de gente daba lugar
al desarrollo de otras actividades que venían celebrándose en otras fechas
festivas del año, como son los toros, las veladas musicales y los espectáculos
públicos. Y aunque en fechas cercanas y posteriores a la feria solían
celebrarse corridas de toros y fiestas de moros y cristianos, -la mayoría de
ellas organizadas por cofradías o conventos, como las que se hicieron para el
dorado del retablo de la iglesia de Consolación-, en el siglo XIX, una vez que
se restableció la tradición taurina, prohibida por Carlos III, se van a correr
toros durante los días de la feria. Así en el año 182O, llegaron a celebrarse
cuatro corridas de toros, según manifiesta el acta del dos de septiembre. Lo
normal eran dos novilladas en los días más importantes de feria.
Durante este mismo siglo diecinueve, las
bandas militares y grupos musicales van introducirse en la mayoría de las
fiestas con actuaciones. Se acompañaban de bailes populares en la Plaza del
Ayuntamiento y en la glorieta de la música del Paseo de los Álamos. Poco a
poco, estas actuaciones y bailes, que se
iniciaron y celbraron con motivo de algún que acontecimiento o una celebración
nacional, van a extenderse en cualquier día festivo, y, predominantemente, en
la feria.
Otro elemento de estas fiestas
son los tradicionales paseillos y conciertos de las doce en el Paseo. Sin
embargo, se prohibieron los concursos de comparsas o gremios que representaban
mojigangas, tanto procedentes de las aldeas como de los gremios de la ciudad,
por cierto muy frecuentes en la fiesta del Corpus y en la instauración de los
Reyes. Recuerdos de estos son los gigantes y cabezudos, al mismo tiempo que el
reparto de pan a los pobres jornaleros se distribuía por los comisarios de fiestas
en un día señalado de la feria.
También la elevación de globos y
fantoches son reminiscencias de los artilugios y obras que los gremios
presentaban para distraer a la gente en otros períodos. Desde la edad media,
este recurso de las invenciones se mantuvo en nuestra ciudad.
Conforme avanza el siglo, se
observa que el cartel festivo se repite, normaliza y suele estar ocupado por
tres o cuatro veladas musicales, los
teatros que se representaban en el claustro de Consolación y en el Teatro
Martínez Montañés y los fuegos artificiales, hoy desaparecidos. Solían acudir
bandas de pueblos cercanos como en el 1912, aconteció con la de los Villares o
la de Martos por los años veinte.
A principios del presente siglo,
el cinematógrafo hace su presencia en nuestra ciudad y fue un acontecimiento
público en la feria del año 1912. A partir de aquel momento, las películas de
estreno y los films de mayor aceptación se proyectarán en nuestro Parque
Cinema, aunque en los primeros tiempos fue gratuito.
Los puestos de las casetas
fueron una preocupación municipal que encargó su fabricación al gremio o
sociedad de carpinteros para que los contrataran con motivo de la feria.
Finalmente, la luz va a ser un elemento esencial de la feria festiva,
contratándose a una compañía granadina
de electricidad. Como dato curioso, en el año 1918 solían contratarse
doscientas treinta y dos bombillas. Con el transcurso del tiempo, el
alumbrado oficial se fijará como una
actividad que inidque el principio de la feria.
El sitio de la feria
Desde tiempo inmemorial ocupaba
el recinto de la venta de ganado el espacio comprendido desde la Puerta de los Álamos hasta la ermita
de la Magdalena, ya que era un lugar adecuado para todo tipo de transacción
económica que se desarrollaba en medio de los caminos de Madrid, de Baena, de
Montefrío y Frailes. Poco a poco, la llegada de comerciantes de mercadurías,
aperos de labranza y de calderería daba lugar a que se ocupara el Llanillo, la
calle Real, el Juego Pelota y parte del camino de Madrid por los Álamos. El
paso y el aumento del número de coches de caballos originaron algún que otro
incidente por la intensidad de tráfico cada vez más numerosa. Y así, el año
1879 se trasladó por primera vez el Paseo de los Álamos, aunque se mantuvieran
tiendas de comercio de forasteros a lo largo del Llanillo, incluso solían alquilarse las dependencias del Palacio
Abacial por aquellos días. Definitivamente, se establece en el Paseo de los
Álamos en el año 1899, para evitar el peligro de peatones que corrían en la
carretera entre Alcaudete y Granada, como manifiesta el acta del trece de
septiembre.
Esta ubicación se mantuvo hasta
el año 1983, que se trasladó provisionalmente al recinto ferial de la
Magdalena, y en el año 1988, se inauguraron las excelentes instalaciones que
hoy día disfrutamos los alcalaínos, siendo alcalde Felipe López García. No
obstante la feria genuina del ganado tuvo que adaptarse a los lugares cercanos,
que ofrecían un lugar para el reducido comercio ganadero que todavía se
mantiene entre los pueblos.
Las suspensiones de las ferias
Por su carácter de intercambio comercial y el trasiego
de personas, solían transmitirse muchas enfermedades tanto en los ganado como
en las personas. De ahí que en cualquier momento de peste, cólera, y enfermedad
contagiosa se prohibía cualquier actividad de esta índole para evitar la
propagación de una ciudad a otra. Las primeras medidas emanaban de la Corte y,
a lo largo de los siglos anteriores al actual, fueron muchos los años que se
cerraba la ciudad, no permitiéndose su entrada por las distintas puertas,
principalmente la de los Arcos y la Tejuela. Se establecían aduanas a media
legua de Alcalá para controlar cualquier llegada de forasteros, al mismo tiempo
que se impedía el comercio con otras ciudades. Guardas montados a caballo
detenían al que intentara desobedecer las órdenes. En concreto, hay noticias
claras y precisas de la prohibición de la feria en el siglo pasado con motivo
de la peste del cólera 1884 y por la expansión del cólera del morbo asiático en
el año siguiente. Suponía un duro golpe a la economía local por el gran interés
económico que representaba en las arcas municipales y en las economías
particulares. Con frecuencia el cabildo municipal trataba por todos los motivos
de que no se suspendiera si la peste no había afectado en la ciudad, como
sucedió en el año 1890 permitiendo las veladas, los teatros y los fuegos
artificiales. Muchas veces la autoridad municipal permitía la feria exceptuando
la entrada de ganado siempre con la vigilancia de la Guardia Civil. A veces, los munícipes arriesgaban y, a pesar
de que los pueblos limítrofes se veían afectados, la mantenían por el bien de
la industria, el comercio y la población con la inspección sanitaria del ganado,
como sucedió en 1890.
Acontecimientos nacionales
motivaron que en el año 1928, con motivo de la Guerra de África, en Melilla, se
suspendiera la feria empleándose su presupuesto en favor de las familias de los
soldados muertos y de los heridos.
No obstante, en momentos en los
que otras actividades festivas se prohibieron como en la República, la feria de
Septiembre nunca desapareció y seguía considerándose como una actividad
comercial de importancia.
A veces, circunstancias
luctuosas como en el 1956, dio lugar a la interrupción de las actividades
festivas con motivo de la caída de la plaza de toros. Incluso hubo años que por
tormentas debió ampliarse el calendario festivo para resarcir a los
comerciantes de las pérdidas ocasionadas. Sin embargo, desde entonces se ha
venido celebrando la feria con una brillante exhibición de colorido y, en los
recientes años, con un nuevo aspecto festivo y alegre, sin que hasta ahora se
haya perdido, aunque solo queden vestigios de lo que fue una de las mayores
ferias de ganado y comercial de Andalucía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario