martes, 24 de septiembre de 2024

ALCALÁ LA REAL EN TIEMPOS DE CARLOS III (1759-1788)

 






 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CARLOS III (1759-1788)

 

 

La ciudad debió recibir un fuerte impulso económico a mediados de siglo con la roturación de sus campos hasta tal punto que no se vieron las carencias en los años de sequía tan dramáticos del siglo anterior. Acontecimientos nacionales como el motín de Esquilache que tuvo cierta repercusión en la ciudad cercana de Granada y en otras ciudades de España con grandes alteraciones de  orden público y el levantamiento del pueblo llano, así como la expulsión de los jesuitas, no afectó a la comarca de Alcalá la Real ni repercutió en la vida local. Cuando se tiene noticia de sus consecuencias, la ciudad ha previsto todos los temas de abastecimiento de la ciudad y tan sólo le afectaron medidas como la renovación del cabildo por los cuatro diputados síndico del común que se repartieron en las distintas parroquias y el nuevo renacimiento y síndico personero.


Una gran renovación urbanística se produce a lo largo del reinado desde el reinado de Felipe V hasta la muerte de Carlos III. El actual diseño simétrico de nuestra ciudad con los dos ejes del Llanillo y la calle Real, se corrige con nuevos edificios que encuadran la ciudad: las Casas de Cabildo y las Casas de Enfrente. Al mismo tiempo, los nuevos edificios del Pósito, del Palacio Abacial, de las iglesias de san Antón, las Angustias y la cárcel nueva le dan a las calles y a la ciudad una nueva perspectiva más abierta y acorde con los nuevos tiempos. Se renueva el servicio de alcantarillado. Por eso no es extraño que un servicio vital como el agua sufra una gran transformación en 1777 con los maestros de cantería y de aguas Antonio Martín Espinosa de los Monteros y de Francisco Machuca, maestro mayor de aguas de Granada. Un nuevo recorrido desde el nacimiento de san Marcos dará machos funcionalidad a una de las principales fuentes de abastecimientos en el Paseíllo de la Mora, todo ello supervisado por los maestros de arquitectura de Bellas Artes de san Fernando. Manuel Godoy fue uno de los que más intervino en las obras municipales y en los caminos. Sin embargo, uno de los  más importantes arquitectos fue el alcalaíno Antonio Martín Espinosa de los Monteros. A el se le deben una gran cantidad de edificios públicos y religiosos y algunas obras de ingeniería. El puente de la Hondonera en el año 1759 se construirá con un puente de piedra que permitirá un acceso importante en la Hondonera con dirección a Montefrío, Loja, Vélez y Málaga[1].

 

 

Medidas de reformismo

 

En el reinado de Carlos III, hubo algunos corregidores, que estuvieron imbuidos del espíritu racional de la época y llevaron a cabo  un saneamiento de la hacienda pública y del Pósito de la ciudad. Don Pedro Moreno de Villena  y Manuel de Lastres consiguieron que se saneara el pósito de la ciudad por medio de una serie de medidas que beneficiaron a los labradores y campesinos.

El rigor aplicado en la revisión de las cuentas del Pósito por los distintos organismos desde el propio cabildo, la comunidad de jurados, las residencias de los corregidores y la Contaduría General, dieron lugar a que, a pesar que el quinquenio desde 1762-1766 que había sido muy riguroso en toda España por la sequía, no afectara al abastecimiento del pan entre la población ni al repartimiento de trigo para los pelantrines y pujareros. Aún más, la nueva política, aunque tímida, de participación popular a través de los procuradores diputados y el síndico personero general, coadyuvaron a que el control en las cuentas y las medidas en favor de una mayor gestión y beneficio del Pósito redundara en la vecindad.

Estas medidas emanadas desde la Corte a todas las ciudades tuvieron lugar en nuestra comarca; por una parte, las dos parroquias de Santa María la Mayor y Santo Domingo de Silos   eligieron respectivamente dos representantes diputados, que junto con el síndico  personero general, asistían a todos los asuntos relacionados con  el abasto de  la ciudad, e, incluso, hubo intentos de que participaran en la Junta de Propios- cosa que tan sólo se permitió al síndico sin derecho a voto, y en reinados posteriores a los dos diputados del común.

 No obstante, son años que se percibe un deseo de abrir el consejo a los vecinos, a pesar  de las reticencias que suponía para la ciudad que estos nuevos cargos asumidos dentro de la comunidad de jurados, sobre todo, la del síndico como una regalía. Los vecinos asisten, por su experiencia y honradez, en asuntos referidos en la limpia y tala de los montes y la defensa de la ganadería en algunos plenos y lo mismo lo hacen los diputados del común y personero.

Este nuevo aspecto de la vida municipal ofreció algunas dudas sobre la participación entre los nuevos miembros y los antiguos regidores y jurados, que son resueltos mediante  reales órdenes.

La misión de los nuevos cargos sólo limitada a la cuestión relacionada con el abastecimiento, tan sólo, el personero puede entrar en la nueva Junta de Abastos ( formada por los dos comisarios  regidores, los dos diputados, el mayordomo y el contador).

 

Castillo de Locubín

 


Distinto es el caso de la villa del Castillo de Locubín, que, a través de la iglesia local, en este caso su notario apostólico, vuelve a repetir el deseo independiente de años anteriores. El cabildo alcalaíno no veía oportuna cualquier  dejación de poderes en este contexto de participación popular, aún más trata de retardar todas las medidas relacionadas con la creación de la Junta de Abastos, que suponía crear un concejo abierto, en el que todos los vecinos se convertían en electores para elegir sus dos diputados y un personero que junto con el escribano la constituyeran para debatir todos los asuntos relacionados con el abastecimiento de la ciudad. Aún más, ya no les interesaba a los regidores alcalaínos  que la villa se nombrara  como tradicionalmente lo había sido, sino que incluso en un intento de centralismo chovinista desorbitado y en defensa de privilegios la equipararon al resto de sus aldeas.

Sus alcaldes ordinarios los transformaron en simples ministros de la justicia del corregimiento, meros transmisores de los pleitos, pendencias, y  conflictos ciudadanos ante el corregidor y alcalde mayor sin ninguna función ejecutiva. De ahí que al final y por el imperativo de muchas órdenes superiores de la intendencia general y del Consejo de Castilla, tuvieron que asumir la nueva situación y se nombró la nueva Junta de Abastos, no sin un nuevo formulario en el que, junto al juramento del cargo y beneplácito por la ciudad, se le  imponía una serie de reparos, todos tendentes a mantenerse en las circunstancias de acatamiento ante la jurisdicción del cabildo alcalaíno.

 El conflicto con el Castillo no hace sino iniciarse porque se acumulan los pleitos con las competencias del escribano y las relaciones con la intendencia de Jaén por parte de la villa del Castillo, a lo que da lugar una fuerte propuesta por la ciudad que obliga a todo su aparato administrativo a defenderse de esta situación.   

 

               Pósito y nuevo repartimiento de tierras

 

 

Debido a la buena situación de la hacienda municipal, en 1767 se eximieron a éstos del medio de celemín por fanega que pagaban por el préstamo de trigo del Pósito, librándolos de pagar más de cinco mil fanegas de trigo y cuarenta mil reales por una orden del 19 de junio de dicho año y todo tipo de escritura y medidores.

Se hicieron  préstamos al tres por ciento de cuatrocientos mil reales y con el dinero recogido pagar los dos censos que tenía la ciudad con el conde de Humanes y Juan Pérez de Herrasti, vecinos de Granada., Además obligaron a  almacenar cada año  14.000 fanegas de trigo con destino al abasto de pan a los vecinos, dando lugar a que las crisis alcistas del pan en el resto de la nación no repercutieran en la ciudad, como fue el año 1773, en el que ante la carestía y subida del pan en el resto del país a 70 reales la fanega la comarca alcalaína no se vio afectada aún más  se compró el trigo para la cosecha a 37 reales.


En la misma línea del país se reparten tierras de propios entre los vecinos de la ciudad y el campo, tendiendo a otorgarlos a los más cercanos a su vecindad y entre los labradores, yunteros, pujareros y jornaleros, dejando reservados pocos terrenos para el resto de los oficios. Entre los nuevos terrenos repartidos a partir de 1768, se encontraban las Noveruelas, el Romeral, los Llanos, Fuente Álamo, Encina Hermosa, que van a dar lugar al asentamiento definitivo de muchos labradores en las aldeas , que comienzan a progresar y aumentar de población, como las Ribera, Charilla, Santa Ana, la Pedriza, Valdegranada, Hortichuela, y Fuente Álamo.[2] Supusieron una cantidad de once mil ciento catorce fanegas  y siete celemines, que fueron aprobadas anteriormente en el año 1662. Aunque las distintas disposiciones reales de los años siguientes pretendían que se favoreciera a las clases más necesitadas y a la vez laboriosos. La política real, emprendida por Campomanes, fue reglamentada a partir de febrero del dicho año, y nos muestra claramente el nuevo espíritu que animaba a los nuevos dirigentes.

Unas líneas de progreso, basadas en el desarrollo de la riqueza, por encima de todo lo que significaba  el retraso de las tierras improductivas. Todo ello se disponía en favor de las clases más desfavorecidas. Pero siempre excluyendo a los morosos. Ese fue el intento y el deseo. Lejos quedaron los resultados.    Para llevarlo a cabo,  el cabildo del ayuntamiento con el asesoramiento de los diputados y síndico del común, convocan a los doce electores de cada una de las parroquias que se encargan de nombrar tres peritos de tasar, evaluar, censualizar y medir las más de mil fanegas de tierra, a las que se aplicaron las nuevas políticas agrarias. Eran personas de reconocido prestigio social y de conocimiento agrícola en la agrimensura, labradores o regidores.

 Muchas parcelas de ellas provenían de antiguas roturaciones anteriores que mantenían arrendatarios y colonos año tras año, que serían los primeros que causaron los primeros trastornos. Dividieron los terrenos en los veinte partidos a los que se les asignarían tierras y nuevos propietarios. Para ello, se valieron de los párrocos de cada uno de los sitios y de los alcaldes de ordinarios como en Frailes y el Castillo de Locubín. Tasaron el valor de cada fanega de tierra y los trances y parcelas más adecuadas. Realizaron una perfecta delimitación entre los terrenos, parcelas y trances en cada uno de los cuadernos con la valoración antecedente, antiguo propietario y dejaron en limpio los nuevos. Los distintos repartimientos correspondían a los señalados en el cuadro adjunto:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


CUADRO DE REPRTIMIENTTOS Y COLONOS 1768.

 

 

 Encina Hermosa

 

nueve hojas: registros de nuevos colonos desde 1216 hasta 1564, incluyendo Navalperal, y Navastrillo . Se asignó en su totalidad a vecinos del Castillo y de la Venta del Carrizal

 

 

 Fuente Tetar

 

 

Navaltrillo

 

 

 Charilla

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Frailes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Chaparralejo

 

 

 

 

 

Palancares

 

 

 

 Camello

 

 

Cantera Blanca

 

 

Hondonera

 

 

Dehesa entre las Torres

 

 

Los Llanos

 

 

 

 

 

 

Dehesa de los  Caballos

 

 

 Cañada del Membrillo.

 

 

 Majalcorón

 

 

 Cañada del Dornillo

 

La Rábita

 

 

Cuaderno 18: Fuente Álamo

 

Cuaderno 19: La Rábita

 

Cuaderno 20: Sierra san Pedro

 

 

Se asignó a colonos del Castillo, registrados de 1605-1607

 

Se asignó a colonos del Castillo desde el 1565 hasta 1603

 

Comprendiendo el Robledo, Fuente el Gato, Guadalcotón Majadillas, cerro Martín Cano, la dehesa de Charilla, cañada del Infierno, la Torre, Gamonales, Amoladeras, Jaralejos, Mirador, alberquilla, portillo de Alcalá, Celada, Peña el Fraile y Hoya Redrada, se repartió entre colonos de Charilla y Alcalá. Tenía las parcelas 198-318.

 

Comprendiendo el Cerro, Loma Pelada, Loberuelas, Cuesta de Frailes, Hoyos, Carboneras, Almoguer, Hoyuelos, Retamales Zarzalejos, Sotorredondo, Solana del Endrino, Majada de Romero, Ejidos de Verdugo, se reparten entre vecinos de  Frailes salvo el Romeral con vecinos de Alcalá (parcelas de 320-422)

Comprendía también Alcaiceruela y Llano de los Mazuelos con las parcelas de la 423-547, repartidas entre vecinos de Alcalá, Mures, Ribera y Santa Ana.

 

 

Con el Espinar de la Peña el Yeso y Cañada el Carril para vecinos de Alcalá 593-609 y 693-710

 

547-553 Algunos vecinos de Acequia

  

 

Comprendiendo Yerbatunal, Caleruela y Chaparral de Nubes de 774-884 algunos vecinos de Cantera Blanca, en su mayoría colonos alcalaínos.

De la 610-692 eran colonos alcalaínos.

Comprendiendo Portichuelo y Navazo las parcelas 765 hasta 774, eran colonos alcalaínos.

Comprendiendo Cañadas de san Marcos, Canteras Viejas, Portillo Cerrado, Boca de Charilla, Cruz del Rayo, Fuensomera hasta chaparral de Biedma con 157 colonos, en su mayoría vecinos de Alcalá.

 

Comprendiendo  las parcelas desde 774-838 se repartieron vecinos de Alcalá.

Las parcelas 916-952 entre vecinos de Alcalá.

 

Las parcelas 885-915

 

 

Las parcelas 953-963

 

 

 

 

 

Comprendiendo desde la dehesa hasta los Reamales:1017 hasta 1212 sin especificar vecinos, aunque algunos corresponden a la zona

 

Fuente Álamo

 

y Cañada Honda desde 961 hasta 1017

 

    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Entre el período de composición  de las parcelas y el repartimiento de las tierras, surgen diversas aclaraciones, que ya habían solucionado algunos pueblos de la Vega Granada y la campiña cordobesa. Entre estas, se dispuso la preferencia en la adjudicación de los vecinos contribuyentes antes que cualquier forastero y a los carentes de tierra frente a los propietarios u , la prohibición del derecho del tanteo y el  subarriendo para evitar la especulación.

Todos los vecinos se inscribieron a lo largo del mes de septiembre y octubre en las casas capitulares con el fin de que posteriormente pudieran ser agraciados con las distintas suertes de tierra.

 Aunque hubo problemas en la zona de Encina Hermosa, por fin tuvieron lugar el acto del repartimiento desde el día trece de octubre hasta el día veintinueve del mismo mes, que consistió en el sorteo prefijado por la Corona mediante un sistema de dos cántaras, en las que respectivamente se introdujeron las distintas suertes y los nombres de los solicitantes, atendiendo en los distintos sorteos a las clases de jornaleros sin tierra con una o dos yuntas, labradores, y otras clases.

Realizado el sorteo, se comprobó que el proceso tuvo ciertas deficiencias que iban en contra de lo pretendido por la política agraria. Su retardo impedía el cultivo de los terrenos, que estaba en los momentos de la sementera, hubo desajustes en zonas en los que los solicitantes excedían a las suertes ofertadas como en Frailes, que hubo que ampliar con nuevas suertes, la ausencia de muchos vecinos que no acudieron al momento del sorteo y provocó que las tierras fueran de nuevo sorteadas, al mismo tiempo que surgieron desavenencias con las zonas montuosas que provocaban conflictos entre lo ganaderos que intentaban mantener sus pastos y los nuevos agricultores. Se obviaron los terrenos de monte y tierra por cultivar prolongando la extensión de las suertes de tierras en la zona de Encina Hermosa.

 La clase de jornaleros y braceros renunció en su inmensa mayoría por no pagar los barbechos anteriores o falta de medios para costearlos. La segunda, tercera y demás clases, lo mismo por no interesarles el lugar, por distancia o por no representarles ganancia en el fruto que tendrían en ellas. Para evitar la caída de los fondos de los propios y la subida de la subasta por nuevos rematadores colindantes, se les destinó a los labradores industriosos sin que  se impugnara por los de anterior clase , con el fin de llegar a la culminación del repartimiento, porque creían los miembros de la Junta que ellos podían contribuir a los fondos, el pago de los préstamos del pósito y el mantenimiento de la tierra que hasta ahora los labradores y pujareros  venían trabajando. También se prorrogaron las tierras anteriormente barbechadas por un año.


Tuvo un prejuicio muy importante que el repartimiento se llevó a cabo por clases acomodadas que consideraban a los jornaleros y braceros, negligentes, descuidados y desobedientes, hasta tal punto que juzgaban que las buenas intenciones del monarca no se acomodaban a Alcalá la Real, por las razones antedichas y las dificultades que entrañaría recoger de los anteriormente citados la renta y el trigo para la sementera.   Incluso, los munícipes se alegraron de que fueran pocos los que  recogieron las suertes, porque, en dicho caso, la ciudad hubiera caído en la mayor quiebra. Al no componerse la ciudad de hacendados pocos poderosos que se aprovecharan del remate ventajoso de tierras y luego las subarrendaran, se inclinaron  por los labradores y pujareros y el informe de la Junta de Propios es claro con estas palabras:

 

Se hace constar no ser adaptable en esta ciudad dicho repartimiento, sin particular decadencia de los caudales de los propios, y aún del mediano cuerpo de labradores de esta ciudad, donde los de esta clase, como resultará de los recudimientos, no tiene arrendada porción de tierra de la mayor consideración, pues los que más son pocos, sólo disfrutado por arriendo en pública subasta sesenta fanegas de tierra a corta diferencia para extender su comercio por ser las tierras de su Cortijo de corta entidad y dotación, y otros sólo han tenido diez, quince o veinte fanegas de  forma que las tierras de los propios se han arrendado a labradores y pujareros industriosos y no a braceros desidiosos

     No obstante, los vecinos de la primera clase y el resto de las clases pudieron acrecentar la suerte inicial de sus tierras concedidas, ya que la mayoría de ellos pudo  elegir nuevas parcelas de tierra, acomodadas a su interés. Aun más, por providencia del propio corregidor se atendió a un grupo de personas que sin recursos vivían en los campos, delegando en los caballeros capitulares, diputados síndicos, personero y peritos las gestiones para llevarlo a cabo:

hay algunos vecinos pobres, y viudas con dilatada familia que su infelicidad los tiene y a muchos padres y abuelos en desiertos albergues que han fabricado con licencia de la Muy Noble. Ciudad en tierra de sus propios y que de estos, y , que de estos despojarlos y no tener otro amparo, se echarían a la limosna y se perderían, parece conforme a equidad que por ahora se les mantenga y, más cuando  se les reparten las Reales Contribuciones según su esfera, lo que se perdería y recaería en otras y que las suertes de los referidos son de corta monta, que mantienen por el albergue criar algunas aves y estar prontos a el jornal, para el cultivo del partido( labran el corto terreno que tienen) cuando lo logran que no es frecuente, y prontos para el sorteo de milicias, quintas y dar, el que tiene, bestias para bagajes y a todo el que lo manda con ciega obediencia.

El destino que pretendía la orden real no se cumplió, ya que la renuncia de muchas suertes obligó en el mes de noviembre  a la Junta de Propios a un nuevo sorteo en el que pudieron acudir todos aquellos hacendados y laboriosos labradores, que fueran capaces de trabajar más tierra a pesar de que se le hubieran concedido una suerte de tierra, con lo que se beneficiaron otros labradores distintos de los de la primera clase a donde iba dirigida la política agraria.


Años más tarde, se advierten las consecuencias de que aquel repartimiento tuvo grandes deficiencias: Jornaleros y labradores con yuntas, que no recibieron suerte alguna por los informes de los pedáneos de cada partido o por el agotamiento de las suertes;  beneficiarios de otras clases , como los propietarios, que se aprovecharon de las ausencias de los campesinos para otorgarse las suertes en los sorteos siguientes o en la simple caja sin ningún sorteo;, renuncia de los campesinos a las suertes por estar retiradas de sus casas o no poder trabajarlas ya que no le eran productivas por su pequeña cantidad y falta de ingresos en la hacienda municipal al no concederse las suertes . Estas son algunas conclusiones de la junta de Propios de abril de 1769:

1. a causa de las repetidas renuncias y cambios hechos por los mismos vecinos que ha originado mucha confusión en los cuadernos de los primeros sorteos, correspondientes a los jornaleros de primera , segunda y demás clases del casco, campo y Castillo Locubín.

 

2. habiéndose inspeccionado citados borradores y los formados para las piezas de tierra por varias personas se han denunciado por sobrantes de las mismas suertes se ha hecho con su conocimiento , al tiempo de corregirse con citados cuadernos de sorteo en que se acreditó estar conforme con las partidas de fanegas y productos, unas con otras, como el de haberse colocado en cada una de las dichas partidas a los colonos que últimamente  han recaído  haciéndoles cargo de sus productos y que sin esta operación estaba la obra muy confusa.

3. Se ponga un cuaderno de denuncias de los muchos sobrantes denunciados y que algunos están sin medir y proceder a los que no han llegado a las ocho fanegas

4. También se llevó a cabo el amojonamiento de todas las calles de campo y señalando las partes reservadas de los ganados  con la anchura que se indica en el libro de veredas, anotando las fincas que han incorporado los particulares y deben dejar como sobrantes de las veredas.

5. Se hagan listas de los sobrantes lo más pronto posible.

 

 

En el partido de Charilla quedaron algunas zonas reservadas a los ganaderos de cerda en la Hoya Redrada por no haber nadie que quisiera vivir  en dichos parajes y proteger el monte de los leñadores y desaprensivos que destruían aquellos parajes. Estaba compuesta de dos partes de tierra, una de monte, que se apreciaba en unos nueve reales al año y la otra de labor a veinte reales.

 En Frailes y el Castillo, surgieron muchos conatos de  violación de tierras concejiles limítrofes, así como las protestas por los amaños e intereses de personas ajenas a la política agraria. Hubo casos significantes como el regidor y alférez mayor don Fausto Fernández de Moya que intentaba cambiar  las nuevas suertes  de Fuente Tetar por las antiguas suertes del Palancares, por el simple hecho de limitar con sus tierras y cortijos particulares. Eran muestras de la influencia de los cargos municipales en la vida económica por encima de cualquier medida superior, amparándose el prestigio de su hidalguía.


Tanto Frailes como el Castillo de Locubín  tenían muchas esperanzas en el repartimiento de tierras. La primera con una población de cerca de doscientos vecinos (171) y la segunda con más de ochocientos, consideraba que el reparto de tierras aliviaría la situación de su población, dedicada a esta única fuente de riqueza que era la agricultura, además había sido desalojada de otras zonas como la sierra de San Pedro. A pesar de que las medidas contribuyeron en el nacimiento de un gran número de minifundistas de estas dos poblaciones, esto no impedía que algunas medidas fueron adversas al espíritu de aquellas iniciativas agrarias. Además, esto supuso que surgieran nuevos cultivos, sobre todo, el olivar en estas zonas y a ello se amparaban los nuevos propietarios que obviaban la ley para cometer los atropellos y en el mantenimiento del ganado en las zonas montuosas. El resultado del parcelario, que hemos reflejado en el cuadro adjunto, en el año 1670 ascendió a 9.771 fanegas, repartidas en 1657 suertes y concentradas entre los colonos, que aportaban  a las arcas municipales unos ingresos de 62.713 reales. Se repartieron en su mayoría a colonos alcalaínos, aunque la zona de Charilla, sobre todo, Cantera Blanca, Riberas, Mures, Acequia las Caserías, y la Rábita hubo colonos de dichos lugares. En su mayoría, eran labradores, arrendatarios y algunos que otros oficios que ocuparon las parcelas más extensas como en el Robledo.

En Frailes se recrudeció la situación en el año 1777 ante un nuevo repartimiento ocasionado por la dehesa de las Noveruelas  que despertó muchas esperanzas en los vecinos de aquella zona. Sin embargo, la situación no podía ser muy halagüeñas porque ante 331 suertes de tierra había más de dos mil peticionarios.  Como es lógico, el reparto desencadenó una situación de protestas y quejas , basadas en  el favoritismo de otorgar las suertes de tres fanegas e incumplimiento de las normativas reales, otorgando suertes a artesanos, escribientes, y labradores de cuatro yuntas que tenían suertes de antiguos repartimientos- cosa que se oponía a la Orden Real del año 1770.

 

Las aldeas

 

Para los laboriosos campesinos, significó un reconocimiento de su labor que mejoraron sus campos con eras, drenaje de las aguas, abonado de sus campos, nuevos cultivo, aperos de labranza y plantaciones más sistemáticas, dando lugar a un gran grupo de pequeños campesinos que poco a poco van a ir engrandeciendo los campos y aumentado la población y las nuevas aldeas con la instalación de iglesias y en los siglos siguientes la incorporación de maestros de escuelas para la formación de sus vecinos. En las nuevas zonas, trataron de crearse nuevos servicios que hasta ahora se autoabastecían o recorrían grandes distancias para el transporte de alimentos básicos como el pan, el vino y el aceite.

El primero, dio lugar a nuevos molinos en la zona del Palancares, donde se ubicó en 1782 en tierras del Mollejón para una gran franja de población, que se extendía desde Majalcorón hasta el cortijo del Verdugo en los alrededores de las riberas.

Al mismo, era frecuente el intercambio y las continuas solicitudes de nuevas tierras, que quedan abandonadas. Se asiste también a una decadencia de la ganadería que queda encerrada en las cuatro dehesas y en las tierras de Cofrida, Hundidos, dehesa de Frailes, Mata Hermosa, Barra las Infantes, Solana de la parra, Majanilla, Hoya redrada, Marroquí, Garditocino y Lomas las Verdes, donde calculaban unas cuarenta mil fanegas de pasto. No obstante, estos lugares abastecían poco a poco a otros lugares y eran muchas las críticas que manifestaban que el ganado se vende en la feria de Noalejo, cambiando la floreciente feria alcalaína.

Años de crisis

 


Dos conflictos se recrudecen desde los años setenta de este siglo, el conflicto de la villa del Castillo de Locubín y la separación de Loja y Alhama del corregimiento alcalaíno. A esto había que añadir la crisis jornalera, provocada por las intensas lluvias y nieves y propagación de la langosta en muchos campos andaluces  que en el año 1772 obligan a una gran parte de la población a mendigar y a provocar situaciones cercanas a la  violencia para poder mantener la vida de sus hijos y familia. Para ello, se tomarán  todas las medidas extraordinarias de abastecimiento de la ciudad y de los servicios del abad cardenal de la Cerda en la Corte para poder emplear los trigos del Pósito  en favor de los pobres necesitados. Hubo momentos en los que hasta de tres días de desabastecimiento de pan. De nuevo, se distribuye el pan en tiendas prefijadas en los 10 cuarteles, se nombran panaderos que se turnan el abastecimiento, se nombran comisarios,  y se persigue cualquier tipo de fraude en la calidad y peso del pan. Las cargas de trigo se redujeron a los panaderos de tres de pan blanco y diecisiete de pan bazo a los panaderos.

El año 1773 continua la escasez de trigo y el aumento del precio del pan, a pesar de las medidas proteccionistas que imponía el cabildo alcalaíno con el control de precios, abastecimiento por medio del Pósito y distribución y organización  del reparto del pan. Todas estas medidas se llevaban a cabo en favor de las clases más desfavorecidas que se veían obligadas como en otros tiempos a comprar el pan fiado por falta de recursos y en contra del fraude de los panaderos que se aprovechaban del bajo precio del trigo para revenderlo a forasteros a mayor precio.

No obstante, la situación debió ser muy violenta, porque, a pesar de tener que adoptar medidas de una racional y restrictiva distribución del pan por medio de la limitación de tiendas, panaderos, abastecedores y 10 cuarteles ( ocho en el caso, uno para forasteros, y otro para el campo), al final se hubo de unificar en uno sólo en las Casas Capitulares por la violencia de los que hacían cola que daba lugar al lanzamiento de pedradas a los repartidores del pan. Incluso en los primeros días de mayo los vecinos tomaron el hornal de la Plaza  y obligaron  a que la ciudad requiriera los servicios del corregidor para poner el orden.

Una situación especial se produjo al disminuir en gran cantidad las provisiones del trigo del Pósito que hubo que acudir a la compra de 1.000 fanegas a  particulares del caso y al gobierno eclesiástico  y el Castillo ( 784 fanegas en el casco y 75 en el Castillo a un precio que excedía los 60 y 68  reales por fanega). A esto se añadieron grandes tormentas por el mes de junio que lo hicieron muy escaso. Como gota que colma el vaso de agua, aquel año diversos destacamentos de regimientos nacionales debieron alojarse en las Casas de Cabildo, provocando un auténtico caos en las casas de ayuntamiento. No obstante, por el mes de mayo, se controla la situación , se fijan dos puntos de venta cercanos al ayuntamiento uno para los labradores y forasteros y otro para el resto del pueblo.   

 


Este clima continuo  los dos años siguientes contra el corregidor Juan Pablo Salvador y el alcalde mayor Nicolás de Mella  y los miembros del cabildo, que llevaron, sobre  todo, este último el tema a los  tribunales e, incluso, se ejercieron situaciones de gran violencia entre ellos ante el autoritarismo del alcalde. Las nuevas listas de reclutamiento, donde se quiere expurgar a muchos  que se consideraban favorecidos por privilegios es fruto de solicitar a la Chancillería una revisión del padrón de hidalgos. Aunque el corregidor logra salvar la situación, sin embargo, la ciudad había deteriorado mucho sus relaciones, debido a que no le pudo ofrecer una casa digna, ya que la anteriormente alquilada  tuvo que abandonarse al morir el anterior corregidor por la enfermedad  tísica y  tuvo que alojarse en las casas del cabildo que suponía una incomodidad para el ejercicio de la vida municipal. Además, a ello, se añadió un enfrentamiento con el personero por adoptar medidas sin consulta del cabildo en el nuevo planeamiento del  Paseo Público que fue aceptado posteriormente por la ciudad  atendiendo a razones de ornato y de previsión racional de ampliación de la ciudad en las vías de comunicación de entrada por  Granada desde los Arcos hasta la Magdalena. Era un momento de resentimientos personales, que manifiesta una sociedad en la que los que ocupaban cargos públicos,. Incluso de elección, se aprovechaban de los cargos para ocupar tierras comunales como el personero Antonio de Moya en la invasión de abrevadero de animales en las Peñuelas.

La nueva ciudad

 

 

La ciudad, por estos años, recupera muchos lugares arruinados y adecenta algunas zonas como el Paseo de Capuchinos que se traza a cartabón desde los Arcos hasta la Magdalena, una  nueva torre se coloca en Consolación, obra de Martín Espinosa,  se amplían las zonas linderas con la fuente de Marí Ramos y álamos y cuartel de los Arcos. La iglesia de las Angustias  se construye en su mayor parte. Las medidas de embellecimiento se aplicaron a la vida de la ciudad con el derrumbe de las casas abandonadas, la reconstrucción de edificios y adorno de fachadas , siempre que contaran con la licencia municipal, Por eso, no es de extrañar que en el año 1784 el propio regidor Pedro de Lastres  pidiera permiso para la instalación de un testero o lienzo con la imagen de la Santísima Trinidad en sus casas cercanas a las casas de Cabildo. Este motivo iconográfico tuvo una escultura en la propia calle Real con motivo de la misión espiritual del Padre Diego de Cádiz.   

También se inició un plan forestal que obligaba a la plantación de cinco pies por vecinos. En Alcalá, éste tuvo su experiencia en la alameda de los Capuchinos, prolongándose hasta la ermita de la Magdalena- cosa que tuvo  muchas vicisitudes y finalizó en el 1785. Otro punto, en donde hubo una gran reforestación fue en el coto y en la Dehesa de los Caballos, la actual Dehesilla, en este caso de otra variante cual es la moreda. Este plan chocaba con la ganadería, que defiende la ciudad impidiendo la reforestación en los abrevaderos, caminos y descansaderos. Lo mismo sucedía con la nueva roturación que se produjo por estos años en Mures, la ribera y Sierra san Pedro.


Una obra importante en la ciudad se lleva a cabo con la reforma de todo el sistema de abastecimiento con una cañería que surtía a las fuentes de la Mora, Álamos, Utrilla, Pilar de las Tórtolas, Plaza y Utrilla. A esto hay que añadir que los caminos y calles de la ciudad experimentaron una reforma importante, para lo que hubo que emprender nuevas fuentes de financiación, que  demuestran un intento de racionalización y saneamiento de las arcas municipales. La gran preocupación municipal de estos años fue su adecentamiento  y  el de los cortijos de propios. Son continuas las órdenes del conde de Floridablanca, sobre todo,  en la carretera de Madrid a Granada. Por estos tiempos, intervino en el diseño el propio Ventura Rodríguez, al que la ciudad le pagó algunas cantidades en distintos proyectos con motivo de una visita.

     También el año 1781, los caminos del  Levante, Granada, Málaga y Madrid se repararon y se cubrieron sus gastos  con arbitrios de subastas de servicios básicos como la carnicería, nuevas roturaciones de tierras en Mures o las ilegítimamente usurpadas, nuevas elevaciones de los impuestos del aguardiente, e , incluso con fiestas públicas de toros . También se inauguró el pago en licencia de casas, solares y huertos en las aldeas y el casco. A nivel nacional, la política de amortizaciones de deudas tuvo en 1785 su reflejo con la participación de seis acciones en valor de 12.180 reales en el Banco Nacional de San Carlos.

 

Fin del reinado

 

Finalizando su reinado ordenó un padrón general de habitantes, en el se distinguían se distinguieron varios estados entre ellos el religioso y sus diversas clases. Comenzó a realizarse el 28 de agosto de 1786 y acabó el uno de julio de 1787. La población del corregimiento de Alcalá la Real tenía 11.280 habitantes, que se repartían de la siguiente manera :

5.559 mujeres y 5721 hombres.

 

Una fuerte epidemia de fiebres tercianas se produjo en la comarca, incidiendo de una manera más profunda en la cortijada de Santa Ana, donde hubo hasta siete muertes y afectó a un tercio de la población.

 

También se procedió con  anteriores colonos de unas quinientas nueve parcelas de tierra, destinadas al ganado  y al mismo tiempo roturadas, que produjeron  4.264 reales entre las que se encontraban de barbecho y sembradas  en las veredas.

 

 

1759

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1760

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1761

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1762

 

 

 

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1763

 

 

 

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1764

 

 

 

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1765

 

 

 

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1766

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1767

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1768

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1769

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1770

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1771

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1772

 

x Nieves y lluvias

 

 

 

 

 

Langosta

 

Escasez de trigo

 

1773

 

x tormentas

 

 

 

 

 

 

 

Escasez de trigo

 

1774

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Amotinamiento

 

1775

 

 

 

 

 

Fiebres tísicas

 

 

 

 

 

1776

 

Lluvias torrenciales mayo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1777

 

 

 

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1778

 

 

 

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1779

 

 

 

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1780

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1781

 

Tormentas en mes de mayo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1782

 

Tormentas y pedrisco en julio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1783

 

Tormentas en junio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1784

 

Temporales

 

 

 

x Fiebres tercianas en Santa Ana, Alcalá, Castillo y Frailes

 

 

 

 

 

1785

 

x Temporales

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1786

 

 

 

x

 

 

 

 

 

 

 

1787

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1788

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estos últimos años de su reinado(1784-1786), sobre todo, en el año 1785, hubo grandes temporales que afectaron a las clases populares y  a los jornaleros dando lugar a que los campos no se pudieran labrar y aquellos no pudieran trabajar. El recurso siempre era  el mismo: el ayuntamiento contribuía con el repartimiento de pan entre las clases más desfavorecidas y las rogativas a la Virgen de las Mercedes para implorar el cese de las lluvias. Para ello se contribuía con limosnas que compartían en la misma cantidad los dos cabildos- el municipal y el eclesiástico- que en este año superaron lo cuatro mil cuatrocientos reales.

El año 1784 se define perfectamente característico de los ciclos torrenciales: lluvias torrenciales, fríos y lluvias en los primeros meses del año, primavera lluviosa, tormentas, incluso en agosto, y nieve, hielos y lluvias en diciembre. A la masa de jornaleros que eran abundantes en el casco urbano cogía desasistidos de frutos y sin posibilidad de  ganar el jornal diario, provocando la miseria y pobreza de sus casas, la formación de cuadrillas que acudían a las casas de las personas pudientes, y la amenaza de la alteración del orden público. Aunque el cabildo palió con medidas de abastecimiento del pan del Pósito y la ayuda del abad, no eran suficientes las medidas, sino que hubo que arbitrar medidas  de racionamiento y racionalización por cuarteles como en otras ocasiones. Estos eran repartidos por dos comisarios regidores de la ciudad y otros del cabildo eclesiástico.

El panorama no era más desolador en las calles y caminos de la comarca que los dejaba intransitables y faltos de higiene y limpieza, a lo que había que administrar recursos extraordinarios de los propios y del Pósito para adecentar las entradas y salidas de la ciudad, la restauración de los puentes hundidos, sobre todo, el de Palancares y el del barranco de los Postigos en el camino hacia la Corte, las calles céntricas y del tráfico comercial que se nucleaban en torno a la plaza de las Casas Capitulares y desde la calle Llana hasta el Llanillo. A ello, se hacía un esfuerzo por parte del vecindario que colaboraban labores de saneamiento construyendo atarjeas, y creando pequeños desniveles que permitieran la conducción hacia la atarjea central de las calles.

     A esto hubo que añadir las medidas que se tomaron con motivo de una epidemia de tercianas, que supuso un gasto de 48.473 reales en asistencia, curación, y alimentos y en el Hospital establecido. A ello hubo que pagar los boticarios y medicinas y eso que los curas párrocos y muchas familias de Alcalá, Castillo, Santa Ana y Frailes y Charilla ofrecieron donativos por ser los núcleos más afectados.

Aunque en los años anteriores el olivar se plantaba por la zona del Castillo de Locubín, el verdadero nacimiento de la transformación de este cultivo se inicia por estos años, promovido por los mayores hacendados que comienzan a roturar las zonas de monte de sus cortijos  en detrimento de la ganadería de la comarca  y con el acotamiento de la zona. La ciudad se ve muchas veces desbordada por los acontecimientos ya que los propios regidores, imbuidos de este espíritu del fomento de la  agricultura con el nuevo planteamiento de promocionar la riqueza son los primeros que llevan a cabo esta nueva política agraria.  Terrenos que hasta ahora se habían concedidos para roturarlos  en sementeras son sustituidos por pagos de olivares como los Llanos, el cortijo de la Merced, propiedad de alcaide Vicente Estrada planta los primeros olivos, se intercambia terrenos baldíos de la zona de la Pedriza por Fausto Fernández de Moya por otros aptos para el olivar en la zona de la Acamuña.  

El nuevo Pósito del Castillo comienza a plasmarse y levantarse en el año 1787, en contra de los intereses y la oposición de los regidores alcalaínos  que veían un flanco de  pérdida de poder y de sus antiguos privilegios.

 

 

 












 

 

 

 

 

 


 



[1]AMAR. Caja 219. Pieza 14.

[2] AMAR. Caja 132. Pieza 11.












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