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domingo, 10 de noviembre de 2024

EN LA SEMANA DEL JAÉN, PACO MONTAÑÉS. SU EXPOSICIÓN DE LA ESCUELA ANTIGUA DE MAGISTERIO DE JAÉN.

 










PACO MONTAÑÉS

 

         Conocer a una persona desde sus primeros pasos de su historia conlleva tener un punto de referencia para valorar su trayectoria  y  el éxito de unos augurios anunciados. En  sala de exposiciones de la Antigua Escuela de Magisterio, se presenta la exposición de Montañés, dentro de sus objetivos culturales, como “la  promoción artística de creadores giennenses. A través de iniciativas como esta exposición, se persigue también acercar el rico patrimonio que genera nuestro ámbito cultural más inmediato a la sociedad y a nuestra comunidad universitaria, fomentando sentimientos de identidad y de pertenencia”. Paco Montañés, sin embargo, ya es  un artista consagrado del mundo pictórico por ser uno de los pintores más reconocidos y laureados de su generación. Es un jienense nacido en la tierra del Dios de la madera, Alcalá la Real (Jaén), en la que tuvo la fortuna de ser heredero de los maestros antiguos y una formación artística plagada en  éxitos y reconocimientos.

 

Si comparamos los primeros pasos desde su infancia (de la que tuve el honor de palpar con una de sus obras en un dibujo artístico), la exposición de  estos cincuenta y siete dibujos consagra a un pintor, que consigue la armonía y a la belleza de la obra, siempre en silencio y la rememoración de los clásicos como el esclavo de Miguel Ángel, ninfa. o Ángel de Leonardo. Con la  naturalidad en el dibujo, podemos percibir las fuentes  de  su sólida formación a partir de la tradición europea, así como su contacto con el mundo oriental.  El propio Montañés  lo manifiesta: “sus primeros recuerdos al entrar en el Museo del Prado, con diez años, se hallan en el Greco y en el exceso de sus paños y sus rostros, y en Tiziano y sus carmines. Más adelante, ya adolescente, recuerda cómo acudió a Velázquez, a Murillo o a Rubens, entre otros grandes maestros, cuando se enfrentaba a pintar una buena cabeza, a plantear un paisaje o a expresar el movimiento de unas manos”. Pero este clasicismo rezuma  pasión y entrega, una depurada y serena técnica de su obra, y una excelsa  sencillez de trascendencia a la esencia de la producción artística. A lo largo de la exposición queda perfectamente aclarada que su obra, según escribe Pedro Galera en el catálogo, responde: “El respeto -el venerabilísimo, diría- hacia los grandes maestros del arte que le precedieron, confeso por el artista, lo acerca a esa idea de natural continuidad con que entiende el arte mismo. Idea que, por otra parte, enlaza con el peso de la filosofía taoísta en el pensamiento de Paco Montañés a raíz de su temprano viaje a Japón y posteriormente a China, India y otras regiones del continente asiático”. En este caminar artístico y vivencial del artista alcalaíno, su obra es un exponente claro  y evidente de “la energía de la figura en el trazo limpio y firme del dibujo, que emerge desde un fondo nebuloso y magmático como una aparición”. Como el  cartel  de la exposición manifiesta, su obra se aclimata a la base de la producción artística: “El dibujo, procedimiento básico del quehacer artístico, adquiere, si cabe, mayor fuerza cuando se libera de su función subsidiaria para otras manifestaciones artísticas, pintura, escultura o para las llamadas artes decorativas, y se erige en género propio”. Paco Montañés parte de una metodología, que domina  en todo tipo de materias con las que se enfrenta a sus dibujos y sus lenguajes diferentes  ,  (acuarela, punta de plata, carbón prensado, sanguina, pastel óleo, gouache o su mezcla de ellos) gracias a  la versatilidad de su mano. Como dice  Mario Alcaraz: La explícita línea del lápiz, tan determinada, contrasta con la mancha suave, sin bordes. El dibujo italiano, la pintura china y japonesa, el dibujo de Fortuny, Holbein o Menzel… y Velázquez sobrevolándolo todo, como pájaro solitario. Todas estas influencias están presentes, sin ruptura, en el lenguaje de Montañés y pueden rastrearse en esta exposición.  A ello hay que añadir  el trabajo de la luz que envuelve cada una de sus obras   el artista nos muestra la claridad mental con la que trabaja, siempre consciente de la luz y su valor pictórico, expresivo y profundo. La elección de una u otra manera de realizar la obra es una cuestión de necesidad artística, de búsqueda de la expresión adecuada, de un estado de ánimo o de una experiencia interna, del juego trascendental de la pintura”.

Además esta metodología está  basada en  el recuerdo y las emociones vividas  y en la transmisión de su mano ejecutora mediante una simbiosis perfecta entre creador y espectador que Montañés comparte fielmente.  Por lo tanto, el pintor alcalaíno consigue que cualquier rostro, cualquier cuerpo, sea un enigma cargado de infinitas evocaciones poéticas para el ojo curioso que sabe ver. Y con el dibujo obtiene el  siguiente efecto que señala su compañero y amigo:  Más que proteger los dibujos a sanguina y carbón de cualquier daño —su prosaica finalidad— me parece que ese velo está ahí para cautivar la mirada y establecer el clima adecuado para el encuentro con la belleza.

A través de Isabel Erisman, Kokóshnik, el monje Aoyama, Akemi, Ana, Guan Yin, Hernán Cortés Moreno, Anastasia Boiko, Calisto, Aisteimelesa, Magdalena, Anastasia, Ros,  Calisto, Ishen, Guan Guan o  Mario Alcaraz u otros personajes anónimos, sus  dibujos ofrecen un largo caleidoscopio de la existencia humana  que abarca desde la reflexión de las edades del hombre hasta la  proyección de las diferencias de sexo, países y culturas sin faltarle la vida, con el sello de  su calor humano, ni  el recuerdo ni la evocación de sus vivencias. A esto hay que añadir, que dentro de estos personajes podemos percibir la ternura infantil, la elegancia juvenil, o el respetuoso e rostro de los mayores; sin olvidar la sensualidad y la sexualidad ni  el exotismo de los otros ni  la rememoración universal de los clásicos, con figuras como el Laooconte o la sacerdotisa de Vesta.  

 

En la exposición de Jaén, Paco Montañés consigue ser, como dicen sus críticos, ser un pintor que dibuja, y mucho, como lo han hecho los grandes maestros del pasado y donde la pintura y el dibujo están tan unidos en cada uno de sus cuadros. De aquel dibujo a la pluma que pintó en su adolescencia hasta la vida y emoción de los retratos, esta exposición refleja que un artista nace pero que se acrecienta con su dominio  y  el sentido heideggeriano del dasein, ser para existir, en este caso  estético. 

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