Se prodigan el cuidado de la salud y la cultura del bienestar y del ocio en muchas asociaciones, grupos y familias mediante la participación en rutas de esfuerzo, deportivas, ecocostumbristas, turísticas, formativas, o , simplemente, de paseo. Da gusto encontrarse la Mota repleta de personas, de los ámbitos más insospechados ( desde un grupo de estudiosos de la Axarquía hasta unos vecinos de Martos pasando por la presencia de extrajeros y los miembros de muchas asociaciones de la localidad) y ocupando el rincón más insólito, un día como el de los Monumentos, sin aparcamiento de coches en las plataformas del Arrabal Nuevo y con una enorme avalancha de personas que ascendía a la Roca del Al Ándalus.
                Está calando en nuestra ciudad  el turismo interior y se atisban buenos visos
de la llegada de otras tierras, porque es frecuente toparse con una pareja
francesa o de habla inglesa. Visitar la Mota no es recorrer  la Mezquita ni la Alhambra, pero la  opinión general  de cualquier visitante  manifiesta la sorpresa de  que le conllevaron la visita y  su puesta en 
valor de esta maravillosa Ciudad Fortificada,  no un castillo más de la Ruta de los
Castillos y las Batallas ( y valga la enmienda a la redundancia) . Cualquier
rincón es sumamente atrayente y reconquistado gracias al esfuerzo de las
instituciones, sobre todo, la local, desde el Nevero hasta las salas mudéjares
de la torre de la Cárcel Real pasando por la botica, las Carnicerías Reales, el
Bahondillo o las tiendas de las Entrepuertas. La Ciudad Oculta se convierte en
la llamada intrigante y sugerente 
que  invita a trasladarse al mundo
de la leyenda y del misterio.  El turista
se topa con miradores excepcionales y privilegiados en el sitio más asombroso
de la antigua muralla: a los pies de la torre del Farol, la arqueología ofrece
la pregunta de un Arrabal Viejo excavado y esperando el ansiado Parador,
también se siente revalorizado con el nuevo adarve de la antigua Carrera de los
Caballos, donde porfiaban justas, torneos y 
juegos de alcancías, cañas y lanzas ; 
sobre  la torre de la antigua
barbacana, el visitante nocturno se siente rodeado del  barrio del Albaicín y , si otea hacia los
Llanos, se le abre el damero de la ciudad, iluminado  y compuesto de una serie de calles
perpendiculares y paralelas, tan solo roto por dos calles- Utrilla y el subeje
de Pedro Alba con Rosario- , al mismo tiempo que se le prolonga su vista hacia nuevos
barrios que han multiplicado su suelo urbano, 
tres veces,  el doble de terreno
que se han mantenido sin alterarse  desde
tiempos de los Austrias;  sobre la
antigua torre del Pendón o  del Rey, se
extienden, en la lejanía las montañas penibéticas de Sierra Nevada, el sistema
defensivo-perimetral y transversal- de las atalayas, el limes de la antigua
frontera granadina y, más cercano, Moclín, el Escudo de Granada.
               Y,
vista desde la lejanía, sirva de ejemplo 
desde la fortaleza de Moclín, un grupo cualquiera de turismo interior
puede contemplar , los campos alcalaínos en 
el horizonte,  las blancas
aldeas  que manchaban las tierras del
Camello y los aledaños de las Riberas y, sobre todo, dos máculas amarillas de
tierras  areniscas  que resaltaban de entre su entorno, las
tierras olivares del Sur y el bosque de pinos de la Cuesta del Cambrón:  una era 
la cantera de los Llanos;  la otra
el barrio de Santo Domingo de Silos que se esfumaba con las piedras de la
muralla del Gabán debido a las recientes excavaciones y reconstrucción del
parapeto de la plaza de la fortaleza. En el horizonte, este recinto
fortificado  que se encuentra avanzando
en los peldaños constructivos  de su
revalorización patrimonial, retrotrae a estos versos de este romance fronterizo
"Caballeros de Moclín, / peones de
Colomera, /entrado había en acuerdo, / en su aconsejada negra,/ a los campos de
Alcalá/ donde iría  a hacer la presa./
 y Continuando con la escaramuza del
cortijo de la Matanza, en la fuente del Malarmuerzo y, al recitar los
siguientes versos, fue interrumpido por un compañero  : "
soltemos un prisionero, /que a Alcalá lleve la nueva". Pues, viendo
aquel recinto a medio camino entre la reconstrucción de su aljibe de tapial, la
torre de mampuesto y el recinto amurallado de época nazarí y, por otra
parte,  envuelto entre andamios de tubo,
es facil declamar una perorata espontánea e imbuida de orgullo alcalaíno en
defensa de la reconstrucción actual del patrimonio alcalaíno de su fortaleza de
la Mota.Y aún más, convertirse  en el
adalid que quería ganar la batalla informativa para atraerse a los  turistas, que le rodeaban mientras
contemplaba el castillo de Moclín, como si quisiera vengarse de aquellos
caballeros de Moclín que habían zurrado una buena paliza 1a los personajes del
romance, a saber el  hijo del señor de
Alcaudete y las tropas alcalaínas que le acompañaban. El visitante  de la Mota 
se convirtió, por un momento,  en
virtual guía de los presentes e incitó a la visita de su recinto que había
cambiado de la noche a la mañana en los últimos treinta  años. Por eso se ufanaba de  explicar y comentar que la frontera se había
hecho vida en la ciudad de la Mota mostrando que valía la pena verla, al mismo
tiempo que se explayaba en comparaciones, logros y una retahíla de piropos. 
Como es lógico, cualquiera pudo pensar que era un forofo de su patria chica y se ufanaba, en demasía, de su tierra. Pero, al ver que todos le asentían, cambió de romance y recitó .."manda juntar a los suyos,/hace muy gran cabalgada, / y a las puertas de Alcalá/que la Real se llamaba.../ . Es decir, refrendó sus palabras y se vio como notario de unos hechos que no borra el tiempo. Obras son amores y no buenas razones.


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