CASABLANCA DE ALCALÁ LA REAL
La
historia de los locales de ocio y entretenimiento relacionados con los
expendedores de bebidas suelen vincularse con el nacimiento o la expansión de
la cultura, y, en muchas ocasiones, con la cultura vanguardista. Nos podemos
remontar a siglos. Pero, generalmente, el nacimiento de los casinos y algunos
célebres cafés fue el acicate para congregarse muchas personas que acudían a
estos centros, donde adquirieron encuentros de tertulias literarias entre los
artistas, sin olvidar el origen de movimientos políticos y sindicales. Incluso, los pintores ofrecieron sus lienzos
o su cartelería en otros locales que se desarrollaron en muchos sitios de
España con apellidos, según los colores, de casinos primitivos, liberal,
conservador, republicano, e, incluso las primeras casas del pueblo ofrecieron
sus locales a estos fines. En la Sierra
Sur los hubo, con estos nombres e, incluso se mantuvieron en los tiempos de
falta de libertad con otros fines propagandísticos. Pero, con la llegada a la
democracia estos lugares jugaron un gran papel. Uno de ellos estos lugares que
ha cubierto una etapa de la historia cultural alcaláina es el Bar Casablanca.
No
podemos olvidar aquel bar, con nombre de Café Casablanca, y con la presidencia
de aquella foto del cartel de esta película, que congregaba a muchas
personas al final del parque de los
Álamos ofreciendo su local y un ambiente
diferente, pletórico de modernidad que se respiraba hace treinta y ochos años rompiendo los esquemas
del ambiente tabernario de muchos locales de ocios. Su alma fue Julián Relaño y
su esposa Paloma Galindo que ofrecieron el disfrute de la libertad mezclada de
cultura, y unas bebidas envueltas del aroma del arte innovador. Y lo consiguieron con una
constancia que vencieron durante varios decenios muchos años a tirios y
troyanos, tormentas y contratiempos, pero siempre ofreciendo la proa de la
libertad y respirándose los nuevos aires del progreso. Como era frecuente,
compartía de los antiguos Cafés, las conversaciones culturales que se
extendían por los grupos apoyados en la barra y en sus mesas.
Nunca olvidaremos aquel año 1994, cuando tuvimos la suerte de darle el impulso a su nuevo local en l la calle Federico García Lorca. Pudimos palpar la ilusión y la apuesta con este nuevo recinto que se ofrecía con una tarjeta de auténtico espacio cultural teñido con el buen ambiente de establecimiento hotelero. Era un gran espacio para la música, el encuentro de recitales literarios, la muestra de la manifestaciones pictóricas y fotográficas, la biblioteca de la progresía, el juego de salón y, sobre todo el lugar de cita para iniciar y mantener las inquietudes sociales, literarias y artísticas. Casablanca creó estilo y forma en muchas generaciones alcalaínas, fue vivero de gente comprometida y aportó un nuevo modo de vida en muchos vecinos. Pues el Café Casablanca fue refugio para la cultura innovadora, donde se presentaron libros de jóvenes creadores, de poetas actuales, de narradores del círculo Entre Alonsos y Aldonzas; de encuentros con escritores innovadores, hispanista como Jon Sigurdur. No podemos olvidar la presencia en aquel foro de su nuevo libro con el que pretendía dar cara a los placeres literarios EL BÚHO CORNUDO, Casablanca abrió las puertas a muchas presentaciones de libros (de autores comprometidos, de temáticas vanguardistas, de nuevos enfoques como el mundo de los viajes). No quedó su actividad reducida ni anclada en la palabra, sino que sus paredes se ofrecieron a exposiciones de diversa índole desde las muestras étnicas del festival Etnosur, a la de colectivos como el Ladrón del Tiempo o Huerta de capuchinos, pasando por los pintores vanguardista como Carmona.
En sus paredes, junto a la copa de gin tonic o el café colombiano, muchos se recrearon con las lecturas de relatos más contemporáneos o con las notas de los grupos de música tradicional como murgas y comparsas carnavalescas o moderna en sus conciertos, no solo de artistas alcalaínos como los componentes de Sacamoños o Undercover, sino de otros como la banda Sidonie y miembros de Barón Rojo. Las asociaciones y grupos culturales sociales y políticos pudieron disponer de este sitio para poder ejercer su vida orgánica ante la ausencia de sedes. La asociación vecinal de Capuchinos mantuvo su actividad cultural, rutera y organizativo en aquel recinto gracias a la generosidad de Julián; lo mismo que otros grupos animalistas, ecológicos o vanguardistas dispusieron de su s salas para exposiciones; y los hubo hasta los que pudieron dar sus primeros para proponer nuevas alternativas a la sociedad en este local o simplemente reconocer con actos a los que habían sido marginados por el olvido y la desmemoria histórica, Pero, sobre todo muchas personas desarrollaron con mucha más asiduidad lo que Melquiades Álvarez, gerente del Café Varela mantuvo desde el año 79, aquellas tertulias que se fueron marchitando hasta que finalmente, desaparecieron, porque , como manifestaba «Tertuliar es innato en el ser humano y la gente necesita lugares donde tener calor humano y eso en las redes sociales no se consigue».
Si Julián tuviera que
recoger, en su dietario, a todos sus visitantes de su café bar puntero en la ciudad de la Mota,
le faltarían páginas para anotar la presencia de artistas que acudieron a este espacio para acompañar con un café los prolegómenos o
el después de una actividad de interés tras sus ponencias en congresos locales,
conciertos o actos públicos literarios,
Fue el lugar de la cita e intercambio, de vivir y revivir, de compartir y agradecer.
Alcalá la Real echará de menos La
pérdida de le Café Bar Casablanca. Desgraciadamente no es solo por una cuestión
económica, es una pérdida patrimonial, social y de desarrollo del conocimiento.
La nostalgia invadirá, como es frecuente en esta sociedad virtual, de estos
lugares que consiguieron ser “un talismán para los autores y artistas del mundo
de las letras y de todo tipo de farándula, como si se hubiera creado una
especie de ley de atracción entre la forma y el fondo”. No se dio por simple
protocolo a este lugar el honor de la estatuilla del Hércules, sino que su encomiable labor le hizo merecedor de este premio en 2010, en la modalidad de
Cultura y Educación.
Se
pasó en Alcalá la Real de los mesones a las tabernas, de esta a los bares, y,
con el Casablanca, a café tertulia, muy diferente de los típicos pubs de copas.
Hasta su jubilación Julián ha mantenido esta forma de compartir cultura y ocio.
Estamos convocados hasta el 29 de septiembre a rendirle un merecido homenaje.
Ya lo harán por estas fechas sus clientes como Undercover y otros grupos que desde
25 al 28 celebrarán un festival de despedida. Con el título Gracias, Casablanca, ha sido organizado
por la asociación Sacamoños. Se despide no con lágrimas sino con escenas de su historia y el
disfrute de la música de los grupos locales de rock y artistas invitados. Y
debemos refrendarlo con nuestra firma y la contemplación de la memoria
fotográfica de estos años. En su cierre, nos acordaremos de este lugar de
encanto con las palabras del poeta Escandar
Algeet,. La filosofía se puede
resumir en que la puerta estaba abierta a todo aquel que no la cerrase que
perseguía el objetivo de crear un espacio de expresión, debate, confrontación,
diálogo y, por qué no, de fiesta. Estos nuevos espacios promueven la cultura de
la ciudad donde se da la oportunidad a nuevas voces de hacerse oír y a las de
siempre, de seguir avanzando”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario