Entre
los obreros, comenzó a funcionar en 1926 una
sociedad ligada con Asociación Agraria Regional de
Mientras la ciudad vivía un
renacimiento cultural e, incluso, la cuestión social se alivió con las obras públicas comentadas
más arriba, en el campo social, a partir de 1925, renació la
conflictividad en las zonas rurales
destacando varios paros de obreros importantes en nuestra comarca,
promovidos por la
Sociedad Obrera de la Pedriza en dos momentos específicos, durante los
meses de febrero a mayo y de octubre a noviembre; en 1926, los paros repercutieron, de nuevo, en la misma aldea y, resurgieron, por primera
vez, en
el casco urbano, aunque las fechas cambiaran de un sitio a otro por el
mes de octubre. El motivo de esta situación no era otro sino la poca ocupación que daban los patronos al
reducir a lo mínimo las faenas agrícolas. Concretamente, este fue el momento en
el que surgieron los primeros conatos de
enfrentamiento y el origen de las posteriores rencillas entre patronos y trabajadores por no querer aplicar
los primeros las medidas consensuadas de colocación de obreros.
La crisis
obrera comenzó a reproducirse a en le mes de marzo de 1927 por parte de los trabajadores del
campo, demandando que se les diera trabajo o que se les alojara por parte de
los patronos[1]. Pero, esta vez, las obras
municipales no podían hacer frente a la
demanda obrero, ni en el campo había labores suficientes para todos los trabajadores. No
existía ninguna varita mágica, y la solución
continuó siendo la misma que en la época monárquica: la puesta en
funcionamiento de Cocina Económica de
Tampoco, las partidas
municipales ni los fondos enviados por el gobernador civil pudieron, entre 1929 y 1930,
hacer frente a esta grave situación. A veces el empecinamiento de los
patronos era tal que no contrataban a los obreros que exigían el pago de
la cuota del retiro, según denuncian el Socialista
del día uno de enero de 1928. O
peor todavía preferían segar las siembras verdes y echárselas a los animales
antes que contratar trabajadores con un jornal de cuatro pesetas.[3] Así se
producía en los momentos anteriores de
Durante los últimos años de la
dictadura, el paro obrero afectó intensamente a la vida municipal, porque los
conflictos se recrudecieron. Tampoco los pequeños labradores y arrendatarios
acompañaron a paliar la situación, porque quitaron los puestos de trabajo a los
jornaleros e incidieron, además, con
mayor virulencia las malas cosechas, las heladas, el granizo y las tormentas. Además,
no se realizaban muchas tareas agrícolas o se hacían de una manera imperfecta
dando lugar a un menor coste. Esto provocó que se intensificara el alojamiento
de jornaleros entre los patronos.
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