En un
periódico regional, el pasado sábado leía un artículo del profesor López Calera
sobre la poca valoración de la política en el mundo actual. Y lo razonaba
certeramente con su magistral pluma y análisis crítico, al mismo tiempo que hacía
una llamada urgente a todos para su renovación de modo que
parecía que lanzaba un salvavidas moral al mar para muchos naúfragos obligados por las
circunstancias económicas y el mal momento que pasan las instituciones de los
tres poderes del Estado.
En medio de este contexto, sin embargo, durante todas las semanas, me
aferro en poner de manifiesto la importancia de la
política en la vida local, en defender a
todos nuestros representantes- en el gobierno, en la oposición o en el espíritu
del consenso- y apostar por una mayor implicación del ciudadano en la vida
municipal.
Lo hago y me sigo creyendo, porque lo
considero que es vital para la sociedad,
y, además estimo que debemos colaborar todos para una revalorización de la
política, porque con estas aguas, puede correr, en un mañana no efímero, otros lodos mucho más peligrosos. Ya está bien
de un criticismo exacerbado, en el que se manipula la noticia para ofrecer solo
la cara del que nos interesa presentar en aspecto positivo o negativo ( pues se
juzga a las personas por un simple dato, la mayoría de las veces acontextual y
malintencionado; se denigra a las asociaciones por el comportamiento de un
impresentable, y se autonombran como censores de cuentas a los que, incluso,
dejan mucho que desear de su sentido e implicación democráticos, y meno aún, de
su participación política). Ha llegado el momento de apostar seriamente por el sistema menos malo y de pedir
a nuestros representantes que
favorezcan una ilusión entre toda la
ciudadanía, y nos ofrezcan metas con las que se desechen el desánimo y la
superación de la crisis; también es una tarea de todos compartir vivencias colectivas ( no quedarnos con lo
más fácil de afrontar como pueden ser el delirio
patriótico por la roja o por un éxito pasajero) que favorezcan quitar la exclusión que invade
a muchas familias dentro de nuestra sociedad;
nos ha tocado vivir momentos en los que no podemos aislarnos en nuestro nido calentito o en el solitario cobijo
de nuestros ahorros sin preocuparnos sobre
lo que pasa a nuestra derredor. Ahora bien, me viene a la mente algunos pensamientos de este catedrático
granadino, que no podemos dejar en el olvido.
Es el momento de la ética frente a la estética
( ya está bien de cuidar de las formas cuando el serón estaba hueco); no
podemos dejar tirada la moral por los suelos, sino que ha llegado el momento de
buscarla con un fino olfato a través de
recoger, con fino sentido crítico, los mensajes que nos ofrece la sociedad actual ( hoy día
son muchas las coordenadas que priman
entre nosotros, por ejemplo sería un osado a el que se lanzara a la
fastuosidad frente a la austeridad, la
mesura frente a la desmesura, la insolidaridad frente a la generosidad
compartida..) y todo ello con la vista
puesta en la sensibilidad de que la
participación y el compromiso sean asumidos por todos. Lo demás es ser
francotiradores que actúan a diario, o convertirnos en hombres de paja del
mundo financiero que no
ofrecen más perspectivas que la usura y el egoísmo de l capital o hacernos
kamikazes contra la cerrazón de una realidad infranqueable. Por eso, ahora no valen
juegos de artificios sobre la mujer del Cesar , ni del parecer sobre el ser,
ahora debemos ser todos a una defensores
del compromiso democrático, sino queremos caer en las redes de los hombres de
chaqueta negra o de l frac y , tras
ellos , yo me pregunto quien puede ser el que los va a sustituir. .
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