Ha muerto la
semana pasada el sacerdote José Lomas Maya, natural de Campillo de arena y muy
ligado a los pueblos de la Sierra Sur por nacimiento y apostolado. No obstante,
se ha sentido su muerte en muchos rincones de la diócesis de Jaén. También, muchos feligreses y amigos de Alcalá
la Real han lamentado profundamente su
pérdida, porque anduvo entre caminantes del Señor durante sus primeros años del
sacerdocio y en las primeras vivencias de su misión eclesiástica.
Con frecuencia
hay instituciones que imprimen carácter y el título de la hidalguía ( el
don) le viene, en seguida, a la boca de
los miembros de su colectivo. No me refiero
solamente a las instituciones religiosas., sino que lo expando en los
estamentos militares, judiciales y de
altos cargos públicos. Menos mal que la
abreviatura del domine simplemente como fórmula de comunicación y respeto se
globalizo en tiempos pasados y las misivas alcanzó tanto al villano como al
privilegiado, al hijo del basurero como
al hijo del duque. Pero hubo un momento en el que se rompió el hielo, y para
algunos hacer desaparecer del lenguaje el
título de don o reverendo
significaba que se había caído el universo, al menos social. Me viene
esto a cuento, al referirme al sacerdote José Lomas, cuando acudió a ejercer su sacerdocio por los
pueblos de las tierras del Sur, eran momentos fundamentales en los que se
intentaba hacer realidad la puesta al día del Concilio Vaticano II y, al mismo
tiempo, todavía se mantenía, en muchas
personas, el prurito clerical de los últimos
aletazos de la antigua abadía-
ahora integrada en la Diócesis de Jaén-.
Corrían nuevos tiempos que la cercanía y la afabilidad eran
valores de la sociedad que
anteriormente se habían minusvalorado o
no se les consideraba esenciales. Por eso, si nos referimos a este sacerdote y amigo en este contexto, no podemos olvidar
que no sólo no se bajó del trono de su cargo eclesial sino que siempre se puso
a disposición de las preocupaciones de los más sencillos (la fe del carbonero
de los aldeanos, los inquietudes de la
juventud y la formación de muchos
matrimonios jóvenes que hoy peinan canas). En palabras de María:” Magnificat: anima mea Dominum./Et exultavit
spiritus meus: in Deo salutari meo./ Quia respexit humilitatem ancillae
suae:/ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes.
Siempre con la sonrisa en los labios, siempre
con el consejo adecuado para quitar la tristeza al sufriente, siempre con la oración sencilla,
el, mensaje directo y la obra salvadora
del buen cristiano para animar a los de su alrededor en la lucha diaria. No era hombre de insigne oratoria, ni
escritor famoso, ni leguleyo, pero era
tan humilde y cercano como los
pescadores de Galilea elegidos como discípulos de Jesús. Sencillo divulgador de
la bienaventuranzas entre los hombres humildes de la nueva Palestina andaluza.
La huella quedó impresa en las familias
con las que compartía la religiosidad de la romería o el calor de sus
hogares. En palabras de Pedro Frailes hacía suyas estas afirmaciones: “Lo religioso nunca es ajeno a lo humano. Es
más: lo religioso, cuando no es humano, se pervierte. Un sentimiento religioso
que aborrezca lo humano no puede construir persona; una razón religiosa que
mancille la experiencia humana la hace irrelevante. El `pan y el vino, lo
corporal y lo espiritual, están en el fondo y en la forma de toda experiencia
vital y religiosa., El pan y el vino, por ser humano y religioso, nos llenan a
las experiencias fundamentales de la vida: compartir, poder disfrutar, poder
amar, en definitiva, poder vivir”.
Sabemos que José
Lomas, años después, estuvo en otros arciprestazgos y divulgó la buena nueva ocupando cargos importantes de la diócesis como vicario; también estuvo
como capellán en el mundo de las
cofradías y, finalmente, como párroco en la parroquia del Cristo de la Expiración.
Pero, sabíamos que, siempre que
acudíamos a Pepe Lomas, que era como simplemente lo llamábamos, te tendía
puentes ( qué es mucho decir) y se comportaba con nosotros, con la misma sonrisa de hombre
de Campillo de Arenas, de paisano de la Sierra a Sur; siempre con el corazón abierto a dar lo que
más tenía : su persona por los demás , que es una manera de predicar el Reino de Dios a todas
las personas.
Por cierto, no
imprimieron carácter tus títulos ni tus cargos,
tu huella quedó grabada en la
iglesia como Pueblo de Dios, al que tu prestaste tus mejores servicios y le
ofreciste tu vida entera , con tu
palabra sagrada y tus vivencias entre todos los hombres con los que
compartiste tu gozosa amabilidad. Alguna
razón profunda y una fe fuerte te movían, como dice el libro de la
Sabiduría: “Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los
vivientes; todo lo creó para que subsistiera, las criaturas del mundo son
saludables,(…)porque la justicia es inmortal”.
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