I
Dión, hijo de Hiparino, natural de
Siracusa, nacido de noble linaje, empeñado por razón de parentesco con las
dos tiranías de los Dionisios. Pues
Dionisio el mayor se casó con Aristomaque, hermana de Dión; de la cual tuvo dos
hijos, Hiparión y Niseo y procreó otras tantas hijas, de nombre Sofrosine y
Areté; la primera de las cuales se casó
con el mismo hijo Dionisio, a quien dejó en herencia el reino; y la otra Areté
se casó con Dión. Por otro lado, Dión, además de su parentesco y noble fama de
sus antepasados, tuvo muchas otras cosas buenas por naturaleza, entre estas su porte dócil, servicial,
dispuesto para las mejores artes,
gran dignidad de cuerpo, que se no es poca recomendación, además de
grandes riquezas heredadas de su padre, que había acrecentado con los obsequios del tirano.
Era íntimo amigo del Dionisio el mayor, más por modo de se que
por su parentesco. Pues, aunque la crueldad de Dionisio no le parecía bien, sin
embargo procuraba estar a salvo por la
amistad, y más aún por atención de los
suyos. Dión participaba en muchos asuntos y el tirano se dejaba influir mucho por su
consejo, a nos ser que se dejara arrastrar por la fuerza de su pasión.
En efecto, todas las delegaciones, que pudieran ser más importantes, se
gestionaban a través de Dion; pues, ejecutándolas
con gran diligencia y portándose en ellas
fielmente, suavizaba el nombre
muy cruel del tirano gracias a su
humanidad. Los cartagineses lo miraron
con tanto respeto y veneración que de
ningún griego, cuando fue enviado por Dionisio, se admiraron más que hablara mejor en lengua griega.
II
Pero esto no se le escapaba a Dionisio, pues
se daba cuenta de cuanto lo honraba; por eso acontecía que sólo favorecía
a Dión con especialidad Dionisio y lo
amaba como si se tratara de un hijo; éste, habiéndose enterado de que Platón
había llegado a Tarento, no pudo decir al joven Dión que no
se acercara a él, porque estaba ansioso de escucharlo. Le dio permiso y
con gran ostentación lo llevó hasta Siracusa. Dion se quedó tan admirado del
filósofo y se enamoró de tal modo del filósofo que se entregó por completo a él. Pero, no menos
Platón quedó deleitado de la
familiaridad con Dión. Pues habiendo
sido tratado cruelmente por el tirano, porque había mandado venderle, sin embargo lo hizo regresar Siracusa
a instancias del mismo Dión. En
este intermedio, Dionisio cayó enfermo. Y poniéndose peor, Dión preguntó a los médicos cómo se encontraba, y, al mismo tiempo, le pidió que le confesaran si estaba en peligro de muerte por casualidad,
alegando que él mismo quería hablar con Dionisio sobre repartir el reino,
porque pensaba que sus sobrinos, hijos de Dionisio, debían tener una parte del
reino. No se quedaron callados los
médicos sobre este asunto y dieron parte
a Dionisio el menor de la pregunta. Conmovido por esto, con el fin de que Dión
no pudiera hacer nada, obligó a que los médicos le dieran un somnífero a su padre. Tras tomarlo,
enfermo cayó muerto como si quedara amodorrado por un profundo sueño.
III
Tal fue el principio de la rivalidad entre Dión y Dionisio y esta
fue aumentando por muchos motivos. Sin embargo, a los principios se mantuvo
su amistad aunque ellos la fingían
en algunas ocasiones. Dión no
desistiendo de pedir a Dionisio traerse
de Atenas a Platón y servirse de sus consejos,
por su parte este, porque quería imitar a su padre en alguna cosa,
le concedió lo que le pedía. Por el mismo tiempo hizo regresar al
historiador Filisto a Siracusa, amigo menos del tirano que de la tiranía (Pero
sobre este historiador expuse muchas más cosas en el libro que escribí
sobre los historiadores griegos). Mas Platón tuvo tanta autoridad con Dionisio
y pudo tanto con su elocuencia
que le persuadió a que pusiese
fin a la tiranía y devolviera la libertad a los siracusanos, Disuadido
de este propósito y desterrado por el
consejo de Filisto comenzó a ser algo más cruel.
IV
Considerando, pues, que Dión era más superior que él en talento,
autoridad y amor del pueblo y con el recelo de que , si lo tenía en su
compañía, podía darle una ocasión de que lo derribara del trono, le entregó una
nave trirreme, para conducirlo a Corinto,
al mismo tiempo que le daba a entender que él hacía esto por el bien de
los dos , para que , al tenerse desconfianza el uno con otro, uno de ellos no se anticipase a
derribar al otro . Al indignarse muchos por esta acción y causando gran odio
contra el tirano, Dionisio colocó en la nave todos los bienes muebles que podía
trasladar perteneciente a Dión y las
envió a él. Pues quería que se considerara de esta manera, a saber, que el no
había hecho esto por odio que tuviese a Dión
sino porque estuviese más seguro.
Luego que escuchó que Dión preparaba un ejército en el
Peloponeso y se disponía hacer la guerra contra el, casó a Arete con otro y ordenó que su hijo
fuera educado de modo que, dándole muchos gustos, fuera imbuido en los más
vergonzosos placeres. Pues, antes de
llegar a la pubertad, le traían prostitutas siendo aún niño; le abrumaban con
el vino y banquetes y no le quedaba tiempo alguno para un sano juicio. El hijo
de Dión no pudo soportar el cambio de
estado de vida hasta tal punto que, después que su padre volvió a su patria-
pues le habían sido colocados unos guardianes, para sacarlo de esta forma
de vida- se cayó de la parte más alta
del palacio y murió de esta manera. Pero yo vuelvo al principio del asunto.
V
Después que Dión llegó a Corinto y ,
tras la expulsión de Dionisio, Heráclides,
que había sido prefecto de
caballería, se retiró huyendo a la misma ciudad, con todo tipo de planes empezaron a preparar
la guerra. Pero no obtenían resultados, porque se consideraba con muchas raíces el poder de los tiranos; y , por este motivo, pocos se les unían a
afrontar la alianza contra el peligro.. Pero Dión, confiado no tanto en sus
tropas como en el odio que le tenían al tirano, habiendo marchado para
conquistarla con gran ánimo, con dos naves de carga, derribó a un imperio
de 50 años, apoyado de 500 largas, diez mil soldados de
caballería, cien mil de infantería lo
que pareció admirable para todos los pueblos,
de una manera tan fácil que, tras tres días de ataque, entró en
Siracusa, que lindaba con Sicilia. De lo que puede comprenderse que ningún
imperio está completamente seguro con el buen afecto de sus súbditos. Por este tiempo Dionisio se había
retirado y, en Italia, esperaba la armada de los enemigos, creyendo
que nadie vendría en contra suya con
grandes tropas. Este hecho lo engañó. Pues Dión reprimió el orgullo del Rey con aquellos mismos, que
habían estado bajo el poder del adversario,
y del mismo modo se apoderó de toda Sicilia, que había estado bajo
el poder de Dionisio, y también de la ciudad de Siracusa, excepto la
fortaleza e isla unida a la ciudad
fortificada y avanzó en la conquista tanto que el tirano quería hacer la
paz con estas condiciones, proponiéndole
que Dión se quedase con Sicilia, Dionisio con Italia, Apolocrates, hijo mayor
de Dionisio, con Siracusa, (precisamente
este era el único en quien confiaba muchísimo Dionisio.
VI
Un repentino cambio siguió a estos
acontecimientos tan prósperos e inesperados, porque la fortuna siempre ha
procurado hundir con su variedad a aquel que un poco antes había librado. En
primer lugar, descargó su ira contra su hijo, al que mencioné hace un momento.
Pues, habiendo hecho vuelto a casar con Arete, que había sido entregada a otro
y queriendo volver a la virtud después de su perdición por la lujuria, el
padre recibió una puñalada muy
cruel al conocer la muerte de este su
hijo. Tras ello, se originó una discordia entre él y Heráclides., porque este
no podía soportar que Dión estuviese a mayor altura que él, preparó una conjuración contra él. Pues
Heráclides no tenía menos influencia
entre los más nobles, por cuyo consenso
estaba al frente de la armada, mientras Dión mandaba el ejército de infantería.
Dión no soportó esto con ecuanimidad y
refirió aquel verso de Homero del segundo canto, en el que se contiene esta
sentencia: no puede gestionarse bien el
estado bajo el poder de muchos. Gran odio contra él provocó este
dicho. Pues parecía que había dado a
entender que todo lo quería mandar. Aquel se apasionó en no suavizar este
odio con el buen trato , sino
extinguirlo con crueldades, y, habiendo llegado a Siracusa, trato matar a
Heráclides.
Este acontecimiento causó a todos un
temor muy grande. pues nadie creía que, una vez muerto el adversario, estaba seguro.
Por otra parte, aquel, retirado el adversario, repartió con bastante libertad,
los bienes de aquel , a los que creía que se habían sentido en
contra suya. Una vez repartidos estos,
como se hicieran cuantiosos gastos diarios, comenzó a faltar rápidamente
dinero; y no le quedaba a qué echar mano, a no ser a los bienes de sus amigos. Este era un punto tal que, si ganaba a la
tropa, rompía con la nobleza. Andaba afligido con el cuidado de esto. Y
como no estaba hecho a que hablasen mal de él, llevaba a mal que aquellos lo tuviesen en mala opinión, los
que, un poco antes, lo habían puesto sobre los cuernos de la luna. Pues el
pueblo, estando disgustados los soldados, podían hablar con más libertad y
andar diciendo que no debían soportar a un tirano.
VIII
Mientras Dión se hacía estas
consideraciones, sin saber cómo calmar la situación y con el recelo de qué fin tendrían estas cosas, un tal Calícrates, paisano de Atenas, , que
había venido con él desde el Peloponeso a Sicilia, hombre enredoso y astuto
para armar traiciones, , sin respeto ni fidelidad alguna, se acercó a él y le
dijo: “que estaba en un gran peligro por
lo disgustado que el pueblo estaba con él y por el odio que le tenían los
soldados, lo que podía evitar, a no ser
que encargase a alguno de sus amigos, que se fingiese enemigo de Dión. Que,
si hubiese encontrado a este, fácilmente
sabría que se libraría de sus contrarios; porque habían de revelar sus
secretos al que se mostrase enemigo de Dión.
Con la aprobación de este plan, se encargó de este negocio el mismo Calícrates y se
valió de la imprudencia de Dión. Buscó
unos compañeros para matarlo, habló con sus adversarios, y dio vigor a la conjura. Habiendo llegado a
descubrir algo de la conjuración que traía entre manos, porque muchos la
conocían, llegó a oídos de Aristomaque, hermana de Dión, de su esposa Arete.
Estas, atemorizadas, fueron a hablar con Dión acerca del peligro que corrían. Pero Dión les
dice que Calícrates no haría nada contra ellas, sino que, por su mandato
se llevaba a cabo lo que estaba
haciendo. No obstante a lo que les había dicho, las mujeres, sin embargo,
llevaron a Calícrates al templo de
Proserpina, y le obligaron a que jurase que no le seguiría peligro alguno a
Dión. Con este juramento, aquel no sólo lo apartó sino lo incitó a apresurar la ejecución de la
obra comenzada , temiendo que se descubriese su resolución antes de terminar lo
que había intentado.
IX
Con esta idea, en el siguiente día
festivo, estando Dión retirado en su
casa sin haber querido concurrir a la fiesta y habiéndose acostado en un cuarto
alto, entregó a los que sabían la conspiración los sitios más protegidos de la
fortaleza, cercó el palacio con
guardias, encargó a sujetos de su confianza que no se apartasen de las puertas
tripuló de gente armad una nave de tres órdenes de remos, se la entregó a su
hermano Filóstrato y le ordenó que esta se mostrase en el puerto como si
quisiese que se ejercitasen los remero;
pensando que si acaso no le salía bien el lance, se vería obligado a salir
huyendo para salvarse. Por otro lado, eligió entre los suyos a unos
jóvenes naturales de Zante, que no sólo
eran muy atrevidos, sino también de muy robustas fuerzas y les encargó que se
presentaran sin armas ante Dión, como si parecieran que iban a hablar con
él. Se les dio entrada por el
conocimiento que tenían de la casa de Dión. . Luego que entraron en el cuarto
donde estaba durmiendo Dión, habiendo
echado la llave a la puerta se echaron encima del que esta acostado sobre la
cama- Lo ataron. Metieron un ruido tal que pudo oírse fuera. En este lance, de
la misma manera que anteriormente he dicho, para cualquier persona es fácil de
entender cuán aborrecible es el poder de un solo sujeto, cuán desdichada es la
vida de aquellos que prefieren ser
temidos a ser amados. Pues aquellos mismos guardianes, si hubieran querido bien
a Dión, habrían podido libertarle, rotas las puertas, porque aquellos
desarmados, blandiendo una espada a los que estaban fuera, tenían vivo a
Dión. Como nadie acudiese a socorrer a
este, cierto siracusano de nombre Licón, entregó a través de la ventana la
espada, con la que Dión fue matado.
X
Habiendo matado de matar a Dión, como la
multitud hubiese entrado a verlo, los que no sabían quienes eran los agresores
de su muerte mataron a algunos
inocentes, creyendo que ellos eran los que habían muerto. . Pues, habiéndose
esparcido pronto la noticia de que habían quitado violentamente la vida a
Dión, se habían aglomerado muchos a
quienes no les sentaba bien tal fechoría. Estos, arrastrados por una falsa
sospecha, mataron a los inocentes, como
si fuesen los agresores. Luego
que se hizo pública en la ciudad la muerte de Dión, de un modo digno de
admiración cambiaron las intenciones del
pueblo. Pues los que lo habían llamado
continuamente tirano estando vivo, estos
mismos lo proclamaban ahora como libertador de la patria y el que había expulsado al tirano. Así, la
compasión había dejado paso al repentino odio de modo que deseaban comprar a
costa de su sangre la vida de Dión. Así pues, en un lugar muy célebre de la
ciudad, habiéndole hecho exequias a
expensas del erario público, le
levantaron un mausoleo. Murió a 55 añosa los cuatro años que volvió Sicilia
desde el Peloponeso.
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