LA DANZA DEL SIGLO XVI
La investigadora alcalaína Carmen Juan Lobera escribió hace tiempo sobre la
presencia de los primeros gitanos en España. Y, en concreto, se ciñó
especialmente en la ´ultima parte de su artículo sobre los gitanos alcalaínos
del siglo XVI y XVII y su presencia en los tercios de Flandes. Hay constancia
de la presencia gitana en Jaén en tiempos del Condestable y en Granada,
a extramuros de la ciudad, a finales del siglo XVI.. Manuel de Falla
y Federico García Lorca (6) establecen la relación entre el cante jondo con los
elementos musulmanes y gitanos con estas palabras: Cuando
establecen el nacimiento del «Cante Jondo» en Granada. Como resultado de
aprender los gitanos, y asimilar a la suya propia, la música andaluza de los
moros de Granada. Fue en la capital del reino nazarí, dicen, donde se dieron
las circunstancias históricas posibilitadoras del nacimiento de un canto que,
siendo puramente andaluz, inconfundiblemente andaluz, encierra las calidades de
escalofriante em oción propias de los cantos primitivos de Oriente.
Para tratar sobre la danza, seguimos a
Carmen Juan El aportado por las tribus gitanas que procedentes de la
India, de donde fueron expulsados por los turcos, erraron hacia Occidente
llegando algunas a Granada durante la segunda mitad del siglo XV. Nada más
natural que estas tribus pasaran a Granada por Alcalá la Real. Varias razones
apoyan esta teoría: noticia escrita en el Santo Reino sobre estancia de
gitanos, la cercanía de la fortaleza y ciudad alcalaina a la capital nazarita.
Y otra, de gran interés para el caminante. En la torre más alta del alcázar de
Alcalá la Real alumbraba, desde la época de Juan I, un gran «farón». Para
seguridad de los que viajaban de noche y: «porque los cristianos cautivos que
saliesen de Granada fuyendo, viniesen a la lumbre de él»[1] Por un acta
de 9 de julio del año 1531, en su cabildo ya se encuentra
una referencia a las danzas que realizabanse puede leer en un libro de actas de
cabildo municipal lo siguiente: «En este Cabildo se mandó que el mayordomo
pague a los gitanos seis reales para un carnero, porque anduvieron ayer, día
del Corpus Christi, en la procesión, delante del Sacramento, e lo fizieron bien».
Coincidimos que la noticia es de veras interesante para el
estudio del nacimiento de las danzas andaluzas. Aún no se habían cumplido
los cuarenta años de la conquista de Granada y ya aparecen gitanos
integrados en la vida de la ciudad alcalaina, que colaboran a la mayor
vistosidad y belleza de sus funciones religiosas. Nos cita,
además, bautizos de hijos de gitanos en los libros
parroquiales de Santo Domingo de Silos. En 2 de octubre de
1539 se bautiza un hijo de Alonso Flores, albardero, del que en documentos
posteriores se dice es gitano. Y otros muchos, diciendo que Lo
que da una proporción superior al uno por mil, en la parroquia, ya que durante
este tiempo tuvo un total de 16.708 bautizos. Como suponemos que en la otra
parroquia la de Santa María la Mayor, cuyos libros desaparecieron en
1936, habría una proporción, se puede decir que, en la sociedad alcalaína del
siglo XVI, había una importante representación de la raza gitana. Sobre los
gitanos más curiosos , afirma que “De estos gitanos, algunos,
tienen oficio conocido com o Alonso Flores albardero, en 1531. Y luego, en
1578, hay otro albardero Alonso Flores, lo que parece indicar sean dos personas
distintas, quizá padre e hijo. Otros pueden que fueran organizadores de danzas,
o danzantes.
Y curiosamente en un documento de 31 de
mayo 1550 ante el escribano Luis de Pareja , siendo testigos Hernán
Martínez del Salto y Juan Martínez, estante que no vecino de la ciudad, hemos
encontrado a este Alonso de Flores, uniendo las dos hipótesis de esta
investigadora. Era este mismo personaje, por lo tanto gitano, y maestro de
danza. Lo hace levantando un contrato de arrendamiento con el sastre Juan
Martínez, al que arrendaba un portal para enseñar su oficio. En concreto, pone
como un año de duración del contrato. El objeto del arrendamiento era ·un
portal de las casas de que, de presente, vivo; cuyo fin era para que useys
vuestro oficio de enseñar danzar. Comenzaba el contrato desde san Juan del
año de la firma hasta el siguiente y pagaba la cantidad de cuatro reales cada,
hipotecando todos sus bienes Alonso de Flores si no pagaba. Tanto el arrendador
como el rentista se declaraban vecinos de Alcalá.
ESTA CURIOSIDAD NOS MUESTRA EL
CARÁCTER ELEVADO DE LA DANZA Y SU INFLUENCIA EN EL ARTE A TRAVÉS DEL MUNDO
GITANO CON LA PRESENCIA DE ALONSO DE FLORES, UN GITANO ALCALÁINO EN LA COMARCA
ABACIAL DE ALCALA LA REAL.
Ya hemos tratado en anteriores
artículos sobre el origen de los gitanos alcaláinos, los Flores
organizaban ya a mediados de siglo la danza de los gitanos y uno de ellos llegó
a ser maestro.
Ante Hernán Sánchez en 25
de julio de 1564, aparece el gitano Francisco Mantero contratando con
Blas del Pozo, tejero, 100 ladrillos y 2.000 tejas por 3.250 maravedíes.
En otro contrato se le ve vendiendo un asno por 6 ducados a Francisco Ruiz
Delgado.
LOS NEGROS DE ORIGEN AFRICANO Y AMERICANO
Ante Alonso Contador (Legajo 4787, folio 1164 y ss), 14 de mayo de
1596 Hernando de Tordesillas, vecino de Alcalá la Real se obligaba a
sacar una danza en las fiestas siguiente: El día del Santisimo Sacaramento (
ElCorpus y su Octava), el día de la fiesta de Santa Ana y el día de San
Jacinto, el domingo siguiente de la Octava. Curiosamente, la fiesta del Corpus
se celebraba con gran fastuosidad y esplendor en la ciudad abacial desde
principios del siglo XVI y hemos comentado en muchas ocasiones; la fiesta de
Santa Ana se celebraba en un clima que se convertía en patrona de la ciudad
ante las calamidades, y la de San Jacinto es una devoción que nació en la
ciudad abacial relacionada con la fundación del convento dominico, en Alcalá la
Real de Nuestra Señora del Rosario, pues san Jacinto fue un santo polaco
que en Romá mantuvo un encuentro con Santo Domingo de Guzmán y fundó
muchos conventos en las ciudades polacas, rusas y checas de tal modo que por su
fama milagrera alcanzó mucha devoción en tierras españolas, en Alcalá la Real
llegó a esculpir una imagen a principios del siglo XVII. Se componía de ocho
muchachos, y una muchacha todos vestidos con traje de
negritos con sus ropillas y calzones y bonetes de colores de frisa e lienzo
nuevos , mangas y medias amarilla aforradas, las ropillas en viço gruardado
acullilladas , con zapatos, guantes y medias negras, o las manos
teñidas y los rostros negros, todos y todo guarecido a mmi costa. Por
su parte era comisario de fiestas el licenciado Ribera que le debía pagar 429
reales.
La danza se remonta a los tiempos de conquista de
América y se entronca con la llegada de los esclavos negros afroamericanos, y
algunos entroncan esta danza con los orígenes del flamenco. La celebración del Corpus se remonta a finales del siglo XV y
principios del siglo XVI. Ya hemos desarrollado en el Cuadernillo de Toro de
Cañas muchos aspectos de esta fiesta, pero vamos a añadir algunas notas.
En 1557, acudió a la
ciudad de la Mota el grupo de Jurez y sus compañeros que llevaron a cabo varias
recitaciones y trajeron un maestro de capilla con sus músicos y cantores para
la función de iglesia que importaron 22 ducados. Incluso se hicieron varios
autos y representaciones.
EL OFICIO DE VIOLERO
Hace uno días nos
encontramos un ciego, que tocaba diversos instrumentos de cuerda en la ciudad
de Alcalá la Real por los años cuarenta del siglo XVI, montamos un relato.
Cuentan que los violeros españoles desarrollaron un lenguaje propio
que sentó las bases de posteriores trayectorias iniciadas en otros países
europeos, especialmente en Italia. Su papel fue decisivo porque fundieron
múltiples sustratos previos goticistas y andalusíes y lo transmitieron con
vigor a toda Europa. Este oficio gozó de un gran prestigio social y cultural en
los siglos XV y XVI, como demuestra, por ejemplo, el hecho de que Mahoma
Mofferriz, un afamado violero y organero zaragozano fuera el alcalde de la
aljama de los moros de la ciudad a finales del siglo XV; o que llegaran a
ejercer el oficio algunos hidalgos, como Pedro y Mateo Arratia. Encontramos
también violeros en Toledo compartiendo su actividad con las enseñanzas
musicales, el magisterio de niños, o las clases de danza. Zaragoza fue la
ciudad española con un mayor número de violeros activos en la segunda mitad del
siglo XV y principios del XVI . En los años treinta de la centuria siguiente
fue suplantada por Toledo y ya a finales del XVI por Madrid-
La importancia del violero radicó que en
algunas ciudades se empleó el término de violería para dar a
entender el lugar donde trabajan violeros, o el arte ejercido por
ellos. La primera de estas dos acepciones queda clara en un solo ejemplo que
conozcamos, el de la “calle de la violería de Sevilla”, citada a finales del
siglo XVI y principios del XVII; o el uso de la
jerga del arte de la viola dentro de su gremio.
Este consistía
en dar origen a muchos instrumentos comentados, en concreto los antiguos
fueron: las vihuelas de mano, guitarras medievales, renacentistas y barrocas;
vihuelas de arco, clavicordios, clavicémbalos, laúdes y arpas.
La seriedad de este
oficio se comprueba por el documento que vamos a comentar de Gutierre de Burgos
entre un violero, afincado en Alcalá la Real, y un aprendiz con fecha de 25 de
abril de 1552. Estaba muy reglamentado, y en algunas ciudades, contaba con
gremio propio y con sus correspondientes ordenanzas. Este violero
alcalaíno debió haber alcanzado el grado de maestro en una de ellas,
aprendiendo sus normas de calidad, los procedimientos para la adquisición de
los materiales y se sentaban las bases para la formación de los nuevos
violeros. En concreto, en este documento acude Pedro Hernández de Arjona, y lo
representa el padre de menores Juan López é Relimpio el Viejo con el poder
de su padre para que el violero Bartolomé Gutiérrez lo acoja como aprendiz de
su oficio durante seis años y le vece el oficio hasta convertirse en oficial.
En concreto afirma el documento hacer una guitarra, un discante (GUITARRA
PEQUEÑA, A VECES MUYA AGUDA) y un tenor y tender cuerdas “, en la segunda
función " aveys de mostrar tañer veinte piezas las que el dicho Pedro
Hernández de Arjona quisiere aprender más convenientes para el oficio. formarse
en el oficio, antes de convertirse en oficiales. También se obligaba el maestro
violero a vestirlo de abajo y de fiesta, los de fiesta de paño a ducado la
vara, dos camisas, calzas, jubón gorra y zapatos, y, como instrumental, le
debía dar sierra y azuela. Le debía pagar nada menos en los seis años 25.000
maravedíes por acompañarlo en el oficio, ya que era mozalbete menor de 25 años
y mayor de 18.
No llegó este contrato
al siguiente grado de e maestro, que debía superar un examen en el que demostraban
sus destrezas prácticas y conocimientos teóricos frente a un tribunal compuesto
generalmente por dos maestros violeros consagrados y un veedor del gremio.
Hemos recogido todos
los documentos del siglo XVII que corresponden a los contratos
efectuados por los comisarios y los diversos gremios o personas
para sacar danzas y otros actos el día del Corpus de los años encontrados
En casi todos los contratos, no sabemos si las danzas acompañaban a otros
ingenios, yendo delante de ellos con sus instrumentos musicales. Los contratos
solían firmarse en los finales del mes de abril y durante la primera quincena
de mayo, de tal manera que hubiese tiempo para que toda la representación
estuviese lista el día del Corpus. Como todos los documentos notariales de la
época no resultan de lo más minucioso que quisiéramos , especificando el color
y calidad de los vestidos, el número de personas que compondrían la danza, los instrumentos
musicales que tocarían, e incluso, en algunos casos, el nombre de los músicos o
cantantes. El documento primero se remonta a 1611 consistente a una danza
de sarao de ocho personas y cuatro diablillos con diversos instrumentos. Los
vestidos erna ocho tocados , ocho mantos, y ocho cabelleras, y los
instrumentos dos sonajas, dos ginebras, dos guitarras y dos adufes ( Leg 4840,
fol. 669 v Hernández Capilla, 17 de mayo). .
Durante el tercer decenio, cambió mucho
la vestimenta. En 1616, hay constancia de una danza de niños en la Iglesia
y otros que se han hecho para adorno del Santísimo Sacramento, de modo que los
comisarios hicieron un inventario muy interesante. Destacaba ocho vestidos para
la danza de niños, vaqueros, calzones, los de rosa con sus guiretes y dos
bordes de catalufa; dos amarillos de tafetán, dos morados y dos blancos de
catalufa. Hízose un baquero encarnado con basquiña y capillo, más otra
basquilla de catalufa verde con su capillo, Dos ropas o túnicas y una capa para
figuras de diablos con sus cabelleras. Una túnica de tafetán blanco con la
cabellera rubia, Caballos, lanzas y adargas. Mas otros un baladran de tafetán
verde guarnecido, dos capotillos y dos monteras y un sombrero , dos sayos de
monteras y polainas de frisa blanca, dos pares de sonajas y un pandero. En
1616, se hicieron seis vestidos de frisa colorada y seis bonetes de lo propio,
y seis capuces de frisa negra. ( Libro de Cabildo 1616)
En 1620, hemos conseguido
nuevos datos sobre las danzas del tamborino y
otra de los cascabeles. En el primer documento de danza de uno
de mayo, Pedro Gutiérrez, Juan León Padillo y Diego Padillo se
comprometían con Francisco Muñoz a sacar la danza de cascabeles y
tamboril en el Día del Señor y su Octava. Y además acudirán a los ensayos
y demás cosas para ello". Se les pagaba cuatro reales y medias y zapatos,
de duras suelas y darles de comer el día del Santísimo Sacramento. Y el propio
Francisco Muños se comprometía a buscar otros tres hombres . En el segundo día
aparecían los danzantes Antonio Díaz y Manuel de Extremera y se comprometían a
sacar la danza de los cascabeles del Santísimo Sacramento y de la Octava
y asistir a los ensayos todo los secretos. Se obligaba ante Francisco Serrano
de Extremera, que les debía pagar los dos reales y media y proporcionarle otros
dos , así como todos los gastos, acarretos y calzas y zapatos.
En siete de mayo mayor
de 1622 el vecino de Alcaudete Francisco Martínez Vázquez se comprometía a
traer una danza de 9 negros, vestidos con frisa colorada y
azul y rostros con los comisarios Juan Vázquez Mesía y Jua n Fernández de
Villalta. Cobraban 38 reales y debían realizar una muestra el miércoles antes
de la Fiesta del Santísimo Sacramento, el Corpus y la Octva. Se les
pagaba a la entrada del ensayo doce reales, y el resto a la Octava.
En 1623, se contrataron
Granada a Joan de padilla y ofrecían una nueva novedad con dos danzas
para el día del Santísimo Sacramento en el 18 de abril. Una de sarao vestidas
de plata pajiza, que vio el comisario Juan Vázquez Mesía y quedó en su poder,
además había de traer bandas azules con puntas de plata azules, ligas y
ceñidores, y siete tocados de cabelleras y rostros, y nuevos, y penachos
de pluma nuevos; y otra danza de tudescos de cascabel , con vestiduras de tela
y raso, conforme a la muestra que quedaron en poder del comisario.
Además, había que traer sombreros, de tafetán azul guarnecidos de sevillanita
de plata, penachos y ceñidores. Debían de subir todos los a la Iglesia Mayor
por la por la tarde al lugar que se celebran las danzas hasta la octava,
mudándose la una y la otra, Cobraba por las dos danzas 166 ducados. Y las
personas que tocaban el tamboril corrían por cuenta de los comisarios Vázquez y
Villalta. El modo de paga era 66 en el día de San Bartolomé,
y el resto hasta el día de la Octava.
En 1629 (AHPJ FOLIO
135Escribano Alonso de León , 21 de marzo) El albañil Pedro Pérez se
ofrecía ante el vecino de Granada zapatero Juan de Padilla que se había
concertado con el escribano y comisario de fiestas Francisco Jiménez en
realizar las fiestas de Santísimo Sacramento:
-Buscar la gente para
sacar las tres danzas con tres cuadrillas de ocho personas para cada danza. una
de ocho hombres, y otra de saraco cuatro de hombres y cuatro de mujeres.
-Sacar los días de
fiestas y octaba, y los días intermedios de rueda.
-Tmabien irán delante
cuatro diuablillos,.
-Darle los vestidos y
galas para dicho día y fiestas y pagarle lo que concertare.
-Se le pagaba 1-038
reales; 308 reales al contado;
lA
PALABRA ministril
proviene del francés antiguo menestril.
Y la DRAE RECOGE TRES ACEPCIONES
1. m. Ministro inferior de poca autoridad o respeto, que se ocupa en los más ínfimos ministerios de justicia.
Responde a los alguaciles menores
2. m. Hombre que en funciones de iglesia y otras solemnidades tocaba algún instrumento de viento.
Era el uso más frecuente y solía desempeñar labores de comunicación, protocolo
y servicio en hermandades y cofradías, además de la función musical.
3. m. Individuo que por oficio tañía instrumentos de cuerda o de viento.Dio
lugar a las capillas de míusica, seglares y en fiestas paganas.
En
la Edad Media, ministril es
uno de los nombres con que se denominaba a los músicos o juglares complementarios
de los trovadores medievales.
Se considera voz procedente del latín «ministerium y minister».
Al parecer, los trovadores, troveros y minnesinger, poetas
cortesanos, se enorgullecían de su actividad literaria pero se avergonzaban de
tocar instrumentos, por lo que de manera tradicional recurrían a los juglares
para esta función de acompañamiento instrumental de sus canciones o les
entregaban sus obras. Posteriormente se utilizó el término 'ministril' trastrocado
como músico instrumentista, para diferenciarlo del cantor.
El término comenzó a utilizarse en Francia a comienzos del siglo xiii,
cuando los juglares líricos de las cortes señoriales preferían ser llamados con
la palabra menestrel, como el resto del personal que trabajaba a
sueldo en las cortes, en vez del término jongleur. En el
siglo xiv, este término para referirse a los músicos cortesanos se fue
generalizando y extendiendo a más países.
A mediados del siglo xiv es cuando comenzó a utilizarse este
nombre en la península ibérica, pero bajo la forma ministril. En
el reino de Aragón se refieren con este término a tres músicos del
rey de Francia que actuaron en la corte en 1340. Se fue generalizando primero
en la Corona de Aragón y después en la de Navarra, quedando el término juglar para
designar a los músicos callejeros y ministril a los
cortesanos.
A partir de la entrada de la dinastía de los
Trastámara en los reinos de
Aragón y de Navarra, el término ministril fue cayendo en desuso. Así, desde la
segunda década del siglo xv comenzó a ser sustituido por el de sonador para
referirse a los músicos de instrumentos de cuerda, no así para los que
tocaban chirimías, los cuales seguían siendo llamados ministriles.4
La función principal de los ministriles era la de acompañar la danza y el
canto, al menos en las Coronas de Navarra y Aragón, más afrancesadas que la
de Castilla.
La chirimía, el sacabuche, la corneta y el bajón fueron los principales instrumentos
interpretados por los ministriles, lo que no impedía que en ocasiones también
tocasen ocasionalmente otros como flautas u orlos, que son aerófonos con forma
de “J”.Ls ministriles eran los ejecutantes de instrumentos que tocaban flautas, sacabuches, bajones,
dulzainas, chirimías, violines, oboes, trompas y clarines. El maestro de capilla componía música, ejecutaba el
órgano, dirigía el coro, enseñaba a los músicos y se ocupaba de la instrucción
de los niños de la escoleta.La palabra
«ministriles» denomina tanto a los instrumentos de viento, como a los músicos
que tocaban en las capillas de Iglesias y Catedrales, para, junto al órgano,
acompañar y sostener a los cantantes de las misma.
Por el documento
alcalaíNo, en 1595, se observa que es un contrato entre un ministril y mercader
de paños, para confeccionar la vestimenta. El ministril Juan Fernández Hinojosa
se comprometía a pagarle al mercader Diego Pérez, ausente de la ciudad, la
cantidad de 187 reales por haberle comprado cincpo varas y media de
tla fina de raza de Ávila y tres varas y 7 cuarta de paño negro veintecuatorceno.
Para pagarlo, denota que no andaban muy de medios ni monedas y se avalaba con
el mayordomo de la Iglesia Mayor que afrontaba en caso de impago los gastos
sacados de los sueldos de ellos.
FIESTAS del siglo xvii
A mediados del siglo XVII, se va a
producir un movimiento de influencia de los distintos conventos de la ciudad en
la vida cultural. Hasta ahora, la cátedra religiosa era
ejercida en los momentos solemnes de las fiestas patronales y de
acontecimientos regios por el abad o por los famosos clérigos contratados de la
catedral de Granada, colegio de la Compañía de Jesús de Montilla y,a
partir de estas fechas, los priores de los distintos conventos celebrarán la
mayoría de las celebraciones litúrgicas. Otro dato importante es el incremento
de capellanías, memorias y fundaciones que reciben a lo largo del siglo XVIII
frente al mantenimiento de las que ya existían en las iglesias y parroquias
dependientes de la autoridad abacial. Como una obligación de muchas personas y
del propio abad, era mantener a los jornaleros y las clases desfavorecidas por
medio de las limosnas que otorgaban compartiendo el reparto con las autoridades
civiles, controlando los clérigos los repartimientos de pan. La preocupación
por el elemento religioso era compartida por los dos estamentos- el
eclesiástico y el civil- que frecuentaban las rogativas en los momentos
estacionales de sequía o de lluvias intensas. Aún más, la obligación de
ofrecer servicios religiosos les obligaba a la reformas de ermitas como la
de la Magdalena, situada a las afueras de la ciudad en el camino de
Granada:
se construyó para que los vecinos hallavan sacando los agostos en las heras
del Coto y Magdalena no creciesen en los días de fiesta de ver el sacrificio de
la misa, pues desde las mismas parvas tienen el beneficio de oirlas y de lo
carecen de él por no abandonar sus parbas cf.22-10-1798.
o para evitar las irreverencias a un señor Crucificado que existe en
ella poralgunas personas que acuden de noche y evitar los pecados mortales de
no ira misa en los Agostos y evitar el refugio de los contrabandistas que
dirigen insultos a transeúntes cf 31-10-1798.
La iglesia va a extenderse en todos los núcleos rurales por medio de los
capellanes de las ermitas, donde suelen celebrar misas dominicales y las
fiestas de los partonos, así como el cobro de diezmo y asistencia en los
últimos actos de la vida.
Pervivencia de los
siglos anteriores son las tradicionales fiestas oficiales del Corpus
Cristi y la festividad del 15 de Agosto. La primera era una fiesta en
la que la intervención del cabildo tenía una gran participación organizativa.
De sus propios fondos y con permiso real, mantuvo las principales actividades
de la fiesta. La proximidad con Granada nos hace ver una ciudad , en la que se
le imponía las modas culturales de la ciudad de la Alhambra.
Los comisarios- diputados de fiestas contrataban las mejores danzas, los
mejores autores de comedias y los artistas de los distintos monumentos que se
encargaban de la procesión del Corpus y de la Octava. Al principio,
un elemento básico fue las danzas de cascabel y castañuelas, interpretadas por
gitanos, pero después se va cediendo paso a grupos de damas, hombres y
diablillos. Los coloquios de los niños nos recuerdan otras danzas que se
interpretaban en la iglesia mediante representaciones de pequeños relatos o
pasajes evangélicos y bíblicos como el Diálogo de los Niños en el Templo,
generalmente eran dirigidos por el maestro de capilla (cf.10.5.1624). También
eran frecuentes, la representación de autos sacramentales y la interpretación
de villancicos, sonetos o cantos poéticos durante la procesión en honor al
Santísimo. Uno de las preocupaciones más importantes va a consistir en la
escenificación de los tablados en los que se colocaba el Corpus
Cristi en la Mota, y, posteriormente, en las plazas del nuevo
ayuntamiento de la zona baja que se construyó en el siglo XVIII. Tampoco, se
puede olvidar los adornos de toda la estación así como la portada del propio
cabildo. Generalmente, se contrataba a los autores de comedias que llevaran a
cabo las danzas y a casas especializadas del Corpus granadino, tendiéndose en
el siglo XVIII a contratos de periodos fijos de ocho años, que solían ser
prorrogados, con familias como los Perea, por la complicación, artificio y
fastuosidad barroco de todos los elementos. Aunque suele ser
muy parecidas, las del año 1634, destacan por el número de danzas que
nos ilustran de la importancia de esta fiesta y que fueran contratadas con
Pedro de Contreras y Quiteria de Toledo, viuda del autor de comedias Juan
Rodriguez. Fueron cuatro danzas: la primera era de calza entera, cuatro hombres
y cuatro en hábito de mujeres; el vestido de hombres, con sus estelas y
ropillas verdes, con sus mangas vestidas y sueltas y bandas de tafetán verde y
puntas de oro con cuellos de solieras y las mujeres en aguas de la misma tela
de siete paños con armadores, con mangas pedidas largas y la guarnición de oro
y toda la tela nueva. Tanto hombres como mujeres llevaban penachos enteros y la
guía de la danza sacó laúd. La segunda danza fue de emperadores romanos
de ocho personas. Los vestidos de cordelan de cuatro colores, bordados de
hojuela de plata y lentejuelas, mantos de tafetan con puntas de oro y rosas en
los hombros, coronas de laurel y penachos y cabelleras con un violín por guía.
La tercera de hábito de bandoleros de ocho hombres, vestidos de tela verde con
guarnición de oro y ropilla que se entiende de gabardina abierta y bandas
donde vayan pendientes y pistolas que ha de dar el dicho comisario, sombreros
de color con penacho caídos, con un vitola por guía : La cuarta se visitó de
traje de indios de lana anacarada con cajetillas y calzones marineros con
puntas de oro y llorones de pasamano en lugar de guarnición, rostros de color
de pasa con estrellas de oro en la frente, cabelleras, cascabeles y un arco de
plumas en la cabeza y una guía pedida con tambor. los comisarios pagaban los
hombres en sus ensayos y los seis hombres que se vestían de diablillos con
vestido de lienzo y sus rostros. La fiesta religiosa era solemne, en la que
participaban todas las hermandades, cofradías y clero secular y
regular, acompañados del cabildo civil y religioso. El primero
llevaba las varas de palio, motivo que provocó gran número de
discusiones. El Barroco complicará los pequeños escenarios, tablados
de la Mota con arcos de frucias, columnas de decoradas,
colgaduras altares simbólicos, entoldando toda la plaza, colocando
grandes galerías a la entrada del cabildo y en todos los ventanales con
cornucopias, arañas e iluminarias al mismo tiempo [1] .
Añadir
leyenda |
El itinerario se mantuvo hasta que los abades pudieron en la
Mota realizándose la procesión en un recinto fortificado lleno de
escombros, casas derrumbadas, patios, corralones. Sin embargo, la nueva plaza
municipal va a dar un impulso barroco a la fiesta entoldándose para el paso de
la custodia, adornándose con templetes, acompañamiento de regimientos militares
y nuevos itinerarios hacia la calle Veracruz y calle Llana, evadiendo la calle
Rosario, que un tiempo perduró mientras salía la procesión de la Iglesia de
san Juan. Hay muestras de carocas en la plaza como en Granada.
[1]AMAR. Caja 282. Pieza 9.
de 1620
Juan Collado Izquierdo se comprometía a traer del Castillo ocho
hombres kl maestro de danza Pedro Pérez por la cantidad de
360 reales para la fiesta del Corpus Cristi, día de octava y ensayo. 16 de
febrero de 1649 ante el escribano Francisco de Velasco.
En 1661, (FV 5161, 14 de febrero) se comprometía con Francisco Fernández
ante el comisario de las fiestas del Corpus y Octava Francisco de Narvaez
Ludeña y de la Cueva a sacar una danza de cascabel de ocho hombres
con su guía, tamboril y flauta por 400 reales, pagados en varios plaza ( 200
inicio, luego en desarrollo y 100 octava). . Pero hay noticias, en medio
de las fiestas, que se celebraba a partir del día 16 de junio de 15671 ( ante
FV. ) en el que celebraban las fiestas del Corpus y se comprometía desde la
Vísperas y Octavas a sacar esta danza de gitanos. Se comprometían los gitanos
de Priego Josefe de Rojas, y Diego de Medrano, un día después (17) con
los comisarios don Francisco de la Cueva y Ludeña y Francisco
Hidalgo a sacar y haber sacado una danza con las condiciones de que debía
pagarle 60 ducados en dineros, 24 reales para 4 arrobas de vino
, 50 reales para dos fanegas de pan, 22 para una oveja y
12 reales para zapatos.
En 1664, fueron comisarios Jerónimo de Pedregosa Alonso de Abril
y encargaron ala albañil Sebastián Cubero la organización de las
fiestas del Santísimo Sacramento y su Octava. tres danzas, cuatro hombres y
cuatro mujeres; otra de galanes de ocho hombres; otras de otros ocho hombres,
con el tamboril y flautas. El regidor le tenía que dar vestidos y galas, Por
1950 reales ( 1.050al principio y el resto día de la Santisima Trinidad. ( FV
5173, folio 18-80 año 1663) 10 de mayo ; una gruesa de cuerdas, 24 libras carne
y cinco arrobas vino , una fanega de trigo.
En 1667 (FV folio 98) Pedro Leonardo de Biedma y Juan Martínez Valenzuela
le pagaron a Sebastián Cubero la cantidad de 760 reales
por sacar tres danzas para pagar el alimento y bebida
El maestro ensamblador Francisco de Contreras hizo por 400 reales el altar de
la Plaza, entablados, altares tres y tablados.
LA DANZA Y LA FIESTA DEL CORPUS EN EL
SIGLO XVIII
Junio:
El Corpus Cristi se celebraba en la vísperas, que subían los miembros del
Cabildo a la Iglesia Mayor Abacial o a la de San Juan sin la presencia del
corregidor ni los caballeros comisarios, organizadores de la fiesta. El Día del
Corpus, acudían a la solemne función religiosa y procesión; durante todas las
tardes de la Octava acuden un determinado número de caballeros. El día Octavo
subía toda la ciudad en pleno. Corría con el gasto de la cera y la que sobrara
se la dará a Nuestra Señora.
El día de San Pedro acude invitada por el hermano mayor, que solía ser un
clérigo.
LAS DANZAS DEL CORPUS DEL CASTILLO DE LOCUBÍN
Siempre
la fiesta del Corpus tuvo una relevancia especial en los pueblos del Sur. Desde
la participación de todas las cofradías, la presencia de los diablillos, la
escenificación de autos en tablados y los recitados hasta la intervención de
danzas caracterizó el desarrollo de la festividad sacramental. Hemos podido
comprobar todos estos aspectos en mi artículo de Toro de Caña El
ocio de la vida cotidiana de los siglos XVI y XVIII. Pero, no caímos en la
cuenta de algunos aspectos participativos ni organizativos de las danzas. Este
es el caso del Castillo de Locubín. Por un documento ante Juan Bautista Cano de
once de mayo de 1617, se han podido encontrar varias danzas que realizaban los
vecinos castilleros en esta fiesta, e incluso la capacidad para desarrollarlas
en otros pueblos distintos de la abadía. Se denominaba popularmente como PUENTE
DE SEGOVIA, y debió ser una danza de zancos, pañuelos y paloteo. Se
comprometían a contratarlas para las fiestas del Corpus y el Domingo de la
Octava de ese año en la villa de Martos, mediante el contrato
firmado con su comisario de fiestas Francisco de Santiago. Los
danzantes Gabriel del Salto, Juan de Extremera, Juan de Aguayo, Diego de Basco,
Juan de Abril, Juan Jiménez, Miguel de Almirón ,Martín de Sánchez y
el carpintero Francisco de Aguayo, como principales y Bartolomé
Romero como su fiador; se obligaban proporcionar y realizar desde
las ropas hssta todo lo que fuera necesario para estos días festivos y cobraban
con el precio de 30 ducados, adelantando 130 reales.
Por la misma fecha firmaba, con las mismas cantidades y el mismo
comisario marteño, otra escritura y en las mismas condiciones contratando con
varios vecinos del Castillo la DANZA DE LOS NEGROS, una danza
étnica. Lo hacía con Juan del Salto, Juan Berrueco y Juan de Aranda, Andrés del
Salto su fiador, Pedro Marcos y Bartolomé Romero, en nombre de Pedro Cobo y
Juan del Fresno.
LA FESTIVIDAD DEL CORPUS CRISTI
Como fiesta capitular, continuó celebrándose como la más importante
de todas las fiestas hasta tal punto que se mantuvo la obligación de
nombrar comisarios en los cabildos últimos del año, hacer presupuesto y
contratar todos los elementos de la fiesta del día del Corpus y su Octava, a
pesar de las dificultades que asiduamente fueron resolviendo los miembros
del ayuntamiento para contratar y hacer frente a los gastos. Se llegó incluso a
tomar créditos por los comisarios hasta que se les libraba de los más
recónditos procedimientos: pagas de arbitrios. Hay momentos de que incluso se
anularon las suertes de los comisarios y se aplazóa su nombramiento en las
fechas próximas de la festividad.
Lo normal de dicha fiesta radicaba en que el cabildo municipal acudiera
formado como ciudad desde sus casas capitulares, yendo delante al clarinero de
librea, seguido de los porteros y el resto de la ciudad.[1] En la iglesia recogían los comisarios al señor abad, vicario o
gobernador, que lo acompañaban hasta el coro; en la despedida los mismos
comisarios lo hacían hasta la puerta de la Iglesia en el caso del abad y hasta
la sacristía con el vicario, de donde lo sacaron. En el coro se repartía la
cera por los porteros, parte al coro y otra a la ciudad sin entregarle a los
regidores, portadores de palio.
En la procesion general era frecuente que acudieran todas las cofradías,
comunidades religiosas y el cabildo eclesiástico con sus estandartes,
cruces e imágenes, asi como las danzas y los gremios de la ciudad. Estos
se vestían y formaban cuadrillas de diablillos y no sólo con
ropas y rostros de tales, sino con los de los sayones de Semana Santa y
otros ridículos y extraordinarios trages, que no vienen al casso para el
culto,ni cossa de razón, sino para executar licenciosamente toda suerte de
desórdenes. Al final de la manifestación religiosa iba el cabildo,
precedido con ochos sujetos vestidos de librea y asistidos por un oficial del
cabildo, el clarinero o timbales, los porteros y el resto de la corporación. Al
Cabildo eclesiástico- beneficiados, capellanes y clérigos- lo presidía el abad
o el gobernador, que era acompañado por dos pajes en el primer caso,
asistiéndole con un cojín para bonete.[1]
La villa del Castillo de Locubín también mantenía la tradición festiva y no
era extraño que hasta muy entrado el siglo XVIII cooperara el ayuntamiento
municipal. Así Juan Beltran de Callava, regidor, contrataba en el año 1742 con
Mateo de Molina y Tomás de Santiago tres danzas de dieciséis hombres y ocho
mujeres cons sus intrumentos para el trabajo de los nueve días, la octava,
fiesta y vípseras del Corpus, dándose 1.100 reales por persona [2].
Los conflictos entre el estamento civil y religioso son frecuentes. No es
extraño que se firme un nuevo convenio de concordia el año 1721, donde se
recoge entre otras cosas anteriores como la salutación en los sermones y la
presidencia y llaves en el día del Jueves Santo, junto con el acompañamiento de
dos pajes en la procesión.[3] Se repiten en el
año 1751, que se llegó a la concordia con el fin de que todos los estamentos
municipales ganasen el jubileo que había otorgado Benedicto X.[4] Pero reverdecieron
a finales de siglo, con motivo de llevar la silla el abad, entabándose un
pleito que se hizo comparar los privilegios con el de otros obispados[5]. Incluso, en el año
1783 no acudieron a la fiesta por dicho motivo[6] prorrogando el conflicto
hasta el año 1793.
Nuevos elementos diferentes a los siglos anteriores se manifiestan en estos
siglos. En el año 1725, en la víspera del Corpus, aprovechándose de la
presencia del Regimiento de Dragones Pavía, se iluminó la plaza del
Ayuntamiento en la calle Real, se hicieron salvas de fusilería por las
tropas y una velada, alternada entre la capilla de música de la iglesia Mayor y
los cuatro obóes del Regimiento.
Por los años treinta del siglo XVIII, se escribe en el forro de las
portadas de los libros de Cabildo, el dato de la probanza de los dulces del
Corpus por parte de todos los regidores y oficiales del Ayuntamiento, señalando
la fecha exacta de dicho acontecimiento, como un acto importante de la
festividad.
Es frecuente que el cabildo costase la cera de la iglesia de los regidores.[7] Esta se
dedicaba a altar de la Iglesia Mayor, al gobernador, los ministros y el cuerpo
de la ciudad. Por las circunstancias adversas o económicas, en años como el
1744, se restringe el adorno de la plaza y se sugiere que sea lo menos costoso
posible, ocurriendo el caso de que se suspendan las propinas que se daban a los
munícipes y los gastos de danzas.[8]
En la misma línea de restricción de gastos, se aceptó en el año 1749 que se
cambiaran los dulces y propinas que daban a los miembros del Cabildo por la
parte correspondiente de tela de lana para las chupas.[9]
El año 1753 nos ilustra de los elementos constitutivos de la fiesta al
presentar las cuentas los diputados encargados de ellas: Los adornos de la
plaza, el altar, la cera, los dulces y, curiosamente, la Danza de los
Valencianos completaban el montante de unos siete mil trescientos cincuenta y
dos reales. Aunque no quieren introducir estilos ni perjudicar lo esencial de la
fiesta, la nueva danza de los Valencianos es una novedad de la fiesta, que se
repetió en el año siguiente en el día de la función en el de la Octava al
contratarse a Pascual Millares.[10] Esta
danza está relacionada con la moixiganga, que alude
a una serie de danzas de torres humanas que
se celebraban, y aún se celebran, en la Comunidad Valenciana,
en Cataluña y en Aragón y
que, para muchos autores, son el origen común de la muixeranga, de
los castellers y del Dance de Tauste entre
otras celebraciones aragonesas similares. Las moixigangas mantienen los
bailes, su altura no es tan elevada y buscan la vistosidad plástica y el
sentido religioso. Su origen es pagano, pero con el tiempo se fue
integrando en las manifestaciones religiosas. Durante siglos, estuvo muy
presente en los pueblos valencianos. Consistiendo en la ejecución de diversos
bailes, solía terminar con la formación de una torre humana no demasiado alta.
Aparecía sobre todo al frente de los séquitos populares donde cada uno de los
gremios ejecutaba un baile. La documentación más antigua que se ha conseguido
es del siglo XV. La tradición se conserva actualmente en algunas poblaciones como Algemesí, Alcudia, Ollería, Forcall o Peñíscola y recientemente
se ha recuperado en la Safor. La más emblemática es la de muixeranga de Algemesí. Según muchos
estudiosos, las moixigangas son el origen de la muixeranga y de los castellers.
Según estos estudios, los castells se originaron básicamente en el
área de Tarragona-Reus-Valls y, con los años, perdieron los bailes y se centraron en conseguir
torres cada vez más altas. Los
siglos XVII y XVIII fueron los de su máximo esplendor en
los que la tradición estaba muy extendida por las comarcas valencianas. Así
lo demuestra un documento del año 1798. El ayuntamiento de Sueca solicitaba
a la Capitanía General permiso para celebrar la procesión de la Virgen de
Sales. Este documento describe la fiesta como: "...delante
de la procesión, a corto espacio de su Cruz, vayan dos o tres Danzas (...) con
Torneos y Mojigangas, como se hace en essa Ciudad de Valencia y en la
Processión del Corpus, en las de sus parroquias, en la procesión de Nuestra
Señora del Carmen y en otras particulares...”.
La espectacularidad y el hecho de integrarse en un baile de calle al estilo
de las danzas procesionales provocó que la tradición se exportara. Con el
nombre de "baile de los valencianos" se integró en diversos séquitos
de España. Ya en el siglo XVIII se tienen noticias de que en
el 1762, concretamente en Lérida, los "valencianos"
actuaron en la colocación de la primera piedra de la nueva catedral y en 1774 participaron dos grupos en el Corpus
de Granada. Más tarde, en 1822, otro grupo volvió a intervenir en la procesión del
Corpus de Sevilla.
Unos días después, se nos especifica la reiterada probanza y convite de
dulces y además se manifiesta que la procesión salía de la iglesia de San Juan
hasta la Plaza Nueva. Una arroba de cera para la hermandad del Santísimo
Sacramento,veintitrés libras para la iglesia( preste, diaconos, curas, beneficiados,
sorchantres, sacristanes, organistas, maestro de ceremonias, capellanes,
campanero y caniculario), cuarenta y cuatro velas de media libra para el día
del Corpus y Octava, catorce velas de media libra para para el preste y altar
en los días señalados, otra al abad y gpbernador, al fiscal, notario y
mayordomo. No se olvidaban de la media libra del paje del Gobernador. El altar
de la plaza alcanzaba los dos mil quinientos reales. Los dulces se repartían
una arroba para el abad y media para el gobernador, en la misma proporción el
corregidor y el alcalde mayor y los regidores y jurados recibían seis libras,
dos los escribanos, tres los abogados, dos el capellán del cabildo, dos el
contador y el alguacil mayor, administradores de propios y Pósito, y una en el
mayordomo, el fiscal, el portero y el trompetero. No obstante, este año se
restringió el refresco del Día de la Octava.[1] A veces,se amplia el derecho de cera a los miembros del Tribunal
Eclesiástico como en el año 1763. En otras ocasiones, se distingue al
corregidor con una cera especial como en el año 1780 [2]. Durante muchos años los presupuestos fijados ascendieron los doscienta y
cincuenta mil maravedís.
A mediados de siglo se constata que una familia granadina va ser la
encargada de la organización de todos los preparativos, ornamentos, aderezos,
danzas, altares, y demás elementos de la Fiesta del Corpus. Era la familia de
los Perea, que provenían del Corpus de la ciudad de la Alhambra y, mediante
conciertos de siete y ocho años, se obligarán de padres a hijos a organizar los
principales actos y adornos. En concreto, el 1757, Juan Perea firma un contrato
cuyo memorial recoge el acta del cabildo del día ocho de enero, donde se
compromete a a hacer todos los años la función del Corpus y tener pertrechos
suficientes, que eran los adornos y altar de la plazajuntamente con las tres
danzas de dichos días [3]. El período de duración del contrato suele establecerse con una
periodicidad de siete años, que a veces prorrogan como es el caso de este mismo
en el año 1763, aunque cada vez exigen nuevos elementos y materiales: en este
año precisamente las tablas, madera y rollizo de los altares y de los toldos.[4] Al morir en el año 1772, sus hijos, tulelados por Felipe Guillén,
mantienen las mismas cláusulas[5]. En el año 1784, finalizó este contrato y el propio cabildo quien organiza
la tramoya del toldo e iluminarias[6].
Al perderse el eslabón con ellos, la ciudad va a adquirir algunos
elementos de tramoya y aparato, que eran sobre todo los lienzos de damasco rojo
que colgaban todos los ventanales de las Casas de Cabildo y de las Carnicería y
cubrían el altar levantado en el centro de la Plaza del Ayuntamiento. Concuerda
con el color de terciopelo rojo que tenían los vestidos de los porteros y los
trompeteros y los asientos del cabildo en la Iglesia Mayor.[7] Muestra de esta situación es el año 1748, cuando los comisarios Diego
de Moya y Juan de Callava se ven imposiblitados a traer un adorno decente
de la plaza. Los motivos eran claros: no había persona que se comprometiera a venir
por la escasa cantidad librada par tal efecto por la ciudad. Acuden , entonces
, al maestro Arenas, residente en Alcalá, que pide un anticipo de doscientos
ducados y se concierte con él un período de ochos años. Así lo refieren los
anteriores comisarios:
Han tanteado al maestro Arenas que se halla en esta ocasión y este se
obliga a hazer el adorno nuebo para la plaza con la condición de que salgan con
la anticipación doscientos ducados y que éstos se extingan en ocho años a razón
de veinticinco en cada uno y con la condición que a de adornarla dicha plaza en
los expresados años de nueba pintura y a satisfazión de los caballeros
comisarios en quien entrase el turno en los ocho años.[8]
[1] AMAR. Acta del cabildo del 28 de mayo de 1831.
[2] AMAR. Acta del cabildo del veintitrés de marzo de 1848.
[3] AMAR. Acta del cabildo del dos de junio de 1771.
[4] AMAR. Cabildo deltrece de enero de 1891.
[1] AMAR. Acta de Cabildo del veintiuno de mayo de 1751. La ciudad
acuerda comprar los toldos.
[2] AMAR. Libranza del cabildo del veintinueve de junio de 1751.
[3] AMAR. Acta del Cabildo del 16 de junio de 1807.Informe de Miguel de
Cisneros, comisario del Corpus.
[4] AMAR. Acta del cabildo del once de agosto de 1891.
[5] AMAR. Acta del cabildo del diecinueve de mayo de 1885.
[6] AMAR. Acta del cabildo del diez de junio de 1889.
[7] AMAR. Acta del cabildo del veintitrés de agosto de 1900.
[8] AMAR. Acta del Cabildo del 26 de mayo de 1799.
[9]AMAR. Acta del cabildo del 26 de abril y 29 de mayo de 1793,
posteriormente, el cinco de junio de 1820 y.
[10]AMAR. Legajo 76. P.9.
[11] AMAR. Acta del cabildo del catorce de mayo de 1831.
Enel año 1747 va a tomar cartas en la organización de las fiestas el propio
Marqués de la Ensenada que transmite una orden a la ciudad.
Junto los lienzos y la cera del altar, se entoldaba todo el recorrido de las calles de la Plaza. Para las
figuras y los paneles de los cuadros se procuraba contratar un maestro pintor,
que a veces se quejaba de que no era su obligación el entoldamiento de
las calles de la plaza. Ante soluciones que ocasionalmente se habían
producido con encañados y verduras, el cabildo manifiesta que no le
parece, no vaya a que llueva y se haga irrisible funzión que debe ser de la
mayor venerazión. [1]
. Los toldos importaron dos mil cuatro ducados, ochenta y cuatro reales
y veintiún maravedís.[2] En el año 1798, se adquirieron ochenta varas de damasco
rojo que era para los distintos doseles, manteles de altar, cubre
balcones y ventanas. En dicho año finaliza el conflicto entre el abad y el
cabildo municipal acerca de las andas del Santísimo Sacramento. En el año 1807,
sufrió una importante desgracia al incendiarse el altar en la noche del
veintisiete de mayo " que se había construido en medio de la
Plaza Pública por la celebración de la festividad cuyo adorno
se reducía a colgaduras de damasco, costeados por esta M.N.L.C. y han
resultado quemados seis cortinas y cuatro inutilizadas de las noventa y seis
que le entregó el caballero diputado don José Revilla, encargado para la
custodia de ellas, se entera la ciudad y obliga entregar las ochenta y seis restantes"[3]
La fiesta del Corpus se mantiene hasta entrado el siglo XX y hay relación
de gasto presupuestario en el 1891, recogido con la nueva moneda y concretado en
doscientas setenta y cinco pesetas[4] Algunos cambios se producen como son la contratación de la Música que
intervenía en la función religiosa, la iluminación de las Casas de Cabildo, la
velada musical en la víspera y los fuegos artificiales [5] A veces , surgen problemas de competencia entre los dos grupos
musicales de la localidad como en el año 1889. La Sociedad Lírica de Alcalá la
Real, provista de su banda de música se vió alternar en las distintas funciones
y veladas con la banda de música de don Antonio Núñez López a lo largo de las
fiestas [6]. La capilla de música, compuesta de músicos locales o foráneos suele ser
parte importante en la festividad los días del Corpus y la Octava [7]
La cera y la iluminación del alumbrado público con bombillas solían ser uno
de los gastos más importantes en el año 1920.
El itinerario sufre un cambio según se produce el desarrollo urbanístico se
va plasmando. A finales del siglo XVIII, se desplaza a la iglesia de la
Veracruz, Llanillo, Real , Llana y calle Veracruz, pasando por alto el antiguo
que llegaba por la calle Rosario.[8] Curiosamente, la procesión va acompañada de la Virgen de las
Mercedes que, por aquel tiempo, permanecía en la Iglesia de la Veracruz. En el
año 1793, se aprueba la Cofradía del Santísimo Sacramento de esta iglesia y se
comunica al cabildo para conocimiento[9]. Esta hermandad se mantendrá a lo largo del siglo XIX y , junto con la de
las Animas de la dicha iglesia, ocuparán el vacío dejado por la Cofradía de la
Veracruz. La riqueza de sus fondos nos muestra ya en el año 1842 una hermandad
languidecida y pendiente de las limosnas por los demandantes de las calles y de
los campos para celebrar una función de iglesia precedida de unos fuegos
marciales y música marcial cuando la llevaban a los enfermos.[10]
Sin embargo, la decadencia es notable y a partir del año 1830, se nos
muestra que la fiesta del Corpus suele coincidir con la de San Fernando y
obliga gastos comunes hasta tal punto que se restringe la colocación de
cortinas como adornos en la Plaza de la Iglesia Mayor de Consolación y sólo se
colocan doscientas luminarias en las Casas Capitulares y la música se hace
presente con dificultad no permitiéndose el refresco.[11] Todo ello tenía lugar el día del Corpus, su
Octava y el mencionado día de San Fernando, no permitiéndose por la escasez de
recursos el resto de los días intermedios, ya que no alcanzaba el presupuesto a
los tres mil reales para afrontar todos los gastos. La dejadez de estos años
es manifiesta hasta tal punto que se fija un contrato con un vecino de Granada,
Pascual Muñoz, que recibe las quejas del cabildo del veintiocho de mayo por los
adornos de damasco que eran sencillos e indecorosos, por las colgaduras de la
fachada principal, rota, descolorida y enmendada, por el dosel del Rey muy
pequeño de mal prospecto y estilo que en lugar de aderezar afea y
desagrada a santidad del día que es dedicado, mientras la ciudad
pretendía un dosel con buen gusto adornado de espejos y cornucopias para colocar
los retratos reales y poderles hacer guardias en los días de vocación y
funciones. El cúmulo de quejas alcanzaba a la ausencia de los penios de la
Corte que nos lo había puesto, a la de los pabellones de damasco con platilla y
perdiceros de las ventanas de las galerías convertidos en unas tiras falndo los
parabosi, y la conversión del gran pórtico a corcel anchuroso en un indecente
un cuatro pie de damasco viejo y un lienzo de fardo sin cubrir. En los portales
de la plaza también afectó todo esto, los pabellones y colgaduras se redujeron
a una faja con cortinas de filipidum y unos indecentes pabellones. Se
completaba el adorno de la plaza con el laberinto alegórico dedicado al
santísimo Sacramento en la fuente de la plaza, que quedó convertido en un o
irrisorio en lugar de la suntuosidad, sustituyendo las figuras alegórica y
columnas en puras líneas indecentes y poco significativas [1].
Es frecuente que se amenizaran las fiestas
con fuegos a lo largo del año, como hay constancia en el año 1848 [2]. Los antiguos comisarios van a dejar paso en la organización
a la Comisión de Ornato que son conscientes de que deben celebrar la
fiesta con ostentación y suntuosidad.
No obstante, en los
momentos de periodos revolucionarios, que frecuentemente coinciden con épocas
de escasez y penuria económica, se restringen los gastos de ostentación y lo
primero que se restringe son los fuegos artificiales y el refresco como sucedió
con el Corpus del dos de Junio de 1771, año que estalló la primera
República [3]
El horario era matutino tras la función de iglesia. Sin embargo a finales
del siglo XIX, el cabildo solicita que se celebre por la tarde por lo
intempestivo de la hora y se concede hasta hoy día desde el año 1891[4].
A lo largo del siglo XX, se mantuvieron los altares de la procesión del
Corpus, el desfile de los Niños de Primera Comunión y la presencia de la
Adoración Nocturna con su estandarte y los Tarsicios.
[1] AMAR. Acta del cabildo del diecinueve de junio de 1753.
[2]AMAR. Acta del cabildo del veintisiete de mayo de 1780.
[3] AMAR. Acta del cabildo ocho de enero de 1757 y otras del 1761
[4] AMAR. Acta del Cabildo del catorce de abril del 1763.
[5] AMAR. Acta del cabildo del soasw febrero de 1772.
[6]AMAR.Acta del cabildo.
[7] AMAR. Acta del cabildo del treinta de mayo de 1748, donde se
libran 6.077 maravedís para los vestidos y la tela de los escaños.
[8] AMAR. Acta del Cabildo del cinco de marzo de 1758.
[1] AMAR. Libro de
Ordenanzas de la Ciudad del año 1766. Folio 32 y siguientes.
[2]AHPJ. Legajo 5312. Folio
703. Ocho deenero de 1742.
[3] AMAR Cabildo del
once de enero de 1711.
[4] AMAR. Acta del
cabildo del seis de junio de 1751.
[5] AMAR. Acta del
cabildo del treinta de mayo de 1783.
[6]AMAR. Acta del cabildo
del diecinueve de junio de 1783.
[7] AMAR.Acta de
Cabildo del siete de abril de 1742.
[8] AMAR. Actas de
cabildo del dieciséis y veintiuno de abril, y cuatro de mayo ( libranza de
3.067 reales) de 1744.
[9] AMAR. Acta de
cabildo del veintitrés de junio de 1749.
[10] AMAR. Acta del
cabildo del dieciocho de junio de 1753, y del año 1754.
[1] AMAR. Provisión
real recogida en el Libro de Ordenanzas del año 1751, como nota marginal.
LA DANZA DE GALANES EN
EL CASTILLO DE LOCUBÍN
Hemos tratado en anteriores ocasiones la Fiesta del Corpus y su
organización en el Castillo de Locubín. Lo hicimos con la Danza del Puente de
Segovia y otra de Los Negros. En esta ocasión, nos referimos a la
DANZA DE LOS GALANES, muy extendida en los decenios posteriores, y, a lo largo
de la primera mitad del siglo XVIII, en el territorio abacial.
Por los años treinta del
siglo XVIII, se escribe en el forro de las portadas de los libros de Cabildo,
el dato de la probanza de los dulces del Corpus por parte de todos los
regidores y oficiales del Ayuntamiento, señalando la fecha exacta de dicho
acontecimiento, como un acto importante de la festividad.
Es frecuente que el
cabildo costee la cera de la iglesia de los regidores.[1] Esta se dedicaba a altar de la
Iglesia Mayor, al gobernador, los ministros y el cuerpo de la ciudad. Por las
circunstancias adversas o económicas, en años como el 1744, se restringe el
adorno de la plaza y se sugiere que sea lo menos costoso posible, ocurriendo el
caso de que se suspendan las propinas que se daban a los munícipes y los gastos
de danzas.[2]
En la misma línea de restricción de
gastos, se aceptó en el año 1749 que se cambiaran los dulces y propinas que
daban a los miembros del Cabildo por la parte correspondiente de tela de lana
para las chupas.[3]
El año 1753 nos ilustra
de los elementos constitutivos de la fiesta al presentar las cuentas los
diputados encargados de ellas: Los adornos de la plaza, el altar,la cera, los
dulces y, curiosamente, la Danza de los Valencianos completaban el
montante de unos siete mil trescientos cincuenta y dos reales. Aunque no
quieren introducir estilos ni perjudicar lo esencial de la fiesta, la nueva
danza de los Valencianos es una novedad de la fiesta, que se repetirá en el año
siguiente en el día de la función en el de la Octava al contratarse a
Pascual Millares.[4] Unos días después, se nos especifica la
reiterada probanza y convite de dulces y además se manifiesta que la procesión
salía de la iglesia de San Juan hasta la Plaza Nueva. Una arroba de
cera para la hermandad del Santísimo Sacramento, veintitrés libras para la
iglesia( preste, diáconos, curas, beneficiados, sochantres, sacristanes,
organistas, maestro de ceremonias, capellanes, campanero y caniculario),
cuarenta y cuatro velas de media libra para el día del Corpus y Octava, catorce
velas de media libra para para el preste y altar en los días señalados, otra al
abad y gobernador, al fiscal, notario y mayordomo. No se olvidaban de la media
libra del paje del Gobernador. El altar de la plaza alcanzaba los dos mil
quinientos reales. Los dulces se repartían una arroba para el abad y media para
el gobernador, en la misma proporción el corregidor y el alcalde mayor y los
regidores y jurados recibían seis libras, dos los escribanos, tres los
abogados, dos el capellán del cabildo, dos el contador y el alguacil mayor,
administradores de propios y Pósito, y una en el mayordomo, el fiscal, el
portero y el trompetero. No obstante, este año se restringió el refresco del
Día de la Octava.[5] A veces,se amplia el derecho de cera a los
miembros del Tribunal Eclesiástico como en el año 1763. En otras ocasiones, se
distingue al corregidor con una cera especial como en el año 1780 [6]. Durante muchos años los presupuestos fijados
ascendieron los doscientas y cincuenta mil maravedís.
A mediados de siglo se
constata que una familia granadina va ser la encargada de la organización de
todos los preparativos, ornamentos, aderezos, danzas, altares, y demás
elementos de la Fiesta del Corpus. Era la familia de los Perea, que
provenían del Corpus de la ciudad de la Alhambra y, mediante
conciertos de siete y ocho años, se obligarán de padres a hijos a organizar los
principales actos y adornos. En concreto, el 1757, Juan Perea firma un contrato
cuyo memorial recoge el acta del cabildo del día ocho de enero, donde se
compromete a a hacer todos los años la función del Corpus y tener pertrechos
suficientes, que eran los adornos y altar de la plaza
juntamente con las tres danzas de dichos días [1]. El período de duración del contrato suele
establecerse con una periodicidad de siete años, que a veces prorrogan como es
el caso de este mismo en el año 1763, aunque cada vez exigen nuevos elementos y
materiales: en este año precisamente las tablas, madera y rollizo de los
altares y de los toldos.[2] Al morir en el año 1772, sus hijos, tulelados
por Felipe Guillén, mantienen las mismas cláusulas[3]. En el año 1784, finalizó este contrato y el propio
cabildo quien organiza la tramoya del toldo e iluminarias[4].
[1] AMAR. Acta del cabildo ocho de enero de 1757 y
otras del 1761
[2] AMAR. Acta del Cabildo del catorce de abril del
1763.
[3] AMAR. Acta del cabildo del soasw febrero de
1772.
[4]AMAR.Acta del cabildo.
[1] AMAR.Acta de Cabildo del siete de abril de 1742.
[2] AMAR. Actas de cabildo del dieciséis y veintiuno
de abril, y cuatro de mayo ( libranza de 3.067 reales) de 1744.
[3] AMAR. Acta de cabildo del veintitrés de junio de
1749.
[4] AMAR. Acta del cabildo del dieciocho de junio de
1753, y del año 1754.
[5] AMAR. Acta del cabildo
del diecinueve de junio de 1753.
[6]AMAR. Acta del cabildo del veintisiete de mayo de
1780.
A partir del siglo XVII, tres
fiestas destacan durante este tiempo en la vida de la ciudad: las festividad
del Corpus Cristi, la de la Virgen de las Mercedes y las de Semana Santa.Según
el calendario de fiestas cristiano y abacial, era una fiesta movible entre
los tres días de Pascua de Resurrección y la del Espíritu Santo y el día de la
Ascensión. En estos días se obligaba a la asistencia de misa y a la
observancia del precepto de no trabajar, se cerraban todo tipo de comercio y
trabajo artesanal y las tabernas y mesones no se podían abrir hasta
la salida de la misa de la Iglesia Mayor. Tan sólo se permitía que en algunos
lugares se pudiera traficar el comercio, relacionado con los molinos por estar
apartados de los núcleos de población.[1] En el año 1754, se recibió una prohibición real en la que se impedía
trabajar los días de fiesta.
[1] AMAR. Libro de Ordenanzas de 1760 y Capitulaciones Sinodales del abad
Pedro de Moya.
Según las tablas de fiestas del
cabildo municipal ::
El Corpus Christi se celebraba en la
vísperas, que subían los miembros del Cabildo a la Iglesia Mayor Abacial o a la
de San Juan sin la presencia del corregidor ni los caballeros comisarios,
organizadores de la fiesta. El Día del Corpus, acuden a la solemne función
religiosa y procesión; durante todas las tardes de la Octava acuden un
determinado número de caballeros. El día Octavo ,sube toda la ciudad en pleno.
Corría con el gasto de la cera y la que sobrara se la dará a Nuestra Señora.
A mediados del siglo XIX, tuvo lugar la
reducción de fiestas establecidas por un concierto entre el ayuntamiento y el
cabildo eclesiástico. Tan sólo, la festividad del Corpus, el de Santo Domingo
de Silos, San Blas y la de Virgen de las Mercedes se salvarán del amplio
repertorio.
LA FESTIVIDAD DEL CORPUS CRISTI
Como fiesta capitular,
continúa celebrándose como la más importante de todas hasta tal punto que se
mantiene la obligación de nombrar comisarios en los cabildos últimos del
año, hacer presupuesto y contratar todos los elementos de la fiesta del día del
Corpus y su Octava, a pesar de las dificultades que asiduamente van resolviendo
los miembros del ayuntamiento para contratar y hacer frente a los gastos. Se
llega incluso a tomar créditos por los comisarios hasta que se les libra
de los más recónditos procedimientos: pagas de arbitrios. Hay momentos de que
incluso se anulan las suertes de los comisarios y se aplaza su nombramiento en
las fechas próximas de la festividad.
Lo normal de dicha fiesta radicaba
en que el cabildo municipal acudiera formado como ciudad desde sus casas
capitulares, yendo delante al clarinero de librea, seguido de los porteros y el
resto de la ciudad.[1] En la iglesia recogían los comisarios al señor abad, vicario o
gobernador, que lo acompañaban hasta el coro; en la despedida los mismos
comisarios lo hacían hasta la puerta de la Iglesia en el caso del abad y hasta
la sacristía con el vicario, de donde lo sacaron. En el coro se repartía la
cera por los porteros parte al coro y otra a la ciudad sin entregarle a los
regidores, portadores de palio.
En la procesión general era
frecuente que acudieran todas las cofradías, comunidades religiosas y el
cabildo eclesiástico con sus estandartes, cruces e imágenes, así como las
danzas y los gremios de la ciudad. Estos se vestían y formaban cuadrillas de
diablillos y no sólo con ropas y rostros de tales, sino con
los de los sayones de Semana Santa y otros ridículos y extraordinarios trages,
que no vienen al casso para el culto,ni cossa de razón, sino para executar
licenciosamente toda suerte de desórdenes. Al final de la
manifestación religiosa iba el cabildo, precedido con ochos sujetos vestidos de
librea y asistidos por un oficial del cabildo, el clarinero o timbales, los
porteros y el resto de la corporación. Al Cabildo eclesiástico- beneficiados,
capellanes y clérigos- lo presidía el abad o el gobernador, que era acompañado
por dos pajes en el primer caso, asistiéndole con un cojín para bonete.[2]
La villa del Castillo de Locubín
también mantenía la tradición festiva y no era extraño que hasta muy entrado el
siglo XVIII cooperara el ayuntamiento municipal. Así Juan Beltran de Callava,
regidor, contrataba en el año 1742 con Mateo de Molina y Tomás de Santiago tres
danzas de dieciséis hombres y ocho mujeres con sus instrumentos para el trabajo
de los nueve días, la octava, fiesta y vísperas del Corpus, dándose 1100 reales
por persona [3].
Los conflictos entre el estamento
civil y religioso son frecuentes. No es extraño que se firme un nuevo convenio
de concordia el año 1721, donde se recoge entre otras cosas anteriores como la
salutación en los sermones y la presidencia y llaves en el día del Jueves
Santo, junto con el acompañamiento de dos pajes en la procesión.[4] Se repiten en el año 1751, que se llega a la concordia con el fin de
que todos los estamentos municipales ganen el jubileo que había otorgado
Benedicto X.[5] Pero reverdecen a finales de siglo,con motivo de llevar la silla el
abad, entablándose un pleito que se hace comparar los privilegios con el de
otros obispados[6]. Incluso, en el año 1783 no acudieron a la fiesta por dicho motivo[7] prorrogando el conflicto hasta el año 1793.
[1] AMAR. Provisión real recogida en el
Libro de Ordenanzas del año 1751, como nota marginal.
[2] AMAR. Libro de Ordenanzas de la Ciudad del año 1766. Folio 32 y
siguientes.
[3]AHPJ. Legajo 5312. Folio 703. Ocho deenero de 1742.
[4] AMAR Cabildo del once de enero de 1711.
[5] AMAR. Acta del cabildo del seis de junio de 1751.
[6] AMAR. Acta del cabildo del treinta de mayo de 1783.
[7]AMAR. Acta del cabildo del diecinueve de junio de
1783.
Junio:
El Corpus Cristi se
celebraba durante varios días: en la vísperas, subían los miembros del
Cabildo a la Iglesia Mayor Abacial o a la de San Juan sin la presencia del
corregidor ni los caballeros comisarios, organizadores de la fiesta; el
Día del Corpus, acudían a la solemne función religiosa y procesión;
durante todas las tardes de la Octava acuden un determinado número de
caballeros.; el día Octavo sube toda la ciudad en pleno. El ayuntamiento corría
con el gasto de la cera y la que sobrara se la dará a Nuestra Señora de las
Mercedes
I
.
LA FESTIVIDAD DEL CORPUS
CRISTI
Como fiesta
capitular, continúa celebrándose como la más importante de todas hasta
tal punto que se mantiene la obligación de nombrar comisarios en los
cabildos últimos del año, hacer presupuesto y contratar todos los elementos de
la fiesta del día del Corpus y su Octava, a pesar de las dificultades que
asiduamente van resolviendo los miembros del ayuntamiento para contratar y
hacer frente a los gastos. Se llega incluso a tomar créditos por los comisarios
hasta que se les libra de los más recónditos procedimientos: pagas de
arbitrios. Hay momentos de que incluso se anulan las suertes de los comisarios
y se aplaza su nombramiento en las fechas próximas de la festividad.
Lo normal de dicha
fiesta radicaba en que el cabildo municipal acudiera formado como ciudad
desde sus casas capitulares, yendo delante al clarinero de librea, seguido de
los porteros y el resto de la ciudad.[1] En la iglesia recogían los comisarios al señor
abad, vicario o gobernador, que lo acompañaban hasta el coro; en la despedida
los mismos comisarios lo hacían hasta la puerta de la Iglesia en el caso del
abad y hasta la sacristía con el vicario, de donde lo sacaron. En el coro se
reparte la cera por los porteros parte al coro eclesiástico y otra a la ciudad
sin entregarle a los regidores, portadores de palio.
En la procesión general
era frecuente que acudieran todas las cofradías, comunidades religiosas y
el cabildo eclesiástico con sus estandartes, cruces e imágenes, así como
las danzas y los gremios de la ciudad. Estos se vestían y formaban cuadrillas
de diablillos y no sólo con ropas y rostros de tales, sino
con los de los sayones de Semana Santa y otros ridículos y extraordinarios
trages, que no vienen al casso para el culto,ni cossa de razón, sino para
executar licenciosamente toda suerte de desórdenes. Al final de la
manifestación religiosa iba el cabildo, precedido con ochos sujetos vestidos de
librea y asistidos por un oficial del cabildo, el clarinero o timbales, los
porteros y el resto de la corporación. Al Cabildo eclesiástico- beneficiados,
capellanes y clérigos- lo presidía el abad o el gobernador, que era acompañado
por dos pajes en el primer caso, asistiéndole con un cojín para bonete.[2]
La villa del Castillo de
Locubín también mantenía la tradición festiva y no era extraño que hasta muy
entrado el siglo XVIII cooperara el ayuntamiento municipal. Así Juan Beltran de
Callava, regidor, contrataba en el año 1742 con Mateo de Molina y Tomás de
Santiago tres danzas de dieciséis hombres y ocho mujeres con sus instrumentos
para el trabajo de los nueve días, la octava, fiesta y vísperas del Corpus,
dándose 1100 reales por persona [3].
Los conflictos entre el
estamento civil y religioso son frecuentes. No es extraño que se firme un nuevo
convenio de concordia el año 1721, donde se recoge entre otras cosas anteriores
como la salutación en los sermones y la presidencia y llaves en el día del
Jueves Santo, junto con el acompañamiento de dos pajes en la procesión.[4] Se repiten en el año 1751, que se llega a la
concordia con el fin de que todos los estamentos municipales ganen el jubileo
que había otorgado Benedicto X.[5] Pero reverdecen a finales de siglo,con motivo de
llevar la silla el abad, entablándose
un pleito que se hace comparar los privilegios con el
de otros obispados[6]. Incluso, en el año 1783 no acudieron a la fiesta por
dicho motivo[7] prorrogando el conflicto hasta el año 1793.
[1] AMAR. Provisión real
recogida en el Libro de Ordenanzas del año 1751, como nota marginal.
[2] AMAR. Libro de Ordenanzas de la Ciudad del año
1766. Folio 32 y siguientes.
[3]AHPJ. Legajo 5312. Folio 703. Ocho deenero de 1742.
[4] AMAR Cabildo del once de enero de 1711.
[5] AMAR. Acta del cabildo del seis de junio de
1751.
[6] AMAR. Acta del cabildo del treinta de mayo de
1783.
[7]AMAR. Acta del cabildo del diecinueve de junio de
1783.
SEGUNDA PARTE DEL CORPUS
Los conflictos entre el
estamento civil y religioso son frecuentes. No es extraño que se firme un nuevo
convenio de concordia el año 1721, donde se recoge entre otras cosas anteriores
como la salutación en los sermones y la presidencia y llaves en el día del
Jueves Santo, junto con el acompañamiento de dos pajes en la procesión.[1] Se repiten en el año 1751, que se llega a la
concordia con el fin de que todos los estamentos municipales ganen el jubileo
que había otorgado Benedicto X.[2] Pero reverdecen a finales de siglo,con motivo de
llevar la silla el abad, entablándose un pleito que se hace comparar los
privilegios con el de otros obispados[3]. Incluso, en el año 1783 no acudieron a la fiesta por
dicho motivo[4] prorrogando el conflicto hasta el año 1793.
Nuevos elementos
diferentes a los siglos anteriores se manifiestan en los siglos posteriores al
siglo XVII. En el año 1725, en la víspera del Corpus, aprovechándose de
la presencia del Regimiento de Dragones Pavía, se iluminó la plaza del
Ayuntamiento en la calle Real, se hicieron salvas de fusilería por las
tropas y una velada, alternada entre la capilla de música de la iglesia Mayor y
los cuatro obóes del Regimiento.
Por los años treinta del
siglo XVIII, se escribe en el forro de las portadas de los libros de Cabildo,
el dato de la probanza de los dulces del Corpus por parte de todos los
regidores y oficiales del Ayuntamiento, señalando la fecha exacta de dicho
acontecimiento, como un acto importante de la festividad.
Es frecuente que el
cabildo costee la cera de la iglesia de los regidores.[5] Esta se dedicaba a altar de la Iglesia
Mayor, al gobernador, los ministros y el cuerpo de la ciudad. Por las
circunstancias adversas o económicas, en años como el 1744, se restringe el
adorno de la plaza y se sugiere que sea lo menos costoso posible, ocurriendo el
caso de que se suspendan las propinas que se daban a los munícipes y los gastos
de danzas.[6]
En la misma línea de restricción de
gastos, se aceptó en el año 1749 que se cambiaran los dulces y propinas que
daban a los miembros del Cabildo por la parte correspondiente de telade lana
para las chupas.[7]
El año 1753 nos ilustra de los elementos
constitutivos de la fiesta al presentar las cuentas los diputados encargados de
ellas: Los adornos de la plaza, el altar,la cera, los dulces y, curiosamente,
la Danza de los Valencianos completaban el montante de unos siete mil
trescientos cincuenta y dos reales. Aunque no quieren introducir estilos ni
perjudicar lo esencial de la fiesta, la nueva danza de los Valencianos es una
novedad de la fiesta, que se repetirá en el año siguiente en el día de la
función en el de la Octava al contratarse a Pascual Millares.[8] Unos días después, se nos especifica
la reiterada probanza y convite de dulces y además se manifiesta que la
procesión salía de la iglesia de San Juan hasta la Plaza Nueva. Una arroba de
cera para la hermandad del Santísimo Sacramento, veintitrés libras para la
iglesia( preste, diáconos, curas, beneficiados, sochantres, sacristanes,
organistas, maestro de ceremonias, capellanes, campanero y caniculario),
cuarenta y cuatro velas de media libra para el día del Corpus y Octava, catorce
velas de media libra para para el preste y altar en los días señalados, otra al
abad y gobernador, al fiscal, notario y mayordomo. No se olvidaban de la media
libra del paje del Gobernador. El altar de la plaza alcanzaba los dos mil
quinientos reales. Los dulces se repartían una arroba para el abad y media para
el gobernador, en la misma proporción el corregidor y el alcalde mayor y los
regidores y jurados recibían seis libras, dos los escribanos, tres los
abogados, dos el capellán del cabildo, dos el contador y el alguacil mayor,
administradores de propios y Pósito, y una en el mayordomo, el fiscal, el
portero y el trompetero. No obstante, este año se restringió el refresco del
Día de la Octava.[9] A veces,se amplia el derecho de cera
a los miembros del Tribunal Eclesiástico como en el año 1763. En otras
ocasiones, se distingue al corregidor con una cera especial como en el año
1780 [10]. Durante muchos años los presupuestos
fijados ascendieron los doscientas y cincuenta mil maravedís.
A mediados de siglo se
constata que una familia granadina va ser la encargada de la organización de
todos los preparativos, ornamentos, aderezos, danzas, altares, y demás
elementos de la Fiesta del Corpus. Era la familia de los Perea, que provenían
del Corpus de la ciudad de la Alhambra y, mediante conciertos de siete y ocho
años, se obligarán de padres a hijos a organizar los principales actos y
adornos. En concreto, el 1757, Juan Perea firma un contrato cuyo memorial
recoge el acta del cabildo del día ocho de enero, donde se compromete a a hacer
todos los años la función del Corpus y tener pertrechos suficientes, que eran
los adornos y altar de la plaza juntamente con las tres danzas de dichos
días [1]. El período de duración del contrato suele
establecerse con una periodicidad de siete años, que a veces prorrogan como es
el caso de este mismo en el año 1763, aunque cada vez exigen nuevos elementos y
materiales: en este año precisamente las tablas, madera y rollizo de los
altares y de los toldos.[2] Al morir en el año 1772, sus hijos, tulelados
por Felipe Guillén, mantienen las mismas cláusulas[3]. En el año 1784, finalizó este contrato y el propio
cabildo quien organiza la tramoya del toldo e iluminarias[4].
Al perderse el eslabón con ellos,
la ciudad va a adquirir algunos elementos de tramoya y aparato, que eran sobre
todo los lienzos de damasco rojo que colgaban todos los ventanales de las Casas
de Cabildo y de las Carnicería y cubrían el altar levantado en el centro de la
Plaza del Ayuntamiento. Concuerda con el color de terciopelo rojo que tenían
los vestidos de los porteros y los trompeteros y los asientos del cabildo en la
Iglesia Mayor.[5] Muestra de esta situación es el año 1748, cuando
los comisarios Diego de Moya y Juan de Callava se ven imposibilitados a
traer un adorno decente de la plaza. Los motivos eran claros: no había
persona que se comprometiera a venir por la escasa cantidad librada par tal
efecto por la ciudad. Acuden , entonces , al maestro Arenas, residente en
Alcalá, que pide un anticipo de doscientos ducados y se concierte con él un
período de ochos años. Así lo refieren los anteriores comisarios:
Han tanteado al
maestro Arenas que se halla en esta ocasión y este se obliga a hazer el adorno
nuebo para la plaza con la condición de que salgan con la anticipación
doscientos ducados y que éstos se extingan en ocho años a razón de veinticinco
en cada uno y con la condición que a de adornarla dicha plaza en los expresados
años de nueba pintura y a satisfazión de los caballeros comisarios en quien
entrase el turno en los ocho años.[6]
En 1747 va a tomar
cartas en la organización de las fiestas el propio Marqués de la Ensenada que
transmite una orden a la ciudad.
Junto los lienzos y la
cera del altar, se entoldaba todo el recorrido de las calles de la Plaza. Para
las figuras y los paneles de los cuadros se procuraba contratar un maestro
pintor, que a veces se quejaba de que no era su obligación el entoldamiento de
las calles de la plaza. Ante soluciones que ocasionalmente se habían
producido con encañados y verduras, el cabildo manifiesta que no le
parece, no vaya a que llueva y se haga irrisible funzión que debe ser de la
mayor venerazión[1]. Los toldos importaron dos mil cuatro ducados,
ochenta y cuatro reales y veintiún maravedís.[2] En el año 1798, se adquirieron ochenta varas de
damasco rojo que era para los distintos doseles, manteles de altar, cubre
balcones y ventanas. En dicho año finaliza el conflicto entre el abad y el
cabildo municipal acerca de las andas del Santísimo Sacramento.En el año 1807,
sufrió una importante desgracia al incendiarse el altar en la noche del
veintisiete de mayo " que se había construido en medio de la Plaza
Pública por la celebración de la festividad cuyo adorno
se reducía a colgaduras de damasco, costeados
por esta M.N.L.C. y han resultado quemados seis cortinas y cuatro inutilizadas
de las noventa y seis que le entregó el caballero diputado don José Revilla,
encargado para la custodia de ellas, se entera la ciudad y obliga entregar las
ochenta y seis restantes"[3]
La fiesta del Corpus se
mantiene hasta entrado el siglo XX y hay relación de gasto presupuestario en el
1891, recogido con la nueva moneda y concretado en doscientas setenta y cinco
pesetas[4] Algunos cambios se producen como son la
contratación de la Música que intervenía en la función religiosa, la iluminación
de las Casas de Cabildo, la velada musical en la víspera y los fuegos
artificiales [5] A veces , surgen problemas de competencia entre
los dos grupos musicales de la localidad como en el año 1889. La Sociedad
Lírica de Alcalá la Real, provista de su banda de música se vió alternar en las
distintas funciones y veladas con la banda de música de don Antonio Núñez López
a lo largo de las fiestas [6]. La capilla de música, compuesta de músicos locales o
foráneos suele ser parte importante en la festividad los días del Corpus y la
Octava [7]
La cera y la iluminación
del alumbrado público con bombillas solían ser uno de los gastos más
importantes en el año 1920.
El itinerario sufre un
cambio según se produce el desarrollo urbanístico se va plasmando. A finales
del siglo XVIII, se desplaza a la iglesia de la Veracruz, Llanillo, Real
, Llana y calle Veracruz, pasando por alto el antiguo que llegaba por la calle
Rosario.[8] Curiosamente, la procesión va acompañada
de la Virgen de las Mercedes que, por aquel tiempo, permanecía en la Iglesia de
la Veracruz. En el año 1793, se aprueba la Cofradía del Santísimo Sacramento de
esta iglesia y se comunica al cabildo para conocimiento[9]. Esta hermandad se mantendrá a lo largo del siglo XIX
y , junto con la de las Animas de la dicha iglesia, ocuparán el vacío dejado
por la Cofradía de la Veracruz. La riqueza de sus fondos nos muestra ya en el
año 1842 una hermandad languidecida y pendiente de las limosnas por los
demandantes de las calles y de los campos para celebrar una función de iglesia
precedida de unos fuegos marciales y música marcial cuando la llevaban a
los enfermos.[10]Sin embargo, la decadencia es notable y a partir del
año 1830, se nos muestra que la fiesta del Corpus suele coincidir con la de
San Frenando y obliga gastos comunes y extraordinarios hasta tal
punto que se restringe la colocación de cortinas como adornos en la Plaza
de la Iglesia Mayor de Consolación y sólo se colocan doscientas luminarias en
las Casas Capitulares y la música se hace presente con dificultad
no permitiéndose el refresco.[1] Todo ello tenía lugar el día del Corpus, su
Octava y el mencionado día de San Fernando, no permitiéndose por la escasez de
recursos el resto de los días intermedios, ya que no alcanzaba el presupuesto a
los tres mil reales para afrontar todos los gastos. La dejadez de estos años es
manifiesta hasta tal punto que se fija un contrato con un vecino de Granada,
Pascual Muñoz, que recibe las quejas del cabildo del veintiocho de mayo por los
adornos de damasco que eran sencillos e indecorosos, por las
colgaduras de la fachada prinicìpal,rota, descolorida y enmendada, por el
dosel del Rey muy pequeño de mal prospecto y estilo que en lugar
de aderezar afea y desagrada a santidad del día que es dedicado, mientras
la ciudad pretendía un dosel con buen gusto adornado de espejos y cornucopias
para colocar los retratos reales y poderles hacer guardias en los días de
vocación y funciones. El cúmulo de quejas alcanzaba a la ausencia de
los pernios de la Corte que nos lo había puesto, a la de los
pabellones de damasco con platilla y pericardios de las ventanas de las
galerías convertidos en unas tiras de faldo los parabosi, y
la conversión del gran pórtico a corcel anchuroso en un un indecente
un cuatro pies de damasco viejo y un lienzo de fardo sin
cubrir. En los portales de la plaza también afectó todo esto, los pabellones y
colgaduras se redujeron a una faja con cortinas de filipidum y unos indecentes
pabellones. Se completaba el adorno de la plaza con el laberinto alegórico
dedicado al santísimo Sacramento en la fuente de la plaza, que
quedó convertido en un o irrisorio en lugar de la
suntuosidad, sustituyendo las figuras alegórica y columnas
en puras líneas indecentes y poco significativas [2].
Es frecuente que se amenizaran
las fiestas con fuegos a lo largo del año, como hay constancia en el año
1848 [3]. Los antiguos comisarios van a dejar paso en la
organización a la Comisión de Ornato que son conscientes de que deben celebrar
la fiesta con ostentación y suntuosidad.
No obstante, en los
momentos de periodos revolucionarios, que frecuentemente coinciden con épocas
de escasez y penuria económica, se restringen los gastos de ostentación y lo
primero que se restringe son los fuegos artificiales y el refresco como sucedió
con el Corpus del dos de Junio de 1771, año que estalló la primera
República [4]
El horario era matutino
tras la función de iglesia. Sin embargo a finales del siglo XIX, el cabildo
solicita que se celebre por la tarde por lo intempestivo de la hora y se
concede hasta hoy día desde el año 1891[5].
[1] AMAR. Acta del cabildo del catorce de mayo de
1831.
[2] AMAR. Acta del cabildo del 28 de mayo de 1831.
[3] AMAR. Acta del cabildo del veintitrés de marzo
de 1848.
[4] AMAR. Acta del cabildo del dos de
junio de 1771.
[5] AMAR. Cabildo deltrece de enero de 1891.
[1] AMAR. Acta de Cabildo del veintiuno de mayo de
1751. La ciudad acuerda comprar los toldos.
[2] AMAR. Libranza del cabildo del veintinueve de
junio de 1751.
[3] AMAR. Acta del Cabildo
del 16 de junio de 1807.Informe de Miguel de Cisneros, comisario del Corpus.
[4] AMAR. Acta del cabildo
del once de agosto de 1891.
[5] AMAR. Acta del cabildo del diecinueve de
mayo de 1885.
[6] AMAR. Acta del cabildo del diez de junio de
1889.
[7] AMAR. Acta del cabildo del veintitrés de agosto
de 1900.
[8] AMAR. Acta del Cabildo del 26 de mayo de 1799.
[9]AMAR. Acta del cabildo del 26 de abril y 29 de
mayo de 1793, posteriormente, el cinco de junio de 1820 y.
[10]AMAR. Legajo 76. P.9.
[1] AMAR. Acta del cabildo ocho de enero de 1757 y
otras del 1761
[2] AMAR. Acta del Cabildo del catorce de abril del
1763.
[3] AMAR. Acta del cabildo del soasw febrero de
1772.
[4]AMAR.Acta del cabildo.
[5] AMAR. Acta del cabildo
del treinta de mayo de 1748, donde se libran 6.077 maravedís para los
vestidos y la tela de los escaños.
[6] AMAR. Acta del
Cabildo del cinco de marzo de 1758.
[1] AMAR Cabildo del once de enero de 1711.
[2] AMAR. Acta del cabildo del seis de junio de
1751.
[3] AMAR. Acta del cabildo del treinta de mayo de
1783.
[4]AMAR. Acta del cabildo del diecinueve de junio de
1783.
[5] AMAR.Acta de Cabildo del siete de abril de 1742.
[6] AMAR. Actas de cabildo del dieciséis y veintiuno
de abril, y cuatro de mayo ( libranza de 3.067 reales) de 1744.
[7] AMAR. Acta de cabildo del veintitrés de junio de
1749.
[8] AMAR. Acta del cabildo del dieciocho de junio de
1753, y del año 1754.
[9] AMAR. Acta del cabildo
del diecinueve de junio de 1753.
[10]AMAR. Acta del cabildo del veintisiete de mayo de
1780.
LAS FIESTAS EXTRAORDINARIAS DE
ALCALÁ LA REAL EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
Es muy frecuente del estudio y
análisis de las fiestas ordinarias de las ciudades, villas y pueblos, centradas
en su mayoría como fiestas, que radican en festividades religiosas, algunas
relacionadas con algún acontecimiento local, que dio lugar a la tradición y,
más raro aún, las ligadas con algún aspecto completamente ajeno a lo
religioso, derivados de gremios.
Sin embargo, las fiestas
extraordinarias de los ayuntamientos se han venido soslayando por diversos
motivos. Primero, porque su periodicidad no daba lugar a una tradición que
generara información sobre ellas, ya que las tablas de dichas fiestas no aparecían
ni en los ayuntamientos o cabildos eclesiásticos. Segundo, por la carencia de
fuentes monográficas. Y, también, por haberse relacionado con campos muy
diferentes a la etnografía y al estudio del folcklore. Así, se han hecho
investigaciones sobre los elementos artísticos de estos acontecimientos en
campos como la arquitectura efímera o la literatura y no se ha investigado la
importancia y la trascendencia de estas fiestas en su evolución,
tipología y en las influencias que ejercen sobre las fiestas ordinarias.
Muchas de ellas surgen motivadas por entes superiores de la vida
municipal y esto hace que su tipología sea muy estática y generalizante a
partir de una provisión real que ya establecía los elementos
esenciales para celebrarlas con las mayores demostraciones de alegría.
De ahí que, en todas ellas, no falte el elemento religioso, concretado en el
repique general de campanas, la celebración de la fiesta religiosa-sermón, misa
festiva, y procesión votiva del patrón- y novenario. Como elementos festivos,
las luminarias de la víspera y los desfiles anunciadores de la proclama del
acontecimiento.
Ante la provisión real, que suele
ser recibida por correo relativamente urgente, el corregidor hace un adelanto
de la noticia a la ciudad, reunida para estos actos extraordinarios. Muestra de
la sintonía del cabildo con el rey son las reiteradas y acostumbradas palabras,
como estas de la victoria de Felipe V contra los enemigos franceses en el campo
de Almansa:
manifestarán la gran lealtad y celo
de esta ciudad regocijándose con el
que le asiste y siempre ha acostumbrado, de la presente victoria por tres
noches pregonándose .
Estos inician los preparativos con el
acatamiento de la provisión real, nombrado varios comisarios que organizarán
las fiestas, aunque en el siglo XVII ya hay unos diputados de procesiones,
elgidos en el primer cabildo de suerte. Disponen una serie de reuniones con los
miembros del cabildo eclesiástico, el gobernador y el abad, para fijar la
ceremonia religiosa y la procesión vespertina. El cabildo municipal, a
continuación, fija las fechas de las fiestas por medio de un pregón con el que
se invita a las luminarias de los vecinos, proclamando la noticia en medio de
una procesión, en la que suelen ir montados a caballo todos los miembros del cabildo-
oficiales, regidores y jurados. De acuerdo con las disposiciones reales, solían
pedir una provisión real para sacar fondos de los distintos presupuestos, si
las fiestas se acompañaban de otros elementos festivos: toros, máscaras,
mojigangas, desfiles de gremios, veladas musicales, teatro, fuegos artificiales
etc.
Desde el siglo XVI, que comentamos
en otro artículo, su presencia en la vida de la ciudad de Alcalá asistimos a
una transformación muy importante, que manifiesta una nueva
sociedad distinta y diferente[1]. No obstante, nos vamos a centrar en los siglos comprendidos entre el
XVIII y XIX por lo que significa de influencia en la época actual.
Dentro de la tipología, podemos
establecer varias clases de fiestas. Primero, las relacionadas con un
acontecimiento regio de Nacimiento, Boda, y, sobre todo, las derivadas de la
llegada de un nuevo Rey. En segundo lugar, las referidas a una acontecimiento
nacional, victoria o firma de un tratado de paz o , en el siglo XIX,
promulgación de alguna importante labor legislativa-una Constitución o un
Estatuto Real. En tercer lugar, la llegada de personajes de la vida nacional o
local, presidentes de la Chancillería, miembros de los consejos de Estado y
Castilla, abades u obispos. En cuarto lugar, las relacionadas con la vida local
en aspectos muy variados desde la celebración de una medida que
supusiera una nueva situación financiera hasta otras de menor importancia. Un
acontecimiento especial son las celebraciones de rogativa o de carácter
fúnebre, que mantiene la fastuosidad del barroco sobre todo en la muerte de los
reyes o algún miembro importante religiosos o real.
ELEMENTOS DE LAS FIESTAS
EXTRAORDINARIAS
El protocolo
Es muy importante este aspecto de la
mayoría de las fiestas extraordinarias hasta tal punto que radica la solemnidad
del acto la presencia de los estamentos nobles de la ciudad. Se
establece una separación clara entre el cabildo municipal y el eclesiástico,
que corresponde a las distintas funciones que ejercen en la vida ciudadana. Por
otra parte, la parte municipal establece una clara división entre los miembros
y oficiales del cabildo, los representantes de la Corte, en la figura del
corregidor y el alcalde mayor, y la figura del alcalde mayor junto con la
milicia y compañía de soldados de la ciudad. Conforme avanza el tiempo, los
hidalgos no regidores son sustituidos por las personas influyentes de la
ciudad, militares, judiciales, hacendados y cargos funcionariales ya en el
siglo XIX.
Se regula el orden de las
manifestaciones públicas, que son presididas por el corregidor, y se ordenan
conforme a la antigüedad del cargo u oficio, presentados por los porteros, las
chirimías o trompeta de la ciudad. El cabildo, eclesiástico, suele ir presidido
del abad, acompañado de dos pajes que le llevan la capa y va togado de
sombrero. Por asimilarse a otros lugares con catedral, a veces
quiere imponerse la costumbre de la silla episcopal, aunque a veces como el
abad Palomino quiera llevar sólo el palio.
Los actos son minuciosamente
programados. Desde la visita de los comisarios para organizar las funciones
religiosa en la iglesia y las procesiones generales, hasta la cita de los
caballeros a la convocatoria festiva, el desfile, las palabras de los actos
conmemorativos, el recibimiento del abad en la Iglesia y despedida, la
vestimenta y las armas que pueden llevar consigo, la tremolación de los
estandarte, los lugares del alzamiento de la bandera, la hora de los actos y la
participación del pueblo.
En los momentos festivos, como las
corridas de toros y la fiesta de moros y cristianos, ocupan los
sitiales de las ventanas y balcones de cabildo por orden de prelación,
partiendo del corregidor ,alcalde, regidor mas antiguo, jurados, escribanos,
ministros del ayuntamiento y familiares. Se reservan todos los
edificios de las casas capitulares y carnicerías, a veces hay que levantarles
tablados y escenarios especiales, cuando las casas de Cabildo se encuentran en
la calle Real.
La música
Al principio de siglo XVII, suelen
intervenir tan sólo las chirimías compuestas de varios atabales y las
trompetas. Posteriormente, tan sólo se admiten alguna trompeta o clarinete. Con
la llegada de regimientos y su alojamiento en Alcalá la Real, suelen formarse
una escuadra de abúes, tambores, y algunos que otros
instrumentos musicales, que son los que amenizan los desfiles, y las veladas
musicales. En la proclamación de Carlos IV, aparecen mayor número de
instrumentos de los regimientos como tambora, trompas, pífanos,
clarinetes, flautas y bajones.
Las capillas de música,
compuestas de violines, vihuelas, y varios músicos también
participan de las veladas y bailes del pueblo. Al principio se contratan de
Granada o de Jaén, con el paso del tiempo el mismo coro que participa en la
iglesia mayor desarrolla las actuaciones tanto festivas como profanas. A ello
contribuyó la capellanía de coro, que era costeada por una memoria y muchos
favorecieron con fundaciones y nuevas memorias, entre ellos la familia Espinosa
de los Monteros.
El fuego
Es un elemento que
siempre anuncia las fiestas ordinarias y extraordinarias. Suelen encenderse
luminarias, compuestas de cargas de leña y ramón, en los puntos más significativos
de la ciudad: la Torre del Homenaje, las murallas, las casas del Cabildo y el
Calvario. Pronto, se invita a los vecinos que hagan dichas hogueras
a lo largo de la ciudad. Las luminarias se encienden durante tres días antes de
la fiesta como anunciadoras del acontecimiento.
Poco a poco, las lámparas de aceite,
las hachas, teones y hachetas ocupan los ventanales del ayuntamiento para
celebrar las fiestas.
A veces, se acompañan las fiestas
con un final de fuegos, compuesto de castillos, tracas, ruedas, cohetes y
bengalas. La cera es un elemento esencial de las iglesias, que costea el
cabildo en las ceremonias religiosas.
Los personajes y el pueblo
La participación popular suele estar
representada por la actuación de los gremios, que están constituidos en la
ciudad y en las aldeas de ellas. Desarrollan una serie de desfiles, invenciones
y cantos referidos a cada uno de los oficios. Vienen reglamentados en el orden
de actuación del desfile y en su jerarquía de acuerdo con las ordenanzas de la
ciudad. Es una influencia de siglos anteriores, que se
mantiene hasta el siglo XIX. Evolucionan desde los gremios del casco
de la ciudad hasta la participación de los gremios aldeanos,
probablemente, labradores y jornaleros surgidos de los nuevos núcleos rurales a
lo largo del siglo XVIII. Los primeros se recogen en el capítulo primero del
Libro de Ordenanzas del Amar de 1776 con el siguiente orden:
Recatones de la plaza y
verduleros,
tenderos, epecieros,
panaderos, albarderos,
arrieros de mulas y guías
,hortelanos,
Pañeros y cardadores,
cordoneros, tullidores y albarderos,
curtidores, zurradores,
boticas y tintoreros,
zapateros
sastres y tundidores, delante de
jubeteros y polaineros,
Barberos,
Carpinteros y albañiles, cantareros
y canteros,
Herradores.
Actúan bajo la orden del maestro de
cada oficio o del veedor, que les indican las ideas que deben sacar en público,
determinan la hora y el lugar de concentración señalado por los caballeros y la
justicia a voleta. Son sancionados con mil maravedís si no acuden a la
citación. Se encargan de los aaderezos en los sitios por donde pasan las
procesiones, especialmente, las del Corpus y en la plaza mediante colgaduras y
cortinas decentes.
El resto de la población asiste
pasiva a la mayoría de los actos, aclamando, o , a lo mas, con el rezo en las
fiestas religiosas, las luminarias de las casas o el baile de las
veladas.
Lo religioso
El tipo de funciones
religiosas son la misa, la procesión general o claustral, la
bendición , novenario, triduo, letanías y Te Deum. Se caracteriza
por una serie de protocolos en el rito litúrgico, donde la venia en el uso de
la palabra a la hora del sermón, el recibimiento de las autoridades, los
sitiales dentro de la capilla mayor por parte del cabildo, el uso del palio por antigüedad
de los regidores y la ofrenda de los gastos de la misa ocupan un lugar
importante.
el movimiento
Es frecuente que, a lo largo del
siglo XVIII, tan sólo aparecen danzas en las fiestas del Corpus, y ya no suelen
ser sus partícipes los gitanos danzantes, sino contratados por el comisario de
fiestas. El pueblo participa de las veladas que se organizan en la plaza
pública, y, en el siglo XIX, en el paseo público de la ciudad, donde
actúan capillas de música, que comparten la actuaciones en las funciones
religiosas con las fiestas populares y extraordinarias. También, los músicos de
los distintos regimientos suelen interpretar grandes composiciones, que
recuerdan los bailes vals.
Otros aspectos
Hay elementos
que caracterizan están fiestas como son el vestido noble,
costeado por los fondos propios del cabildo para regidores y jurados y los
porteros de damasco. El negro caracteriza a todo el cabildo municipal en las
fiestas de exequias de los monarcas. La moda se impone en las distintas ceremonias
de proclamación de los reyes.
Otro elemento de la mayoría de los
actos y fiestas extraordinarias era el refresco que servía la
corporación a los munícipes e invitados en las Casas Capitulares. Esta
costumbre deriva de las fiestas del Corpus Cristi, que los regidores y jurados
tenían por costumbre un pequeño convite de los dulces que se hacían por estas
fechas. No obstante. son varias las iniciativas que tratan de suprimir esta
costumbre por la compra de chupas y trajes para los regidores [2]. Desde la llegada de los franceses, con motivo de la bienvenida al rey
José Bonaparte, se generaliza el banquete con personas nobles de la ciudad.
Muchas fiestas se complementan con
fiestas de toros, guerrillas, máscaras, mojigangas e invenciones de gremios.
Hay una fiesta en el año 1725, que recoge una gran variedad de todos los
elementos de estas fiestas, nos referimos al tratado secreto que Felipe V hizo
con las naciones de su entorno. Para celebrarlo, la ciudad acuerda una misa de
Te deum y tres noches de luminarias[3]. Además del repique de campanas y los actos religiosos, es interesante la
descripción de la fiesta que se llevó a cabo durante cuatro noches,
aprovechando la estancia del regimiento de Dragones de Pavía. Se encendieron
fuegos e iluminarias por todos los vecinos, dispararon los soldados salvas
todas las noches, la música de los abúes del regimiento actuaron todas las
noches en las casas capitulares al final de la noche de velada que compartió la
música de la capilla de la iglesia y la del regimiento interpretando
canciones diferentes para el baile de los vecinos, se celebró una
corrida de toros, que se mataron y corrieron doce toros en la plaza del
ayuntamiento, situada en la calle Real
quebrándose en ellos
lanzillas burlescas, y aviéndose prevenido veinticuatro toros y corriendo los
otros doce el día siguiente sábado dos del corriente.
y el día se dispuso una
mojiganga y máscara por todos los gremios que execute que se executó con
vistosas diferencias así serias como de diferentes invenziones que dichos gremios
sacaron con muchas aclamaziones al Rey Nuestro Señor y Príncipe
El decorado de
la plaza pública es un elemento esencial junto con las colgaduras de balcones
por donde pasa la estación de proclama de las fiestas, o las procesiones
cívicas o religiosas. Hay un testimonio tardía de una fiesta del Corpus y de
san Fernando que nos ilustra del adorno de la plaza por el incumplimiento del
contrato al presentar los adornos de damasco sencillos e indecorosos, las
colgaduras rotas, descoloridas y manchadas. Dice así:
el dosel de buen gusto,
adornado con espejos y cornucopias para colocar los reales retratos y poderles
hacer la guardia con los días de vocación y funciones es un dosel pequeño
de mal prospecto y estilo, que en lugar de aderezar afea y degrada
la sensibilidad a que está dedicado, los pabellones de damasco con platilla que
se obligó a poner en los arcos de la ventana de las Galerías los ha reducido a
una tiras con imprescriptible filipichín con tres muy pequeños ribetes en cada
uno, y que el gran pórtico a corcel, anchuroso, bien adornado y entoldado a que
se obligó, se ha reducido a la indecencia de cuatro palos vestidos de damasco
viejo y un lienzo de fardo sin cubrir que se los ha puesto por entoldado. Que
el adorno con pabellones y colgaduras de damasco que contraté para las fachadas de los Portales de la
plaza, se ve que lo ha reducido a una faja que ha fijado con cortinas
de filipichín y los pabellones que ha puesto son todavía más indecentes que los
que ha adjudicado de la galería. Que le vistoso laberinto y estatuas alegóricas
del Sacramento a que se obligó a formar y poner en la fuente de la Plaza, se ve
que la ha construido irrisoria en lugar de suntuosidad y buen prospecto que
propuso, y que las estatuas lejos de alegóricas al Santísimo Sacramento,
degradan en líneas por su indecencia e insignificación
No obstante a los incumplimientos el contratista realizó lo
que se había propuesto, según dice el acta del dieciséis de abril de 1831 con
motivo del Corpus y celebración de san Fernando.
Las costumbres en estos
días se relajaban hasta tal punto que la ciudad acordaba:
se establece series de
rondas en los días festivos con motivo de no trabajar la clase proletaria
suelen ocurrir embriagueces y otros sucesos que por los común siguen en
pendencias y alborotos[4].
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Con motivo de un
contrato entre el encargado castillero de la fiesta del Corpus
Christi de la ciudad de Alcalá la Real y el promotor
granadino que proporcionaba todos los elementos organizativos. Se hace la escritura
ante Francisco Jordán con fecha de 27 de marzo de1627, en la
villa del Castillo de Locubín, siendo testigos Diego Martínez de Rueda,
Cristóbal de Frías y Miguel García Carrillo, alcalde ordinario de la villa,
El castillero era Juan
Clavo, que se " obligaba y obligo de sacar en la
ciudad de Alcalá la Real una danza de galanes con sus vigüelas
ensayada en el día del Corpus primero que vendrá en el presente año
en la Fiesta del Corpus y en su Octava lo que tocare esto”.
El promotor era el
granadino Jacinto de Mena “ a que de presente a de dar y
pagar veynte y seis ducados en reales de la moneda de Su
Magestad y pagaderos de esta manera : los treze ducados delos que
recibe de contado de si por contento y entregado a su voluntad, sobre que renuncio
la excepción del menor engaño e leyes” ( …) y los demás restantes de
los dichos veinte y seys que son treze para el día
después la pascua del Espíritu Santoi primero que
vendrá en este presente año”.
-para la qual dicha
danza a de sacar como dicho es primero el dicho día del
Corpus y su Octava y los días que le tocare sin facer
falta en manera alguna pena, que, si ansi no
lo ficiere que el dicho Jacinto de Mena o la presencia a cuyo cargo
estubiere la fiesta del Santísimo Sacramento de la dicha
ciudad pueda buscar personas que lo fagan y
cumplan. Que en razón de no salir se siguiere y recrecieren y pueda
executar con el juramento del susodicho”
Y las clausulas.
Versaban en “la composición y declaración por esta dicha
escritura que se le a de dar los vestidos para el dicho
efecto que fueren menester facer sin por ellos encarecerles
alquilar alguno”. La segunda condición “se les a de dar de comer a
costa por el dicho Jacinto de Mena.
La danza de galanes se encuentra desarrollada en el Libro siguiente
A continuación se
entabla un diálogo de amor en forma de dtiritambo poético entre los amigos del
galán, el propio galán y la dama, con motivo del enamoramiento entre la
pareja. Suele existir una composición con una trama en medio de
reproches, halagos, encomios, despechos y encuentros amorosos, pero también
suelen bailar y cantar villancicos de diversa temática ,y
canciones.
En
el
Renacimiento
se mantuvo en las villas, ciudades y aldeas, por eso no es extraña que el grupo
lo formara en Castillo de Locubín para las fiestas del Corpus, como reminiscencia
de una danza que, al son de instrumentos musicales, en este caso , la vihuela,
interpretara villancicos y canciones para el Día del Corpus. Este villancico ya ha evolucionado de
estas musicales populares mucho más antiguas. Y recogemos Se trata de la estrofa característica de la lírica
castellana de tipo tradicional y "está formada por dos o tres versos, con
un número de sílabas muy variable; carece, por tanto, de forma fija, por lo que
es una composición de enorme flexibilidad, aunque hay una tendencia marcada
hacia el esquema abb, con versos de ocho y seis
sílabas, que a veces pueden presentar un pie quebrado.
El término villancico designa, también, una forma estrófica
constituida por la suma de la composición tradicional y su glosa, con que
se acostumbró a acompañar las cancioncillas, por lo menos desde mediados del
siglo XV hasta el siglo XVII".2 Sin embargo, gracias a las
investigaciones de estudiosos como Samuel Miklos Stern, podemos afirmar que las primeras manifestaciones de
villancicos aparecen en las cancioncillas mozárabes del siglo XI. En este tipo
de cancioncilla, que hoy se llama villancico, reconocen los críticos el núcleo de la lírica
peninsular.
Su nombre tiene
probablemente su origen en que se trata de composiciones de naturaleza popular,
cantadas por los villanos o habitantes de las villas,
generalmente campesinos u otros habitantes del medio rural. Eran cantados en
fiestas populares, originariamente sin temática específicamente religiosa, y
los principales temas eran los acontecimientos recientes del pueblo o la
región. El género se amplió posteriormente hasta incluir temas diversos.
La estructura del
villancico se forma de dos elementos: ell estribillo y
las coplas, si bien su estructura es muy variable tanto en el número de
versos como en la rima o la alternancia entre estribillo y coplas. El binomio
estribillo-copla implica la alternancia coro-solista, crucial en la
realización del villancico. Los versos son por lo
general hexasílabos u octosílabos y componen un estribillo
inicial, a veces con introducción, que consta por lo general de tres o cuatro
versos que se repiten a lo largo de la obra, y unas coplas, divididas a su vez
en dos mudanzas y una vuelta. Las mudanzas, que con frecuencia
tienen rima simétrica y forman entonces una redondilla o
alternativamente una cuarteta, van seguidas de la vuelta o
enlace de tres o cuatro versos en los que el primero tiene la misma rima que el
último de la mudanza y el resto, o al menos el último, enlazan con el
estribillo.
VEAMOS UN EJEMPLO
En este siglo
XVII, el villancico era un género muy popular y lo curioso , que se acompaña
con un instrumento musical muy divulgado, para estas fiestas del Corpus.
La tradición de la vihuela era muy importante en Alcalá, donde hubo taller de violero
con su maestro y aprendices. Loas galanes suelen repartirse en colores de
vestidos, y a veces divididos entre cuatro o cinco galanes y los mismos o
similar número de damas. Se viste con colores variados y daban un
ambiente variopinto a la celebración del Corpus, en cuyo tablado ,
tras el desfile de la procesión realizaban estos villancicos y danzas. El verde
simboliza la Esperanza; el la Divina Majestad; la plata el señorío;
Naranja , despedida, Encarnado, crueldad Burel la Lealtad; pardo el Trabajo.
Leonado, gravedad y firmeza; azul se ejemplifica en los celos, Verde oscuro,
esperanza dudosa; Colorado, osadía Blanco la castidad; Negro la
Tristeza o la honestidad; Amarillo, la Desesperación; Morado,
el AMOR.
La danza de los galanes, junto con la de cascabel, la de los valencianos, la de
los gitanos, y otras formaron parte de la celebración del Corpus. Por la
documentación, solían integrar un programa festivo, donde la invención, los
gremios, la mascarada, y el auto sacramental junto con los seises
abaciales, incluso los sayones , formaron parte de aquella fiesta.
SIGLO XIX
-El cancionero popular
ha sido estudiado por algunos historiadores locales. Cantaban nuestros
antepasados la jerigonza, y nos preguntamos qué era aquello. Así, lo responde
Luis León:
Era un baile burlesco, lleno de gracia ingenua y colorido, una moza llevaba
la voz cantante, y las demás que tomaban parte en la danza la secundaban...era
un cuadro, en que combinaban hábilmente la música, el canto y el baile. Las
muchachas que tomaban parte en la contradanza iban expresando, con singular
gracejo y estilizadas actitudes y gestos, todos los pormenores marcados por la
letra, hasta llegar a la escena final( La escena de efecto) en que las
bailadoras, cuando la canción lo requería, dirigíanse, formando una cadena, al
personaje más serio, más grotesco o menos dispuesto para el bailes que hubiera
en la fiesta, y lo invitaban a bailar. El invitado no podía sustraerse, fuera
quien fuere; tenía que dejarse prender por la cadena de mocitas, y salir al
centro del patio y bailar la Jerigonza. Era la ley suprema de la fiesta. La
canción decía:
Ahora sí que la doña Juana,
Ella hilaba
Y devanaba
Y bebía vino,
Y le daba la sopita al niño,
Y como era tuerta,
Con el pie atrancaba la puerta,
Y dale un cedazo,
Y dale un abrazo,
Y no se le des,
Que le gusta mucho a esa mujer
Saltar y brincar,
Y andar por el aire,
Esta es la jerigonza del fraile,
Con su jerigonza,
Por lo bien que lo baila la moza,
Y déjela sola,
Solita y sola,
Sola bailando, que a la niña le gusta el fandango.
Y salga usté
Y salga usté,
Que lo quiero ver
Saltar y bailar,
Y andar por el aire;
Esta es la jerigonza del fraile.
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