Está ligado con la familia malagueña de los Bastardos de los Cisneros y, sobre, todo Hernán González Bastardo y Escandón uno de los capitanes que tomaron Málaga en 1487 y recibió una imagen de Nuestra Señora de los Remedios que ligó fue depositada en la ermita de la Vorgen de la Victoria, Posteriormente en 1536, el bachiller Hernando Bastardo, nieto del anterior, trasladó a la imagen hasta su hacienda de Tabicos, pasando con posterioridad a la Parroquia de los Santos Mártires, en donde recibió culto definitivamente en la capilla familiar inmediata a la puerta principal del templo.. En este sentido, la capilla y la sagrada imagen en sí misma quedaron agregadas al mayorazgo fundado por Rodrigo Bastardo de Cisneros y su mujer, María Delgadillo y Calderón, en 1623. Este mayorazgo habría subsistido, por lo menos, hasta 1840. Los Bastardo de Cisneros, regidores perpetuos de la Ciudad de Málaga y titulares de la Casa de Escandón, se erigieron, además, en promotores de la devoción a este icono mariano. Los padres de este corregidor Baltasar Bastardo de Cisneros, y su esposa, María Mondragón y Pacheco en 1674 costearon un trono para la imagen, probablemente de entalladura y el mismo siguió la tradición costeando la reforma de la arquitectura del recinto, en 1735, siendo Corregidor de Córdoba, obras que pusieron la base que habría de culminar, a finales del siglo XVIII, con la remodelación integral de este espacio de culto.
FRANCISCO BASTARDO DE LOS CISNEROS Y MONDRAGÓN FUE regidor perpetuo de Málaga desde 1697, y estuvo al frente del regimiento de Málaga, por lo que fue nombrado edecán en la Guerra de Sucesión. También participó como capitán en la ciudad de Torremolinos costeando una compañías. Fue de corregidor de Alcalá y sus buenas
muestras de servicio a la Corona lo llevaron a otros corregimientos
importantes. Tomó posesión del corregimiento alcalaíno el 11 de enero de 1709,
cuando ya poseía los títulos de Gentil hombre de Su Majestad. Además se le
nombró capitán de guerra y era capitán de caballo. Por estos cargos ejercía las
funciones de control de la yeguada, alojamiento de tropas y reclutamiento de
soldados. Le cupo la obligación de apoyar al rey Felipe V frente al bando
coaligado con el emperador austriaco y
entre 1709 y 1710 adoptó las medias para reclutar una compañía de infantería,
mandada por el capitán alcalaíno Lorenzo de Valenzuela, que se incorporó a las
órdenes del brigadier granadino Antonio de Figueroa en la barrera táctica que
se colocó en Sierra Morena. Además otros treinta caballeros y sus
correspondientes caballos fueron adecuadamente equipados en el transcurso de
estos años, y se enviaron al inspector de los Ejércitos don Francisco Gutiérrez
de Medinilla, lo que obligó a emplear las creces del trigo, además de la venta
del trigo de doscientas fanegas del Pósito y las ayudas de voluntarios
alcalaínos. Esto, por lo que se refería al alistamiento de tropas, pues en el
alojamiento de soldados hubo que mantener durante cierto tiempo 150 soldados del
capitán Mateo Montújar y el regimiento de la Capitania General de Granada en
1709.
Su relación con la Corte le
llegó a enfrentarse con el recaudador Juan del Mármol en el cobro de los tributos del cuatro por
ciento y del fruto de la bellota. Pero, el asunto más grave tuvo lugar con la
revuelta popular del año 1709, en la que participó gran parte del pueblo llano
y contó con el apoyo de un numeroso grupo de regidores, que llegaron a ser
apresados por corregidor. Venía precedida de una situación de calamidad
pública, en la que las clases populares estaban sumidas en la miseria, ya que
el abastecimiento de la ciudad no se había podido mantenerse con lo recolectado
en la comarca hasta tal punto que la
mayoría de la población tenía que alimentarse con pan de garbanzos,
habas y otras legumbres. Las condiciones climatologías no permitían unas
buenas cosechas por las nieves de enero de principio de año y las aguas del
invierno. Además, eran ya cinco años de corta cosecha y , en el mes de mayo del
1709, no quedaba trigo alguno en las casas de los seglares, y, por otra parte,
los acreedores de los préstamos contraídos en años anteriores habían enviado
varios receptores para cobrar los réditos con mandato de la Real Chancillería
de Granada. Por citar un ejemplo, Sebastián Fernández de Saavedra, uno de los
recaudadores El motivo del levantamiento no fue otro sino el alojamiento del pago
por un apremio militar, ejecutado por una tropa de 150 hombres al frente de un
coronel que alegaba que eran miembros de la Santa Cruzada. Los primeros en
desobedecer al pago de las cargas militares fueron diversos oficios- mesoneros,
zapateros y cordoneros. El cabildo no sabía cómo atajar aquella situación e
informaba con tácticas dilatorias, proponiendo medidas a los representantes de
los oficios que resultaban pintorescas, invitándolos a pagar o, en su caso,
abandonar los oficios. Una ciudad que no se había levantado en anteriores
situaciones manifiesta que la población ya no podía soportar mayores cargos
como el de esta última tropa tan numerosa. También, la ciudad de Granada
solicitaba trigo para impedir el levantamiento que se había ocasionado con
motivo de la falta de abastecimiento y que había sido promovido por algunos
sectores comerciales y religiosos.
El punto álgido del conflicto
tuvo lugar con el consumo de todos los propios de la ciudad sin permitir ni
siquiera como en otras ocasiones, en el que se reservaban los más antiguos y
privilegiados. Y, para colmo de males, el anterior ejecutor obligó
violentamente a los arrendadores de los arbitrios de tierras a pagar incluso
con sus salarios. El exceso de celo de sus ministros provocó que los vecinos se
levantaran movidos por el hambre pues por estos años se alimentaban con el pan
de garbanzos, habas y legumbres. Ante la carestía de los granos, impidieron la
salida de la parte correspondiente de los diezmos de la Capilla Real de
Granada. En palabras del cabildo de aquella época:
"fue un alboroto que sucedió en esta ziudad sobre embarazar el
que se sacase trigo"[1]
El conflicto quedó
posteriormente reducido a un pleito con la Capilla Real ante la Chancillería de
Granada, en la que el propio corregidor solicitó piedad con los subordinados
para que atendieran las difíciles circunstancias en las que atravesaba la
ciudad. De la trascendencia de todos los acontecimientos tuvo fiel informe el
rey Felipe V. El año siguiente debió
modificarse la situación, pues se llegaron a enviar 300 fanegas de trigo para
el abastecimiento de Madrid.
Su preoupación como jefe de la
administración le llevó a trasladar las Casas de Cabildo desde la fortaleza de
la Mota hasta unas nuevas alquiladas en la plaza de la calle Real en 1710,
propiedad de Ana de Terrones, porque prácticamente toda la población y la vida
comercial se había trasladado hacia la nueva ciudad que tenía su eje en el Llanillo. Para ello
llevó a cabo una serie de obras de ornato consistentes en instalación de
guardapolvos de las ventanas y pintura de las armas de la ciudad y ade
centamiento de caballerizas. También
realizó el arreglo del pilarejo de Caserías de San Isidro. En su tiempo(1710) se declaró
patrona de Alcalá la Real a la imagen de la Virgen de las Mercedes.
En 1712, la villa San clemente sustituyó a don Bernardo Gómez Zorrilla, caballero de la orden de
Santiago, como nuevo corregidor 45 al ser nombrado
corregidor de Cuenca 45, siendo sustituido por don Francisco Bastardo Cisneros y Mondragón,
regidor perpetuo de la ciudad de Málaga, corregidor y justicia mayor de esa ciudad con las de Alcalá la Real, Loja y Alhama y capitán de caballos Don Francisco fue nombrado posteriormente corregidor
de Huesca en 1721 y de Córdoba en 172447, constituyendo un auténtico “cursus honorum”
dentro de la administración del primer Borbón. . El día de fin de año de 1712, la sesión del Ayuntamiento clementino se celebra únicamente
con la presencia de don Francisco Bastardo Cisneros y Mondragón, corregidor, y de
dos regidores, por hallarse los demás capitulares presos por orden del Ilmo. Sr. Presidente de
Hacienda, no haciendo más referencia a las causas de este encarcelamiento
Posteriormente debió ser corregidor de Huesca por los años veinte. En el 1724 ejerció el cargo del corregimiento de Córdoba y, anormalmente prolongó su empleo hasta el 1727, en la misma ciudad, al ser nombrado el siete de marzo del mismo año, jurar el cargo ante el Consejo de Su Majestad el día 17 de marzo y presentarse y jurar el cargo en Córdoba el día cinco de abril. Posteriormente prolongó la estancia en la ciudad hasta el 1745[2] contra la norma anual de duración del cargo , tan sólo prorrogado trienalmente que, en este caso, alcanzó un periodo de veinte años. Aunque en Córdoba era frecuente esta misma anormalidad del ordenamiento jurídico, en Alcalá no llegó a producirse salvo casos aislados y no más de seis años. En el tiempo del corregimiento cordobés, le correspondieron momentos importantes de la vida nacional con la proclamación y muerte de Luis I en 1725, la convocatoria de convocatoria de Cortes para jurar a Fernando VI, el casamiento del príncipe de Asturias en 1725 y el tratado de paz entre los reinos españoles y el emperador en 1724. Tuvo un estricto cumplimiento de presidencia de los cabildos convocados donde en su mayor parte estuvo presente, ejerciéndola de una manera tajante e introduciendo la legalidad y el orden entre los miembros del cabildo que hasta su tiempo abandonaban los temas tratados en discusiones estériles, como sucedió en el caso del factor de la romana Juan Alcalá Palomo.
Posteriormente debió ser corregidor de Huesca por los años veinte. En el 1724 ejerció el cargo del corregimiento de Córdoba y, anormalmente prolongó su empleo hasta el 1727, en la misma ciudad, al ser nombrado el siete de marzo del mismo año, jurar el cargo ante el Consejo de Su Majestad el día 17 de marzo y presentarse y jurar el cargo en Córdoba el día cinco de abril. Posteriormente prolongó la estancia en la ciudad hasta el 1745[2] contra la norma anual de duración del cargo , tan sólo prorrogado trienalmente que, en este caso, alcanzó un periodo de veinte años. Aunque en Córdoba era frecuente esta misma anormalidad del ordenamiento jurídico, en Alcalá no llegó a producirse salvo casos aislados y no más de seis años. En el tiempo del corregimiento cordobés, le correspondieron momentos importantes de la vida nacional con la proclamación y muerte de Luis I en 1725, la convocatoria de convocatoria de Cortes para jurar a Fernando VI, el casamiento del príncipe de Asturias en 1725 y el tratado de paz entre los reinos españoles y el emperador en 1724. Tuvo un estricto cumplimiento de presidencia de los cabildos convocados donde en su mayor parte estuvo presente, ejerciéndola de una manera tajante e introduciendo la legalidad y el orden entre los miembros del cabildo que hasta su tiempo abandonaban los temas tratados en discusiones estériles, como sucedió en el caso del factor de la romana Juan Alcalá Palomo.
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