Acercarse
al barrio de San Juan siempre rejuvenece el espíritu, porque significa que
todavía se mantienen intactos algunos resortes de la juventud. Es pasar del
llano al cerro, en una ascendida que marca y deja ya agujetas a las personas de
la Tercera Edad. Pero, que, al superar el altozano y los aledaños de los
Arrabales, se respira una aire diferente
del contaminado de los barrios bajos en medio de los Jardines de la Mota, junto
al Centro de Rescate de Animales. Sin
embargo, a lo largo de su recorrido se
siente una sensación agridulce, entre la renovación y asentamiento de muchos
espacios públicos, y, por otro lado, el
deterioro y el abandono de las viviendas del barrio. Es lamentable recordar muchas familias que
compartieron hogar y vecindad en un barrio floreciente de la segunda mitad del siglo pasado. Muchas casas ahora se
encuentran deshabitadas, algunas otras
convertidas en solares con el testigo de la pantalla de la fachada de piedra recién restaurada y, en algunas
calles, tan solo se mantiene en pie una ridícula representación de un barrio
otrora populoso. Aquel barrio de blancas fachadas de cal, cenefas negras y
rejas de hierro forjado sufrió el primer hachazo urbanístico con la
incorporación de los balcones corridos atentando con su fisonomía de barrio
andaluz. Recibió el segundo golpe mortal con las políticas desarrollistas de
los años setenta que sustituyeron las mansiones de labriegos y campesinos por
el traslado a las zonas frías de Alcalá la Real
de muchas familias que ya no supieron transmitir la antorcha a sus
descendientes.
Y eso que siempre ha
sido objeto de reclamo de todo tipo de
medidas. Se cambiaron en los tramos finales de las calles los pavimentos de los
viarios, desde los escalonamientos por tapias ascendentes hasta rampas insanas
para los vecinos, y, peores para los reventones de los coches. Se pasó del
arrecifado y de piedras de canto rodado
al asfaltado o al pavimento mixto de cemento estriado y acera de pequeño
empedrado. Se ubicaron algunos servicios públicos en sus calles: la Guardería
en la calle del Rosario; la Uned y otras oficinas municipales en la Casa Pineda… Otras
asociaciones pusieron su sede en este barrio: varias hermandades, asociaciones
de barrio o musicales, amas de casa no quisieron contribuir a la diáspora
de sus antepasados y, al menos,
fijaron su encuentro social en el barrio a lo largo de las convocatorias de sus vidas societarias.
Se
reclama como un último cartucho la
puesta en funcionamiento del rehabilitado exconvento de la Trinidad.
Invita a dar un paseo por todo su
entorno su nueva entrada por el antiguo Camino de San Bartolomé o
Carrera de los Caballos pasando por el
rincón bellamente renovado de la ermita de San Blas en medio del arco de
triunfo de la portada del santo de la gargantilla. Un poco más complicado, y en
medio de sus últimos derrumbamientos, el entorno de la placeta de la Trinidad
junto a las casas de la Tercia Decimal y las viviendas de las familias
de los Sardos.
Hace más de cinco siglo se levantaba la ermita de
San Juan, parece como si recordara una
fiesta en la que se vivía ese mundo de frontera
con antiguas pervivencias musulmanas y la nueva presencia cristiana.
Nació en torno suyo un nuevo barrio, de
labradores y gente artesana, reutilizando el antiguo el morabito como casa
trinitaria para rescate de cautivos en tiempos de frontera, donde se recordaban
las fiestas musulmanas que se correspondían
con las ancestrales fiestas
cristianas de San Juan: Mañanitas de San
Juan/ al tiempo que alboreaba,/ gran fiesta hacen los moros en la vega de
Granada./. Sin olvidar la
integración de las antiguas alquerías en el nuevo viario de la ciudad en torno a la Carrera Vieja.
Pero, como dice aquel romance en su segunda parte, que debió celebrarse en el entorno de este
barrio, se sufrió una fuerte celada de venganza por parte de los musulmanes
contra los moradores cristianos que habían perdido la ciudad de Antequera. /que toquen
todas el arma, /manda juntar a los suyos/hace muy gran cabalgada/y a las
puertas de Alcalá, /que
la Real se llamaba,//los crisitianos y los moros/una escaramuza traban.
Es decir, se vive un momento muy importante de este
barrio, de pervivencia y de una apuesta por el futuro como hicieron nuestros
antepasados, cuya antorcha no supieron mantener sus descendientes ante la
invasión de los nuevos tiempos del desarrollismo. Esperemos que no sea
un canto heráldico de lo que sucedió en otros barrios como la Peña Horadada,
San Bartolomé, el Rastro, Santo Domingo o San Francisco. Las generaciones
futuras y los nuevos proyectos de
reforma del plan interior patrimonial tienen la palabra. Nos gustaría cantar
como decía el juglar: Con la victoria los
moros/ van la vuelta a Granada/ a grandes voces decía./-¡La victoria ya es
ganada!//
FELICES FIESTAS.
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