Pero, nos tenemos que remontar hasta el 1640 para determinar, con
datos fidedignos de algún documento público, los asentamientos de
esta zona denominada del Palancares, por cierto mucho mayor extensa a
los que es actualmente (cortijos como el de la Fuente la Negra y
cercanos a la ciudad- Chinares- se circunscribían a esta unidad de
campo).
Como se puede deducir, a lo largo de los padrones y censos del siglo
XVII y principios del siglo XVIII, la siguiente conclusión, a cuyos
datos fidedignos nos referimos anteriormente1:
“La zona comprendida en las riberas del Palancares y el
Velillos se extendía desde Mures hasta Valdegranada, moteada de
caserías y cortijos. Era fruto de los repartimientos anteriores y
de las nuevas roturaciones de tierras: (dejando aparte los
cortijos de la Jineta, Moralejo, Acequia, cortijo de la Cartuja,
Pilillas, cortijo de Nieto, Peña del Yeso, por comprender otra
unidad que estudiamos y se engloban en Ermita Nueva), se
mencionan a los cortijos Las peñuelas, cortijo del Alcayde, Llano de
los Muchachos, Peñuela de Nubes, venta de los bramaderos, cortijo
de Diego de Aranda, Chaparral, Cerro Gordo y Fuente la Oya (…)
Aunque los cortijos del Águila y de Cantera Blanca ( uno de la
familia de los Góngora y otro de los Utrilla) procedían de
repartimientos anteriores , el Romeral, el Chaparralejo y el Alamoso
también fueron otros lugares que tuvieron un gran desarrollo
roturador. En su fisonomía se entremezclaban los cortijos con las
casas de retama, consecuencia de repartimientos para pagar los
arbitrios del siglo XVIII. A pesar que era una zona de dependencia
total con el casco urbano de Alcalá la Real, el aumento de población
obligó al establecimiento de la industria harinera . Así el molino
Cañón se levantó para el abastecimiento de los vecinos, hacia
fínales del siglo XVIII, y los vecinos tenían que ir a las Riberas
o al de las Juntas para comprar la harina. En esta zona, por su
cercanía con el casco de Alcalá la Real, los labradores
arrendatarios solían residir hasta mediados del siglo XVIII en el
núcleo urbano. Entre sus tierras, se encontraba algunos predios,
propios de los conventos de la ciudad y de forasteros, como de
Chaparral de Nubes que era propiedad del convento de la Concepción
de Loja. ”
Pero, lo que en un
principio eran simples aposentos de los labradores durante los
periodos del cultivo de sus tierras y para las ganaderías, debió
organizarse con el paso de los años en asentamientos más estables y
definitivos. Para realizar una buena administración, el cabildo
alcalaíno solía distribuir ese extenso terreno en lo que
denominaba partidos del campo. Entre estos partidos, se hallaba el
del Palancares diferente del de Valdegranada. A lo largo de sus
grandes extensiones, se encontraban diseminados los cortijos y los
núcleos rurales formados por una concentración de los anteriores.
Unos eran de propiedad particular, en ellos, los propietarios
concedían permiso para levantar capillas que mantenían con
fundaciones; otros eran terrenos de baldíos o de propios en cuyos
términos era autorizada por la ciudad la construcción de albergues.
Gran parte de los solicitantes los cercaban con corrales., donde
encerraban su ganado). Frente a otras aldeas que suelen aparecer
oficios del sector secundario y terciario, hasta muy entrado el siglo
XIX, toda la población pertenece al sector primario, dedicándose a
la agricultura y ganadería. .
En el año 1728 renació el conflicto con la villa del Castillo de
Locubín, al recaer una de las alcaldías ordinarias en Fausto de
Moya que trató de nombrar como su representante a Alejandro de los
Reyes. Pronto, el resto de los regidores contradijeron este
nombramiento, porque despertaba el recelo de los vecinos, que
alegaban que había cometido diferentes excesos durante el año
anterior de tenencia de alcaldía. Incluso, aparecieron en el pueblo
coplas y libelos contra su persona. Lo cierto fue que el
enfrentamiento trascendió a la esfera del cabildo, ya que el regidor
Fausto de Moya pretendía un cambio de sus tierras del Palancares por
otras que estaban linderas a los predios de Puertollano, donde muchos
vecinos castilleros tenían roturas .
Por otro lado,la falta de pastos, en todos los
pueblos de la campiña cordobesa y sevillana, ocasionó una
extraordinaria transhumancia hacia los pastos de las sierras
alcalaínas invadiendo tierras de labor- lo que daba lugar a que se
provocaran situaciones fraudulentas de personas que se habían hecho
de una gran cantidad de ganados, y entraran en fricción con los
labradores e, incluso, infectaran a los ganados autóctonos-. Por
eso, fueron frecuentes los bandos de la autoridad en defensa de los
ganaderos y labradores de la localidad, prohibiendo su entrada o
expulsando a los intrusos, nombrándose servicios de protección de
guardas por los particulares y cercando sus haciendas rurales, al
mismo tiempo que se registraron los granos de la cosecha de agosto
por el corregidor Montoya. A pesar de los esfuerzos de la justicia en
hacer rondas nocturnas, curación de enfermos y vestir desnudos, es
sitómatico el cabildo del cuatro de mayo de 1751 que dice: ”... no
se pueden contener los robos del campo y de noche el escalamiento de
oficinas públicas de carnicería y matadero con otras muchas casas
de particulares”.
No era de extrañar que se produjeran en estas circunstancias la
invasión de los campos y los robos de sus granos en los cortijos
tanto por los pobres jornaleros como por los ganados talando las
mieses.
Desde el punto de vista administrativo, para solventar el deteriorado
orden público el termino muncipal se dividió como meidad de
protección, encargándosele a un regidor y a un guarda montados a
caballo, en los siguientes partidos, lo que perduró en años
posteriores:
1. Desde la vereda del Coto y camino de la Magdalena, por el camino
de Granada, todo el terreno que comprendía las vegas del Palancares,
Ermita Nueva, Villalobos, Cantera Blanca, y Agramaderos hasta
confinar con el término de Montefrío.
En esta
aspecto forestal, se ejecutó una política cortesana de protección
de los montes mediante la plantación de nuevo arbolado de la especie
de los álamos en los sitios cercanos a los arroyos del Palancares,
principalmente, lo mismo que en los laterales de los caminos y
calzadas de salida de la ciudad de Alcalá hacia Granada.
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