El mes de
julio  forma con el de agosto un dúo
festivo, que se multiplica en muchos rincones de la geografía de la Sierra Sur.
No es rara la noche que  se convoque al
personal a una ruta nocturna  de turismo
interior, alimentada con recursos de la historia local  para visitar la ciudad fortificada de la Mota
o el centro histórico artístico: otras noches 
se complementan con las veladas musicales en las plazas de la aldeas
celebrando  la festividad patronal de
cada rincón (la Virgen del Carmen en La Rabita o Santa Ana en el  lugar 
de su mismo nombre) y formando un eslabón de los presentes y ausentes
con  la reivindicación de la nostalgia
infantil y ; como preámbulo de todas las fiestas, se encuentran las fiestas
vecinales de Barrio ( El Campero o Huerta de CAPUCHINOS) que se abren
entre  una población que inicia su
diáspora  hacia las playas de la Costa
del Sol. También, se nos presentan ofertas culturales en Alcaudete con las
Fiestas Calatravas y en otros pueblos como Frailes con la Fiesta de la Tapa o
en el Castillo con las delicias del Nacimiento del río San Juan.   
Y en medio de todas estas
celebraciones, Etnosur se constituye como el 
centro principal  del calendario
festivo atrayendo a todo ser viviente que 
acude  para compartir una fiesta
en la que se entremezclan las actividades del voluntariado con el disfrute del
ocio  dentro de sus más diversas
variantes(conferencias, mercado alternativo, conciertos, circo, tallere4s…);
últimamente se ha convertido además como la 
fiesta por excelencia, con difusión internacional, presencia de todos
los pueblos de España y  excelente oferta
de música de otros países y étnica.  ¿Qué
más se puede  pedir? 
 Parece como si se hubiera revolucionado el
concepto de la Cultura de la Calle, tan peculiar y autóctona de las
tierras  andaluzas. Se  ha pasado de las tertulias vecinales, tan
grupales y familiares de acuerdo con el concepto de la cercanía  que 
invitaba  el estar  sentados a las puertas de las casas de
vecinos, a las plataformas anónimas de orgía colectiva; de la alegría de los pequeños grupos cercanos a la  antigua tribu se ha evolucionado a la  multiculturalidad  de los grandes acontecimientos y
espectáculos, donde la masa se queda completamente inmersa en un catarsis
colectivo y purificador  de esta crisis
que atormenta diariamente a muchos colectivos ya las personas más desvalidas.
Se ha creado  un nuevo concepto  de a liturgia festiva que se enreda  muchas veces en difundir la  a un dios Baco  consumista y universal para crear unos
círculos de amistad joven  y rompedora de
los esquemas tradicionales de los espectáculos tradicionales.
Ahora, los toros con motivo de la fiesta de Santa Ana o de Santiago  se han convertido en  las embestidas de una  época en la que el paro  deja a las familias escuálidas de modo
que  sólo pueden disfrutar de una
convidada  familiar;  los fuegos artificiales han dejado como
testimonio  el disfrute de un cohete
semanal  para  un muchas personas que solo pueden
disfrutar  de  la playa en un único día del fin de semana  e modo que 
no les da tiempo a  mojarse en las
playas del litoral mediterráneo;  los
antiguos ágapes, los guisos tradicionales y las cenas nocturnas han quedado
reducidas a una frugal  barbacoa de
embutidos y pancetas a la brasa. En conclusión, el final  del tiempo de los recortes no se deja ver ni
en los dedos  rosados de la aurora del
amanecer.
Conservemos las buenas lecciones de
la Cultura de la Calle, y, aún más, si 
se ofrece en un  plato exuberante
como es ETNOSUR, no los dejemos pasar. Aprovechemos de lo antiguo y lo nuevo,
lo solidario y lo festivo, el ocio y  la
formación, lo lúdico y lo racional, el aprendizaje y el cultivo del
cuerpo.      
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