Siempre el agua ha sido, para la humanidad, vida. Por eso se echa de menos continuamente, en los tiempos de sequía. Pero el agua esa vida se plasma en riqueza y producción económica. No sólo mueve recursos de la agricultura, sino también de la industria, los servicios como el transporte, o el mundo de la construcción y la ingeniería. Tanto los mares, los lagos o los ríos son lugares, que coadyuvan a la riqueza de los pueblos que disfrutan de esta riqueza natural. En la privincia de Jaén abundan los parajes con agua, sobre todo de los ríos, arroyos y arroyuelos. En la Sierra Sur, Castillo de Locubín siempre ha sido una tierra donde las aguas han movido casi todos los sectores de producción. Los arroyos del Salado, Guadalcotón, de las Parras o el río San Juan, son una muestra de esta riqueza. Podemos dar algunas pinceladas de esta economía del agua. Comenzando por la industría, podrían citarse los molinos de papel ( abundaban en el Carrizal, Vado del Río y Valdepeñas), los batanes del Vado del río, las tenerías del barrio de San Sebastián y, sobre todo, los molinos de pan moler en diviersos puntos del río San Juan y en los arroyuelos (Nogueral, Cubo).
El transporte obligaba a realizar puentes en diversos momentos de traspasar las aguas desde Triana al Carrizal. La construcción, las presas del río, los canales o los cauces de riego, o los anteriores elementos constructivos comentados colocaban a al mundo de la albañilería. Desde el sector primario, el agua de riego elevaba la riqueza de todas aquellas con una extensa red de huertas qu el río San Juan regaba desde el Nacimiento hasta el Carrizal pasando por el valle, la Isla, Nogueral y la Venta sin citar otras huertas, como las de la Arroyo de la Piedra o de las Parras. Los servicios de los arrieros y los cargueros ocupaban los mercados de la ciudad de la Mota, en la misma fortaleza y, hasta hoy en el mercado de la Magadalena para ofrecer sus productos a los compradores de otros lares. Hasta 1620, todavía se muestra la presencia de los molinos de papel en la ribera del río San Juan. Em concreto en 1620, aparece el maestro de esta variante artesana en Castillo de Locubín. Francisco Rodriguéz, y Andrés López de cabra, comprándole por 113 reales al mercader alcaláinoo Pedro Hernández de Alcalá la Real, siete varas de palmilla azul catorcena del obraje de Alcalá la Real( a catorce reales/la vara).AHPJ 4989. Folio 358. Escribano Juan Bautista Mejorada.
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