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EN IDEAL. ALCALÁ LA REAL. LA HORTICHUELA(i)
LA HORTICHUELA (I)

El mes de mayo
recibe el nombre de Las Flores, por cierto, más bien tardías en este año
afortunadamente lluvioso y de buen agüero para los campos alcalaínos. Muchas
aldeas vivieron su punto álgido a partir de los años treinta del siglo pasado
hasta que comenzó la diáspora de los años sesenta, y, a pesar de que mantenían
una gran dispersión de sus viviendas, consiguieron engrandecer los núcleos
constituyentes a partir de un edificio público o religioso, o simplemente expandido
en torno a un cortijo de labradores. Durante estos años, se asentaron muchos
vecinos y, además, se establecieron algunos servicios públicos como el correo,
el estanco, la escuela y la iglesia (a veces, compartidas en un mismo edificio),
En muchas de ellas, se propagó la devoción de la Virgen de Fátima, que daba
lugar a celebrar la fiesta por este mes y estrenar una puesta en sociedad de
los niños aldeanos recibiendo las primeras comuniones. Este es el caso de la
Hortichuela, uno de los doce partidos de campo que recogía el diccionario
histórico-geográfico de Madoz, simplemente un refrendo de aquellas divisiones
administrativas de índole local para el pago de impuestos, guarda de montes y tierras
privadas y comunales, reclutamiento y levas, y disfrute de servicios
religiosos. Hace más de ciento sesenta años se componía de 103 casas en un
hábitat de los más dispersos que comprendían el municipio alcalaíno. Citaba
este autor los siguientes cortijos de teja: Parreño, Portillo de las
Carretas, Domínguez, Jabalquinto, Flores, Churro, Álamos, Laguna, Rincón, Retamales,
Gayumbares, las Monjas, la Chinche, el Pedregal, Donadío, la Cuesta, Cadimo,
Nuevo, Loma del Carril, la Memoria, la Reja, Carvajal alto, y bajo, Aguilerica,
la Zarza, Citora, las Monjas, Cerro de la Cruz, Huertas, Fuente del Soto y el
Hospital. Todavía no le habían alcanzado a este partido la roturación de los
campos ni las consecuencias de los terrenos desamortizados con el repartimiento
de las tierras comunales, dando lugar al nacimiento de muchas más viviendas
rurales. Los nombres de los cortijos recuerdan parajes donde los
labradores vivían como Aguilera, Flores o Domínguez,
o se resaltaba que labraban tierras de hidalgos, descendientes de los
conquistadores de Alcalá o de hacendados de otros lugares que lo habían
recibido de compraventa o por herencia como los granadinos Carvajales o Cadimo. Otros eran, tierras municipales que hacían referencia a tierras hoy de olivares
y, en aquellos tiempos, un monte bajo,
lleno de la verde retama o de la
amarillenta gayumba, y entre terrenos
pedregosos. Y, no escaseaban los provenientes de las instituciones llamadas de
las manos muertas, que luego se desamortizaron, cono los de La Memoria, las Monjas
o el Hospital, -de seguro del Dulce Nombre de Jesús-. Y, en el resto de los
otros cortijos, el accidente geográfico o motivo histórico artístico les dieron
el nombre como las Huertas, La loma, la Cuesta o la Cruz.
Muy lejos están los años en
los que este ministro decimonónico definía sus tierras como un terreno muy
agreste, salvo el de las Pilas de la Fuente del Soto y sus cercanos, que se regaban
con un venero de agua potable en una cantidad de unas de 28 fanegas. Incluso calificaba
lasas tierras de este partido en general por endebles, y sólo una pequeña parte
de bastante buena calidad. Eran tiempos en los que todavía se resaltaba la
importancia de su monte alto y bajo, donde se encontraba algún que otro viñedo.
Para mejor comprender aquella tierra, hay que partir que el hombre de estos
parajes tan sólo disfrutaba de un molino harinero, llamado de Suarez, pero tan
escaso de a g u a, que solo en el invierno podía moler. Y para llegar a esta
tierra, desde Alcalá, bajando por la Ladera de Montefrío, a través del camino
del Cañuelo, se dirigían los labradores a aquellas tierras por la Cañada del
Membrillo y a través del portillo de las Carretas se adentraba en la zona de la
Hortichuela. o se podía subir al cerro de la Torre, un mirador sin parangón
para contemplar las sierras subbéticas, desde la Tiñosa hasta el santuario de
la egabrense Virgen de la Sierra. Un paraje marcado desde tiempo inmemorial por
dos torres y una fuente citada hasta por el Libro de la Montería de Alfonso XI.
Las torres debieron ocupar un sitio privilegiado: una, la de Gibralquite, prácticamente
seccionada en la base. Se erguía en el lugar estratégico, para controlar a los
playeros que venían de Montefrío; la otra, la de la Solana, sin más rastros que
el círculo de la cimentación de sillería para otear los movimientos de los
vecinos de las tierras de Priego, convertida en baluarte y trinchera de la
Guerra Civil. La fuente, en otro tiempo llamada del Obispo y hoy de Chinares,
que, a modo de Guadiana, mana agua en la parte superior y reaparece conforme se
acerca a la parte baja de la Cañada del Membrillo.
Hoy, en torno a las Pilas,
se encuentran los edificios público más importantes- el Centro Social, la
Escuela-ermita, los bares, el molino de aceite, el polideportivo, la mayoría
construidos a partir de la democracia-; antes también, jugaba un gran papel la
zona de la Hortichuela donde abundaban algunos importantes cortijos, incluso en
estos parajes hubo escuela, ermita, cruz de fiesta, Lejos han quedado aquellos
tiempos, actualmente corren otros en los que sus aceites de excelencia pasaron
página a la fábrica harinera de los años setenta y a los asentamientos de
turismo rural del actual milenios
. Este es el segundo capítulo, cuando
comienzan a florear los cerezos y a teñirse de penachos aleonados los
gayumbares,
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