EL ALMOTACÉN
Este arabismo no se
usa actualmente. Pero era el encargado
del cabildo municipal para controlar los pesos, pesas y medidas de
granos, frutos, carne, y vino, así como la tipología de los cántaros de los
aguadores según le ordenaba el caballero o fiel ejecutor del cabildo y de
acuerdo con las tasas que imponía el ayuntamiento. En ese caso, las de la feria
recibían el nombre de viento. Debía
presentarse en todos los tratos con el marco, pesas y medidas. A este oficio,
se le añadía el ser el encargado del corral del Concejo donde se encerraban los
animales de abasto de la ciudad, y asumía, además, las funciones de limpieza de
las calles y vías públicas, el uso de las fuentes y lavaderos públicos.
Especialmente, recibía el nombre de fiel corredor de granos el que se encargaba
de controlar el peso de los cereales, por los que cobraba una tasa diferente
entre compradores forasteros o locales. De ahí proviene el nombre de
correor, como mediador entre
compradores y vendedores de las ferias de ganado. Con lo recaudado, se le
pagaban cuatro reales si se ocupaba una mañana y otros cuatro por la tarde; si
denunciaba una situación de fraude, se llevaba la tercera parte.
Bueno dejemos, que el fiel almotacén fue sustituido
por otros personajes y, entre ellos, los veterinarios actuales que vigilan
todos los aspectos del animal que se vende, salud, rasgos físicos, edad. Su
presencia en el recinto era y es imprescindible para controlar la sanidad y la
pureza del ganado. Se les suele reservar una caseta donde realizan las tareas
burocráticas-
COMPRA-VENTA
La compraventa era el acto
central de la feria de ganado, revestido con el protocolo del acto comercial, y
la satisfacción de las esperanzas del camino recorrido y, con su ejecución,
cubrir el mantenimiento anual de la vida de la familia campesina. Durante
su desarrollo, se afinaba la mente, se cuidaba la semiología y se
cronometraban hasta los silencios. Los espectadores sobraban, pero miraban, a
lo lejos, de reojo y sabían que no debían intervenir.
Se le denomina
trato, venta, negocio, “meollo” o asunto, más finamente el mercado o la
transacción. Y decíamos con el cronista Murcia en un libro costumbrista y de
relatos: “Es hora de exhibiciones y exhibicionismo. Con un fondo sinfónico de
rebuznos, cencerro y campanos, se inicia un masivo ‘Streep-teese¨´, con desfiles
y trotes de animales. Lo más íntimo sale a relucir ante cualquier gesto de
negocio: dentaduras limpísimas, rabos bien peinados, traseros aseados, pezuñas
y calzado recién estrenado”. El honor juega un papel importante en el trance
del aguzado diálogo, el tono de voz y la porfía se suben y se
rebajan según la intuición del protagonista circunstancial del acto
mercantil; como fondo de escena, el movimiento de danza y
adiestramiento del animal; en medio de ellos, la batuta del
corredor armoniza el convulso movimiento de los dos contrincantes de
turno, y , al final, el rondón se simboliza “con una subida de la gorra
por parte del armonizador, y el apretón de manos de los protagonistas”.
“Trato hecho” a lo que se responde sacralizando y deletreando el lenguaje con
la misma frase “trato hecho. Es la palabra de un hombre”, saludo final acompañado
de la entrega de una cantidad de dinero al comprador como señal de que se ha
ejecutado el fallo comercial. Y, el vendedor asentía con el posesivo “mío”
que le provocaba el comprador con su respectivo “tuyo”.
“Que
los señores de ganado usen de yerro conocido y lo registren como se manda. Para
muchos efectos es muy preciso y conveniente de esta ciudad y su villa del
Castillo tengan yerro conocido y distinto, con que marcar sus ganados, principalmente para
poder gozar de los pastos y que otros forasteros nos los defrauden, y asimismo
para librar de hurtos sus ganados y recuperarlos si se los hurtaren, y
finalmente para gozar de buena fe de la libertad de alcabalas en las ferias, y
demás partes donde las vendan, según el privilegio de esta ciudad de que hace
memoria la ley real. Por tanto, ordenamos y
mandamos que los dichos señores de ganado tengan su yerro y señal
conocido, el cual y todos los demás cortaduras de que usaren, acudan a
reseñarlo en el oficio del cabildo, donde mandamos se forme libro y cuaderno
judicial en que se estampen los dichos yerros, y se pueda dar de ello
testimonio siempre que convenga, y absolutamente prohibimos traseñalar
ganado alguno, ni recargarle otro yerro, porque para hacerlo así se ha de
acudir a la Justicia, y sacar licencia para ello, quedar anotado
”.
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