La
familia Marañón ha sido investigada por miembros de su estirpe. Los datos más
recientes que comentamos por nuestra parte se referían al Catastro de la
Ensenada. En el siglo XVIII, en la calle Gala, se encontraban los
oficios secundarios y los viudos y solteros. Es curioso que, en esta calle, se
mantuvieron los telares y los oficios derivados con la industria lanera(José Marañón, vecino 168, tejedor de paños, de 62 años, casado y Juan Marañón , vecino 174, casado y dos hijos menores, de oficio cardador). Eran
miembros de una familia que se ha mantenido hasta la actualidad, los Marañones
.
Pero, pasemos a principios del siglo XVII. Pues nos hemos
encontrado con un documento de otro Pedro Marañón, vecino de Sevilla que
representaba a Lucía de Aranda, como primo suyo, en contra de Diego de Cabrera y Leyva y Ana de Aranda
Leyva, sus sobrinos. Para defenderse,
dejaba los papeles de procurador a don Fernando de Cabrera y Aranda en la
ciudad de la Mota. Lucía era esposa del licenciado Esteban de Marañón y vivía
en 1602, en Quito, ya viuda. Y hasta 1627
entabló un conflicto reclamando la herencia de su hermana Giomar de Escavias. Todo fue un pleito entre primos y parientes
por una simple herencia. Sin embargo, en medio la figura del marido de Lucia,
el licenciado Esteban Marañón.
Vayamos al grano y no cojamos el rábano
por las hojas. Hay que desenredar este
litigio. Doña Giomar de Escavias, hermana de Lucia, vivía en Alcalá la Real y era viuda del médico
Diego López de Magaña y, como cuñada del licenciado
Esteban Marañón, se vio implicada en esta historia aventurera.
Pues cuando el letrado se casó con doña Lucia de Aranda, se vio inmersa en
los enredos de las dotes matrimoniales. Sin comérselo ni bebérselo. Por la simple carta dotal que fijaba una
cantidad que le debía donar a su hermana. Como hija del regidor don Diego
de Aranda y hermana también de Juan de
Aranda Figueroa y de Juana de Aranda, se vieron obligados a un pago de esta
dote tras la muerte del padre. Y eso que se casó en 1561, y, posteriorment Guiomar murió, lo
hizo en el último decenio de este siglo. Nadie esperaba que la historia de la dote
diera tanto que hablar. Mas que la de su marido.
Catalina de Marañón era madre de Diego de Cabrera, y poseía un molino de pan comer en la Ribera y colaboró en el acueduto y pared que conducía por el caz el agua a los molinos de Diego de Aranda, Francisco Bonmmar y Gerónimo y el suyo por los años ochenta del siglo XVI. Otrps hijos eran Fernando, y Beatriz de Cabrera Marañón, casada con Juan de Amgulo.
LOS PRIMEROS
AÑOS DE SU VIDA
El licenciado Esteban era hijo del también licenciado Sancho Marañón y de doña ´Úrsula de Aguilar, tuvo como hermanas Catalina casada cone el capitán don Diego de Cabrera ( ella vivió hasta 1598) y a Leonor Marañón , casada con el capitán Alonso de Cabrera, hermanos Diego Gutiérrez Marañon y Cristóbal Marañón, (AHPJ Hernán Sánchez, marzo de 1578), a quien dejó el uso y venta de sus bienes por el año 1578. Un vecino y
parroquiano de Santa María la Mayor, cuya casa se encontraba en el barrio noble
de la ciudad fortificada de la Mota, por la Calancha, lindera con la de Francisco Álvarez de Sotomayor y Francisco de Mazuela. Su padre lo envió a estudiar a Salamanca,
donde obtuvo el título de abogado. Se hizo letrado de tal modo que ejerció varios cargos de juez en otros lugares de Andalucía y
de abogado en Alcala la Real.
Elegir a un Marañón era un auténtico lujo para los hidalgas alcalaínas, estaban
ligados no solo con la gente de guerra
sino con el aparato administrativo de los Austria. Pues esta familia hidalga de
los Marañones se enroló en la vida militar y religiosa de la ciudad. Cinco hermanos
suyos fueron soldados en la Guerra de Flandes y de las Alpujarras ( en el sitio de batalla dieron con su cuerpo en tierra) y otro
presbítero de la Iglesia Mayor de la Mota. Estebán, por su lado, ejerció de corregidor en varias ciudades de España.
Y, sobre todo, antes de casarse, ya maduro, había desempeñado cargos administrativos en África. Como
era frecuente en la ciudad abacial de Alcalá, acudió con las tropas del Conde
de Alcaudete don Martín Alonso de Córdoba a la guerra de África junto con otros
capitanes y soldados alcalaínos como los Cabrera, Francisco de Pineda, Luís Álvarez de Sotomayor, capitán Pedro Aranda Escavias, y Pedro de los Ríos( este fue alcaide de Rezalgazar y estuvo presente en los ataques de 1555) en la región de
Mastaganem, donde luchó para reconquistarla en 1556. Pero, antes entre
1554 y 1558 desempeñó el cargo de Corregidor o gobernador y asistió a la defensa de la ciudad de Orán
sitiada por el Rey de Argel; cuentan que “ entonces se portó bizarramente,
resistiendo a los sitiadores con un cuerpo de solo trescientos soldados, los
únicos que tenía para guarnición de la plaza”.
Con trescientos soldados a su cargo se batió el cobre contra las tropas
argelinas y otomanas. Este es el relato contado por los cronistas,
donde se aprecia la labor de Marañón .
A principios de agosto Orán estaba sitiado . Se echaron atrás ante la peste, la oposición cristiana y la división entre los corsarios argelinos tras la muerte de Sala Rais. Llegó la situación hasta tal punto que convencieron a Süleymán, desde Estambul, a disolver el cerco y ordenar el regreso de la flota turca el 21 de agosto. Por su parte, Marañón junto con los alcaldes ordinarios y regidores de Orán, en diciembre de 1556, ante las amenazas de un nuevo asedio turco-argelino, dirigió las acciones para reconstruir un lienzo de la muralla abierto. En 1557, organizó la vida local y redactaron varias ordenanzas para resolver los problemas cotidianos derivados del estado de guerra ( El cuidado de los bastimentos, especialmente el pan, el vino, la carne y el aceite, resultaba esencial) priorizando a los vecinos en los recursos de otros sitios, por encima de los negocios de los mercaderes y de los bastimentos destinados a la «gente de guerra». Pero, existía otro gran problema debido a la distribución y abasto de la ciudad relacionado con la convivencia entre diversas confesiones. Ahí Marañón puso toda la carne en el asador para congraciar judíos, ñárabes y cristianos. Aseguraban que ··Por otra parte, resultan significativas las medidas tomadas para proteger a los comerciantes locales de las villas árabes, quienes abastecían la demanda de trigo, aceite y cebada en Orán . Se trataba de los mismos espacios sobre los que se extendía la red de informantes en la que participaban también judíos, como Jacob Cancino, quién colaboraba con Marañón como intérprete de los informantes musulmanes de los alrededores .
No olvidó el abastecimiento
del hospital de la Misericordia. Auténtica enfermería de campaña protegía a los enfermos y pobres, y a los heridos de la gente de guerra que
había sido enviada a defender la ciudad. Dicen que Regidores y alcalde mayor
exigían al lejano rey de España emplear una parte de los socorros que venían de
Málaga en la refacción de medicinas y drogas para el hospital . Así, con el
emperador Carlos en Yuste, se movió la ficha por sus hijos de modo que intercambiaron posiciones respecto de la amenaza turca; por otra parte, el conde de Alcaudete
se ausentaba para buscar apoyo externo, Marañón se convirtió en la imagen de
la autoridad real en el principal enclave hispano del Magreb. Ante la
retracción turca y los problemas en Argel, el conde de Alcaudete consideró
oportuno poner en marcha una gran expedición para recuperar Bugía y tomar la
capital corsaria vasalla de los turcos.
Con el apoyo de la
regencia castellana, en agosto de 1558 el gobernador organizó la ocupación
cristiana de Mostaganem, situada alrededor de
92 kilómetros al oriente de Orán sobre la costa magrebí. Para su propósito, el conde de Alcaudete reunió un
ejército de más de 10,000 combatientes, entre los enviados por los herederos de la Corona, los reclutados en Orán por Marañón y en Málaga por otros oficiales
reales. Pero los argelinos tendieron una trampa al ejército cristiano en las
inmediaciones de Mazagrán. Muchos murieron, entre ellos el conde de Alcaudete;
muchos más fueron heridos y atrapados: «Dizen que donde fue toda la perdyçión que
fue en Mazagrán […] Y que de la gente de Orán escaparon pocos, y que de los
otros cabtyvaron más de seys mil. Y dizen cosas que son pa zerrar las orejas y
no escribillo. Diéronles batalla por çinco partes y por todas les ençerraron y
así los desbarataron» .
La tarde del viernes 26, Esteban Marañón, quien formaba parte del ejército cristiano como auditor real, fue hecho cautivo en batalla junto con miles de soldados y oficiales. Las noticias del desbarato llegaban con lentitud a Orán, mediante testimonios de moros que recibía Rodrigo Clavijo, el teniente de gobernador que había dejado el conde de Alcaudete: los turcos çercaron la dicha gente como cosa propia […] las gentes se yvan a los turcos diciendo ‘dadme de comer y captivadme’, y otros vendían sus armas y ropa para lo mismo. Puestos los negocios en estos términos, como tengo dicho a Vuestra Señoría, se abrió la tierra y sorbió el resto del exército de manera que no ay entendimiento que baste a perçibillo,mas de que fueron todos captivos sin pelear ni morir ninguno. Este fue el triste fin del campo y de tanta suma y tan principal de gente de España .
Sufrió penalidades de la cautividad durante tres años, y compró su libertad en cinco mil ducados. Herido de gravedad y llevado a los baños de Argel, Marañón fue presa del trabajo forzado y debió pagar 5 mil ducados por su libertad, conseguida a los tres años de cautiverio . Una cifra muy alta para la época.
. La ausencia en las solicitudes de rescate y en las listas de redentores, abre la puerta a considerar que Marañón quedó atrapado en la trama de una negociación en la que los frailes de la Merced emplearon el dinero del adjutorio para comerciar en Argel, con lo que se habría visto obligado a pagar el rescate a su propia costa . Pero una suma de esa dimensión, sólo podría significar que el medio por el que Marañón logró regresar a España se cifró en los lazos que lo unían a la familia Córdova y Montemayor. Especialmente con don Martín, hijo menor del conde de Alcaudete y con quien el auditor compartió el cautiverio.
Primero, comprando un esclavo que libro de la libertad los frailes mercedarios de Granada y ajustando cuentas con los hermanos Palacio, a los que pagó varias cincuenta escudos que le había Pedro de Moldavia prestado estando cautivo en Árgel en 1559. En dos días de 1560, su hermano Pedro Gutiérez Marañón, presbítero y vicario del Castillo de Locubín, daba un poder a Gerónimo de Nava, alcalde ordinario de esta villa, para que recibiera 500 ducados del capitán Juan de Ibarra en Málaga, y aludía que su hermano había escrito una cédula para que le entregara el dinero a é, a Francisco de Gamboa u otra representante (ante el escribano Alonso Jiménez).
SU MATRIMONIO
Un militar con méritos de guerra era un buen plato para las hidalgas de Alcalá la Real. Y, nunca podremos olvidar que su matrimonio fue considerado de gran relevancia entre las familias de la ciudad de la Mota. Nada menos que su suegro entregó como dote de Lucía Aranda 600.000 maravedíes, reservándole a su otra hija Guiomar 100.000 maravedíes para que se cumpliese por la cláusula de su testamento al morir si lo hiciera antes que su hermana. Un asunto que provocó un ovillo difícil de desenredar. Pues, las buenas intenciones no se correspondieron con hechos, sobre todo con la avaricia de los que serían sus herederos. El matrimonio disfrutó de la estancia de varias ciudades como alcalde mayor, o juez de residencia. Los vecinos de Alcalá la Real declararon en el pleito de la dote que estuvo como juez en Montilla antes de marcharse a las Indias. Entre 1561 y 1563, se encontraba en Alcalá la Real ejerciendo como abogado, y envuelto todavía en asuntos de su rescate (ante Alonso Gutiérrez). En los últimos días de 1561, ejercía de mediador con un poder para pagar el rescate de Bernardino Hurtado de la Puente, por 80 ducados, ante el racionero Diego de Cisneros, que se hallaba preso en el castillo de Alcaudete. Se valieron de sus artes diplomáticas para salvar a estos dos personajes entrometidos en la trama del rescate de los 800 cautivos tras el desastre de Orán con la pérdida de Bugía en 1555. Se les había encargado el rescate y se le habían concedido 10.000 ducados por el Emperador según las mandas testamentarias. Basándonos en los datos R. Chaulet, recogemos y ampliamos este acontecimiento, en el qiue participó directamente:
La monarquía española prohibió a los comerciantes y redentores ir a Argel, y exigió que la redención de los cautivos se realizase desde Orán, territorio español, por el intermediario de los comerciantes judíos o musulmanes, que sin duda. Obtenían precios mucho mejores en Argel que los cristianos. No es con 10.000 ducados que los dos hombres van por turnos a Argel, sino con 40.000 si contamos las sumas añadidas por el rey Felipe. II, la Arquidiócesis de Toledo, y más de 400 personas. Para dar una idea del tamaño de la suma, diremos que corresponde al salario anual al mismo tiempo, de más de setecientos carpinteros.Además, dado que el dinero disponible para los Redentores se convierte con mayor frecuencia en mercancías con las que es más fácil comerciar y más populares entre los musulmanes, lo que aumenta la cantidad de dinero disponible para empezar esto. Esta medida tendría la ventaja de promover el comercio español entre la península y su presidencia de Orán y no la ciudad berbería de Argel. (...) . Bernardino de Hurtado dice que fue víctima de un intento de asesinato, no por parte de los argelinos, donde parece poder entrar y salir cuando le plazca, sino en España, en Valencia, donde, según él, los comerciantes locales, Celosos de no haber sido retenidos para asegurar esta jugosa transacción, trataron de vengarse, convencidos de que eran los únicos autorizados para rescatar a los cautivos de los que, según Hurtado, obtienen grandes beneficios económicos. Él mismo afirma, por supuesto, no haber ganado nada en el asunto, todo lo contrario, y trabajar solo por los intereses de los cautivos que, según él, podrán testificar que hizo su trabajo honestamente, a veces al Gastos de propiedad personal.
Se sabe que Hurtado fue encarcelado. Como dice este historiador francés; " porque sus cuentas no están claras a los ejecutores del testamento - morirá sin que se resuelva el caso - y muchas familias de cautivos se quejan ante los tribunales de haberle confiado dinero, además de las sumas. oficial, por la liberación de un ser querido que aún está cautivo o ha sido liberado por otros medios"
A pesar de las múltiples acusaciones contra la gestión de esta redención, podemos decir, si creemos los documentos de Bernardino de Hurtado y Diego de Cisneros, que consiguieron la liberación de 388 cautivos, que sin duda es mucho menor. lo que esperaba su autoridad de control: los dos redentores habían enumerado al menos 722 personas entre los cristianos detenidos en Argel.
En medio de esta situación se le vio interviniendo a Esteban Marañón ejerciendo de abogado, con un poder otorgado ante Alonso Gutiérrez, para liberar a Bernardino Hurtado con 80 ducados concedidos por el racionero Diego de Cisneros. Se encontraba preso en el Castillo de Alcaudete, y ahora el dinero se daba por su rescate, de un vecino de Valmaseda, tierrra del Señorío de Vizcaya.
En 1563, ejercía de abogado junto con el procurador Amadro Escobar ( pleito con el menseguero Domnigo Hernández en febrero de 1563) y se encuentra realizando negocios comerciales en la venta de vino dando el poder a l mercader Juan de Oñate en la cantidad de 44.000 maravedíes ( Ante Martín Alonso, 4717 suelto , poder, 6. 3.1613).
En 1564, su situación debió ser muy acomodada: compró una esclava de nombre Catalina y 30 años, árabe de guerra, l jiennense Hernán Cobo de Baeza por 38 años y se hizo de servicios de María, la hija de los venteros de Cequia, hija de Miguel Sánchez Peinado y Francisca de Martos, una niña de 10 años que le costó 8.000 maravedíes por sus servicios de 10 años. También se encontraba varios pleitos que defendió ante la Justicia, como el auto de Bartolomé Muñoz, curtidor del Castillo de Locubín. En 29 de agosrto de 1567, defendía al cortador de carne Julián Martínez contra el mismo alcalde mayor Alonso Rodriguez Bermudez, contra el que había entablado un pleito, por el que cobraba 10 ducados.
Pero, ya en el mes de febrero ejercía de alférez mayor, de Montilla sustituyendo al alcalde mayor del marquesado de Preigo, desde donde enviaba un poder a su cuñado el capitán Juan de Aranda para poder vender varios censos (Escribano Francisco Jiménez 4688, folio sin numerar 20 de febrero de 1567, que recoge la venta de unos de ellos diez años después, con el permiso de su hijo Sancho de Marañón)
En 1571, todavía residía en Alcalá ejerciendo de letrado y como hombre de negocios contratando varias tinajas de vino al tinajero Antón de Alcalá. Y en 1577, dejó en manos de su hermana Leonor Marañón, para que administrara los bienes heredados de su madre Ursula de Aguilar por tener que irse a América. ( Alonso Ordoñez, 24 de abril 1377).
EN AMÉRICA
Pero no fue el úinico sitio. El experimentado
soldado de Felipe II ejerció como corregidor de diversas villas hasta 1578 , y en 1574 fue
enviado como alcalde del crimen a Lima, bajo el gobierno del virrey Francisco
Álvarez de Toledo; con quien colaboró en la consolidación de la autoridad real
de la Ciudad de los Reyes y del reino más rico de las Indias Occidentales. En
1583 fue nombrado juez comisionado de Potosí y posteriormente, en la caja real de
Charcas, no había concluido su objetivo de evitar el desvío de recursos
argentíferos por parte de los oficiales reales cuando el rey Felipe , a través del
Consejo de Indias, requirió de su habilidad y experiencia para solucionar la
rebelión de Quito . Tras sus logros para introducir la alcabala, Marañón fue
nombrado presidente de la Audiencia real de aquel reino, y en este carácter
visitó su obispado e intentó poner orden en los pleitos entre franciscanos y
curas beneficiados .
En calidad de visitador
general de la Audiencia de Quito, Esteban Marañón había
desactivado el conflicto suscitado por el anunció de la imposición de la
alcabala en las distintas ciudades y pueblos de aquel reino sujeto a la
jurisdicción del virrey del Perú. Su estrategia consistió en negociar el
encabezamiento del impuesto, por 32.000 pesos anuales durante ocho años, en la
misma corporación que se había alzado en su contra, el cabildo secular de Quito.
A partir de 1595, como presidente de la Audiencia, Marañón concluyó la visita
general para la que el rey lo había enviado. Así ejecutó juicios de residencia
contra los oidores más desafectos a los regidores de la ciudad y organizó la reposición
de las plazas vacantes con nuevos ministros reales quienes aquilataban una gran
experiencia en asuntos indianos, como fue el caso del consejero de Indias, el
licenciado Rodrigo Aguiar y Acuña quien, posteriormente, sería designado para
colaborar en los proyectos de recopilación de las leyes de Indias .Partió a Lima y fue rector de la universidad de San Marcos de Lima. Pero su llegada no fue muy pacífica. Estaban en sublevación la gente contra el gobernador Arana. Sacó experiencia del desastre de Mostaganem, del que constituyó en parte aguas para el licenciado Marañón.
Poco después de su llegada anuncio que tomaría residencia al Presidente Barros de San Millán y Oidores y los conjurados se tranquilizaron y aceptaron que el General Pedro de Arana ingresase con su ejército en la ciudad de Quito (600 personas bien armadas) y por más de dos años Arana , Pocos días después de haber llegado en Quito, anunció Marañón que debía tomar residencia al Presidente y a los oidores; presentó las cédulas reales, se hizo cargo del gobierno y mandó pregonar la residencia. Estas medidas serenaron el ánimo de los conjurados y, dándose por satisfechos, no pusieron obstáculo alguno para que Arana entrara con toda su tropa en la ciudad. Arana ocupó la ciudad con un ejército, poderoso para aquellos tiempos, pues su cuerpo de tropa constaba de casi seiscientos hombres, muchos de los cuales tenían buenas armas, las mejores que entonces se conocían en la milicia; y apoyado en una fuerza tan considerable, ejerció en la ciudad y su comarca una tiranía sin límites. De este modo, durante casi dos años, no hubo un gobierno regular y bien organizado; Arana, con autoridad omnímoda, hacía cuanto juzgaba que era necesario hacer para castigar a la ciudad y dejarla bien escarmentada para lo futuro. El visitador Marañón se acobardó; y, ante la actitud groseramente resuelta del general Pedro de Arana, guardó silencio, y no tuvo ánimo para reclamar; el soldado fue el árbitro absoluto del gobierno y Marañón no se atrevió a contradecirle. Ante la fuerza militar quedó, pues, anulada la Audiencia Cuando Arana salió de Quito y regresó a Lima, entonces Marañón pudo continuar, con más regularidad, el juicio de residencia hasta terminarlo definitivamente. Como lo disponían las ordenanzas de aquella época, el residenciado no podía permanecer en la ciudad mientras se recibían las declaraciones de los testigos y las quejas de los agraviados; por esto el doctor Barros de San Millán eligió para su confinio temporal una hacienda en el valle de Chillo, y allí se mantuvo retirado, mientras aquí, en Quito, se descargaba contra él furiosamente la borrasca de querellas y acusaciones, con que sus numerosos agraviados lo estaban capitulando. El residenciado presidente, caído en desgracia, cambió su primer aire de arrogancia y autoridad en el más desairado talante de misticismo y compunción, y salió de Quito sin ningún cortejo ni acompañamiento; estaba caído y no había de regresar a gobernar esta tierra
En su carácter de presidente de la Audiencia, Marañón negoció con los extranjeros residentes en la ciudad diversas composiciones de tierra que montaron cinco mil 709 pesos y seis tomines de oro común que ingresaron en la Real Hacienda. En opinión de los oficiales de la real caja de Quito, el presidente actuaba "con grandísimo cuydado y diligençia, habiendo dado términos y plaços para lo que han de pagar, conforme al caudal de cada uno y la disposición del tiempo y de la tierra» . Estas medidas fueron precedidas por su papel como visitador de Potosí y alcalde del crimen en la Audiencia real de Lima. Para comprender la capacidad de mediación exhibida por Marañón en las Indias, resulta indispensable inscribirla en el horizonte de sus acciones en el norte de África de cara al primer cerco de Orán y durante su cautividad, tras el desbarato de Mostaganem.
Cuatro décadas
después, en el trance de Quito, el viejo
soldado del rey ponderaba la presencia continua de la guerra en su vida: «aunque
profesé la paz e conseguí las letras, aún no me pude escapar della» .
.
Según las instrucciones del Consejo de Indias, el licenciado Marañón continuó gobernando y también presidiendo en la Audiencia, por razón de su antigüedad, pues el sucesor del presidente Barros tardó seis años largos en llegar a Quito. El tribunal se organizó de nuevo con los oidores Moreno de Mera, Barrio de Sepúlveda y Rodrigo de Aguiar. El fiscal era don Blas de Altamirano, el cual vino a Quito seis años después que el obispo Solís. Durante la vida de este prelado gobernaron Marañón y el licenciado Don Miguel de Ibarra. Don Esteban Marañón fue el último gobernante designado por Felipe segundo; y don Miguel de Ibarra el primero que eligió y nombró Felipe tercero.
Trajo a Quito un hijo llamado Don Sancho, el cual tuvo a su cargo la
defensa del puerto de Arica, asaltado por los corsario ingleses. Era hombre de
corazón naturalmente recto; pero, cuando vino a Quito, se hallaba ya muy
anciano, y la edad le había vuelto tímido; su gobierno además, como provisional
y transitorio, careció de fortaleza para hacer los bienes, de que tan
necesitados estaban estos pueblos
SUS ÚLTIMOS AÑOS
Como Presiente de la Real
Audiencia de Quito después de ocurrida la revolución de las Alcabalas, organizó el tribunal de la
Audiencia pero una arterioesclerosis senil le imposibilitó para el gobierno. Podemos asegurar muy bien que, en los postreros años de la presidencia
provisional de don Esteban Marañón, no hubo propiamente gobierno en estas provincias;
Marañón era ya muy anciano, y los ordinarios achaques de la vejez de tal manera
le quebrantaron que llegó a perturbársele gravemente la razón; retirose el sueño
de sus ojos y, trastornado el cerebro con los insomnios, se imaginaba estar
presenciando corridas de toros, y decía y hacía cosas ridículas; levantábase en
altas horas de la noche y, despertando a sus criados, discutía con ellos,
figurándose que estaba en el tribunal con los oidores; en otras ocasiones, aún
de día, bajaba al huerto de la casa y principiaba a hablar con los árboles,
dialogando con ellos como si fueran personas dotadas de razón y de palabra.
Agravada su dolencia, se tornó irascible e impaciente; reñía sin motivo y aun
acometía con su bastón y daba de golpes, exigiendo de sus domésticos servicios
imposibles1.
Como sexto presidente de Quito fue nombrado el licenciado don Miguel de
Ibarra, el cual llegó a esta ciudad el 22 de febrero del año de 1600; y, al día
siguiente, tomó posesión de su empleo. Don Miguel de Ibarra era un caballero
vizcaíno, natural de Guipúzcoa, hermano de don Juan de Ibarra, secretario del
rey Felipe tercero; y hallábase desempeñando el cargo de oidor en la Audiencia
de Bogotá, cuando fue ascendido -6- al destino
de presidente de Quito; hizo su viaje por tierra y el 29 de enero, el Cabildo
de Quito despachó un comisionado especial para que, a nombre de esta ciudad,
fuera a darle la bienvenida en Pasto, o en el punto donde lo encontrara.
SU ESPOSA Y HEREDERA
Murió en 1598, y doña Lucía quedó en Lima con su hijo. Escribió y dio poderes a su primo Pedro de Marañón y a dos tripulantes que partían de tierras limeñas a España para cobrar su parte de la dote que había heredado de su hermana Guiomar. Tras su muerte, su otra hermana Juana, la primera heredera, también falleció y lo mismoaconteció a su sobrino Francisco de Aranda Cabrera que eran los primeros herederos. Los hijos de su hermano Juan de Aranda Figueroa querían la piel del oso, sobre todo el cura y miembro de la Santa Cruzada don Diego de Aranda y Ana de Leiva. Su esposa hacía estas consideraciones: “Su nombramiento como alcalde del crimen de la Audiencia de Lima, la más acaudalada jurisdicción de las Indias Occidentales, constituyó un punto de arranque para el reconocimiento de los méritos y servicios que acumulaba desde sus actuaciones como alcalde mayor en Orán. El ámbito indiano donde Marañón encontró la gracia real. Yo, Silvia de Aranda, viuda del soldado letrado,me lamentaba ante el Consejo de Indias por el empobrecido final de mi marido, cuyo entierro pudo efectuarse gracias a las limosnas de los vecinos de Quito. Pero fue precisamente en esta capital de la monarquía, donde Marañón ascendió más alto, como presidente de la Audiencia Real, y donde ncontró los medios para enganchar a su hijo con don Beltrán de Castro, una de las vertientes de los condes Lemos, que entonces comenzaba su acenso en la corte de Madrid” .
El cabildo nombró como
administrador de los bienes a Alonso Fernández de Salcedo. Enredó más el
asunto. Parecía como si quisieran aplazar y olvidar que existía una heredera en
tierras americanas. Se acogía que recibiría la herencia siempre que se
cumpliese la cláusula del regreso a España. Lucía tuvo que desmontar todo el
entramado, con los poderes otorgados a Fernando de Cabrera y los testimonios de
todos aquellos que reconocieron todas las vivencias de este matrimonio. Al
final, tras reclamar los intereses de aquella parte de los cien mil maravedíes
de la dote, pudo conseguir Pedro Marañón, vecino y `parroquiano de San Lorenzo
el objetivo final, que el fallo judicial se pusiera de su parte, anquee fueran
en forma de los réditos de los
préstamos. Martínez Montañés ya era un sevillano más como Pedro Marañón.
Catalina Marañón casó con el capitán Diego de Cabrera y ya había fallecido en 1598 , tuvo por hijo Fernando de Cabrera que vio implicado en plieto con mercader de Granada que le había hipotecado el monte del cortijo de Nubes. también se le ve capitaneando una de las dos compañías de soldados que tenía la villa. Sin embargo el contingente militar es uno de los más movibles y por ello no es de extrañar que en 1579 D. Antonio marchase de esta localidad con la familia para reclamar la herencia de su tío D. Gonzalo Ximénez de Quesada, en el Nuevo Reino de Granada28. Al igual que este caso, cabría citar al capitán D. Pedro de Castro, quien procedente de Córdoba repobló en Dalias29y al poco fue destinado como capitán de una compañía en Berja, tomando posesión el 18 de septiembre de 1575 de nada menos que 8 suertes30. No obstante, el origen familiar estaba en Málaga, donde este personaje era regidor perpetuo, si bien su descendencia quedó totalmente vinculada a Berja, llegando a alcanzar años después el título de Marqueses de Campohermoso31. Dado que la tierra alpujarreña estaba tremendamente militarizada en los primeros años de la repoblación, ello hará que el origen de los repobladores tenga mucho que ver con los acuartelamientos de tropas desplazados al Reino de Granada para luchar contra los moriscos. Por ejemplo, la presencia en Berja de un natural de Oran, Francisco Rodríguez, no es singular, sino que pertenece a ese contingente militar de soldados provenientes de esta plaza que desembarcaron en el reino para luchar contra los moriscos y más tarde pasaron a ser vecinos. Dado que ha salido a la palestra, para ilustrar mejor la cuestión sobre la presencia de personas de Orán, cabe aquí profundizar un poco más con un segundo repoblador virgitano proveniente del presidio norteafricano, G onzalo Hernández Gallego. En efecto, este nombre bien podría haber pasado desapercibido en la monótona lista de nombres que ofrece el Apeo y Repartimiento de Berja -como en efecto ocurre-, de no ser porque se trata de un notorio soldado que en abril de 1569 D. Juan de Austria le encomendó el mando del fuerte del Puerto de la Ragua con tres compañías de infantería. Desde este cargo, este soldado se hizo famoso por la defensa que realizó el 3 de mayo del mismo año cuando fue atacada la guarnición por los generales moriscos: Hanón de Guevíjar, el Futey de Lanteira y El Zerrea de Zújar. A decir del cronista Mármol Carvajal, Gonzalo Hernández estaba curtido en el arte de la guerra por su propio nacimiento, pues era «...hombre animoso, nacido y criado en Oran»32. Sin duda alguna Gonzalo Hernández es el prototipo de repoblador-soldado que debió asentarse en Berja, una población cercana al litoral y propensa a recibir los ataques piráticos como lo podía ser Oran en aquellas fechas. Este militar casó al poco con una vecina originaria, Catalina Montero; de la que tuvo un hijo, Felipe Hernández, quien el 30 de abril de 1575 heredó la suerte por defunción de su padre33. 26 SÁNCHEZ RAMOS, V.: «La visita del capitán Antonio de Berrío a la costa del Reino de Granada en 1571», Actas de las III Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, Ed. Capitanía General de la Región Sur, 1999, pp. 463-489. 27 SÁNCHEZ RAMOS, V.: «Repoblación y defensa..., op. cit., p. 379. 28 OJER, P.: Antonio de Berrío, conquistador del Dorado, Caracas, 1960. 29 PONCE MOLINA, P.: Agricultura y sociedad de El Ejido en el siglo XVI, El Ejido, Ayto. de El Ejido, 1983, p. 34. 30 A.M.B., L.A.R. de Berja, fol. 347V.-350V. 31 ATIENZA NAVAJAS, J. y BARREDO DE VALENZUELA, A.: Títulos nobiliarias de Almería, Madrid, Ed. Hidalguía, 1982, p. 17. 32 MARMOL CARVAJAL, Luis del: Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada, Málaga, 1600. Reimpresión de la edición de la B.A.E., con estudio preliminar de A. Galán Sánchez, Málaga, Ed. Arguval, 1990, p. 167. 33 A.M.B., L.A.R. de Berja, fol. 33R. Fama 3/2000 El origen de los repobladores de Berja (siglo XVI) 55 Su viuda casó el mismo año con el repoblador Juan Rodríguez Gallego, tomando posesión de la suerte el 6 de octubre en nombre de su hijo34. La existencia de repobladores provenientes de lugares tan exóticos para nosotros como los presidios africanos, fue algo normal en la Berja del último tercio del siglo XVI, al fin y al cabo este destino era tan fronterizo como lo podían ser las plazas del otro lado del mar. Cuando el capitán D. Antonio de Berrío pensaba marcharse a las Indias^ el rey decidió el 25 de abril de 1576 que lo sustituyese el capitán D. Diego de Cabrera, alcalde y regidor de Alcalá la Real, puesto de infantería por el que cobraría 71.000 maravedíes. Este militar había servido en Orán y fue teniente alcaide de la fortaleza de Mazalquivir y en aquellos momentos se encontraba desplazado por el alzamiento morisco en el Reino de Granada. Nada hubiera extrañado en el municipio la estancia de un vecino de Mazalquivir, de no ser porque no pudo cubrir el puesto por su fallecimiento, tiempo que demoró la estancia de Berrío en la tierra, hasta que el rey el 23 de julio de 1579 lo ceda a Juan Alonso de Cabrera35. Este era natural de Almería, e hijo del capitán D. C ristóbal de Benavides, ambos repobladores aventajados en Berja desde 1575.
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