Es muy frecuente del estudio y análisis de las fiestas ordinarias de las ciudades, villas y pueblos, centradas en su mayoría como fiestas, que radican en festividades religiosas, algunas relacionadas con algún acontecimiento local, que dio lugar a la tradición y, más raro aún, las ligadas con algún aspecto completamente ajeno a lo religioso, derivados de gremios.
Sin embargo, las fiestas extraordinarias de los ayuntamientos se han venido soslayando por diversos motivos. Primero, porque su periodicidad no daba lugar a una tradición que generara información sobre ellas, ya que las tablas de dichas fiestas no aparecían ni en los ayuntamientos o cabildos eclesiásticos. Segundo, por la carencia de fuentes monográficas. Y, también, por haberse relacionado con campos muy diferentes a la etnografía y al estudio del folcklore. Así, se han hecho investigaciones sobre los elementos artísticos de estos acontecimientos en campos como la arquitectura efímera o la literatura y no se ha investigado la importancia y la trascendencia de estas fiestas en su evolución, tipología y en las influencias que ejercen sobre las fiestas ordinarias. Muchas de ellas surgen motivadas por entes superiores de la vida municipal y esto hace que su tipología sea muy estática y generalizante a partir de una provisión real que ya establecía los elementos esenciales para celebrarlas con las mayores demostraciones de alegría. De ahí que, en todas ellas, no falte el elemento religioso, concretado en el repique general de campanas, la celebración de la fiesta religiosa-sermón, misa festiva, y procesión votiva del patrón- y novenario. Como elementos festivos, las luminarias de la víspera y los desfiles anunciadores de la proclama del acontecimiento.
Ante la provisión real, que suele ser recibida por correo relativamente urgente, el corregidor hace un adelanto de la noticia a la ciudad, reunida para estos actos extraordinarios. Muestra de la sintonía del cabildo con el rey son las reiteradas y acostumbradas palabras, como estas de la victoria de Felipe V contra los enemigos franceses en el campo de Almansa:
manifestarán la gran lealtad y celo de esta ciudad regocijándose con el que le asiste y siempre ha acostumbrado, de la presente victoria por tres noches pregonándose .
Estos inician los preparativos con el acatamiento de la provisión real, nombrado varios comisarios que organizarán las fiestas, aunque en el siglo XVII ya hay unos diputados de procesiones, elgidos en el primer cabildo de suerte. Disponen una serie de reuniones con los miembros del cabildo eclesiástico, el gobernador y el abad, para fijar la ceremonia religiosa y la procesión vespertina. El cabildo municipal, a continuación, fija las fechas de las fiestas por medio de un pregón con el que se invita a las luminarias de los vecinos, proclamando la noticia en medio de una procesión, en la que suelen ir montados a caballo todos los miembros del cabildo- oficiales, regidores y jurados. De acuerdo con las disposiciones reales, solían pedir una provisión real para sacar fondos de los distintos presupuestos, si las fiestas se acompañaban de otros elementos festivos: toros, máscaras, mojigangas, desfiles de gremios, veladas musicales, teatro, fuegos artificiales etc.
Desde el siglo XVI, que comentamos en otro artículo, su presencia en la vida de la ciudad de Alcalá asistimos a una transformación muy importante, que manifiesta una nueva sociedad distinta y diferente[1]. No obstante, nos vamos a centrar en los siglos comprendidos entre el XVIII y XIX por lo que significa de influencia en la época actual.
Dentro de la tipología, podemos establecer varias clases de fiestas. Primero, las relacionadas con un acontecimiento regio de Nacimiento, Boda, y, sobre todo, las derivadas de la llegada de un nuevo Rey. En segundo lugar, las referidas a una acontecimiento nacional, victoria o firma de un tratado de paz o , en el siglo XIX, promulgación de alguna importante labor legislativa-una Constitución o un Estatuto Real. En tercer lugar, la llegada de personajes de la vida nacional o local, presidentes de la Chancillería, miembros de los consejos de Estado y Castilla, abades u obispos. En cuarto lugar, las relacionadas con la vida local en aspectos muy variados desde la celebración de una medida que supusiera una nueva situación financiera hasta otras de menor importancia. Un acontecimiento especial son las celebraciones de rogativa o de carácter fúnebre, que mantiene la fastuosidad del barroco sobre todo en la muerte de los reyes o algún miembro importante religiosos o real.
ELEMENTOS DE LAS FIESTAS EXTRAORDINARIAS
El protocolo
Es muy importante este aspecto de la mayoría de las fiestas extraordinarias hasta tal punto que radica la solemnidad del acto la presencia de los estamentos nobles de la ciudad. Se establece una separación clara entre el cabildo municipal y el eclesiástico, que corresponde a las distintas funciones que ejercen en la vida ciudadana. Por otra parte, la parte municipal establece una clara división entre los miembros y oficiales del cabildo, los representantes de la Corte, en la figura del corregidor y el alcalde mayor, y la figura del alcalde mayor junto con la milicia y compañía de soldados de la ciudad. Conforme avanza el tiempo, los hidalgos no regidores son sustituidos por las personas influyentes de la ciudad, militares, judiciales, hacendados y cargos funcionariales ya en el siglo XIX.
Se regula el orden de las manifestaciones públicas, que son presididas por el corregidor, y se ordenan conforme a la antigüedad del cargo u oficio, presentados por los porteros, las chirimías o trompeta de la ciudad. El cabildo, eclesiástico, suele ir presidido del abad, acompañado de dos pajes que le llevan la capa y va togado de sombrero. Por asimilarse a otros lugares con catedral, a veces quiere imponerse la costumbre de la silla episcopal, aunque a veces como el abad Palomino quiera llevar sólo el palio.
Los actos son minuciosamente programados. Desde la visita de los comisarios para organizar las funciones religiosa en la iglesia y las procesiones generales, hasta la cita de los caballeros a la convocatoria festiva, el desfile, las palabras de los actos conmemorativos, el recibimiento del abad en la Iglesia y despedida, la vestimenta y las armas que pueden llevar consigo, la tremolación de los estandarte, los lugares del alzamiento de la bandera, la hora de los actos y la participación del pueblo.
En los momentos festivos, como las corridas de toros y la fiesta de moros y cristianos, ocupan los sitiales de las ventanas y balcones de cabildo por orden de prelación, partiendo del corregidor ,alcalde, regidor mas antiguo, jurados, escribanos, ministros del ayuntamiento y familiares. Se reservan todos los edificios de las casas capitulares y carnicerías, a veces hay que levantarles tablados y escenarios especiales, cuando las casas de Cabildo se encuentran en la calle Real.
La música
Al principio de siglo XVII, suelen intervenir tan sólo las chirimías compuestas de varios atabales y las trompetas. Posteriormente, tan sólo se admiten alguna trompeta o clarinete. Con la llegada de regimientos y su alojamiento en Alcalá la Real, suelen formarse una escuadra de abúes, tambores, y algunos que otros instrumentos musicales, que son los que amenizan los desfiles, y las veladas musicales. En la proclamación de Carlos IV, aparecen mayor número de instrumentos de los regimientos como tambora, trompas, pífanos, clarinetes, flautas y bajones.
Las capillas de música, compuestas de violines, vihuelas, y varios músicos también participan de las veladas y bailes del pueblo. Al principio se contratan de Granada o de Jaén, con el paso del tiempo el mismo coro que participa en la iglesia mayor desarrolla las actuaciones tanto festivas como profanas. A ello contribuyó la capellanía de coro, que era costeada por una memoria y muchos favorecieron con fundaciones y nuevas memorias, entre ellos la familia Espinosa de los Monteros.
El fuego
Es un elemento que siempre anuncia las fiestas ordinarias y extraordinarias. Suelen encenderse luminarias, compuestas de cargas de leña y ramón, en los puntos más significativos de la ciudad: la Torre del Homenaje, las murallas, las casas del Cabildo y el Calvario. Pronto, se invita a los vecinos que hagan dichas hogueras a lo largo de la ciudad. Las luminarias se encienden durante tres días antes de la fiesta como anunciadoras del acontecimiento.
Poco a poco, las lámparas de aceite, las hachas, teones y hachetas ocupan los ventanales del ayuntamiento para celebrar las fiestas.
A veces, se acompañan las fiestas con un final de fuegos, compuesto de castillos, tracas, ruedas, cohetes y bengalas. La cera es un elemento esencial de las iglesias, que costea el cabildo en las ceremonias religiosas.
Los personajes y el pueblo
La participación popular suele estar representada por la actuación de los gremios, que están constituidos en la ciudad y en las aldeas de ellas. Desarrollan una serie de desfiles, invenciones y cantos referidos a cada uno de los oficios. Vienen reglamentados en el orden de actuación del desfile y en su jerarquía de acuerdo con las ordenanzas de la ciudad. Es una influencia de siglos anteriores, que se mantiene hasta el siglo XIX. Evolucionan desde los gremios del casco de la ciudad hasta la participación de los gremios aldeanos, probablemente, labradores y jornaleros surgidos de los nuevos núcleos rurales a lo largo del siglo XVIII. Los primeros se recogen en el capítulo primero del Libro de Ordenanzas del Amar de 1776 con el siguiente orden:
Recatones de la plaza y verduleros,
tenderos, epecieros,
panaderos, albarderos, arrieros de mulas y guías
,hortelanos,
Pañeros y cardadores,
cordoneros, tullidores y albarderos,
curtidores, zurradores,
boticas y tintoreros,
zapateros
sastres y tundidores, delante de jubeteros y polaineros,
Barberos,
Carpinteros y albañiles, cantareros y canteros,
Herradores.
Actúan bajo la orden del maestro de cada oficio o del veedor, que les indican las ideas que deben sacar en público, determinan la hora y el lugar de concentración señalado por los caballeros y la justicia a voleta. Son sancionados con mil maravedís si no acuden a la citación. Se encargan de los aaderezos en los sitios por donde pasan las procesiones, especialmente, las del Corpus y en la plaza mediante colgaduras y cortinas decentes.
El resto de la población asiste pasiva a la mayoría de los actos, aclamando, o , a lo mas, con el rezo en las fiestas religiosas, las luminarias de las casas o el baile de las veladas.
Lo religioso
El tipo de funciones religiosas son la misa, la procesión general o claustral, la bendición , novenario, triduo, letanías y Te Deum. Se caracteriza por una serie de protocolos en el rito litúrgico, donde la venia en el uso de la palabra a la hora del sermón, el recibimiento de las autoridades, los sitiales dentro de la capilla mayor por parte del cabildo, el uso del palio por antigüedad de los regidores y la ofrenda de los gastos de la misa ocupan un lugar importante.
el movimiento
Es frecuente que, a lo largo del siglo XVIII, tan sólo aparecen danzas en las fiestas del Corpus, y ya no suelen ser sus partícipes los gitanos danzantes, sino contratados por el comisario de fiestas. El pueblo participa de las veladas que se organizan en la plaza pública, y, en el siglo XIX, en el paseo público de la ciudad, donde actúan capillas de música, que comparten la actuaciones en las funciones religiosas con las fiestas populares y extraordinarias. También, los músicos de los distintos regimientos suelen interpretar grandes composiciones, que recuerdan los bailes vals.
Otros aspectos
Hay elementos que caracterizan están fiestas como son el vestido noble, costeado por los fondos propios del cabildo para regidores y jurados y los porteros de damasco. El negro caracteriza a todo el cabildo municipal en las fiestas de exequias de los monarcas. La moda se impone en las distintas ceremonias de proclamación de los reyes.
Otro elemento de la mayoría de los actos y fiestas extraordinarias era el refresco que servía la corporación a los munícipes e invitados en las Casas Capitulares. Esta costumbre deriva de las fiestas del Corpus Cristi, que los regidores y jurados tenían por costumbre un pequeño convite de los dulces que se hacían por estas fechas. No obstante. son varias las iniciativas que tratan de suprimir esta costumbre por la compra de chupas y trajes para los regidores [2]. Desde la llegada de los franceses, con motivo de la bienvenida al rey José Bonaparte, se generaliza el banquete con personas nobles de la ciudad.
Muchas fiestas se complementan con fiestas de toros, guerrillas, máscaras, mojigangas e invenciones de gremios. Hay una fiesta en el año 1725, que recoge una gran variedad de todos los elementos de estas fiestas, nos referimos al tratado secreto que Felipe V hizo con las naciones de su entorno. Para celebrarlo, la ciudad acuerda una misa de Te deum y tres noches de luminarias[3]. Además del repique de campanas y los actos religiosos, es interesante la descripción de la fiesta que se llevó a cabo durante cuatro noches, aprovechando la estancia del regimiento de Dragones de Pavía. Se encendieron fuegos e iluminarias por todos los vecinos, dispararon los soldados salvas todas las noches, la música de los abúes del regimiento actuaron todas las noches en las casas capitulares al final de la noche de velada que compartió la música de la capilla de la iglesia y la del regimiento interpretando canciones diferentes para el baile de los vecinos, se celebró una corrida de toros, que se mataron y corrieron doce toros en la plaza del ayuntamiento, situada en la calle Real
quebrándose en ellos lanzillas burlescas, y aviéndose prevenido veinticuatro toros y corriendo los otros doce el día siguiente sábado dos del corriente.
y el día se dispuso una mojiganga y máscara por todos los gremios que execute que se executó con vistosas diferencias así serias como de diferentes invenziones que dichos gremios sacaron con muchas aclamaziones al Rey Nuestro Señor y Príncipe
El decorado de la plaza pública es un elemento esencial junto con las colgaduras de balcones por donde pasa la estación de proclama de las fiestas, o las procesiones cívicas o religiosas. Hay un testimonio tardía de una fiesta del Corpus y de san Fernando que nos ilustra del adorno de la plaza por el incumplimiento del contrato al presentar los adornos de damasco sencillos e indecorosos, las colgaduras rotas, descoloridas y manchadas. Dice así:
el dosel de buen gusto, adornado con espejos y cornucopias para colocar los reales retratos y poderles hacer la guardia con los días de vocación y funciones es un dosel pequeño de mal prospecto y estilo, que en lugar de aderezar afea y degrada la sensibilidad a que está dedicado, los pabellones de damasco con platilla que se obligó a poner en los arcos de la ventana de las Galerías los ha reducido a una tiras con imprescriptible filipichín con tres muy pequeños ribetes en cada uno, y que el gran pórtico a corcel, anchuroso, bien adornado y entoldado a que se obligó, se ha reducido a la indecencia de cuatro palos vestidos de damasco viejo y un lienzo de fardo sin cubrir que se los ha puesto por entoldado. Que el adorno con pabellones y colgaduras de damasco que contraté para las fachadas de los Portales de la plaza, se ve que lo ha reducido a una faja que ha fijado con cortinas de filipichín y los pabellones que ha puesto son todavía más indecentes que los que ha adjudicado de la galería. Que le vistoso laberinto y estatuas alegóricas del Sacramento a que se obligó a formar y poner en la fuente de la Plaza, se ve que la ha construido irrisoria en lugar de suntuosidad y buen prospecto que propuso, y que las estatuas lejos de alegóricas al Santísimo Sacramento, degradan en líneas por su indecencia e insignificación
No obstante a los incumplimientos el contratista realizó lo que se había propuesto, según dice el acta del dieciséis de abril de 1831 con motivo del Corpus y celebración de san Fernando.
Las costumbres en estos días se relajaban hasta tal punto que la ciudad acordaba:
se establece series de rondas en los días festivos con motivo de no trabajar la clase proletaria suelen ocurrir embriagueces y otros sucesos que por los común siguen en pendencias y alborotos[4].
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