Se cumplen trescientos años del
nacimiento del rey Carlos III. Fue exactamente
un 20 de enero de 1716. Ha llovido mucho y nevado en algunos inviernos, y, en los dos últimos siglos,
los tiempos de sequía se han multiplicado por eso de la contaminación
atmosférica. Y, aunque se pasa de la
celebración de centenarios, lustros y miles de efemérides, como acontece con el
centenario de la muerte del rey Fernando el Católico, el de Carlos III parece
que no pasa desapercibido. Ya el actual
rey Felipe VI lo eligió, al menos en su pabellón pictórico familiar e
institucional, con el deseo de rememorar su eficacia administrativa y su
impacto en la vida de los vecinos, recibiendo popularmente el conocido apodo de «el rey Alcalde de Madrid».
Y en verdad que vienen a la mente cantidad de obras, urbanizaciones y edificios
que se levantaron en tiempos de este rey a lo largo de muchos rincones de capital de España. Por
eso, de «todo con el pueblo, pero sin el pueblo», es decir el conocido
despotismo ilustrado. Es verdad que Madrid se constituyó en el centro de la red borbónica, o, más bien, ya desde los últimos monarcas de la dinastía de los Austria la corte era la corte, que se mimaba, se embellecía y disfrutaba de ser la ciudad privilegiada por ser la capital de los reinos de España.
Pero, en tiempos de este rey, su obra repercutió en muchos lugares, los más recónditos del territorio nacional. Raro es el pueblo que no conserve la huella de la política real de este reinado. Este es el caso de la ciudad de Alcalá la Real. Pues , por algún motivo de afecto especial del cabildo municipal, se conserva en su pinacoteca municipal el retrato de Carlos III.
Curiosamente, este cuadro ocupa el rellano de uno de los muros laterales de la amplia escalera de acceso a la planta primera ( bueno segunda, según consideremos el vestíbulo y salas colaterales), un poco desangelado frente al cuadro de la Inmaculada Concepción , otrora patrona del cabildo municipal y que presidía el salón de sesiones a la hora de los juramentos de los cargos ( pues, mucho han cambiado los tiempos, del juramento religioso a la promesa más frecuente a la Constitución del momento).
Ambos lienzos de grandes dimensiones provienen del contrato de la mano del pintor local Gabriel Ximénez; la del rey Carlos I, en la parte baja aparece el apellido que lo identificaba e, incluso, a continuación se distingue una f( el fecit, me hizo , soy autor de la obra) y la fecha del año ( en anagrama) de 1762. Pero, como costumbre y privilegio de la ciudad, la fecha no coincide con la leyenda de una estela que cuelga de la consola, y que alude al rey Fernando VI; y, el rostro de este cuadro no se parece ni en pintura ( valga la redundancia) a este rey sino que es un calco perfecto del joven Carlos III, como rey de de Nápoles ( por aquellos lares Carlos VII), distribuida por la Academia de Bellas Artes para que sirviera de modelo a la hora de colocarlos en las casas consistoriales.
De ahí que el ayuntamiento de Alcalá la Real respondió al compromiso de su historia y lo colgó en su salón de cabildo bajo el dosel carmesí, que tantos maravedíes y ducados costaba en sus cuentas anuales para celebrar las fiestas de proclamación de los reyes. Y, para que constara en óleo y como testimonio histórico, colocó una leyenda de su estela horizontal, en la que escribía « se pintó por orden del Señor Don Juan Pérez de Vargas, corregidor y justicia mayor de la ciudad de Alcalá la Real , lo que refrenda la metedura de pata de un restaurador posterior que le adosó nada menos a este cuadro el nombre de Fernando VI en lugar del rey Carlos III. Por cierto, Juan Pérez de Vargas fue el segundo corregidor del rey alcalde y coincide con la fecha. Y, bien que se pasó de rosca, porque incluso le faltó un dígito de unidad que diera lugar a VII ( en parte, puede entenderse que, en tiempos de crisis y recortes, era comprensible que un mismo cuadro se mantuviera y solo cambiara de nombre, conservando la figura real, y simplemente colocando un número romano más en la inscripción de la estela). Y, en verdad que podían valerse de este artilugio, ya que muchos reyes mantenían la fisonomía de la dinastía borbónica.
Pero, por algún motivo especial debe conservarse este cuadro, ya que los de Isabel II, Amadeo e Saboya, Alfonso XII y XIII, y los presidentes de las dos repúblicas sufrieron el enconamiento o la destrucción de las fobias políticas de los gobiernos que les sucedieron.
Es difícil comentar en pocas líneas la trascendencia de su reinado en el municipio. Pero, durante su reinado, la organización del territorio alcalaíno culminó una nueva distribución administrativa que desembocó totalmente en periodos posteriores. Pues, la villa del Castillo de Locubín y Frailes alcanzaron entidad suficiente, sobre todo, la primera para organizarse mediante sus Junta de Abastos, el Pósito y los Propios y para avanzar en la independencia con la ciudad de Alcalá la Real ; las aldeas ya no dependieron del estamento eclesiástico y se organizaron como entes administrados por el ayuntamiento alcalaíno nombrando por representante a los ministros de la justicia, que son los precedentes de los alcaldes pedáneos o los vocales de barrio, y se añadió el aumento del número de personeros y diputados del común; la economía dio un gran impulso a la zona con la culminación del repartimiento de los terrenos de realengo en la suma de diez mil fanegas y el nacimiento de muchos cortijos asentados en los partidos de campo; se hicieron intentos de nuevas industrias, la administración nacional estableció delegaciones y expendedurías en la comarca, se racionalizaron las vías y caminos carreteros; y, muchos edificios engrandecieron el entorno de la ciudad como el Palacio Abacial, la iglesia de las Angustias, San Antón, el Pósito Nuevo, el Matadero, la racionalización del parque, las carnicerías... que puede utilizarse como una ruta del Neoclásico
No es un centenario más, con dígitos ficticios, sino obras que fueron
realidad y porque muchos planes no llegaron
culminarse al estar anclada la
sociedad en los que abades ilustrados comentaban como la superstición de mucha
gentes. Pues, si no, incluso la
Sociedad de Amigos del País hubiera sido una realidad. Por
eso, este año, se puede inaugurar la ruta de Carlos III.
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