LA FUENTE DE LA MORA
Recientemente, dos parejas de palomos en bronce se han colocado en el recinto de la Fuente de la Mora como un elemento de recuerdo sobre una costumbre judía que rememora la ofrenda de palomos por parte de la familia de Jesús hecha culto en el día de la Candelaria. Parece como si los palomos quisieron ocupar el nombre histórico y legendario de una mora. Pero, el nombre del recinto, la fuente, y su uso urbano han recibido diversos tratamientos a lo largo de la historia como centro neurálgico de la ciudad de Alcalá la Real que bajo de la ciudad fortificada de la Mota al Llanillo.
Pues la fuente de la Mora no estuvo nunca en este lugar. Se ubicó, desde tiempos medievales, en el camino de San Marcos. En su entorno se ubicó el cauchil, un sitio emblemático de Alcalá la Real, que se remonta a varios milenios, cuyos testimonios y vestigios han dejado su huella en fuentes documentales y arqueológicas. En su entorno surgió el primer poblamiento argarico que se extendía por la planicie del cerro de san Marcos, en las cuevas que horadaron sus tajos y en las faldas de este cerro junto a los manantiales de agua que desaguaban las entrañas de los Llanos. Una de ellas dio lugar al nacimiento de Marcos que abastecía la fuente de la Mora (a partir del siglo XVII Vieja en contraposición a la Nueva de Consolación). Eran elementos de este valle de la Mora Vieja el Cauchil, una arqueta o cauchil de distribución de agua, su alquería o casa de campo, un lavadero público, el huerto y varias hazas que se regaban con el caudal de agua y en las que se alzaba varios morales, productores de la industria sedera tan prolífica en la Alcalá de los siglos XVI y XVII.
El cauchil dejó en reminiscencia la palabra Mora tan solo en el sentido físico de una fuente que recogía las aguas del nacimiento. Sin embargo, la pérdida del topónimo Cauchil rompió un hilo conductor que se remontaba a tiempos pasados de los romanos, cuyas aguas regaban la parte más baja de las Azacayas, y, sobre todo, a aquel lugar de alquería musulmana.
No ha sido esta la única desviación del canal de sus aguas, en el siglo XVI, las aguas se derivaron al entorno del convento de Nuestra Señora de Consolación y crearon la fuente de la Mora Nueva. Jugó un gran papel en esta obra y en el desarrollo urbanístico de la ciudad que bajaba de la calle Real y se extendía por las calles que desembocaban en el Llanillo.
Hace unos años tuvimos la fortuna de descubrir el corregidor que promocionó aquellas obras descifrando la inscripción de la antigua caseta del camino de San Marcos. Fue P edro Ponce de León, hijo de María Ponce de León y Rodrigo Mejía Carrillo, VIII señores de Santa Eufemia. Fue caballero veinticuatro de la ciudad de Jaén por los cincuenta del siglo XVI. En el mes de noviembre de 1556 se hallaba en Alcalá. y cumplió el primero año de su mandato de corregidor.
En su tiempo, las obras de promoción del municipio alcalaíno consistieron, en el arreglo de la Puerta de los Arcos, el patio y el aljibe de las Casas de Cabildo. También se hizo el pilar de la Fuente Nueva, y se arregló el pilar de la Mora por Sancho Menéndez gastándose grandes cantidades de dinero. Vino, desde Málaga, el maestro de aguas Illán Sánchez para dirigir la obra de conducir las aguas de la Fuente de la Mora de los Llanos hasta la Fuente Nueva de la Mora del Llanillo. Su costo importó cincuenta y tres mil cuatrocientos maravedíes. El alumbramiento del nacimiento fue realizado por cuatro peones diarios, un oficial y el maestro de obras Illán Sánchez y consistió en abrir la puerta de la mina y extender el encañamiento. En ello participaron Juan de Bolívar y su hijo, Miguel de Bolívar, junto con otros peones, que se encargaron de los atanores, las pilas, la trinchera, mamparo del trasvinamiento del agua que salía de la Mora, argamasón, azular las juntas y allanar la placeta de la Mora y los sillares y canales de las fuentes
En el mes de octubre, Miguel de Bolívar hizo las trazas y realizó las obras de la fuente de la Mora del Llanillo por la cantidad de 125 ducados (46.875 maravedíes) según la libranza del mayordomo Rodrigo Sánchez de Tordesillas a 28 de noviembre de 1558. como cantero hizo las labores de entallamiento Sancho Meléndez. Encima de la fuente, se puso un león pintado y el escudo de las Armas Reales, obra del italiano Pedro Sardo, cuyo costo supuso 6.000 maravedís. La ciudad trajo a Alcalá y presentó como tasador de las obras a Luis de Machuca, que por aquel tiempo se reconocía como maestro mayor de Obras Reales de Su Majestad en Granada. Este maestro era ya reconocido por los regidores de esta época, palpándole 10 ducados por su labor en la qual se ocupó cinco días de estar en esta ciudad e venir e volver a la ciudad de Granada de donde vino, que merecía mucho más Por su parte, el maestro alcalaíno presentó a Juan de Caderas Riaño. El acuerdo del cabildo fue el siguiente:
“Las tasaron de esta manera que estaba la fuente moliente y corriente a cuatro mil e setecientos e cincuenta reales de mano, piedra e de todos los materiales, como consta del valor del arca, encañamiento del agua para entrar e solar de la dicha fuente fecha cosa del dicho Bolívar a mil e quinientos e cincuenta e ocho maravedíes”
A partir de este momento, el paseíllo de la Mora se convirtió en el centro de la ciudad de Alcalá la Real. sus aguas se porfiaron para riego de las tierras de la Tejuela. Fue centro comercial a lo largo del siglo XVII, y festivo con su plaza y calle del Toril donde se celebraban las corridas de toros; en el siglo XVIII, fue el centro institucional y oficial con la presencia de las casas de Cabildo y del Corregidor. Luego, con el romanticismo del siglo XIX la leyenda transformará aquel lugar en un sitio de cita amorosa entre la mora Cava y el capitán Diego de Haro sin olvidar nunca que fue rincón de y solaz de la gente para contratarla al tajo y pasear por su paseíllo. En el siglo XX, se transformó el entorno en un mercado de abastos a mediados de siglo con los planes de la Dirección General de Bellas Artes, Se volvió a aquel paseíllo sin el antiguo pilar con las diversas reformas tras la democracia y se mantuvo un relieve de la leyenda falsa de la Mora en este lugar, que fue sustituido por una estatua de la mora con su cántaro esculpida por el recientemente fallecido Rafael Picazo en los años noventa del siglo Pasado.
Pronto el valle de la Fuente de la Mora no definirá una zona que todavía recuerda un paraje y un paisaje el ruedo de la ciudad, los majestuosos tajos con sus cuevas del ayer de la cultura del Cobre y Bronce y la metamorfosis de aquellos parajes del extrarradio de una ciudad donde se asentó el primer santuario prehistórico, las primeras murallas defensivas y el paso del mundo de la ganadería a la agricultura. Su agua, que es la vida de las personas y de la ciudad, se repartirá desde el cauchil por los lares abandonados del casco antiguo y se levantará un nuevo recinto urbano bajo sus tierras que se regaron con el cauchil. Unos palomos, mirarán a la mora fingiendo un diálogo que nunca hubo en la Fuente de la mal llamada Mora. Pues había un moral con sus moras. Pero no un pasadizo para el encuentro amoroso.
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