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martes, 25 de febrero de 2025

LA TRADICIÓN DEL ROMERO

 

 

            II

 




LA TRADICIÓN DEL ROMERO

 


Esta fe fue mi primera razón La segunda razón se acerca más a nuestro tiempo, se basa en la tradición que no ha pasado ningún quebranto. La engarzaría a finales del siglo XVIII o principios del siglo XIX. Doscientos años contemplados en la visión retrovisora de la historia de las crónicas de nuestra cofradía.

 Recogiéndola en los versos de la misma poetisa alcalaína dirigidos a la Virgen de la Cabeza, la afirmo, cuando dice:

 

Visten de gala los pueblos,

 en las andaluzas tierras,

cuando la fiesta anual

de la Virgen celebra.

porque su historia bendita

vive en las almas impresa.

 

Ya en verdad que la romería alcalaína y la hermandad    estaban completamente consolidadas en el pasado histórico de la gente alcalaína, impresas en sus almas. Solían manifestarse en su constancia, sin desmayo, se plasmaba en lo que llamamos su tradición siempre mantenida desde el paso de los años.

Como distintivo exterior, ya en los primeros años de la cofradía existían sus insignias y sus vestimentas, que encontré un acta de la cofradía prieguense en la que acudían en forma procesional con roquetes de encajes, y en Alcalá, según los protocolos, que se cubrían de sombreros de fieltro blanco para paliar el sol y como signo de postín a la manera de los antiguos ganaderos. En torno a las insignias y banderolas iban dieciséis hermanos uniformados Con el orgullo de ocupar ya el tercer lugar dentro de aquellos órdenes escrupulosamente guardados por la cofradía matriz.

Como otro signo distintivo de hermandad, se manifestaba en la fundación de aquella casa que ya tenían construida desde hace más de dos siglos nuestros antepasados, pues ya no podían soportar las inclemencias del tiempo. Le dejaron un terreno, poco pero suficiente, donde albergar una comitiva que era un modelo de todas las que visitaban a la reina del Cabezo. Construyeron, al principio, una choza de retama, Sencilla como la que existían en los terrenos roturados en nuestras aldeas. Pero, al menos, podían protegerse y guardar todas sus insignias, resguardar los bellos vestidos y las insignias durante los días de la romería. Más tarde edificaron una casa de mampostería. Y así nos lo recoge el libro de Francisco Gimena y Reche, publicado en 1857 y que se exhibe en el museo de la iglesia de san Juan. Cuando topé con aquella joya de libro, de su lectura me llamó la atención que siempre iba al frente de la cofradía alcalaína su capellán. Me imaginaba que este comentaría que la Virgen era originaria de la que esculpió en un cedro san Lucas y trajo a la provincia de Jaén san Eufrasio.

Es verdad que en la fiesta se desborda la alegría, pero a mi gustaría ser un romero como aquellos. Fiel a la enseñanza religiosa, que recibían del sacerdote que los acompañaba y que en el camino presidía todos sus cultos. Rezaría el rosario de la aurora al amanecer En los descansos del mediodía, dirigiría el rezo del Ángelus. Por la tarde, al anochecer las Vísperas. Y por la madrugada, al grito de la Virgen de la Cabeza los romeros se despertarían con rezos de maitines.  En los descansos de la tarde les explicaría    por qué María eligió aquel lugar para el santuario.

Porque

“...los hijos de Andújar, conducidos por el mismo presentimiento de salvación de muchos pueblos del mundo, aunque con más acertada elección en su objeto, levantaron en la cúspide del monte de la Cabeza este magnífico Santuario, esta elevada torre de fortaleza y muro expugnable, bien persuadidos de que habita en él esta Señora, que es la verdadera arca de la alianza, la cual nos ha salvado de la inundación y naufragio de la culpa, que puede admirarse, pues su altura nos remonta hasta el cielo”

Y otra vez la campana como reclamo inundaría a todos aquellos romeros:

Únese al marcial saludo

Las campanas, que no cesan

De tocar, dando sus notas

De regocijo a la fiesta

 

En años de crisis se demuestran quienes son los verdaderos devotos y quienes mantienen sus tradiciones.  Pues, hace doscientos años, corrían los tiempos en los que ya no acudían las cofradías que provenían de lejanos sitios ni se hacían tantos donativos ni ofrendas al santuario, porque, según parece, habían remitido muchas lámparas de plata que se conservaban en la iglesia. Ya la gente tampoco se fascinaba por los numerosos relatos de milagros que en siglos anteriores comentaban los poetas populares.

 Sin embargo, transformado en un romero de hace doscientos años, acudiría a tu templo de una nave, en donde dos piedras cóncavas se albergaban la imagen que se apareció a Juan de Rivas, y que estaban situadas al lado del evangelio. En la misa de dedicación de la cofradía, me gustaría cantarle a la Patrona de la provincia de Jaén y le ofrecería mi oración, este diálogo íntimo con la Señora :        

 

Me he puesto ante tus plantas

y vengo a cantarte con gozo

No soy ya joven ni mozo,

y mi salud se quebranta.

 

He pasado media vida

bajo tu manto y cobijo.

Protégeme como a tu hijo,

Madre y Señora querida.

 

 

 

Líbrame de las ilusiones

Las vanas y pasajeras,

De los sueños y quimeras,

De todas las tentaciones.

 

Sé ante la prueba, cimiento,

Ante la cruz, mi sostén,

Ante la duda, mi fe,

Mi esperanza y mi alimento.

 

Cuando recorra el camino,

Y acuda en tu romería,

En medio de la algarabía,

No me perturben tu sino.

 

Sé mi verdad y mi camino,

Marchando en esta vida,

Para no perder la vía,

Que me marcaste con tino.

 

Y si volviera a la vida,

Y me bautizaran de nuevo,

apellídame Cabezo,

Y de nombre Juan de Rivas.

 

Tenemos que agradecerte,

Que en Navidad has traído

El Esperado, el Ungido

Y la Estrella de Oriente.

 

 Tenemos que venerarte,

Por ser madre singular,

Modelo, esposa ejemplar

De los quieran imitarte

 

 Y si queremos seguirte,

En el mundo peregrinos,

No tendremos mejor amigos

Que aquel al que tu nos diste.

 

Después, escucharía la misa de fiestas, desde el altar situado en el balcón que costeó el obispo de Jaén, don Sancho Dávila y Toledo. Rodeado de una inmensa muchedumbre que se esparciría por la montaña (como ahora, no era posible escucharlas dentro del templo): Aquel capellán alcalaíno nos acompañaría y debería ser un consuelo para los pocos sacerdotes que regían el santuario: tres capellanes y un rector.  Aunque era época de incredulidad, siempre acudiría a la cita del domingo de abril acompañados de las únicas cofradías que todavía se mantenían: Voy a citarlas por curiosidad, y porque reflejan la historia de la devoción de la Virgen de la Cabeza. La primera como es lógico, la de Andujar; por Granada, Colomera y Santa Fe unidas en segundo lugar; tras ellas, en tercer lugar Rute, que ocupaba el puesto décimo sexto en  el orden fundacional, la cuarta, Martos ( que era la vigésima primera), la quinta Alcalá la Rreal ( que fue la vigésima segunda fundada) y tras nuestro pueblo Montoro( 24º), Baileén (33º), Lopera(48º); Arjonilla (69; Puertollano (70) y cerraba el orden procesional Jaén (71º).  Como sería tradicional, la cofradía matriz nos fijaría el orden, nos daría permiso para tomar las andas. Os voy a recoger las palabras de este autor anteriormente, porque no puede haber mejor elogio para la gente de nuestra cofradía con relación a las demás:

 

Otra de las cosas que llaman la atención es el piadoso comportamiento de las Cofradías. Las más traen su capellán, la de Alcalá la Real se distingue porque a pesar de la distancia de quince leguas presenta todos los años más de cien personas y el digno sacerdote que les acompaña, diariamente les dice Misa y exhorta a que guarden el respeto debido a la religiosa romería, si han de obtener las mercedes de María Santísima ....Esta corporación no omite ni medio ni gasto  para enaltecer las glorias de la Virgen....Ha construido al pie del Santuario una casa de ocho mil reales. En su pueblo tiene un templo dedicado a Nuestra Señora y celebra todos Los años dos fiestas solemnísimas Los días de Pascua de Navidad y de Pentecostés, sin otras varias que promueve la piedad cristiana, Loor a todos Los devotos de María.

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