LAS ATALAYAS CALATRAVAS
DE LA SIERRA SUR y la n432
Las tierras de la antigua abadía presentan nuevos ángulos de descubrimientos históricos y de divulgación en itinerarios culturales y senderistas. La Sierra Sur fue durante dos siglos la frontera entre la España cristiana y el reino nazarí de Granada. En el siglo XIII, poblaciones a caballo entre el Reino de Córdoba y el de Jaén, como Martos, Porcuna, Víboras, Locubín y Alcaudete junto a otras ciudades cordobesas, se constituyeron “el Señorío Andaluz de la Orden de Calatrava”, gracias a las donaciones del rey Fernando III a dicha orden militar para la defensa fronteriza de este amplio territorio.
Durante dos siglos de asedio cristiano al Reino Nazarí, se levantaron fortalezas en los pueblos, y en sus cerros estratégicos toda una cadena de atalayas o simples torres vigías que, a manera de avanzadilla, vigilaban los movimientos del enemigo. En torno a la amplia vega regada por el río de San Juan se cuentan las torres castilleras de Encina Hermosa, de La Cogolla y del Puerto de La Nava y accediendo hacia la Sierra de San Pedro, la del Dañador o de las Mimbres sin olvidar dos desparecidas la de la dehesa de Fuente Tétar y la de la Fuente del Gato. Formaban una retícula rodeando el río y además conformaba una alineación, especialmente líneas en torno a los caminos y vías de comunicación hacia el Castillo de la Villeta de Locubín y hacia al sur al castillo de la Mota. Era una vía de comunicación muy importante en tiempos remotos de época púnica, y, sobre todo de las tropas castellanas en las incursiones hacia la Vega de Granada.
Además de la
principal vía de comunicación que está jalonada por las atalayas del sur de
Alcalá es el camino de Córdoba a Granada (Juan Lovera, 1984), que une en Alcalá
las antiguas vías romanas Corduba-Iliberris y Obvlco-Iliberris. La primera
aprovecha la cabecera y el parteaguas del arroyo de la Hondonera y el río
Almedinilla, paso Oeste entre la Campiña y la Subbética desde Córdoba por
Castro del Río y Baena hasta Alcalá y Granada; y la segunda, parte desde la
Meseta en Toledo y cruza las tierras calatravas hasta Andújar, viene desde
Porcuna y Martos por Víboras y Alcaudete hasta Castillo de Locubín y Alcalá.
Ambas son las vías principales que convergen en Alcalá y llegan hasta Granada,
y en torno a las cuales se posicionan las atalayas.
Está claro que, en la Sierra Sur, la ciudad
fortificada de la Mota y el Castillo calatravo de Alcaudete definen el paisaje
de todo su territorio. Para cualquier persona que se acerca a estas tierras, de
momento percibe la noción de haber sido tierra de frontera, paso de reinos,
encrucijada de culturas, encuentro de civilizaciones, y enclave de trincheras y
empalizadas. Quedan restos de sus baluartes defensivos por doquier, y abundan
las atalayas centinelas en el cerro o el montículo menos esperado. Si se
conservaran en su totalidad, de seguro que ocuparía el primer lugar de la ruta
más poblada de recintos defensivos, y, por cierto, se tiene más que ganada su
pertenencia a la ruta de batallas y castillos. Es fácil establecer varios
recorridos para contemplar una tierra que fue sometida a dos fronteras finales
del final de la conquista de España, la frontera calatrava en tiempos de
Fernando III y la de Alfonso XI que se prolongó hasta tempos de los Reyes
Católicos con la rendición definitiva del reino musulmán de Granada en 1492.
Esta última etapa de frontera significó un paso de la poliorcética muy significativo al pasar de las construcciones musulmanas de torres cilíndricas a las atalayas góticas troncocónicas y de cuerpo cilíndrico y orladas con la guirnaldas y almenas de su parte superior. Resulta interesante y agradable compartir esta experiencia con el recorrido y la visita de estas atalayas adentrándose en este territorio de la Sierra Sur. Pueden contemplarse desde los restos de las antiguas atalayas y castillos abandonados hasta las almenaras que todavía se yerguen a lo largo de todo el territorio de la Sierra Sur. Desde el castillo calatravo de Alcaudete hasta la Villeta del Castillo de Locubín, se muestran un sistema de protección y centinela con relación a las tierras calatravas y las tierras, más musulmanas a través del antiguo camino real y sus senderos más insospechados como servideras, veredas, y calles de campos que acercan a parajes singulares; actualmente transformados en carreteras naciones, autonómicas, locales y caminos rurales.
No nos extraña que
aquella nuestra intuición de transformar la antigua carretera 432 en autovía
por los años noventa del siglo XX se planteara con lógica y razón. Fue el punto de la
salida, y, como es lógico, como toda vía, en su recorrido de ejecución se vio
acrecentada de baches burocráticos y de desidia de muchos poderes. Corren
tiempos que estos fundamentos históricos de atalayas y comunicaciones
ancestrales resalten la necesidad de su construcción, En la anécdota quedan sus
inspiradores y la oportunidad de los que se montan al carro triunfador.
Bienvenidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario