
Girando hacia el sur , nos dirigimos por el camino de Agreda entre olivares, donde pudimos divisar muchos cortijos, escuchar las leyendas del chozón de Juan García Dios, y los dioses, de nuevo contemplamos Ana Ramos, entre los relatos de las cruces, que recordaban antiguos litigios entre campesinos. Desde los Corrrales hasta Gavilán, tierras de cereal convertidas en su mayor parte de olivar; y, en el horizonte se divisaba Alcalá entre las aldeas de la Pedriza y Santa Ana, vistas maravillosas para posar, y dejamos a nuestra izquierda, los antiguos terrenos de propios del cortijo del Allozarejo entre encinares, el arroyo de Ana Ramos, un estanque y algunas canalizaciones de cequia. El tramo final, entre el arroyo del Palancares y el mundo mediterráneo, donde esperaba que nos saludara una jabalina, matrona con la que había soñado en las noches anteriores. Entre restos de cequias pasadas, el río, y el margen que sube hacia el Llano de los Muchachos, la antigua vecina Irene Cuenca nos ilustró sobre los cortijos y tierras que rodean en el entorno de la carretera local. También, comentamos entre vegas, la pesca del cangrejo, la presa,
el puente y el topónimo de la aldea de Villalobos, que alude a la familia de los Villalobos, cuyo miembro Luis de Villalobos tenía un cortijo, desde se extendió el núcleo de hábitat concentrado de la aldea. Dimos las gracias a Manuel García por su desvelo en raportarnos el ambiente rural de los años sesenta, el paisaje agrario cerealista, la convivencias enre los pequeños cortijos que formaron la roturación ultima alcalaína entre el Camello, Cañada Honda, Venoroso y camino de Agreda, las roturaciones de principios y finales de siglo XX, la migración y el desamparo de estos emigrantes con las crisis industriales, el pescadero Visera, el maestro Jaime, el ambiente de Veneroso( al que añadí su nombre proveniente de un italiano que fue regidor alcalaíno y marchó a Granada dejando este cortijo como memoria para fundar una escuela secundaria), y , sobre todo, nos hizo más placentero el caminar acompañado por su esposa, su madre y su cuñado Mateo, que nos prepararon esta ruta tan agradable en medio de un día azul, que parecía acercarnos a un microclima especial que nos describió Manuel por Cañada Honda.
MUCHAS GRACIAS A LOS VECINOS DE VILLALOBOS QUE NOS ACOMPAÑARON , MATEO Y , SOBRE TODO, A MANUEL GARCÍA.
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