OBITUARIO COMPLETO A RITA GARZÓN
SERRANO   
                    Hay rincones de Alcalá la Real que
definen a toda la ciudad. Las Cruces es uno de ellos, otro es el Pilar de las
Tórtolas; y el último tramo de la calle del Rosario es esa fotografía de un
pueblo andaluz y rural, donde la vecindad era la seña de identidad. En una de
aquellas casas vivió la familia de Rita Garzón más de un lustro del siglo XX.
Si sus paredes hablaran serían un claro testimonio de una gente de bien que
siempre mantuvo una excelentes relaciones con todos  los vecinos de su derredor; siempre ponían a
disposición lo mejor de sí mismos para 
mantener una buena armonía  entre
esas familias, que se pasaban la ubicuidad de una casa de generación en
generación. Además, ellas fueron testigos del progreso de la ciudad alcalaína,
cuando la red pública de agua comenzó a correr por los  todos los 
hogares y sus servicios eran requeridos para solucionar los miles de
problemas que diariamente se producían en muchos hogares en  aquella red básica. Su hermano Rodrigo,  del que escribimos en otra ocasión a la hora
de jubilación  en el programa sanjuanero,
y su marido José Ruiz
Serrano 
siempre como buenos fontaneros , y al aviso de  Rita ,estaban prestos a solucionar cualquier
incidencia de aquellas tubería de plomo , que saltaban con las heladas de
invierno o por la presión excesiva de las atmósferas.
En este clima de servicio y
generosidad, se formó la familia Ruiz Garzón con los dos pilares de José y
Rita. Cimentando una familia numerosa con sus hijos Rosario, Encarni, Rita y Rafael
y generosa por sr personas entregadas a los demás. Compartiendo los lazos familiares
con sus abuelos y hermanos Rafaela y Rodrigo. Sobre todo,  trasmitiendo esta enseñanza del servicio
amable y desprendido con respecto a los demás  en la cadena de sus hijos. Y, bebiendo del
agua pura del templo sanjuanero, a donde Rita siempre acudía como la samaritana
para beber de la esencia del amor profundo, primero con  su familia y, luego, con todas las personas que
la  rodeaban, pues Rita no se perdía
tarde de quinario y  su esposo José se
mantuvo en la fila de nazarenos del Viernes Sano hasta  fechas muy recientes  mientras sus paso resistió el empedrado de
las calles alcalaínas. 
Luego, como personas hacendosas se
trasladaron al barrio medio y dieron ejemplo de buenos emprendedores sabiendo afrontar
los nuevos retos  y ayudar con todos sus
medios al nacimiento de las nuevas familias de sus hijos. En la calle de las
Angustias abrieron su establecimiento, y Rita no olvidó las tradición recibida,
acudiendo a la iglesia de las Angustias, en donde   siempre asistía a beber del  brocal del agua en la que se  había alimentado con la  fe y su fuerza diaria para afrontar todas las
dificultades de la vida hasta que la guadaña de la muerte  le jugó una mala pasada cuando recibía el
fruto de una familia prolífica en nietos y nietas. Sé que Rita se ha ido, pero
para su familia, son realidad estos versos de Juan Ramón Jiménez “Tarde última y serena, /corta como una vida, /
fin de todo lo amado/ ¡yo quiero ser eterno!/“
fin de todo lo amado/ ¡yo quiero ser eterno!/“



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