ganadería.
NOSOTROS CALIFICAMOS DE BUCÓLICA ESTA RUTA Y RECOGIMOS LOS VERSOS DE ESTA ÉGLOGA DE VIRGILIO TRADUCIDA POR FRAY LUIS DE LEÓN Y ADAPTADA AL LUGAR. EL PASTOR ALEXIS COMENZÓ CON ESTOS VERSOS:
No estábamos todos, faltaban los de la Cruz del Espinar, ese mojón que había agrupado a jugadores de petanca por el mes de mayo. Los recogimo0sy los bajamos hasta las riberas del río del Saltadero. Y emprendimos la ruta carretera de Cerrezo Gordo arriba hasta adentrarnos por el camino que nos conducía a Cuevalayedra- Pasamos entre asfalto y rocas milenarias que nos descubrían los movimientos telúricos del mar de Tetis en sus diversas capas. Mientras, nos refrescábamos con las alamedas de los arroyuelos de Cueva la yedra y Salteadero. Ciclistas y otras senderistas nos cruzamos en nuestra ruta. Al ascender por el camino de tierra y roca , cruzamos una zona de encinar , pasto, y algún que otro fresno y quejigo , que dejaba entrever terrenos de roturación y desmonte de montes por el siglo pasado, donde se albergaban algunos cortijos abandonados. Llegamos a una era y se nos extendía un paisaje que se cerraba con la Sierra del Paredón y sus molinos de viento, y donde se mezclaba entre diversas tonalidades de verde los cerros, los valles, barrancales, alamedas, encinares y pastizales. Un canto a la técnica una maquina trilladora de mediados del siglo XX, cuando ya había avanzado la mecanización.
Entre los encinares, pequeños arroyos y la fuente del Fresno , con un hilo de agua. Espera y reencuentro, para contemplar los rebaños y sentir el balido de las ovejas y de algunas cabras entre alambradas. Cuevalayedra era un cortijo que solo recuerda en algunos lienzos de sus paredes la arquitectura rural de muros anchos y pequeñas rendijas. Un lagarto no sobresalta. y Chirro libera a una cabra de las redes de las vallas de alambre ante la mirada torva de un guarda canino. Y bajamos hasta el Salteadro, un bonito rincón entre agua de barrancal, casas de los años cuarenta, olor a oveja y ladrido de perros. Nos refrescamos con el agua de la casería de Pepe Romero, que venía de la fuente del Saltadero, pequeño aperitivo y simulamos una comida campestre entre la noguera y los encinares.
Por una pequeña cuesta subimos abriendo puerta de apriscos de ganado, rocas estratificadas, piedra de canto, encinares y más encinares, algún pequeño prado, como la era de la Peregrina, cortijos abandonados, hasta acercarnos a un cortijo que olía a cerdo y cochino jabalí; al fondo el cortijo de Fuente Sánchez y el de Mata suegras, se rumorea con el sonido de las aguas la tragedia lorquina. Viramos la cuesta y nos dirigimos a la Zarzuela, por un camino llano, pero de impresionantes vistas contemplamos los apriscos ovinos y caprinos, saltamos y hacemos saltar al perro de Ion los pasos de hierro estriado que impiden la salida de ganados. Cristina y su familia nos guía hasta llegar a la roca chimenea y divisamos la Zarzuela y la Nava, buen rincón otra era , y nos saludan los molinitos de viento con la brisa en nuestros cuerpos que nos refresca este día caluroso y amenazado con los buitres que me han dejado que cuelgue una pluma sobre mi sombrero.
GRACIAS A LA FAMLIA DE PACOMURES, SU SUOBRINOS LOS PADRES Y CRISTINA.
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