LA LEYENDA DEL FELÓN
Parecían
que algunas palabras habían desaparecido del diccionario, o, más bien,
siguiendo a Coseriu, de la norma lingüística, pero, a veces, nacen como el
Guadiana sin que nadie lo pueda atajar. Es el caso de la difusión de la palabra felón. Parecía un vocablo medieval,
trasnochado, y relacionado con el mundo de frontera, o militar. Y, sin embargo,
la política lo ha convertido en una de las palabras, más utilizadas por los
españoles durante estos días. Si levantaran aquellos francos que convirtieron
el término latino fello-onis, en fello, el verdugo, el desollador, el azotador,
y de ahí le aplicaron el significado de traidor, no comprendería el por qué una
palabra se puede degradar tanto que su significante, en palabras de Saussure,
pueda ampliar su campo léxico en su significado tanto que se aplique personas que,
ni siquiera, habían sido cogidas en este delito o fealdad humana. La metáfora y el símil nunca llegaron a un
grado de esencia o quinta esencia más deformada y manipulada en boca de los
políticos actuales.
Pues no han faltado las cruces de los
humilladeros que recuerden a los procesados y ejecutados con pena del cadalso
por el delito de lesa majestad de alta traición. Hay también famosas
puertas como la de Zamora, que recuerda
la traición del felón Bellido Dolfos. Curiosamente, por nuestra tierra debieron
abundar, en tiempos de frontera, los felones, pues este mundo no siempre gozó de la lealtad que les
adosaban a las ciudades con el reiterado lema Muy Noble y Leal Ciudad de Ciudad. Pues felones se prodigaban entre moros y cristianos, y, entre los bandos de
las ciudades, entre Arandas y Montesinos, entre Gadeas y Leyva. Curiosamente, en Alcalá la Real hay una
curiosa leyenda de un capitán felón. En este pueblo de la Sierra Sur, el escenario no es una cruz de
suplicio, ni una puerta, ni un altozano de frontera; es una calle de
arrabal. Se llega por las murallas del Arrabal Viejo, en el
entorno del barrio de San Blas, pasando por las calles antiguas de los
Relimpios, Labradores, Mudo y Puerto, desde donde se baja a la
Cruz de los Muladares, otra cruz de humilladero, que también recuerda otro
acto de felonía de la guerra fratricida más reciente. Cerca de este paraje, se
encontraba el callejón del Capitán Maldito, denominado en los últimos siglos de
las Escaleruelas de Santo Domingo. El contexto se come el relato para contar la leyenda
de este militar felón que, en tiempos de frontera, facilitó el acceso de la
ciudad, la fortaleza de la Mota, a las guarniciones musulmanas. Actualmente,
la destrucción de los siglos y las recientes excavaciones se apoderaron de la
naturaleza y de la leyenda. Por este callejón se ascendía desde el camino del Cambrón
a la iglesia de Santo Domingo de Silos. Comentaban que una casa deshabitada
solía ser frecuentada por fantasmas o algún ser extraño de manera que otros ilusos
ahondaron en esta rumorología y entresacaron de los viejos papeles un
acontecimiento que difería de la extendida fama de arrojo y valentía de los
soldados de las tropas de Alfonso XI. Pues pasaron los años de la conquista cuando
la ciudad se mantuvo muy inestable con los movimientos de frontera. Entre
campos talados para vengar las conquistas cristianas en territorio nazarí y treguas
y pactos entre los reinos de Castilla y Granada. Con la
ciudad alerta para guardar con mil cerrojos sus puertas ante las avanzadillas.
Sin
embargo, un capitán de la tropa jugaba, como dicen las coplas “Cuando Alcalá
era de moros/ cantaban todos. / Ahora que es de cristianos, / cantan a bandos.
/” Y se propuso a facilitar el acceso a las guarniciones moras a la ciudad de
la Mota. Incomprensible, pero cierto.
Cercano se hallaba el pozo del altozano y la red de abastecimiento de la
ciudad, a través de una calle socavada bajo la ciudad fortificada, En el
interior de la Roca del Ándalus de la Mota, abriendo su oquedad a Arrabal
Viejo. La utilizaban los de la parte alta de la Alcazaba para bajar por agua al
pozo de la conquista, al del altozano y al del Arrabal. Pero, aquel plan u
oculto complot, que garantizaba años de felicidad al felón militar, fue
descubierto por los vecinos. Al instante, le aplicaron las leyes militares y
fue ajusticiado. Su cuerpo quedó colgado en el cadalso para escarmiento de futuros felones. El patíbulo
se instaló en un callejón que, a partir de entonces, le llamaron del Maldito o
del Ahorcado. Pasaron los años y las pocas casas que ocupaba aquella calle
estrecha fueron abandonadas, pues se extendió entre la población que solía
aparecer el alma de aquel capitán. Algunos acudían de noche para aseverar estos
comentarios y no vieron ni escucharon nada extraño, hasta que, varios años
seguidos, algunas personas confirmaron que, a la hora del alba del día de los
Difuntos, se les apareció el alma suplicante, pidiendo misas y oraciones por
sus penas. Otras, referían la aparición de su fantasma en medio de un halo de
suspiros en forma de ecos que simulaban la última escena del cadalso. Y agudizaban algunos sus ensoñaciones
deletreando losas emociones y quejidos de los familiares y amigos al recoger su
cuerpo.
Todavía
resuenan, en el altozano de este callejón, los ecos y lamentos de aquel
capitán ajusticiado en el cadalso. Se confunden con muchas personas que se
metamorfosean, y son ingratos con los que le dieron el pan y la vida, y,
a las primeras de cambio, profieren más negaciones de su pasado que San
Pedro. Como leyenda, pudo ser una copia de la de la Bellido Dolfos. Por tanto, lo
mismo que hoy no se sabe si es verdadera o falsa, y se cuestiona por completo
hasta darle el nombre de la concordia a la puerta del Felón. Probablemente, tras
el paso del tiempo de la época informática, la palabra felón quede como otra
fake news, inventada para promocionar el ego de alguna persona o partido
político. Han sido tantos los
ecos que retumbaron en el cielo de Madrid….
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