RETRATOS EN EL AULA MAGNA DE CAPUCHINOS, en la SEMANA DEL DIARIO DE JAÉN.



A lo largo del año, sorprende la presencia de muestras expositivas en los
diversos campos del Arte en el Aula Magna de la antigua iglesia del Convento de
Capuchinos de Alcalá la Real. Pasaron recientemente, exposiciones sobre el patrimonio local religioso con las
Muestras locales de la Imaginería y Pintura de la Semana Santa de Alcalá la Real
del patrimonio local como la de Tiempos de Carlos IIII, o de pintores
contemporáneos como Paco Montañés y
Antonio Campaña, y algunas que contenía aspectos artísticos como la de Joaquín Sabina. Pero, esta
nueva muestra pictórica trasciende por su amplio elenco de obras presentadas, como por el clima cálido, casi conversacional que entabla con un diálogo real entere el artista y el medio
en el que se ha desarrollado su obra.Durante en estos primeros meses de verano (hasta el 15 de
julio), se exhibe un gran catálogo
de retratos de la mano del pintor José
Sánchez Jiménez, que ocupan todos los muros
del cajón del templo capuchino. Abarcan
desde el retrato personal hasta el de personajes públicos
universales. Entre los personales
destacan el estudio de la idiosincrasia y alma del pintor mediante una gama de
autorretratos que ocupan el testero del antiguo presbiterio, donde se denota un
profundo análisis del perfil de Pepe
Sánchez, tanto desde el punto de vista
formal como anímico, pasando por el atrevimiento compositivo y estudio del
color aplicado a los diversos estados síquicos, dentro del derroche de una fuerza expresiva, conseguida gracias al
dominio y mixtura de colorido y figuración.
Cercanos a estos, se halla otra serie de retratos dedicados a
su familia ( esposa e hijos) , que recogen perfectamente el candor y el calor humano de sus rostros , en los que
se consigue la unión de sus sentimientos manifiestos de empathía hacia
ellos mediante el logro de recoger rasgos
expresivos con los colores apropiados,;
en esta faceta, no olvida a los familiares que le dejaron huella como su tía
Isabel, o actuales, como Pepe Parra.
En el círculo de compañeros
de arte, no relega recursos para acercarse al alma y a la lección
impartida de sus maestros y colegas de oficio, desdoblando su obra
en muchas ocasiones para experimentar, mediante estudios comparativos, la creatividad de su arte, como es el caso de
la pintora Lola Montijano; o, incrustándose en un estudio psicológico en casos
como los pintores Antonio Campaña,
Sebastián Rosales y Rafael Revelles, o trasladando su pasión por el arte en la
composición de Van Gogh y de Cezane. No faltan los retratos
de los amigos del pintor, o relacionados
con su esposa Mari Tina, y compañeros de
distintos campos culturales o profesionales, es el caso de retratos como los de Manolo Pérez, Rosalía
Víboras, Paco Córdoba, Juan de la Cruz Ruiz, José Hidalgo (PPH, Juan Rodríguez Toledo, o el cronista Domingo Murcia, donde les
desnuda su alma con sus virtudes y su impronta social mediante un acertado tratamiento del color y
su descomposición geométrica de la acertada trama multiplanista de sus rostros.


Se acerca, también, al mundo de la esfera pública, tanto a
nivel local con los lienzos del
consejero Felipe López, la senadora Elena Víboras o el diputado Juan Ángel Pérez Arjona, como de
otros políticos nacionales como el
presidente Rajoy y Zapatero. Su bagaje religioso no pasa desapercibido, porque se
relaciona con personajes reales como el Papa Juan Pablo II o simbólicos con la imagen
de San Pedro o figura de un Cristo que impresiona por envolver al receptor el misterio de la fe. Si hubiera que colocar en el primer escalafón
a alguno de ellos, nos quedaríamos con la perfecta composición del célebre
personaje del Julillas, Judas Iscariote,
de la Semana Santa viviente de Alcalá la Real. Es un símbolo, que plasma, perfectamente, el clasicismo
compositivo y la creatividad de su obra
mediante la maestría de mezclar
la forma cromática adecuada con el
contenido figurativo para exponer el sentimiento de un personaje perseguido por
la locura de una aventura vital desorbitada entre sombras de trazos melancólicos
azulados, colores cálidos del rostro y fondo dramático entre el negro y el rojo
de la túnica. Por eso, recogemos estas
palabras de la pintora María José de Córdoba: “Estas obras parecieran
invitarnos de manera hipnótica y seductora a desprendernos de los conceptos y
conveniencias del mundo y a contemplar, vivir, reflexionar desde la pasión corporeizada
y transcendida a la vez, de sus paisaje encadenado en una especie de manera de
marea, en una danza infinita de fluyente energía. Su nueva propuesta pictórica
y técnica, en estos retratos, no solo capta a la perfección el parecido físico,
sino también el emocional”. Y esto lo dice la hija de Lola Montijano, con la
que compartió aquel diálogo de retratos pictóricos de su madre y el mundo de su formación, que
se encuentra exhibiéndose en las
galerías del Teatro Martínez Montañés.
Como comentó el catedrático Antonio Campaña en el día de la
inauguración, no todos los pintores son capaces de enfrentarse con este
aspecto pictórico del mundo retratístico, además de estar el retrato muy asediado por las nuevas técnicas de otras artes actuales como el cine
y la fotografía. En esta labor,
destacaba la valentía y el acierto de Pepe Sánchez, a lo que añadía la destreza
de componer la obra mediante un estudio pormenorizado de elementos geométricos,
mezclados con colores, donde su mano alcanza grandes aciertos en expresividad
psíquica y de composición estética. Y, por encima de todo, esa fuerza expresiva que atrae al receptor que visita a
la exposición. Con sus palabras: “En el
retrato, Pepe Sánchez trabaja magistralmente; por su tamaño, por su armonía y,
sobre todo, cuando consigue, tras una interpretación personal, captar el alma y
el parecido de las personas retratadas. Eso
es más difícil que pintar; solo los grandes lo consiguen”.
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