EL TESORO
DE ERMITA NUEVA
Ermita Nueva es una de las aldeas
más dispersas del municipio de la ciudad de la Mota formada por varios núcleos,
entre los que destacan Cequia, Pilillas
y el Ventorrillo. Antaño, predominaban, en este partido de campo, tierras de cortijos de propio. Tierras de la Ciudad, Pinillo, Piojo, dehesa de
Camello, Alcaiceruela compartían la propiedad colectiva junto con los pertenecientes a los cartujos de Granada. Desde
las Juntas hasta Matute estos frailes extendían sus tierras y mansiones
adquiridas de antiguos repartimientos a los conquistadores de la frontera, y que
fueron desamortizadas pasando a manos privadas.
Desde las huellas del homo neanderthalensis hasta vestigios de la presencia visigoda, puede
encontrarse en este lugar de paso desde tierras de la depresión del
Guadalquivir hacia la Costa Mediterránea a través de la ribera del Río
Velillos, por estos lugares de Frailes, que recoge en el paraje de las Juntas
las aguas de los arroyos Palancares, Salograr y Mures . El Cerro de la Gineta
denota la presencia de un oppidum iberorromano que dejó su huella y su posición
estratégica en muchos momentos históricos. En su entorno alguna que otra necrópolis
y proliferan las villas romanas por las riberas del Palancares. Entre estas villas, transformadas en
alquerías, destacaban las de Cequia,
Alta y Baja. Una de ellas convertida en venta. En concreto, hay noticias
siguiendo los datos del arabista Pedro Cano Ávila, que esta Cequia de Ermita
Nueva se nos remonta a los siglos X y XI
del siglo XXI gracias al estudio de las
monedas encontradas de tesoro y datadas
en tiempo del emirato y califato. Incluso,
se fija el final de este asentamiento o yacimiento con la última moneda de los fatimíes del
norte de África, a nombre de del califa Al–Hakam y revela que el tesoro se ocultó en torno a
1010 d.C. Pues, está constituido por monedas y
un conjunto de piezas con una cronología comprendida entre 937 y la
última fecha mencionada. En el caso de las monedas, aparecen
muestras de todos los califas de Córdoba
y las dos norteafricanas. .
Si comentamos, en el tesoro de
Charilla, que todo su material
numismático corresponde a misma época, el
de Ermita Nueva agrupa monedas que abarcan más de un siglo, “lo que,
sin duda, indica un proceso de formación y acumulación a lo largo del tiempo y
la permanencia en uso de las emisiones anteriores”.
El tesoro de Ermita Nueva se considera por los expertos como uno de los
hallazgos más importantes relacionados con joyería de época califal. Su ajuar
de joyas vislumbra los ricos ornamentos de
un lujoso tocado femenino. Se compone de dos pendientes, diez y seis piezas de bráctea para un cinturón, cuatro
anillos, tres discos de oro, uno
acorazonado, una pulsera tutes de
oro, y seis de tutes de plata, dos pulseras de plata, y
distintas piedras y perlas. Los dos
pendientes con vara curva para
colgar y cierre de gancho relumbran por
su destreza artística, muy semejantes a
ellos se encuentran en el Museo Bizantino
de Atenas en cuanto a su diseño de la
parte inferior, compuesta de una plancha calada con filigrana que enmarca tres rombos de hilo de oro, a su vez enmarcado por una
banda dorada con siete semiesferas
gallonadas adosadas y catorce pirámides. Simplemente difiere de
los bizantinos en la elegancia de su fina elaboración de menor grosor que la
ateniense. Varios orificios en algunos
de los elementos manifiestan que deberían estar cosidos a alguna prenda o cinta.
El lugar del ocultamiento de estas monedas y joyas se encontraba en la
alquería de Cequia. Un sitio que comentan
los aldeanos que ocultaba bajo tierra varias canalizaciones y cuevas de agua,
que fueron ocultadas en los diversos movimientos de tierras a la hora de
edificar la ermita de San Isidro, que albergó la imagen de este santo al
trasladarse desde la zona de la ciudad y
la capilla del Menchón, donde los monjes cartujanos veneraban y servía de centro
religioso para la práctica devota de los labriegos del lugar. Probablemente, entre
los momentos más críticos la familia ocultó el tesoro para evadir la presión
fiscal o para proteger las riquezas en momentos de peligro o incertidumbre. Se
comprende que sus monedas correspondan a varios tiempos, porque estos
“tesorillos” solían corresponderse con los ahorros de una persona o de una
familia y, en muchos casos, habían sido acumulados durante generaciones. Para
esconder sus joyas y monedas, en ese
caso emplearon un objeto de cerámica, el
más habitual, desechando el recipiente metálico de otras ocasiones, o las cajas de madera. Este fue el caso del
tesoro de Ermita Nueva, que se hallaba en el conocido pucherillo o pequeña vasija de
barro. Si fortuita fue la suerte de
encontrarla en los años noventa del siglo XX, sobrepasó la generosidad de su
donante. Juan Ángel Pérez Arjona, un joven de aquella aldea por aquellas fechas,
tuvo la fortuna de encontrarlo cuando paseaba por una tierra recién arada. Unos años más tarde del mismo decenio, y
amparándose en su amor por la cultura patrimonial de la comarca alcalaína lo hizo patente
entregándole al ayuntamiento alcalaíno, que lo inventarió como un bien propio
de su patrimonio. Actualmente se exhibe reconociendo la labor de su descubridor
en una de las vitrinas de la capilla del señor abad en el Museo de Alcalá la
Real, ubicado en el Palacio Abacial. Es la joya de la corona, como le gusta
nombrarla al diputado actual de Cultura. Ha recorrido las más importantes exposiciones
hispanomusulmanas de los últimos tiempos como la de la Alhambra de Granada o
la de Medina Zahara en Córdoba.
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