A la hora de desvelar enigmas
de la
biografía de los personajes o
artistas de Jaén, juegan un papel fundamental las fuentes documentales relacionadas
con sus momentos culminantes de su trayecto vial. Si las partidas de bautismo o
los certificados nacimiento dejan en entredicho muchas hipótesis promovidas por el simple
comparativismo, las partidas de defunción abren una abanico informativo que
encuadra a los personajes desde su entrono familiar o generacional hasta su
estilo y modo de vida ( hacienda, tendencias, estudios, cultura...). No
podemos obviar ni pasar por alto la contribución de los estudios genealógicos con su diversa gama de documentos
para complementarla. Hace años, se divulgó
un descubrimiento muy esperado que fue la división y participación de
bienes de Ginés Martínez de Aranda, en el que se insertaba su testamento escrito en Castillo de Locubín en 1622 ante
el notario Lucas Jordán. Ponía al día el
entorno familiar de este maestro de obras,
nacido en tierras de Jaén, y que
dejó su huellas en tierras muy lejanas de la provincia del Santo Reino.
Coincidía
el momento con la promoción de estudios
de otros arquitectos que siempre han
sido reconocidos por la crítica artística, y con otros recién puestos al descubierto. No relacionado con la familia de
Ginés, salió a la luz otro miembro de
las familias de los Aranda ubicados en la ciudad de la Mota , Pedro de Aranda ( en
otros documentos Pedro de Monte de la
Isla y Pedro de Alcalá). Este artista dio sus primeros pasos
por tierras aláciales, interviniendo en Priego y en Alcalá la Real , como se constata
en las obras del Cabildo de la ciudad
fortificada y el convento trinitario recientemente restaurado. Acabó su
vida en tierras murcianas, dejando
testimonio de su mano artística en la
Casa del Corregidor de Loja o el palacio de Murcia.
Pero,
interpretando el testamento de Ginés Martínez de Aranda, se comprende la
expansión de obras a lo largo del territorio nacional . Hijo de Ginés Martínez, el Viejo, nació y se
formó en Baeza, donde dejó sus primeras
huellas en la fuente de Santa María en
1568. El maestro desarrolló la faceta de
fontanería, una de las primeras tareas
que solían ejercer también los
arquitectos de la Edad Moderna.
Pues, siendo corregidor el licenciado Martínez de Cabrera, se solicitaron sus servicios y
conocimientos para ejecutar las trazas
de llevar el agua desde la
Celadilla al barrio de la Catedral , y su entrono nobiliario, eclesiástico y
universitario y colocó como broche de oro esta fuente, que ya el poeta García
Lorca definió como pagana por su forma
de parte final de un arco de triunfo.
De Baeza se trasladó a tierras de la abadía
alcaláina, junto con una caterva de maestros de obras y canteros nacidos en
tierras baezanas. Se conocen por ahora
los maestros de obras Ginés Martínez de Salazar, otro Gines Martínez de
Aranda, Gabriel de Aranda, y su hermano Francisco de Aranda, maestro de
albañilería Estos familiares se
afincaron en la villa del Castillo de Locubín, donde plasmaron sus experiencias
anteriores y en obras de conducción de aguas y puentes en las facetas de la
cantería y albañilería, destacando las trazas del puente del río San Juan.
Nombrado maestro de obras del cabildo alcalaíno, participó en numerosas obras religiosas como civiles y militares en
tierras jienenses, abaciales y granadinas.. Su huella quedó patente en la
reforma de la Torre
del Homenaje y la muralla del Gabán, amabas
de la fortaleza de la
Mota. También relevó a los arquitectos granadinos de la familia
de los Bolívar en la dirección y
trazas de obras y destacó en su segunda etapa alcalaína su
intervención en las iglesias de Consolación, San Juan,
de Alcalá la Real
y la iglesia de San Pedro del Castillo de Locubín, Atrajo la mirada del abad Maximiliano de Austria que lo mantuvo como su maestro de obras, al
principio en tierras de la ciudad de la
Mota , y, posteriormente, se
lo llevó a los obispados que gobernó
tras su marcha de tierras jiennenses.
En
Cádiz, nombrado obispo Maximiliano, en
los últimos años de finales del siglo XVI
hizo la primera escala y dejó
sus huella renacentista en la iglesia de la
Santa Cruz
o Catedral Vieja y en la
Cartuja de la
Defensión de Jerez de la Frontera. En los primeros
años del siglo XVII, acompañó en sus nuevos destinos episcopales a
Maximiliano de Austria en Segovia y, sobre todo, en Santiago de Compostela, donde se hizo su
estela más patente en la el
estribo de la torre de campanas y la atribuida escalera de la catedral de
Santiago de Compostela, algunas estancias del Palacio Episcopal, cúpula de la
iglesia de San Martín Pinario, trazas del colegio de San Clemente y del
claustro de San Francisco. Pronto, siendo arzobispo Maximiliano, murió en 1606 y Ginés volvió a tierras de la
abadía alcaláina. Inició una nueva
etapa. El testamento nos desvelará la proyección de su obra con su nueva faceta de escritor. Se merece un capítulo nuevo con sus cláusulas y la de sus epígonos.
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