SAN ISIDRO LABRADOR
            El
mes de mayo se centra con  la festividad
de San Isidro, que se celebra en  muchos
lugares de España, y, en concreto, en las aldeas de Ermita Nueva y Las Caserías
(por cierto, especificada esta última  en
el contexto comarcal con el nombre del santo de tradición rural desde el siglo
XVII). Curiosamente, ambas aldeas responden a un esquema poblacional de
dispersión geográfica, que, en parte se mantiene  a lo largo de los partidos de campo de ambos
núcleos: pues abundan los cortijos, las caserías, las casas de aperos, las
segundas viviendas, el recuerdo de alguna venta anterior que dinamizó el núcleo
junto con la ermita del lugar,  y, en
torno a las antigas vías pecuarias y calles de campos ( tan públicos como los
caminos de la Mesta), la concentración de 
casas  o caseríos. Estos últimos
son los que forman los núcleos del Ventorrillo, Cequia y Pilillas en Ermita
Nueva; y el de la antigua venta Fantasía en las Caserías. 
Las ermitas
dedicadas al santo  patrón de Madrid  todavía juegan un papel importante  de los vecinos de estos parajes.  No sólo, son 
los lugares sagrados  para
celebrar las fiestas, sino el exponente y símbolo de todos los paisanos,
ausentes y presentes, porque compartieron conmemoraciones fundamentales  a lo largo de su vida desde  el bautismo hasta la despedida de sus seres
más queridos.  Y, esto, sin pasar por
alto el  hecho de que los templos  fueron 
el centro de información, de reunión y 
administración  en tiempos  pasados, ya que los capellanes de aldeas y
los ministros de la justicia- los anteriores alcaldes pedáneos- ejercían la
administración civil y eclesiástica en estos lugares. Por otro lado,   el patronazgo de  San Isidro es un recuerdo de una
sociedad,  por completo campesina  y religiosa, que se abrió horizontes en los
senos de muchas familias  humildes y
sencillas, tras los distintos repartimientos de 
tierras  por parte del
ayuntamiento y  el visto bueno los
privilegios reales. Para muchas personas, 
San Isidro fue, en los siglos pasados, el  santo mediador en el que los  aldeanos ponían todas sus miradas y
esperanzas: desde la roturación de los terrenos y suertes concedidas  hasta la recolección del mes de agosto o de
la vendimia de otoñal pasando por las labores de los huertos familiares. En
este contexto, un cura, un ventero, algún que otro maestro,  y un pequeño grupo de ganaderos  eran las rara aves que se apartaban  de la masa campesina y se expandían por estas
tierras entre labradores, apareceros, arrendadores, jornaleros y  pegujareros. 
Cambiaron los
tiempos, la sociedad se hizo más laica y mucho en los últimos tiempos del siglo
XX : la mecanización  del campo y la  migración hacia Alcalá la  Real 
provocaron que  estos dos  hábitats, sobre todo  las Caserías, 
cambiaran  la morfología de sus
grupos con una nueva  estructura social ,
en la que los campesinos ya no son el cien por cien poblacional; y  tan sólo las imágenes de San Isidro  se mantuvieran bendiciendo los campos con
su  mancera. Parece como si el santo de
los campos, en medio de tantas transformaciones económicas y financieras,   se mantuviera firme anunciando un
renacimiento de huertos familiares, por cierto aprobados recientemente por la
corporación municipal de alcalaína, el avenir de una  vida campesina de complemento y subsistencia
( aunque sea de fin de semana) y  orgullo
de conquista de la tierra frente al cambiante mundo de la técnica y la
mortífera crisis financiera ( y sin saber donde se dirigirá la dirección su
nefasto viento actual).   
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