Antes de Qalat Astalir
Leyenda e Historia en el Renacimiento
entre nombres romanos
Francisco Martín Rosales
Esta comunicación pretender rendir homenaje a Carlos Borrás Querol. Su
llegada a nuestra ciudad fue un acicate para nuestra ciudad en muchos cam-
pos, patrimonio e historia desde los años noventa del siglo pasado. Ha sido
un testigo de un tiempo muy fructífero de Alcalá cuya presencia ha quedado
plasmada en las diversas convocatorias y actuaciones de las Escuelas Talleres,
Taller de Empleo, Museo Local, y Patrimonio de Alcalá la Real. Enseñó a
muchas generaciones: ofcios, arqueología e historia y muchas realidades de
estos campos vienen marcados por su huella.
Callet Astigitana
Algunos autores recogen antiguas fuentes renacentistas y remontan su fun-
dación a los túrdulos y los turdetanos. Pero, no realizan ninguna referencia
arqueológica ni cita documental. Muy interesante es la descripción de Alcalá
la Real por parte Juan Antonio Estrada1
.
1 Estrada, Juan Antoni. Historia de la Población de España. Tomo 2o, Folio 39.
240
Ni que decir que hay restos de lugares íberos en esta ciudad, y en sus
alrededores. También, se han hallado muestras de numismática fenicia. Pero,
como ciudad, no podemos atestiguarla ni denominarla. En cuanto Callet As-
tigitana, la citan Modesto la Fuente y Miguel de Morayta, siguiendo la His-
toria Naturales de Plinio2
. Y consideran que es una ciudad sometida a Astigi (Écija). Pero, los datos arqueológicos señalan a Fuente Teba el lugar de Callet Astigitana.3
Como dice Barea, en este artículo:
La Callet astigitana debió estar en la orilla derecha del curso alto del Guadaíra. La colonización romana potenció los asentamientos junto a las explotaciones agrícolas, lo que, unido a la condición privilegiada delos Aeneanici desde tiempos de César, 40 explica que el cerro de La Guirnalda llegara a ser un núcleo urbano importante al menos hasta el V d.C.
Frente a la presencia de sillares de edifcios públicos y otros hallazgosmonumentales, conmemorativos y cerámicos de época imperial, los restos anteriores de poblamiento carecen de categoría urbana, aunque esposible que la moneda se acuñase en este lugar. La ceca de Callet también puede corresponder al yacimiento de la sierra de Montellano, dondepudo estar el castillo medieval de Sillibar, llamado Cote el Viejo en 1342,y luego Pancorvo por un antiguo propietario oriundo de Burgos. Aquí lollamaré Montellano, que debió ser el nombre del monte llano cuya cimaocupa, antes de que diera nombre a la Puebla de Montellano que yace a2 La Fuente, Modesto Historia de España, Tomo 1o, pág, 44-5, Miguel de Morayta HistoriaGeneral de España, Libro 1o, apéndice 3o, capitulo 3o.
3 Barea, Joaquín Pascual. Callet y callenses aeneanici (Montellano, Morón): la ceca, el topó-
nimo, el territorio y los oppida,sus pies, habitada desde la segunda mitad del siglo XVII,42 y villa desde
1788 llamada hoy Montellano.
Ategua
Antes de Qalat Astalir, durante el Renacimiento, los eruditos y estudiosos denuestro pasado entre la leyenda y la historia, no existían entre sus pobladoresreferencias claras de Ategua sobre su pasado romano, salvo la existencia demuchos villares a lo largo del territorio del municipio alcalaíno. El primeroque aporta datos sobre ello fue Andrea Navaggiero de la siguiente manera:“Apenas se sale de Alcalá, se ven vestigiosde una ciudad antigua, la qual se cree quefue Ategua”. “El sitio conserva un nombresemejante, pues una fuente que hay en él sellama de Teivela, “que hay cerca un castilloque guarda su nombre Ucubin y se llama Lucubín”. Y, con las excavaciones dirigidas por
el profesor Borrás se confrma la presencia romana con los restos de una población , de-
nominada arbitrariamente Domus Herculana.
Pero la ciudad antigua de Ategua es un yacimiento arqueológico situado en el término
municipal deCórdoba (España) que fue declarado Monumento Nacional en 1982 y Bien de
Interés Cultural como Zona Arqueológica en 2004., situado a unos 20 kilómetros al sureste
de Córdoba, junto al río Guadajoz y dominando un antiguo camino que comunica Córdoba
con la zona de Granada. Ategua jugó un gran papel en la última fase de la guerra civil en-
tre cesarianos y pompeyanos (el denominado Bellum hispaniense), culminada con la toma
de Corduba y con la defnitiva victoria de César en la célebre batalla de Munda (45 a.C.),las excavaciones arqueológicas realizadas en los años sesenta y ochenta del siglo pasado,bajo la dirección de los arqueólogos A. Blanco Freijeiro y M. Martín Bueno, pusieron derelieve una dilatadísima historia en el yacimiento desde el primer poblamiento de la Edad del Bronce como núcleotartésico y oppidum iberorromano,sobre todo en época medieval, hasta la época medieval. Con la conquista castellana de la zona, en los añoscuarenta del siglo XIII, se llevarona cabo nuevas construcciones de refuerzo de sus puertas almohades, torre y baluare, que sirvió para controlar las comunicaciones entre Córdoba y Granada. Tras un mercado en una plaza extramuros del siglo XIV, elasentamiento fue abandonado, convirtiéndose Ategua en un despoblado junto al Cortijo de Teba la Vieja.
Flavia Auresis, Callecula, Sucaelo, Municcipium Polconense y otrosCoincidimos con Mauricio o Pastor y el Padre Sotomayor em que sólo hayatribuciones de eruditos antiguos sin fabilidad alguna a los nombres romanosde Alcalá la Real.
Hay que comenzar rechazando, sin discusión alguna, muchos de los nombres que los autores decimonónicos, como J. A. Estrada, M. La Fuente,Morayta, F. Rus, J. De Dios de la Rada, F. Lozano, A. Guardia Castellanoetc. Han venido señalando como los nombres antiguos de Alcalá la Real ycuyas traducciones y localizaciones exactas han sido subsanados por lainvestigación histórica actual sobre la base de la denominación arqueológica y epigráfca. Entre otros carecen de sentido las denominaciones deCallet Astigitana, Ula, Tucci Vetus, Ategua, Callecula, Flavia Aurensis yEbura Cerealis. Por su ánimo de ensalzar la antigüedad de Alcalá la Real,la mayor parte de estos autores buscaron en las fuentes clásicas nombresque pudieran adaptarse a esta ciudad, pero sin una crítica en las fuentes yotras veces se basaron en un simple resto epigráfco, o en un simple hallazgo monetario con referencia a una ceca determinada, que, evidentemente, no son pruebas sufcientes que permitan la identifcación de una ciudad4
”.
Y a estas añadimos las referidas, Municipium Polconense ( en Carcabuey y Alcalá la Real). MUNICIPIUM POLCONENSE, Lo mismo podría aplicarse a Osca que aparece en el texto de Plinio referido a esta zona.
4 AAVV. Alcalá la Real. Historia de una ciudad fronteriza y abacial. Tomo I, Pág. 273. Año 1999.
Antonio López de Gamboa, hijo del oidor Benito Lópezde Gamboa y Teresade Eraso, un escritor, al que se le atribuye una historia deAlcalá la Real, que se encuentra en la Biblioteca Nacional dentro del manuscrito anónimo de las Antigüedades de Alcalá la Real y restos de otras partes en el Archivo de la Parroquia de Santa María la Mayor5.Este autor defende la denominación de Municipium Polconense, basándose en la epigrafía. Pero no todas las inscripciones citadas proceden de 5 Don Antonio López de Gamboa y Erasso, primer alcaide hereditario alcalaíno, autor de la parte que trata de Alcalá la Real y su villa del Castillo de Locubín en el manuscrito 4.469 de la Biblioteca Nacional Por Carmen Juan Lovera Consejera del Inst. de Estudios Giennenses
Alcalá la Real, y se citan otras ciudades como Carcabuey y Castillo de Locubín, donde fueron
recogidas lápidas con este nombre. Él era un coleccionista de objetos romanos y aparecen los lu-
gares y casas donde guardaba las inscripciones, pero no indica ni el origen ni
su hallazgo. Por otro lado, la transcripción del texto presenta muchas incóg-
nitas. Hoy, día salvo algunos artículos como Carmen Juan Lovera, los demás
tratadistas consideran que Ipocobulco es Carcabuey, e, incluso se cita que el
descubrimiento de esa lápida estaba entre Alcalá la Real-Priego de Córdoba
en el Puerto del Torcón6 .Los eruditos locales del Renacimiento: entre la leyenda y la
realidad histórica
Para conocer el desarrollo entre la leyenda y la realidad para atribuir un nom-
bre, vamos a desarrollarla , primero con el nombre de Ula. Bajo el cobijo
abacial, sabemos que hubo eruditos y conocedores de la lengua latina y estu-
diosos del pasado romanos de Alcalá la Real, Antonio Blázquez, un cura de
la Iglesia Abacial, sabía latín, paleografía y lo llamaban como experto en
lengua latina para traducir y transcribir los textos antiguos por parte del ca-
bildo. También, en las bibliotecas de los hidalgos Pineda, Cabrera y Aranda,
solían existir en sus baldas documentos y libros referidos al pasado romano7
.
La leyenda de Ula
Y, como muestra de la falsa atribución a un topónimo romano de Alcalá nos
referimos al proceso de Ula, convertida de leyenda en nudo argumental para
defensa de intereses, mediante esta leyenda. Se introduce Alcalá como castro
6 Manuel Rubio Valverde, Manuel. El municipio romano de Ipolcobulcula (Carcabuey, Córdo-
ba). Aproximación a un estado de la cuestión. Anqtiquitas. 2018. N.o 30-
7 https://pacomartinrosales.blogspot.com/2023/04/el-alcaide-don-pedro-de-pineda.html
245
romano, castillo romano, sin embargo, la arqueología identifca esta ciudad
con Montemayor. Pues, Ula es una justifcación del concepto de lealtad real
relacionando a los alcalaínos, seguidores de César contra los pompeyanos en
la Guerra Civil. El alcaide Pedro de Pineda fue su defensor de ese nombre.
Humanista de esta época, por su testamento conocemos su biblioteca en su
casa de la Mota. Hay libros poéticos de Horacio, y otro de Erato; flosófcos,
con el Espejo de Consolación. Aristóteles, Juicio Moderado en latín, Espsi-
tulas de Julio, Sobre la ética de Aristóteles. Epístolas de Soto, y Compendio
de Filosofía Natural. Y en otro lote, los tres libros de Cicerón en tablas ne-
gras, Esferama, Décadas y otras obras de Livio, Salustio, Plutarco, Tito
Livio, Lucano, Terencio, Quinto Curcio, Copia verborum, Libro de Bello Ga-
lico, y Suetonio Tranquilo. De ahí que fuera un acérrimo defensor del pasado
romano de Alcalá la Real, en consonancia con el hombre hidalgo humanista
formado en la Antigüedad grecorromana por las universidades de Granada,
Alcalá de Henares y Salamanca, que frecuentaban los hijos de las élites alca-
laínas.
Es verdad que, en la Mota, restos de grandes sillares de argamasón sugie-
ren tiempos anteriores a la época de frontera. Algunos han propuesto para esta
fortaleza cierta cimentación romana por sus dimensiones y los remontan a
un pequeño castro de la República Romana. Sin embargo, en Medina Azahara,
hemos podido constatar la presencia de este tipo de sillería califal y nos queda
la duda de su identifcación temporal. Podemos afrmar que el origen ibero-
romano de la fortaleza se entronca con leyendas renacentistas, muy propias
de los humanistas, para justifcar el linaje de sus antepasados y su conexión
con la tradición grecolatina. Por eso, un erudito renacentista e, incluso, algún
que otro historiador actual proyectaron el origen de Alcalá la Real a esa época
romana justifcándola con la presencia de algunos elementos y objetos recien-
temente descubiertos y, lo que los arqueólogos actuales consideran aljibes
de estructura romana por sus revestimientos rojizos y por la media caña del
suelo interior. Los antepasados daban por hecho este origen y, para justifcar
sus privilegios y mercedes concedidos por los servicios hechos a la Corona,
remontaban su lealtad, incluso, hasta este periodo romano de la historia de
España. Si no, presenciemos esta escena del cabildo del catorce de noviembre
de 1597, cuando relataron la relación leal de Alcalá en tiempos de la guerra
civil entre Julio César y Pompeyo.
Hablaba en el ayuntamiento el conocido y erudito alcaide, don Antonio
de Gamboa y Eraso, alcaide y granadino afncado en Alcalá. Porfaba contra
las propuestas de algunos regidores, para que no se abandonara la Mota y
volvieran los ofcios y las tiendas a su recinto fortifcado. Lo argumentaba en
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que no hubiera otra plaza mejor en la ciudad, porque allí se encontraban la
Iglesia Mayor, el Palacio del Abad, las Casas de Justicia y de Cabildo Muni-
cipal y la Cárcel Pública. Para que no se ofreciera ningún género de dudas,
refería que la lucha de ciento cincuenta años en la frontera del reino de Gra-
nada, le había hecho valer una gran cantidad de mercedes y privilegios reales.
En la misma línea de argumentaciones, le siguieron miembros de las familias
de los Clavijo, Pineda, Aranda, hasta que llegó el turno del capitán Juan de
Aranda Góngora, que zanjó de un modo rotundo el debate. No dudaban ni
tenían compasión alguna con los que querían destruir la fortaleza de la Mota
. Sus antepasados se forjaron en este recinto al servicio de los Reyes. Es
más, su a lealtad no sólo se remontaba a los primeros años de la cristiandad.
Le venía desde muy antiguo, como de mano en mano, se inició en tiempos
de los iberos, y, porque nuestro comportamiento era muy valeroso, la amó y
favoreció particularmente el mismísimo Julio César. Con los datos de famosos
eruditos y escritores del siglo XVI, refrieron que se conocía esta ciudad por
el nombre de Ula. Se basaba en que en uno de los recientes “Comentarios de
Julio César”, aparecía en su tabla de lugares, provincias y ríos, justamente en
su último folio: Ula Alcalá la Real, en el Andalucía. Una ciudad que había
demostrado el valor y lealtad de sus vecinos y se había alineado con los par-
tidarios del dictador romano en contra de Pompeyo. Según las fuentes escri-
tas, César daba fe de esta experiencia, porque los alcalaínos, más bien, los de
Ula, acudían siempre en ayuda del pueblo romano, representado en la guerra
entre los dos personajes por Cesar. Incluso citaron a Quinto Casio Longinos
de una familia muy relacionada con el ejército y la política romana. Pues era
un soldado ejemplar, cesariano convencido y con Marco Antonio, formaba el
círculo o la camarilla de los defensores de la política de César. Este lo trajo
a Hispania Ulterior, en contra de Varrón, lugarteniente de Pompeyo. Hasta
tierras béticas, llegó en su persecución. Le hizo una gran labor entre el someti-
miento de algunas poblaciones, como Ula, atrayéndoselas al bando cesariano
mediante concesiones de derechos a indígenas. Aunque confundían los cargos
romanos con los castellanos, porque escribían que era un capitán de César,
Longino, en vez de un lugarteniente, un tribuno militar o un centurión, que
jugó un gran papel.
El episodio de Ula ocurrió al fnal de la Guerra Civil. César logró sobrevi-
vir a varios asedios y consiguió la victoria sobre Farnaces en Zela, en Africa
venció a los pompeyanos en Tapso y pasó, de nuevo a Hispania, donde se
habían refugiado los hijos de Pompeyo. Estos se habían apoderado de la Espa-
ña Ulterior y cuenta el comentario de Hispania “ que Cneo Pompeyo, el moço,
empezó a encomendarse a la fdelidad algunas ciudades para adquirir más
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fácilmente tropas con que hacer resistencia las tropas de César. Habiendo
pues juntado un mediano ejército, parte por ruegos y parte por fuerza, se dio
a destruir a la provincia. En este estado, unas ciudades le enviaban socorros
voluntariamente, otras, por el contrario, le cerraban las puertas. Este es el
caso de Ula, y de Longino. No hacían sino enviar continuos correos a Italia
para que César acudiese en su ayuda.
Longino, temeroso de que el ejército que gobernaba Córdoba, a cuyo fren-
te estaba un tal Marcelo, se vino a recoger a esta ciudad, confado en su valor.
Cual fue la sorpresa que encontró a Ula cercada y asediada por el propio hijo
de Pompeyo.
César entró a España y quería concluir la guerra de España. Fue avisado
del asunto por unos legados de Córdoba que habían desertado de Pompeyo en
Córdoba y se había anticipado a los espías de Pompeyo, que trataban de anun-
ciar a Pompeyo la venida de César. Este se enteró pronto de la difícil situación
en la que se encontraba Ula. Y dicen los Comentarios “ sabiendo César que
aquella ciudad había servido con mucha lealtad en todos los tiempos al Pue-
blo Romano, mandó cosa de las nueve de la noche partiesen seis cohortes con
igual número de gente a caballo, a los cuales dio por cabo un ofcial conocido
y muy inteligente. Almucio Junio Pacheco, que lo habían castellanizado mu-
chísimo por el de P. J.Junio Pacieco., que vino para hacer frente a las tropas
de Pompeyo que asediaban al destacamento alcalaíno, defendido valerosa-
mente por el capitán alcalaíno Longino, según las leyendas. Y llegó éste con
las tropas al campo de Pompeyo, en el momento en que se levantó una gran
tempestad. Con tan furioso viento que impedía el verse unos a otros, aún el
conocer uno al que iba a su lado. Pero esta incomodidad, sin embargo, les fue
muy provechosa. Cuando tomaron contacto con el ejército enemigo, Pacieco
ordenó que los caballeros llegaran de dos en dos, enderezándose a Alcalá,
bueno Ula, por medio del campo enemigo. Y, como algunos del cuerpo de
guardia de las puertas del campamento les preguntaran quiénes eran, uno de
los partidarios de César les respondió que callasen, que importaba acercarse
a la muralla para sorprender la ciudad. Así, los centinelas –unos impedidos
por la tempestad-, no podían observar estos movimientos con atención, otros,
sin embargo, se inquietaban con la respuesta. En llegando a la puerta última
del castro, fueron introducidos por los de Ula en el recinto del campamento
pompeyano. Entonces levantando el grito de infantería y caballería, y de-
jando parte de los suyos en los puestos adecuados, hicieron una salida a los
reales de los pompeyanos, que los cogieron de sobresalto y se creyeron todos
perdidos. Pero Cneo Pompeyo, el menor, mantenía el cerco de Ula, y esta-
ba con su guarnición. Entonces César hizo una nueva operación de engaño
248
táctico. Se dirigió a Córdoba. Destacó sobre la marcha con la caballería una
partida de gente esforzada de las legiones, las cuales, cuando estuvieron a la
vista de la ciudad, se pusieron a las ancas de los caballos. Estos no lo advir-
tieron los cordobeses que fueron derrotados en el enfrentamiento y volvieron
muy pocos a Córdoba. Conmovido el hijo de Pompeyo, Sexto, de esta desgra-
cia escribió a su hermano que para que viniese pronto, temiendo que César
tomara Córdoba. Este, a punto de tomar Ula, levantó el cerco e hizo regresar
las tropas Córdoba, Dejando libre la ciudad de Ula, tan valerosamente de-
fendida por sus moradores.
Posteriormente, Quinto Casio Longino, fue elevado por César a la cate-
goría de gobernador de la España Ulterior. Sin embargo, fue demasiado codi-
cioso, acaparó riqueza y odiado por los hispanorromanos hasta tal punto que
intentaron asesinarle en Itálica. Sustituido por Trebonio, se marchó de His-
pania, y murió en un naufragio en la desembocadura del Ebro. Pompeyo fue
derrotado en Munda. Y los alcalaínos, con su lealtad, lograron que aquella ciu-
dad íbera se convirtiera en municipio, municipium polconense, dijo Gamboa.
Hasta principios del siglo XX, este hito se refería entre los regidores que
corría de boca en boca, curiosamente, emplean el término de mano en mano,
denotando la lealtad de la que los alcalaínos siempre mantuvieron con los
reyes y de la que hace orgullo su escudo”La muy Noble y Leal Ciudad de
Alcalá la Real”. Pero, como leyenda se ha quedado, porque como afrman los
profesores Mauricio Pastor y el padre Sotomayor ; desde el punto de vista
arqueológica no creemos que haya sufcientes argumentos que permitan la
identifcación de esta” Por lo tanto, la de Ula, fue una leyenda renacentista
más de Alcalá. Por cierto, el estudioso investigador padre Sotomayor cree que
Ula Faventia, citada por Plinio, se corresponde con Montemayor, según sus
últimos estudios sobre la localización de esta ciudad.
Las inscripciones paleocristianas y góticas.
La ciudad de Flora. La primera Alcalá cristiana
Evora Cerealis
El nombre de Évora Cerealis se relacionó con Alcalá la Real en el primer
libro de las Antigüedades de España8 que recogió tras su paso por esta ciudad Lorenzo de Padilla citando el fumen Salsum, o sea el Salado, y losmármoles de Evora Cerealis en el Castillo de Locubín (Encina Hermosa) 8. El Libro primero de las antigüedades de España que escrivio don Lorenço de Padilla, Arçediano de Ronda, Cronista de su Majestad Cesarea; publícale don Josef Pellicer de Ossau, i
Tovar, Caballero del Orden de Santiago...
249
junto con unas inscripciones romanas. Coincidimos con Gonzalbez Gravioto
en la presencia de grandes unidades administrativas de ciudades romanas que
agrupaban grandes extensiones de terreno, donde se ubicaban grandes urbes,
pequeñas ciudades, aldeas y cortijadas. En este caso, el recorrido que empren-
dió este humanista respondía al deseo localizar ciertas ciudades romanas en
el siglo XVI, en concreto la referencias muestra el tramo entre Alcalá la Real-
Priego de Córdoba, donde llevo a cabo varias propuestas de identifcación,
recopilando algunas antigüedades. En las que se percató de la existencia de
algunos epígrafes latino. Y concuerdan estas conclusiones con este profesor:
“el autor tenía escaso método y difcultad en la lectura de las inscripciones.
Lo vemos, por ejemplo” cuando cita la posible ubicación de la ciudad antigua
de Encina Hermosa con Castillo de Locubín,, donde yo hallé ciertos mármoles
escritos y se me perdieron”9
. La denominación alcalaína de Ebura Cerealis se
mantuvo hasta muy avanzado el mundo romano. El padre franciscano Ramón
Bulde en su “Historia de la iglesia de España” cita textualmente que “en el
concilio hiberitano o de Elvira en el año 301, asistió Quiniciano, Obispo de
Ébura Cerealis, hoy Alcalá la Real; y en el celebrado en Mérida en el año
566, asistió Pedro, Obispo de Ebura Cerealis, silla sufragánea de Mérida, en-
clavada en la demarcación de Lusitania”.(Aunque estas citas la ratifcan otros
escritores como Juan de la Rada y Delgado en su Crónica de e la Provincia de
Granada, o Miguel de la Fuente Alcántara, no podemos mucha credibilidad a
la identifcación entre Ebura Cerealis y la ciudad de Alcalá la Real). De sobra
está reconocida la relación de Évora Cerealis con la lusitana del mismo nom-
bre, aunque se le apoye con la presencia de moneda relacionadas con la diosa
Ceres, e, incluso, con el nombre de Évora, recogidas por Guardia Castellano,
Tucci Vetus
Con la misma leyenda de Flora se relaciona Tucci Vetus A esta ciudad se le
atribuyen tres lugares Torredonjimeno, Alcalá la Real y Aguilar. La atribución
alcalaína la basa el cronista Guardia Castellanos citando una disertación de
Francisco de Rus “ Y al que llama el antiguo Tuci lugar, que, según Plinio,
estava entre Martos y Jaén, como lo dize Argote de Molina, o es Alcala la
Real, que lo tengo por más cierto, por las razones que daré en su lugar»
‘ 10. Y basa sus razones en la siguiente cita “ De los dos lugares llamados
Tucci, en la Bética o Andaluzia, hace memoria Plinio. Al uno llama Augus-
9 GONZALVES GRAVIOTO, Enrique. "Sobre la ubicación de ciudades romanas en la Bética
Oriental. Algunos problemas de las fuentes literarias". Artiquitas 2000.
10 RUS, Francisco. Historia eclesiástica del Reino y obispado de iaen : primera parte que con-
tiene sus principios, y progresos en la religión cristiana. (1634) - Rus Puerta, Francisco
250
ta Gemella, que fue Colonia de los Romanos, y oy se llama Martos, cuéntalo entre los lugares
que estaban en la jurisdicción del Convento o Chancillería de Écija. Al otro llama Tucci vetus,
que tenía su asiento en el Mediterráneo de la Bética, entre el río Guadalquivir y el mar Océano.
Este lugar , tengo para mí , queel que llama Dextro Tosiria, ysan Eulogio Osaria. Este , dize
nuestro Arcipreste luliano, quees la que ahora llamamos Alcala Real: Tucci vetus distans accita-
na civitate xxviii M* nunc Alcalá la Real Y verdaderamente que no va fuera de camino: Lo uno; por-
qué Alcala la Real viene a estar en lo Mediterráneo de la Betíca, donde Plinio pone a Tuc ci el viejo. L o otro: porque está cerca de Martos, que era la Ciudad, o Colonia Tucitana, en cuyo
territorio y jurisdicción pudo estar en tiempo de san Eulogio cuando se lla-
mava Ofaria. Además, que su sítio y fortaleza nos aseguró que sería lugar
principal. Y así le quadra bien el epíteto que le da el Santo: Preclarus urbis
tuccitanae visculus. Y el estar retirada, y trasmano de Córdova, seria motivo
para que la Santa Virgen Flora se recogiese en ella en ocasión que huía la
persecución. Bien sé que tiene algunas difcultades esto que dize Juliano: Si
bien no les falta fallida, Pero ora fea lo que escribe el Arcipreste, ora lo que
dize Molina, el lugar llamado Tofaria, o Ofaria { que antes se llamava Tuci)
conforme a lo dicho, tuvo su sitio dentro de los limites deste Reino de Jaén.
Sin embargo, la atribución de Tucci Vetus para Torredonjimeno cuenta
con una larga tradición que remonta al siglo XVI en una conocidísima obra de
G. Argote de Molina11: Se basa en esta cita de Plinio : “Celeberrima [oppi-
da] inter hunc [Baetem fuuium] et oceani oram in mediterraneo Segida quae
Augurina cognominatur, Vlia quae Fidentia, Vrgao quae Alba, Ebora quae Ce-
realis, Iliberri quod ..., Ilipula quae Laus, Artigi quod Iulienses, Vesci quod
Fauentia, Singili, Ategua, Arialdunum, Agla Minor, Baebro, Castra Vinaria,
11 El topónimo antiguo del actual Torredonjimeno F. Villar Liébana .
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Cisimbrium, Hippo Nova, Ilurco, Osca, Oscua, Sucaelo, Vnditanum, Tucci
Vetus, omnia Bastetaniae uergentis ad mare”.
Villar Liébana la razona; “Tucci, lugar entre Jaén y Martos, que después
fue mayor población. En tiempo de los Godos, fue llamado Ossaria, onde
residió santa Flora, que padeció martirio en Córdoba en el año 851-. Aunque
Argote no identifca esa Tucci-Ossaria con ninguna de las ciudades o villas
existentes en su tiempo, da sin embargo un par de pistas que sin duda han
contribuido a que diversos autores, avanzando un paso más, la identifcaran
con Torredonjimeno . La identifcación de esta segunda Tucci con la Tucci Ve-
tus de Plinio y a su vez con Torredonjimeno, que algunas fuentes autorizadas
admiten actualmente como posibilidad ha sido defendida recientemente por
J.M. Serrano Delgado Pues este autor identifca el nombre de Gemella, dicho
de Tucci Augusta, e indica la existencia de un segunda Tucci en sus proximi-
dades: “lo que nos hace suponer la existencia de una Tucci noua próxima”.
Por razones geográfcas se reafrma que el solar de Tucci Vetus, se encontraba
en Torredonjimeno, y lo basas en “ a poco más de 4 km de nuestra colonia
en cuestión, y que tuvo una existencia foreciente en época romana, (como lo
demuestran los vestigios arqueológicos y epigráfcos que allí han salido), y que, sin embargo, aún no
ha sido identifcada con topónimo alguno de los que proporcionan las fuentes”12... Tucci Vetus es efecti-
vamente mencionada por Plinio (3.10). Pero en el contexto de las ciudades mencionadas en ese pa-
saje nada obliga a pensar que estuviera cerca de Martos. Aunque tampoco puede descartarse otras
posiblidadesw. Pues algunos interpretan y traducen esa posibilidad.
He aquí el texto de Plinio: “Las
[poblaciones] más famosas que se encuentra tierra adentro entre éste [el río Betis] y las orillas del océa-
no [son] Segida Augurina [Palma del Río, Córdoba], Vlia Fidentia
12 Serrano Delgado, Joaquín. Colonia Tucci Gemella Vetus.: 203-222. 344 HABIS 44 (2013)
337-357
252
[Montemayor, Córdoba], Vrgao Alba [Arjona, Jaén], Ebora Cerealis [¿?],
Iliberri [Granada], Ilipula Laus [¿?], Artigi Iulienses [Alhama de Granada],
Vesci Fauentia [¿?], Singili [Antequera, Málaga], Ategua [Cortijo de Teba,
Córdoba], Arialdunum [¿?], Agla Minor [¿?], Baebro [valle de los Pedroches,
Córdoba], Castra Vinaria [¿?], Cisimbrium [Zambra, Rute, Córdoba], Hip-
po Noua [, Iponuba, Cerro del Menginar inguillar, Baena, Córdoba], Ilurco
[Cerro de Los Infantes, Pinos Puente, Granada], Osca [¿?], Oscua [Huerta de
Solana, Antequera, Málaga], Sucaelo [Alcalá), Vnditanum [Alcaudete], Tucci
Vetus [¿?], todas ellas pertenecientes a la Bastetania con vertiente hacia el
mar”. Y concluimos con Serrano y Villar:
“De entre esas ciudades, todas aquellas cuya ubicación está identifcada
con seguridad (y no es meramente conjetural) se inscriben en un territorio
bastante pequeño que comprende partes de las tres actuales provincias de
Jaén, Granada y Córdoba. El topónimo antiguo del actual Torredonjime-
no. En él se encuentra sin duda Torredonjimeno, por lo que su identifca-
ción con Tucci Vetus es geográfcamente posible. Pero también comprende
diversas otras ciudades, por ejemplo Aguilar de la Frontera (Córdoba),
cuya identifcación con Tucci Vetus han defendido alguno con argumentos
ni mejores ni peores de los que favorecerían la opción Torredonjimeno.
Y en los mismos términos podía encuadrarse la atribución alcaláina, por
las razones geográfcas y documentales. Pero ni la epigrafía ni la numismática
ni otras fuentes o disiciplinas complementarias apoyan esta tesis de Tucci .
Solo hay la leyenda la ciudad de Flora atribuida a Charilla de Alcalá la Real.
Y si partimos de una base científca, como muestra arqueológica, el padre
Sotomayor aludió que el primer testimonio cristiano del entorno de Alcalá
la Real es un fragmento de un sarcófago encontrado en el cortijo de Cabeza
Baja de Encina Hermosa de Castillo de Locubín; por otra parte, son hechos
notarios y constatables actualmente: la necrópolis visigoda de la Iglesia
Mayor Abacial como claro testimonio de la presencia de este `pueblo ya
cristianizado; y el testimonio escrito del primer cristiano encontrado en la
comarca en la lápida de Potencio, hallada recientemente en el Cortijo Nuevo
de la Rábita y transcrita y traducida por el propio padre Sotomayor. Ambos
nos ponen de manifesto el carácter tardío de la entrada del cristianismo en
esta zona de la comarca del arciprestazgo de Alcalá la Real. Y en palabras del
padre Sotomayor:
“Los testimonios inequívocos de Cristianismo en nuestra zona no son an-
teriores al siglo VI d. C., siglo perteneciente ya a la época que conocemos
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como visigótica, aunque en realidad no sea más que tardorromana, bajo
dominio más o menos efectivo de los visigodos”.
Por eso, es interesante detenerse en esta lápida de POTENCIO, pues apare-
ce una de las primeras representaciones de la cruz de la diócesis de Jaén inserta
en el siguiente texto[2]: +POTENTIUS FAMVLUS XPI VIXSIT ANNO LIII RE-
CESSIT IN PACE (Potencio, siervo de Cristo, vivió 53 años). Por los aspectos
lingüísticos, formularios y forma de las letras, nos hace constar que estos
testimonios arqueológicos son precisamente de carácter cristiano y datan la
presencia del cristianismo en los siglos VI y VII d. C. :
Por otra parte, acerca de la presencia de una comunidad eclesial dentro de
la comarca alcalaína, disponemos además de un testimonio perdido recogido
en el manuscrito del Anónimo de la Biblioteca Nacional, que Hubner lo copió
y Fita transcribe y completa sus lugares y renglones perdidos:
SANTORUM APOSTOLORUM PETRI ET PAVLI /SU DIE TERTIO KALEN-
DAS IULIAS ET/SANTI IOANNIS SEXTO KALENDAS/IANVARIAS/CONSE-
CRATIO ECLESIARVM ERA DCI/DECIMO QUINTO KALENDAS FEBRUA-
RIAS. En la era de 601, año 563, día 18 de enero, fueron consagradas estas
iglesias de los santos apóstoles, Pedro y Pablo, su festa, 19 de junio, y de San
Juan Evangelista, su festa, 27 de diciembre.
Sotomayor le dio mucha importancia a este documento hasta tal punto que
recoge el hallazgo cercano de la ciudad, pero en el campo, y, con sus palabras
”la presencia de esta inscripción-calendario denota, al menos, la existen-
cia de una iglesia y de una comunidad cristiana en las proximidades de
Alcalá la Real, signo de una vida socio religiosa que no se ha extinguido
en fechas tan tardías, aunque sepamos tan poco sobre ella”.
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