La sociedad se estructuraba,
desde principios de siglo XIX, en unos medianos propietarios, comerciantes e
industriales, los llamados mayores contribuyentes (tan sólo dos hacendados
alcanzaban la cifra de mil fanegas de tierra), los pegujareros y maestros
de oficios, y un gran grupo de
jornaleros o peones, que solo vivían de sus brazos como había sido frecuente a
lo largo de los siglos anteriores, amén de otro gran grupo de pobres de
solemnidad que no tenían ni sus brazos, donde habían que incluir las viudas. Este último grupo que
no se benefició de las distintas medidas de roturación de los campos, salvo
aislados casos, sufrió todo tipo de miserias. Sin embargo, el grupo de pujareros
constituyó una gran base social en la comarca alcalaína al poseer pequeños
peculios con los que pudieron subsistir y emplear a los braceros. De ahí los
registros de Jaén cuantifiquen en 1886 los propietarios de la zona de Alcalá la Real es 15.540 y tan
sólo fueran propietarios reales 8.237
frente a los 7.303 que habían dejado de serlo y tan sólo don Gregorio Abril
aparezca con una posesión de más de doscientas cincuenta hectáreas.
Un indicador de lujo de finales de siglo fue la posesión de coches tirados por una o
dos caballerizas: tan sólo lo poseían veinte personas (dos miembros de la
familia Abril, otros dos de los Núñez,
Santaolaya, González de Lara y Retamero) para uso de visitar sus posesiones
agrícolas.
Alcalá la Real era una ciudad tranquila y pacífica. Sin
embargo, en los momentos de sequía y de intensas lluvias, generalmente los
meses de enero, septiembre u octubre, se complicaba los mecanismos de aquel
inmovilismo social Pues, las familias de los más desfavorecidos vivían a
expensas de la caridad privada y pública o del
reparto de trigo del Ayuntamiento. Sus medidas de presión radicaban en
que constituían una gran comisión de ciudadanos
que acudían al ayuntamiento para entrevistarse con el alcalde para que
les paliara el hambre por la falta de trabajo. A continuación, se tomaban
medidas librando del presupuesto partidas en dos direcciones. Unas veces,
acometían obras públicas en las distintas aldeas, sobre todo, de caminos y
calles. Otras veces, no había más solución que el reparto del pan, que sacaba
el ayuntamiento de los bienes de propios y empanaban los panaderos. Los propios
regidores lo repartían en el convento de Consolación, atendiendo al censo de
los jornaleros y pobres, aunque a veces incluso algunos miembros de los
pegujareros se vieron beneficiados de estas medidas.
Cuando la situación se
prolongaba y las partidas municipales no daban abasto, se acudía al Intendente
de la Provincia ,
o al Gobernador Civil para que librara fondos el gobierno de la Nación. En casos
extremos, se convocaba a los mayores contribuyentes y grandes propietarios para
que alojaran obreros en sus fincas o repartieran trigo de sus casas. La Iglesia también acudía en
las situaciones extremas con medidas caritativas, repartiendo trigo de sus
clérigos o del recogido por el diezmo.
Son pocos los casos, en los que
la situación llega a ser alarmante, porque cambiaban las circunstancias
atmosféricas o la situación se paliaba con estas medidas mencionadas. Pero hay
casos, en los que se nos describen situaciones de auténtica hambre, donde
morían famélicamente, los hijos de los jornaleros. Ante situaciones extremas,
como en 1897, llegaron a reunirse
incluso ciento cincuenta personas y llevaron a cabo reivindicaciones mucho más
fuertes que en situaciones anteriores,
ya que las medidas de socorro de quince días no habían paliado la situación.
Esto nos indica que la población estaba más sensibilizada que en situaciones
anteriores. Es curioso que estas mal llamadas “medidas de sabotaje de la clase
jornalera” fueran denunciadas ante el Gobierno Civil y se solicitara la ayuda
de la fuerza de la
Guardia Civil , que solía reprimir los conflictos.
En esta situación, se produjeron
algunos conatos muy fuertes de enfrentamientos públicos con los agentes
ejecutivos de Hacienda, que cobraban el impuesto de consumos. El punto más
álgido tuvo lugar en el año 1888, cuando un gran grupo, que calificaba el
telegrama del alcalde al gobernador civil “desavenidos”, intentó llevar a cabo
una gran manifestación con motivo del día quince de agosto, que se celebraba el
día de la Patrona
y la conquista de la ciudad. Para ello el ayuntamiento solicitó que se le
protegiera y se le enviasen recursos de
fuerzas de orden público para que no se
alterara la tensa situación. Parece ser que las distintas medidas coactivas
impidieron la nutrida manifestación. Sin embargo, años más tarde, en Santa Ana,
hubo que detener a una persona que atacó al ejecutivo con pistola en mano, y
más violento aún fue el altercado que se ocasionó en Alcalá el dieciséis de
junio de 1892, donde murió Francisco Arjona en medio de un grupo de más de
cincuenta personas que se enfrentó a los
miembros de la oficina. Y este no había sido el único incidente sino que
continuamente la guardia civil debió proteger a los ejecutivos en el cobro de
casas, dándose enfrentamientos en las Cruces y en la Calle Trinidad en
el mes de agosto. No era de extrañar esta situación de posesión de armas y
violencia, porque son muchos los casos a finales de siglo en los que se
producen requisas de pistolas y cañones recortados e intentos de asesinatos y
disparos de noche. La verdad que la situación debió ser muy tensa este año de
1892, porque en el mes de febrero se envió a los alcaldes de las aldeas una
carta de recomendaciones para el reparto socorros domiciliarios a sus
jornaleros. Debieron eran estar las arcas exhaustas y no se podía afrontar el
pago del cupo provincial, porque el
alcalde de Alcalá fue multado por el Gobernador Civil ante el retraso de los
ingresos de los impuestos. La justificación de su retraso era la situación de
la crisis obrera a la que tenía que
hacer frente con todos los ingresos posibles.
Además, era frecuente que el
orden público se alterara en fiestas y
en las grandes concentraciones de las aldeas. El uno de mayo era una fiesta que
era muy celebrada por los aldeanos de las Grajeras, a la que acudían los
servicios de la Guardia
Civil desde el año 1891.
El año 1898 debió ser bastante
conflictivo, porque la
Corporación manifestó por medio de una carta dirigida a la Dirección General
el agradecimiento por el comandante del Puesto de la Guardia Civil , don
Antonio Martínez Poyatos:
“en los acontecimientos
ocurridos en el día nueve del actual, pues debido a su valor y prudencia al
mismo tiempo se evitó por ello que tomaran mayores proporciones y ocurriera un
día de luto a este pueblo, habiendo vigilado desde entonces, día y noche, y con el mayor celo para evitar su
repetición”.
El republicanismo de los años
setenta se había refugiado en pequeñas
capas de la ciudad, que manifestaban un espíritu anticlerical, teniendo como
muestra de esta actitud algunos casos de
renuncia a la fe católica y el producirse
algunos altercados que por los años ochenta tuvieron en algunas
procesiones de rogativa y Semana Santa.. Este clima se repetía incluso, en la
intimidad de los tempos, como en 1890,
cuando un grupo de jóvenes boicoteó un acto de la Misión Cristiana ,
programada por el ayuntamiento entre la juventud, y a la que solían acudir
misioneros de Granada.
A veces, se provocaron algunas
explosiones en distintos lugares y calles de Alcalá, y una muy importante, la
iglesia de la Veracruz
en el dos de febrero del año 1886, que
fueron investigadas por la autoridad. Y eso que un bando del alcalde Rafael
Abril y León decía en su artículo primero.”Queda prohibido en absoluto el uso de armas sin licencia así
como disparos, cohetes, petardos o cualquier otro proyectil que produzca alarma
o peligro para el público a excepción de los fuegos artificiales en las
festividades estando previamente autorizadas.
Sin embargo, no hay noticias de
que las nuevas ideologías ni los
partidos y sindicatos de tendencia socialista y anarquista estuvieran asentados orgánicamente en la
comarca coincidiendo con el inicio, fundación e implantación nacional, allá por los años ochenta del siglo XIX. La corriente
obrera, unida con la de los oficios, estaría representada, más bien, por la
influencia del republicanismo. Ello viene señalado porque tenemos la presencia
de varios partidos republicanos que se reunían en la calle Antón Alcalá siempre
con la salvaguardar y el permiso de los partidos del momento, que los
controlaban con la presencia de guardas municipales y debían avisar el día de
las reuniones. Así, unos días antes de las elecciones del año 1899, se
reunieron los partidos republicanos en dicha calle, el día cuatro de mayo, según se desprende de la solicitud a
la alcaldía. No obstante, en los últimos años del siglo XIX, la cercanía con los pueblos cordobeses y
granadinos da lugar a la influencia y
expansión del socialismo en nuestras aldeas. En concreto, en el acta del 18 de julio de 1897, el alcalde Retamero
presentó una moción en la que manifiesta la necesidad de cinco parejas de
Guardia Civiles en el campo, porque el Consejo de ministros se las ha concedido
a ciudades del mismo tipo y previniendo la introducción del socialismo en los
campos alcalaínos.
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