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domingo, 15 de junio de 2025

SIEMPRE HUBO INDULTOS

 

SIEMPRE HUBO INDULTOS. 

Una  historia de perjuros

    Con motivo de  la reforma agrícola de  Carlos III, se repartieron muchas tierras de propios y realengo, para que pasaran a los colonos alcaláinos. El rey estaba esperanzado de que la nación prosperaría con los nuevos propietarios y campesinos; por otro lado, los nuevos labradores se afanaba en romper montes  por doquier quitando encinas y el monte bajo. Pero no  se quedaba  esta política en las buenas intenciones que promocionaba el espíritu real, sino que muchos aprovecharon cabezadas de fincas y sitios comunales para añadir a las nuevas tierras. Era un desastre total; no podían los ministros de la justicia parar aquel atropello ecológico a la naturaleza. 




    Por las sierras castilleras, se repartieron varias tierras a colonos de la villa y estos, como muchos otros,  se excedieron en sus propiedades dando lugar a que interviniera la justicia. Participaron de estos abusos muchas personas, pero cogieron con la mano en la masa a dos personas. El corregidor llamó por testigos al escribano Antonio Gutiérrez, escribano, y Ana Iñigo mujer de Emeterio de Paradyso. Pero el asunto se complicó, porque llevó ante el juez a Cristóbal de Abril, Pedro Aguayo Juan Carrillo, Cristóbal Marcelino Pérez, Francisco Javita Hidalgo, Manuel Pérez  el mayor y el menor fueron sobornados por aquellas personas  imputadas a las que les prometieron las primeras pagas de las rentas de sus fincas  y, al ponerse el escribano a redactar el auto,  desistieron de las dos  anteriores acusaciones y por haber recibido sobornos. No tuvo el juez más remedio que llevar a los sobornados a la cárcel. Pero mira que por donde que, mientras permanecían entre rejas,  un pregonero les  anunciaba que se celebraba una misa de rogativa  por el parto de la  Reina e iban a dar un indulto general. Todo quedó en agua de borrajas. 

 


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