LA CRUZ DE
LOS MOROS
La selva del madroñal
Antes de que, en el reinado de los Reyes Católicos, estos permitieran bajarse al llano a los vecinos de
Alcalá la Real, se llamaba esta parte del pueblo la Selva de Madroñal, por
estar cubierta de robles y de madroños. Más tarde, se confundió llamó Cerro de los
Palacios este sitio , donde se levantaban las Torres Bermejas y la zona de la Viñuela ( nombre que se mantuvo durante muchos años). No es de
extrañar el Corral del Concejo, la
Corredera y el Tiro de Barra aluderan a un tiempo en el que se mantenían
las prácticas caballerescas de un pasado de frontera. Luego,
en el siglo XVI, se levantó un Vía Crucis-cruz estacional y oratorio-, y este
barrio o arrabal se denominó del Calvario o Cruces.
A finales del
siglo XVIII, se abandonaron muchos barrios cercanos a la Mota, trasladaron
muchos edificios públicos a la nueva ciudad en torno a la calle Real y Rosario. Los conventos y las nuevas
iglesias formaban nuevos barrios: la
Veracruz y Consolación y Llanillo. El
perímetro de la ciudad se fue cerrando por los aledaños del cerro de los Llanos, delimitándose con el
Corral del Concejo, el pilar de Mari
Ramos ( hoy desparecido, cercano al Pilar de las Tórtolas) y la cruz de los
Moros, los cuales comienzan a ser nuevos testigos de la nueva ciudad,
abriéndose la calle Fuente Nueva Nueva. Cuando en 1680 los regidores se dan cuenta de la
necesidad de trasladar la cárcel pública de la Mota a la Tejuela, la situación
era más que lamentable en la fortaleza de la Mota: “ no abía quedado en ella más de tres cassas y que las abitan dos
caballeros biudos y un lego capellán y la cárcel y estaba amenazando todo la
ruina”.
LA CRUZ DE LOS MOROS,
PUERTA PARA LA PESTE DE LACIUDAD
Con motivo de la peste
de 1682
(Esta puerta es llamada por
algunos la Cruz de los Valencias, pero si nos remontamos a tiempos anteriores
se denominaba Cruz de los Moros. e incluso, de los Mozos en años anteriores )
Una de las más importantes
epidemias que influyeron en la comarca, concretamente en la villa del Castillo
de Locubín, fue la peste que se extendió desde Cartagena desde el año 1676. En
la comarca, al principio, afectó en el gran desembolso económico que suponía
los preparativos, prevenciones y colaboraciones con otras ciudades, y, la villa
sufrió los efectos mortales en 1682, que
tuvo una gran trascendencia en la vida económica de la comarca.
Hubo necesidad
de solicitar nuevas roturaciones de tierras para afrontar todos los gastos que
se produjeron relacionados con la peste y otros muchos que se pueden concretar
en la reedificación de casas y murallas, las malas cosechas de años anteriores,
la baja de la moneda, y el pago de los
cuarenta guardas diarios que suponían cuatrocientos ducados para lo que se
vendieron 100 fanegas de trigo
La ciudad de
Alcalá
A finales de
este año, parece ser que los arrieros que comerciaban el pescado con Alcalá y
el trigo alcalaíno en Málaga trajeron nuevas noticias de su contagio en muchas
zonas, entre las que destacaban la capital y
La economía se
resentía porque tan sólo se permitía a los agricultores ir al campo a través
del Barranco de Millán( final de la calle Fuente Nueva) y
A pesar del cerco de la ciudad y del Castillo de Locubín, y, tras haber
adoptado medidas oportunas en los cortijos y caserías, habiendo avanzado su
contagio a los pueblos cercanos de Íllora
por la parte de Granada, a Lucena y Priego por Córdoba y por el norte a
Torredonjimeno y Alcaudete en la provincia de Jaén, también afectó a la
comarca, particularmente al Castillo de Locubín en el 1682. Para ello de nuevo
se cerraron las puertas, se puso una aduana a media legua de la ciudad y se
prohibió el comercio y la salida de sus habitantes, tan sólo se permitió la
entrada para los hombres del campo por las puertas de los Álamos y Tejuela
mediante registro de dos caballeros y en el portillo del Cambrón a través del
Postigo. Tampoco sirvieron las medidas de restricciones a mesoneros, bodegueros
y taberneros impidiendo el alojamiento de personas sin licencia, ni el que las boticas dispusieran de las
medicinas necesarias, sobre todo la trinca de Toledo, el control sanitario de
las personas viajeras, los 60 guardas de día y de noche ni la comisión especial
para asuntos de urgencia, constituida por varios regidores y jurados y el
corregidor, ni los registros ni la prohibición de ventas y comercio de ropa,
lienzos, paños ni especería.
La población de
los doscientos cincuenta cortijos
también se vio afectada con medidas de alojamiento de mujeres y niños en
Alcalá y control exhaustivo de los hombres que tan sólo se les permitía ira a
trabajar o, a lo más residir en los cortijos durante el contagio, recibiendo el
alimento necesario en las puertas de la ciudad para impedir que metieran el trigo y la cebada entre las ropas. Se
impidió que la población lavara la ropa en el lavadero de
“no salgan del término por no estar cercadas dichas
casas y es contingente que reciban en dichas algún forastero que benga de parte
contagiosa y que participe con lo que
residen en dichas Casas de Frailes a los vecinos de esta dicha ciudad por tener
en ella libre entrada”
En el Castillo,
en el año 1680, había avisos de que los forasteros, que corrían por las
alamedas, pudieran estar afectados y de que el ganado caprino se veía afectado
por una peste de zangarriana.
Aunque se
aplicaron en el año 1680 dichas medidas
y la proliferación de grandes rogativas
dedicadas a la patrona santa Ana, Virgen de las Mercedes, san Roque y san
Sebastián, en el Castillo de Locubín, su alcalde Sebastián Pérez de Aranda anunció en veinte
de mayo de 1682 que la peste se había propagado en la villa en donde se habían encargado dos regidores
locales y los alcaldes ordinarios y también se había cercado.
El comisario de la peste don
José de Narváez estaba ausente en su cortijo y hubo que nombrar nuevos
comisarios. Pronto se tomaron las medidas sanitarias, médicas y hacendísticas,
cerrando por completo las puertas y cercas de Alcalá mediante una aduana y unos
36 hombres de guarda y solicitando una provisión real de más de tres mil
ducados para afrontar los gastos. Afectó a más de noventa y cuatro casas,
ciento cincuenta personas tuvieron que curarse de cuarentena, y murieron unas
ciento diez personas. El comercio quedó completamente paralizado y no se
permitió la salida al trabajado en la villa del Castillo. Como la villa estaba
desabastecida de Hospital y servicios médicos, se invirtieron cuatro mil ducados
en un hospital en las Almenillas, servicios médicos, farmacéuticos y cuatro
franceses para quemar los enseres de los afectados. Además durante los meses de
mayo hasta parte de agosto debieron vivir de las limosnas la mayor parte de la
población, y, sobre todo, la parte jornalera. El efecto de la peste fue enorme
simplemente la quema de todo tipo de enseres, la pérdida de cosechas, la
ausencia de comercio y el abandono de los campos supusieron unas pérdidas de
treinta tres mil reales para aquella villa, a lo que había que añadir los
cuatro mil ducados invertidos por la ciudad de Alcalá
La peste
también influyó en el año 1680 en el abandono de los barrios altos de la
ciudad, ante la imposibilidad de poner guardas en una gran extensión
amurallada, debido a la pobreza y las malas cosechas, obligaron a los pocos
vecinos del barrio de san Bartolomé
que todos son gente pobre y trabajadora se recojan y
abriguen en el cuerpo de esta dicha ciudad y la de toda la cerca que ay desde
También se produjo un fuerte movimiento
migratorio y una pobreza que no podía ni corresponder con los servicios
recaudatorios de
en el
Castillo por epidemia murieron y se ausentaron muchos vecinos, se consumieron y
quemaron muchos caudales y quedó tan aniquilada que pide se le perdone de todas
las contribuciones ... y los vecinos en
la suma pobreza en que se hallaban como al presente lo están hasta la ruina fue
motivo de que se fuesen a otros lugares, donde no tuviesen dicha gravosidad
La calle
Nueva, junto a
La higiene de
la ciudad dio también lugar a la de edificación de un nuevo pilar en la zona distante del
recinto amurallado en la zona del corral del Concejo cerca del nacimiento de
agua de los Llanos, junto al pilar de Mari Ramos, obra de Manuel del Álamo con
un presupuesto de 2400 reales, compuesto
de unos acueductos para conducir el agua, estanque, lavadero y caños y
orlado con las armas de la ciudad.
El final de la peste dejó
otras huellas importantes, pues la baja de la moneda de molino de cuatro
maravedís a uno y de ocho a dos, provocó situaciones de desabastecimiento de
trigo. En 1681, se había trasladado una gran cantidad de moneda de molino a
No
obstante se recompensó a la ciudad con una feria, que era tradicional entre los
comarcanos, donde se vendía, sobre todo,
ganado y había entrado en litigio con la de Noalejo que se celebraba por las
mismas fechas. La importancia económica de dicha feria consistió en convertirla
perpetua
, desde el día doce hasta el veinte de septiembre de cada año, pagándose
alcabalas y demás derechos reales de todo lo que no es franco y reservado más
de que por sí dicha Ciudad en virtud de
privilegios estuviese excepta.
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