sábado, 11 de enero de 2025

NUEVOS DATOS SOBRE LOS JUDÍOS DE ALCALÁ LA REAL

 

Basado en un artículo del profesor  don Luís Coronas y documentos de Antón de Santillan, Legajo 5013, més de diciembre 1652 .

ERA LA PRIMAVERA DE  1645 el inquisidor de Córdoba Hurtado recibió una misión concreta  y con destino a Alcalá la Real para realizar la visita ordinaria de distrito. Pero,  tras llegar a la ciudad de la Mota, conforme contactaba con personas familiares del Santo Oficio, le  fueron  transmitiendo  denuncias de unos  vecinos contra otros, sugeriéndoles realización de prácticas judáicas. Ni corto ni poerezoso, el  inquisidor levantoó autos e hizo  informes con destino al Tribunal de Córdoba: Algunos presuntos judíos, con la mosca tras la oreja., temían del inquisidor  y  comenzaron a sobornar con ciertos regalos y dádivas  al Comisario del Santo Oficio  de Alcalá la Real.  yY lo consiguieron , le iba  informando del curso de las pesquisas. 

Ante las  pruebas evicentes, el tribunal cordobés no decidió la prisión de todos los delatado: primero,  entró en prisión doña Isabel de Mercado, el 8 de abril de 1645; al mes siguiente, ingresó Enrique Gómez ; ante las detenciones anteriore,  huyó  otro de los denunciados, Domingo Luis de Almeida, pero su mujer fue detenida el 21 de mayo; nueve días después era encarcelada Leonor Núñez y el 1 de junio doña María Núñez.

 El 9 de junio, fracasó la huida del mercader Domingo Luís de Almeida ( pues todos ellos pertenecían a este ramo y se ubicaban en la plaza baja de la ciudad fortificada de la Mota) de modo que  entraba en una celda Domingo Luis. Por último, el 23 de junio ingresaba ban Rodrigo Fernández Franco y su mujer Isabel Núñez. Cos curiosa que de los ocho detenidos,  cinco eran mujeres.  Estaban muy incardinados y fa,miliarizados con la gente de la Mota, por sus relaciones diarias en el comercio del mundo del vestido. Como ere muy frecuente la presencia de portugueses  y sus relaciones con los comerciantes  granadinos de origen portugués, nadie solía acusarlo de judaizantes. Su vida, incluso,  refleja una biografía confusa  entre  sus declaraciones ante la sociedad  y sus parácticas íntimas o familiares. Si comenzamos por doña Isabel de Mercado, una mujer madura de de 45 años, se había casado con Diego López Núñez, y  había nacido en Ciudad Rodrigo, una villa , que rferendabva sus ddeclaraciones de descendencia de padress e cristianos viejos e hidalgos, por la parte de su madre, tan sólo ofrecía la duda de ser de la raza de christianos nuevos, lo que abundaba en esta ciudad abacial; su hija,  María Núñez, una doncella mirobrigense  de 27 años,  se había casado con Antonio Martín,  y a bombo y platillol se consideraba cristiana vieja e hidalga por parte de su madre. Enrique Gómez, no se adnaba por las rmas y de declaraba ufano de ser  portugués, en concreto del obispado de Lamego y era muy conocido por su actividad de mercader, ya que poseía una tienda de telas bien surtida en Alcalá la Real; era ya mayor, nada menos de 69 años y se dclaraba  descender de cristianos viejo.

    El fugitivo  Domingo Luis de Almeida, ejercía el comercio comarcal , sobre todo, con la familia de los Orduña, y se especializó en ser “comerciante de especiería”,; era un hombre maduro de 40 años; como los anteriores  portugués, y había ejercido también en sus primeros años de Alcalá el  mundo de la cantería y la albañiklera a su llegada a tierras de la Abadía, se hacía el sueco, declarándose  que no sabía  la calificacióbn religiosa ni social de sus padres y ascendientes”. Su mujer, Ana Núñez, de la misma edad  juraba y rejuraba  que toda su familia  eran cristianos viejos. La toledana Leonor Núñez,  mujerde 25 años, no puso reparos en declararse de generación  de portugueses y que estaba casada con el portugués Francisco de Campos. Rodrigo Fernández Franco, un luso de  45 años se casó con  Isabel Núñez, de 29 años; esta última manifestó que era “de nación portuguesa, de Toledo.y que se tenía a sí y a todos los suyos por cristianos viejo.

En el trascurso de  los procesos y autos, fueron  acusados por judaísmo en Alcalá la Real,   y revelaron que eran portugueses o descendientes de éstos, sin emabaro, al principios  no se decidieron en su totalidad por declararse  cristianos viejos; sólo Enrique Gómez y  María Núñez dijeron que eran cristianos viejos. Incluso  Isabel de Mercado reconocía que por parte de su madre podría ser descendiente de conversos, pero más tarde, olvidada esa declaración, manifiesta que su padre fue quien la inició en el judaismo confensando que por enseñanza de su padre había  guardado la ley de Moyses desde 1631.

 Domingo Luis desconocía la raza de sus ascendientes y los demás venían a ocultar su condición conversa manifestando ser portugueses.  El Tribunal no se andaba por las ramas y daba por hecho que este  gran número de portugueses descendían de conversos. Yse apoyaba en la ruttinaria pregunta sobre si sabían o presumían de la causa de la prisión, respobndiendo tajantemente qie  la desconocían, Comenzaron a esclarecerse las acusaciones de judíos, con las manifiestaciones de Isabel de Mercado que declaró que presumía de que  le  habían levantado algún testimonio, refiriendo algunas cosas y enemistades; por otro lado  Ana Núñez, en la tercera audiencia, se abrió de canal y  dijo que una mujer portuguesa le había enseñado unas ceremonias de encender un candil los viernes en la noche y cada semana ayunar un día de sol a sol y otras cosas de la observanzia de la Ley , y que había  hecho otras ceremonias creyendo salvarse en ellas.

     Después de las tres audiencias, aproximadamente un mes más tarde,  y era ya mayo, los médicos del Santo Oficio  inspeccionaron  a los varones para comprobar si estaban circuncidados. Curiosamente , en este  grupo de Alcalá la Real ninguno era circunciso; los médicos anotaban en las actas que se hizo la inspección por los médicos y declararon no hallar en el miembro viril señal ni cicatriz alguna.

 Comenzó el calvario judicial  en medio de encadenadas audiencias, tormentoss y  y castigos. En estos os procesos de los judíos alcalaínos, que duraron el que más 22 meses y el que menos 19, los letrados tuvieron contadas intervenciones ; lo normal fueron cinco actos en los que el defensor de un modo u otro actúa.El fiscal fue presentando la acusación a los judaizantes de Alcalá la Real y tras la negativa de todos ellos, a excepción de doña Isabel de Mercado que después de la tercera audiencia pidió otra y confesó en ella algunas prácticas judáicas, se les permitió designar abogado.  Son excepción los procesos de Rodrigo Fernández en que el abogado interviene ocho veces y de Ana Núñez en que el letrado actúa tan sólo en cuatro ocasiones. 

En la quinta audiencia se presentaba al acusado los testimonios que habían dado lugar a la prisión y proceso; los judaizantes de Alcalá menos Isabel de Mercado negaban  rotundamente todos los cargos respecto de judaismo y Enrique Gómez aceptaba uno relacionado con su presunta huida que él enmascaraba con que preparaba establecerse en Madrid o Sevilla. 

Tras la sexta audiencia empezaaba en realidad la defensa de los acusados ; el ritmo de actuación difería de uno a otro de los inculpados, pero las formalidades eran n las mismas en todos ellos; el abogado aconsejaba que confesasen y tan sólo Isabel de Mercado lo hizo ratificando lo que ya había declarado voluntariamente antes de la cuarta audiencia pero en esta ocasión amplió sus declaraciones en un momento de la audiencia en que se había salido su abogado de la sala; cuando éste regresó doña Isabel le comunicó a su defensor lo que había declarado en contra de otros judaizantes. 

Los presos alcalaínos fueron recibiendo papel para apuntamientos o sea para escribir en él todo lo que pudiera servir a su defensa; normalmente era una lista de aquellas personas que por enemigas podrían haber declarado en contra; estos apuntamientos eran las bases de la defensa, porque tachando testigos en los alegatos e interrogatorios podrían desarmar a los acusadores. No parece que dieran resultado los apuntamientos de los judaizantes de Alcalá la Real. A fines de mayo de 1646 terminaban las defensas en cada uno de los procesos a excepción de los de Domingo Luis de Almeida, Rodrigo Fernández y su esposa que continuaron en el mes de junio. 


 Los inquisidores se habían percatado que estos judaizantes estaban íntimamente ligados y que de Enrique Gómez se podía esperar las denuncias de sus compañeros de cautiverio y decidieron dar tormento a estos acusados; sólo se libraba de él Domingo Luis de Almaida sin  base alguna; la locura que simuló el 17 de octubre en una audiencia, en presencia de su letrado, manifestando que “era un gran señor y heredero” no le dió resultado, pero en esa fecha otros habían sido ya atormentados. 

La primera en sufrir tormento “ad adbitrium” fue  María Núñez el 2 de junio de 1646 y se mantuvo negativa; no se consideró aquel tormento completó porque el 11 de julio “se continuó” por haber estado enferma y persistió en su negativa. El segundo fue Enrique Gómez que alegó hernia para evitar el tormento lo que implicó un reconocimiento médico que diagnosticó la hernia si bien manifestaron los facultativos que no era obstáculo para que sufriese tormento siempre que “no tocasen en aquella parte”. Padeció el tormento el 24 de julio y confesó que había practicado el judaísmo desde los 13 años; dió nombres de otros judaizantes y al día siguiente se ratificó de todo ello, pero el fiscal, que consideraba a éste como el más destacado del grupo, presentó alegato pidiendo repetición de tormento.  

De momento no se aceptó la apelación del fiscal, tras consulta de fe se dictó sentencia: reconciliación, abjuración, sambenito y cárcel perpetua y confiscación de bienes. La sentencia fue comunicada al fiscal que de nuevo apela “por no estar suficientemente atormentado y diminuto”. Ante esto el caso se remite a la Suprema y mientras ésta resuelve los inquisidores deciden suspender otras cinco causas, y continuar sólo las de Ana Núñez e Isabel de Mercado. Ana Núñez sufrió tormento en agosto y en él confesó prácticas judaicas dando nombres de cómplices. Tres días después, el 20 de agosto, una vez ratificada y celebrada la consulta de fe de los inquisidores la condenaron a reconciliación, abjuración, sambenito y cárcel por un año y confiscación de bienes. A  Isabel de Mercado, también en agosto, se dió tormento; se llega “hasta ponerle la cincha” y se mantuvo en su confesión anterior pero dió más nombres de judaizantes. El 22 de agosto fue condenada a reconciliación, abjuración, sambenito y cárcel por un año con confiscación de bienes. Ana Núñez e Isabel de Mercado continuaban en las cárceles secretas en espera de auto de fe, pero la segunda se puso gravemente enferma y fue reconciliada en la cárcel, abjuró de sus creencias y confesó; días después se repuso de la enfermedad.

 La Suprema decidió que fuese de nuevo atormentado Enrique Gómez tanto “ad adbitrium” como “in caput alienum”, pero que el tormento fuese moderado; lo sufrió el 5 de octubre y en esta ocasión el fiscal quedó satisfecho, pues no sólo confesaba  sus ritos judáicos, sino que también daba  nombres de otros judaizantes. A partir de este momento y debido a los nombres que da Enrique Gómez reciben tormento Isabel Núñez (7 de noviembre), Rodrigo Fernández (1 de diciembre) y Ana Núñez (17 de diciembre), esta última por segunda vez.  

El Tribunal de la Inquisición de Córdoba tenía cierta espe cialización en la tortura; en 1646  fueron sometidos a tormento los judaizantes de Alcalá la Rea y l la Suprema pidió a los Inquisidores de Córdoba “información del uso de la garrucha y la silla y una descripción de la trampa y el trampazo que el Tribunal empleaba con una valoración de su severidad”; respondieron que se habían abandonado muchos sistemas y los que entonces se empleaban eran “la vuelta de trampa, la mancuerda y tender al acusado en el potro”. También empleaba el Tribunal de Córdoba la cincha que era la preparación para mayores torturas ; era un cinturón con el que el reo era balanceado con giros diversos.

Los inquisidores consideraron de nuevo abiertas las causas ya sentenciadas, pues en los testimonios de los torturados hay acusaciones para aquellas que habían visto sus causas conclusas y esperaban el autolae fe. Se procede con todos a nuevas publicaciones de testigos y a las correspondientes negativas de los reos. Desgraciadamente para los presos alcalaínos se habían ido acusando mutuamente en el tormento y los inquisidores resolvieron tras las consultas respectivas de fe dando las siguientes sentencias: reconciliación, abjuración y confiscación de bienes para todos, sambenito y cárcel perpetua para Enrique Gómez, Leonor Núñez, Rodrigo Fernández Franco, Isabel Núñez y Ana Núñez, mientras que doña Isabel de Mercado, doña María Núñez y Domingo Luis de Almeida se les impone sambenito y cárcel por dos años. Es de señalar que a Ana Núñez condenada en un principio a un año pasó en la segunda sentencia a cárcel perpetua y a doña Isabel de Mercado en su segunda sentencia se le dobló el tiempo de sambenito y cárcel.


El asunto trajo cola para los condenados y para los alcalaínos que habían mantenido relaciones comerciales o financieras con ellos. Pues reclamaron a lo largo de los años siguientes, ante el tribunal de la Inquisición de Córdoba, que le pagaran las deudas contraídas con ellos por los condenados. Sobre todo,  proliferan documentos de poderes a los procuradores para que los representen en la ciudad de la Mezquita y reclamen el dinero de las deudas. Sobre todo, en 1652 fueron reclamadas a Domingo Luís de Almeida por diversos sectores alcalaínos. Entre ellos, la familia de los Orduña (Francisco Muñoz de Orduña Campo, presbítero),  el presbirero Miguel Pérez Benavidez, Simón Pérez de Leyva, Joan Mora  Garrido, Andrés de Valenzuela Mendoza, Joan Fwernández Calavijo y Pedro Nuñez de extremea, don Gerónimo de Pedregosa y su esposa Catalina Jinenez Urraca , relacionados con la élite local , donde alcanzaron cargos en el cabildo y un fuerte poder económico gracias al comercio de la seda, paños, telas, y otros campos. 












En enero de 1659, todavía rezumaba el asunto de los judíos, e Isabel le reclamaba los dineros de los bienes secuestrados en maravedíes en el secreto de la confiscación. Y aludían en concreto a Domingo Almeida, arriero portugés, Francisco de Campos, el tendero y mercader Enrique Gómez, y, sobre todo doña Isabel de Mercado. Algo similar le aconteció a don Fernando de Hurtado y Aranda, qiue apeló a la Santa Inquisión de Madrid reclamando 450 reales en objetos de plata. 

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