Si
nos remontáramos a siglos pasados, los días del mes de octubre alcalaíno olían
al espeso olor de mosto en todos los rincones de la ciudad de la Mota. Desde
los lagares de la ciudad a los de los cortijos y casas de las viñas extendidas
por todo el territorio de aquella abadía, en la que la vid ocupaba el lugar del
olivo. Era una fuente de riqueza alcalaína que se exportaba a otros lares con
sus variantes de vinos( torrontés, albiño, albariño, tinto, de estrujón, y de
yema, o de todos los vidueños). Competía con otros vinos de tierras cordobesas
y se expandía su mercado en muchas ciudades andaluzas, sobre todo de Granada,
Málaga, y Jaén) gracias a los privilegios reales que les permitía abrir
pósitos, puestos, tiendas y
tabernas para almacenar y hacer transaccionales
comerciales.
Quedan testigos
que pueden dar testimonio de las últimas
generaciones de aquel emporio vitivinícola que se reflejaba en muchos aspectos
de la sociedad alcalaína, ya que recibió un golpe mortal con las medidas contra
su producción a partir de mediados del siglo XX. No sólo el vino definía los
meses del año, sino que era esencia de este pueblo. El tejido urbano de la
ciudad a las faldas de la Mota se
expandía con los hitos de las tabernas y bodegones populares en las
calles más importantes de la ciudad y en las aldeas del municipio alcalaíno,
creando un clima de relaciones sociales que marcaban a los vecinos. Eran el
centro social y de ocio que se ofrecía a los vecinos para completar las horas
de juego; el lugar de encuentro para ajustar cuentas o saldar los salarios de
las faenas agrícolas y de otros sectores; el puesto de venta o compra, en su
caso, de bebidas fundamentales para el alimento humano. Creaban trama urbana y red social que definía barrios
enteros y mantenían en pie muchas viviendas que poco han dejado desangelado el
casco antiguo tras su abandono. Crónicas y relatos completos podrían escribirse
de aquellas tabernas de Caniles, el Atranque,
o de Callejas, Moruno, o del bodegón de los Muertos o el Noni, así como
de otras aldeas que se mantuvieron hasta finales del siglo pasado. En ellas, se
vivieron momentos fundamentales de la historia de la España y hasta fueron la alternativa a los casinos y a
las sedes de partidos y sindicatos. Hasta en sus últimos años pudieron disfrutar de ser el rincón de
orgullo gastronómico y de encuentro para el peregrinaje de las distintas
tabernas en los encuentros sociales, que ofrecía al visitante una marca virgen el
vino del terreno. No es añorar estos tiempos sino rendir un homenaje a estos
lugares y a sus propietarios que no han podido ser sustituidos o, más bien, han
sido engullidos por la nueva sociedad
anónima de las redes sociales arrastrando, en su deriva, unas nuevas
relaciones que deberían haber sido sustituidas por otras que mantuvieran estos
rincones.
Pero,
todavía el mes de octubre recuerda a Baco. En muy pocas bodegas tradicionales, yo en los
rincones de viviendas rurales todavía se
almacena el vino de pequeños predios que se levantan en algunas hazas del campo
para consumo propio.
Las nuevas
variedades son fruto de este fértil suelo de la
Sierra Sur de Jaén, comarca que genera además de un extraordinario aceite de
oliva virgen extra, grandes caldos dentro del sector vitivinícola. La
morfología de la Sierra Sur está marcada por campiña y serranía. Estas zonas llanas y lomas suaves son protagonistas
del olivar, pero también de la tradición vinícola en la comarca se remonta a
tiempos muy antiguos, incluso anteriores a la época musulmana y prácticamente
desaparecida hasta el inicio de este proyecto en el año 2000. No podía ser
menos, ya que La gran diversidad de tipos de suelo, arcillosos, calcáreos y
de pizarra, junto con las diferencias de altitud en los cultivos, desde los 950
hasta los 1250 metros en los que se ubican nuestros viñedos, dan como resultado
uno de los mejores entornos para el cultivo de la vid. Nueve tipos de uva son
cultivados en estas tierras: Tempranillo, Syrah, Merlot, Cabernet
Suavignon y Chardonnay además de otras variedades autóctonas como Jaén Blanco y
Jaén Negro.
E, incluso, se ha dado un gran paso con algunas bodegas que lograron hacer presentes en el enoturismo, comercio y en los vinos de nuestra tierra. Las bodegas de Marcelino Serrano, desgraciadamente fallecido hace pocos meses, son un testimonio de una persona que creyó y expandió este producto de nuestra tierra, con sus vinos tintos de su mismo nombre, Mis Raíces Glosa o Privilegio de los Reyes Católicos, los blancos y rosados de Blanca María.. Los caldos de Campomeno constituyen este importante tronco de un producto que nos identifica y endulza los paladares de muchos vecinos y personas alejadas de nuestra tierra. E, incluso, todavía, se sienten audaces y emprendedores a renovar sus viñedos, mejorar sus caldos, e, incluso ampliar su mercado. Es el caso de Bodegas Campoameno que ha crecido con 40 nuevas ofertas de vinos. Entre sus vinos los diversos tipos de IGP Vino de la Tierra de la Sierra Sur de Jaén, y ha añadido su tienda con IGP Vinos de la Tierra de Castilla, D.O. La Rioja, D.O. Rueda, y D.O. Ribera del Duero. El abanico de los tradicionales vinos del Terreno, Frizz, espumosos Matahermosa, Campoameno, Marqués y Alto Campoamenos, se ha ampliado con los vinos riojanos Cinco Oros, los manchegos Pulpo, Mar y Luna, El Gallito, La Mona, The Man Eater y Cal y Canto, los Ribera del Duero y Rueda la Melendra, y , el varietal Sal de Fiesta.
n
No hay comentarios:
Publicar un comentario