lunes, 13 de octubre de 2025

JUGANDO A LOS BOLOS EN EL ARRABAL DE LA MOTA (SIGLO XVII)

 JUGANDO A LOS BOLOS EN EL ARRABAL DE LA MOTA

Este relato se recrea sobre una escritura de perdón entre  un tablero  portugués y  dos miembros de la familia  Cano el quince de diciembre de 1615 ante el escribano Juan Bautista López Mejorada ( AHPJ 4985, folio 562)

    
 El tablero Domingo Duarte se encontraba en una cama del hospital del Dulce Nombre de Jesús, molido de golpes por todas las partes del cuerpo y unas vendas que le cubrían toda la cabeza. Acababa de salir el médico licenciado Paredes de la habitación de enfermería. Y se acercaba a  la sala de enfermos el rector de aquella institución sanitariaria y hospedería de transeuntes, ubicada en el primer tramo de la calle Hernán Grande, lindera con las espaldas  de la cofradía, Corral de Comedias, cementerio e iglesia de la Veracruz. Había rezado a la Virgen de la Caridad, antes de comenzar la visita cotidiana de  los pacientes. Al entrar a la gran sala saludó a varios transeuntes y algunos enfermos de la localidad. Pero el interés venía motivado por el tablero portugués.  
- Buenos días, ¿ Cómo sencuentra de salud?. 
- Bien, señor rector.
- No se espante. Ni se altere. Me han pedido una visita el alcalde mayor  para tratar de arreglar el asunto de su litigio.
-Pero, debo tomarle los datos para anotarlos en el libro de registro.
-Dígame usted, a su disposición.
-¿De dónde proviene, pues no me suena su apellido por estas tierras?
- Si, yo Domingo Duarte, me encuentro en la ciudad no como vecino, sino como estante. Resido desde hace algunos años en la ciudad de Alcalá, pero no he llegado  a los diez años para alcanzar la vecindad. Mi tierra es Pesqueira , una villa del obispado de Viseu, por tierras de Portugal. Emigré a estas tierras y me dediqué al oficio de tablero
- ¿Acaso relacionado con la elaboración de las tablas o tablones?
- Así los llaman y  más especificamente, aquellos que eleaboran los tableros,  los que sirven para rasurar los terrenos.
-Estos tableros están más bien relacionados con los hornos de Pan.
-Ah, ya lo observo. Por eso, hoy le visita otro tablero y un hornero.
-Mis amigos que viene a rogarme que haga las paces sin salir malparado.
- Pero, ¿  aquí no se encuentra por los tableros ni por ser tablero?
- No, en modo alguno. En un buen lío me metí el domingo pasado de siete de diciembre. Salíamos de misa. Y me encontré con la familia de los Cano, El jabonero Francisco y su criado Andrés. Nos fuimos, tras la misa mayor, al  juego de la pelota.  
-¿ Cual  el que se encuentra junto a la pared de las Casas Abaciales en la Mota?
- No, porque estaba ocupado con unos niños practicando  en el frontón de la pared con la pala de lanzamiento.
-Entonces,¿ te fuiste al de la calle Caba?
- Allí,  me fuí y me los encontré con los Canos. Colocamos los bolos, señalamos la distancia  entre el tiro  y los bolos, y nos distribuimos las bolas de tirar. Colocamos nueve bolas de madera, de forma cónica. Y manos a la obra, porfiamos en derribar en cada tirada el mayor número de bolos. Entre los tres nos pusimos de acuerdo en la  apuesta  para el mejor de las tres partidas. 
Y comenzó la partida.
-Yse lió, así pasó. No había tirado más que dos bolos y el padre me dijo que tres, pues el padre me achuchó y,  mientras miraba al suelo, el hijo tiro otros bolos hasta llegar a cuatro. Creía que yo era tonto. Y en modo alguno lo acepté. Comenzamos insultarnos, 
-Por lo que veo no quedó en eso. Pues, parece un santocristo coronado de espinas. 
-Andrés tomó del suelo el bolo de la  pendencia y , como una piedra ígnea,  me lo lanzó a la cabeza dandome cerca de la sien. Caí de bruces y el padre Francisco cogió el palo  que separaba las distancias entre los bolos y los jugadores   y con él se hartó de apalearme en todas las partes de cuerpo. Vaya tunda. Me vapuleó de los pies a la cabeza. 
-Me han contando que se oían sus quejidos desde la torre del Homenaje a la iglesia de San Juan.
-Así debió ocurrir, pues se presentaba inmediatamente el aguacil y quiso poner orden. Me trasladó al hospital y a ellos se los llevó , tras subir por Entrepuertas, a la Cárcel Real. Los tiene retenidos en las salas de presidio. 
-Pero me han dicho que hablé con usted y le haga recapacitar en  lo complejo que resulta meterse en abogados, procuradores y la justicia mayor.
-No es mi intención, nunca me quise querellar.
-Como la mayoría de los conflictos, es mejor un buen acuerdo que un mal pleito.
-Entonces, ¿ no quiere que avise al alcalde mayor?
-No, mi señor.
-Pues me estaba esperando a que el recadero le avisara  al alcalde mayor su postura.
-No  no quiero líos. No me querello contra ellos.
-Entonces, llamo al escribano Juan Bautista Mejorada, que vive muy cercano, para que levante la escritura.
-Sí, lo que hacen la mayoría de los pobres y los que no tenemos ni para comer. 
    Salió el rector  de la sala, llamó al portero y lo envió a casa del escribano. Se encontraba aquel martes atareado con algunas vistas de ventas de paños para los lugareños de los  cortijos y para los comerciantes y tenderos de Granada. En cuanto acabó, llamó al escribiente y los tres se dirigieron por las calle de Entrepuertas, Mesones, Zubia,  y Veracruz  al hospital.  Subieron al segundo cuerpo  y llegaron  a la cama del portugués. No paraba de quejarse de las heridas. Pero, al verlos, se retuvo y se quedó callado. Pidió el escribano una mesa para colocar los folios del legajo, y comenzó a escribir.
-Domingo, acepta esta escritura de perdón.
-Sí, mi señor por el buen servicio de Dios y su Santa Majestad. Eran buenas personas.  No quiero nada en contra de ellos.
-Pero, así se quedan las cosas.
-Ni en modo alguno, pues lo hago con varias condiciones.
-Dígamelas.
-Apunte usted, para que que quede escrito. Primero, estoy perdiendo mucho dinero aquí postrado en la cama, sin trabajar y sin beneficio, me tengo que resarcir.
-¿Qué le parece dos reales por cada día de estar convalesciente en la cama, que holgare y no pudera trabajar ni ganarlos? 
-De acuerdo, esta es la primera, para otorgar el perdón. Y ahora, ¿quién me paga el médico y las medicinas, las vendas y todos los gastos de mis heridas? 
-Usted me dirá.
-Los Canos. Ellos deben asumir todos esos gastos de lo que han causado a mi salud. Segunda condición, las de la dietas y todo lo que me ha ordenado que me ponga el médico. Ah, se me olvidaba el yantar.
-La tercer condición-interrumpe el escribano-, se le ha de dar de comer todos los días que se encontrara en cama y no pudiera trabajar. 
-Ahora,  puede escribir el perdón.
-Hecho está, si aceptan esta condiciones.
-Doy el perdón y no  acudo a la justicia mayor de la ciudad  para que proceda contra ellos y los suelte de la prisión donde se encuentran.
-Domingo, como hacen muchos  que se enredan a palos y luego se dan la mano.
-Pero lo hago por servicio a Dios
-y a su Santa Majestad el rey Felipe III.  
-Y, estos buenos hombres que me lo han rogado.
- No se preocupe usted de nada. Pues, la última condición, se fija con esta claúsula que voy a escribir refiriéndome a que vienen asumir todos los gastos en caso de incumplimiento. Ya puede jurarlo.
-Lo juro por Dios.
-Así sea. 
    Bajaban todos por las escaleras para comunicar al alcalde mayor el documento de perdón. Comentaban que la mayoría de los procesos se  cerraban de la misma manera. Pues, comprobaban que las pendencias entre las personas se saldaban con una pelea cuyo final acababa con la muerte a un sablazo o apedreamiento, o, con la herida de uno de ellos. Los familiares se convertían en jueces al proporcionar el perdón por Dios y el Rey. No iba a ser diferente este tablero portugués. No hacia el escribano más que advertir al escribiente:
-  El oficio de tablero de hornos en el siglo XVII se refería a la acción de colocar la tabla de oficio, que era una tabla de barro en la que se disponían las piezas ya moldeadas, justo antes de meterlas en el horno. Esta tabla servía como una plataforma para llevar las piezas al horno, permitiendo una organización eficiente y controlada de la carga.

    Al hilo del relato, concluí esta acepción del relato, nos permite añadir una nueva acepción de tablero en DRAE Histórico. 















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